Alejandra de Argos por Elena Cue

Son muchos los creadores que, a lo largo de la historia, han creido ver en la salud y en el sentimiento de plenitud el origen de la creatividad, o al menos uno de sus requisitos. Pero tampoco son pocos los que encuentran en el sufrimiento y en la enfermedad el mejor estímulo para sus creaciones. Unos parecen seguir el consejo de instruir deleitando (o de crear deleitándose). Otros parecen confirmar el dicho “la letra con sangre entra”

Dolor y gozo

 

Son muchos los creadores que, a lo largo de la historia, han creido ver en la salud y en el sentimiento de plenitud el origen de la creatividad, o al menos uno de sus requisitos. Pero tampoco son pocos los que encuentran en el sufrimiento y en la enfermedad el mejor estímulo para sus creaciones. Unos parecen seguir el consejo de instruir deleitando (o de crear deleitándose). Otros parecen confirmar el dicho “la letra con sangre entra” (en este caso, la obra con sangre sale).

No todos los autores de una obra teórica o artística se adscriben a una de estas dos opiniones contrapuestas sobre las circunstancias personales y, en particular, los estados anímicos que estimularían su creatividad, y hay muchos que incluso rechazan el planteamiento del problema en estos términos. Pero sí pueden identificarse dos grupos claramente confrontables:

Por un lado estarían los que consideran que el estado de bienestar y de satisfacción es el ideal para poder entregarse al pensamiento y a la creación artística. Esta postura puede parecer la más obvia, pues coincide con la idea general de que la cultura es un lujo al que sólo puede entregarse el que ya tiene resueltas las más básicas necesidades (sociales, económicas y psicológicas). Sin embargo, la cantidad de voces que se alzan contra este planteamiento obliga a preguntarse si es realmente mayoritario entre los creadores.

Desde la actitud opuesta se mantiene que el malestar, la miseria y la angustia son los mejores alimentos de la creatividad. La felicidad es improductiva, puesto que nada necesita; la desdicha, en cambio, sería un continuo acicate para la acción creadora, desde esta perspectiva. La obra serviría como instrumento para expulsar al exterior el infortunio, gracias a la capacidad de expresarlo creativamente. En el mejor de los casos, esta expresión intelectual o estética de la desdicha permitiría superarla, convirtiéndose la manifestación del infortunio en un camino hacia el bienestar.

En el artículo titulado "Duelo o placer de la escritura" (El País, 8-7-1986), el novelista Antonio Muñoz Molina discutió ambas actitudes. Recodaba, por un lado, las hermosas palabras con que Cervantes describía la condiciones ideales para la creación artística: "El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu, son grande parte para que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que lo colmen de maravilla y de contento". Por otro lado, Muñoz Molina recogía la idea de la creación literaria como fruto del sufrimiento, del esfuerzo por huir de la desesperación (y ya no como regalo de las dulces musas). Inclinándose hacia el bando de los que piensan que los actos humanos están más condicionados por las circunstancias históricas que por las peculiaridades del carácter personal, Muñoz Molina consideraba que estas dos actitudes serían propias de diferentes épocas: “Desde Flaubert, tal vez desde Baudelaire, el ejercicio de la literatura, que antes era un don de la pereza, busca impúdicamente los prestigios del sufrimiento y aun de la maldición, lo cual, si bien se mira, es una extravagancia reciente: entre los antiguos, que admiraron a Sófocles porque vivió 90 años y nunca dejó de ser feliz, la figura de Eurípides, hombre huraño y desdichado y cercado por el fracaso, nunca fue emblema del artista, sino misteriosa excepción”.

 

La alegre risa del creador

La primera actitud podría ilustrarse con la concepción nietzscheana de la creación. La creatividad del hombre superior es, para este filósofo, una forma de danza, una forma de risa, una forma de juego. El creador es el mejor representante de la "gran salud": un ser de pies ligeros, de corazón alegre, de espíritu libre. Plenamente convencido de que "todas las cosas buenas ríen", el hombre superior es capaz de reír creativamente, pues sus obras teóricas o sus obras de arte no son más que la elaboración de esa risa con la que expresa su afirmación del mundo; una afirmación que incluye el placer y el dolor, la alegría y la desdicha: por eso precisamente es una afirmación trágica. Para el creador nietzscheano, la obra es el producto de la afirmación incondicional de la vida, afirmación que le invade, que le rebosa por los ojos y las manos; afirmación entendida como deseo de permanencia, como deseo de eternidad.

La antítesis del creador es, para Nietzsche, el sacerdote: el representante máximo de lo sucio, de lo bajo y de lo enfermo, del resentimiento triunfante sobre las pulsiones, del llanto y rechinar de dientes, del corazón pesado, los pies pesados, de lo triste, de lo rígido y lo estéril. Pero, bajo este arquetipo sacerdotal habría que situar también a todos los creadores que se nutren de la neurosis, de la angustia, del dolor; a todos los que para producir requieren la enfermedad. Desde la gran salud nietzscheana se constata con desprecio que "el dolor hace cacarear a las gallinas y a los poetas".

Esta estimulante concepción de la creatividad, ofrecida por algunos de los textos teóricos de Nietzsche, parece quedar ya cuestionada por la propia historia personal de su autor: rechazado por sus colegas de la universidad y por las mujeres como Lou Salomé, solitario y enfermo, aislado en pensiones campestres, escribiendo libros que no encontraban lectores, orgulloso e incomprendido, condenado finalmente al manicomio, Nietzsche no parece estar precisamente dotado de una gran salud. Y aunque los argumentos ad hominem se suelen considerar sospechosos, lo cierto es que su vida parece desmentir su alegre canto. A menos que se entienda que, como las obras demuestran, las circunstancias personales externas no lograron dañar la energía de su risa, la potente danza de su pensamiento, la gran salud de su espíritu.

 

El malestar de los artistas

El planteamiento opuesto tiene muchos partidarios. Para ellos, la creatividad no es otra cosa que la piedra filosofal capaz de convertir el sufrimiento en oro. El arte sería un encuentro feliz entre la angustia y la facultad de expresarla bellamente. Se elevaría a la categoría de autor quien, disponiendo del sufrimiento que produce la dificultad de vivir, fuese capaz de hacer con él algo valioso. En este sentido, la neurosis sería el mejor recurso de un espíritu fértil, pues, como Borges le hizo decir a un poeta, "mis instrumentos de trabajo son la humillación y la angustia".

Han sido muchos los artistas que han encontrado una relación de causa-efecto entre la desgracia y la creación. "Las ideas son los sucedáneos de los pesares", afirmaba Marcel Proust. Y Franz Schubert decía que "el dolor agudiza el espíritu y hace el alma más fuerte". Ahora bien, es evidente que el dolor solo puede tener un efecto tonificante si su naturaleza, su intensidad y la personalidad del que lo sufre dan como resultado una respuesta fructífera y no un hundimiento estéril. Puede entonces plantearse. la oposición entre un dolor que fortalece y otro que esteriliza. Algunos piensan que es cuestión de grados: el dolor moderado nos estimularía, mientras que el excesivo nos paralizaría; así lo ha formulado Emile Cioran: “los grandes desastres no dan nada, ni en el terreno literario ni en el religioso. Sólo las desgracias a medias son fecundas, porque pueden ser, porque son un punto de partida, mientras que un infierno demasiado perfecto es casi tan estéril como el paraíso”.

Una vez establecida la idea de que el sufrimiento es la fuente de la creatividad, sus partidarios más coherentes comenzaron a sacar conclusiones. Si el malestar es productivo, todo lo que contribuye al bienestar ha de tener, probablemente, efectos secundarios esterilizantes. Por eso, cuando al pintor Edward Munch le recomendó un amigo que intentara librarse de los conflictos que le torturaban, no dudó en responder: "Me pertenecen a mí y a mi arte. Forman parte de mí; si los eliminase, dañaría mi obra. Deseo conservar estos sufrimientos". Y también el poeta Rainer María Rilke tuvo que responder a una invitación de este tipo: la ya citada Lou Andreas Salomé, entusiasmada con la obra de Freud, le recomendó a Rilke que iniciase un psicoanálisis para destruir los demonios que le atormentaban; Con suspicacia comparable a la de Munch, Rilke rechazó el consejo argumentando que si el psicoanálisis era capaz de acabar con sus demonios, sería capaz también de destruir a sus ángeles. Sólo hubiese hecho falta un paso más para que los psicoterapeutas empezasen a recibir la visita de escritores sin ideas, pintores declinantes o músicos en crisis, que habiendo observado un claro alivio de sus molestias neuróticas, una mejoría de su estado de ánimo y un empobrecimiento de su obra, demandasen un urgente antidoto contra la curación.

Hubo también autores que llegaron a invertir el razonamiento, afirmando que si el dolor y la angustia son los estímulos de la productividad, es lógico pensar que el placer y la satisfacción sean un obstáculo para la labor intelectual o artística. Borges, por ejemplo, recuerda que “mejorando hasta la perfección una frase divulgada por Boswell, Hudson refiere que muchas veces en la vida emprendió el estudio de la metafísica, pero que siempre lo interrumpió la felicidad”. Si la felicidad es un obstáculo para el estudio de la metafísica también el simple placer puede resultar fatal para quien tiene que enfrentarse a la creación literaria. Algunos han llegado a esbozar una aritmética de los placeres y las creaciones según la cual un placer más es una creación menos. Sólo así puede entenderse, aunque no se tome en serio, la declaración de Balzac: “cada mujer con la que uno se acuesta es una novela que no escribirá”.

En esta línea, aunque con otro tipo de argumentación, se situaría la opinión de Freud: el artista sería inicialmente un frustrado próximo a la neurosis. Como todo hombre insatisfecho, se refugiaría en fantasías compensatorias de sus deseos irrealizados. Lo que le permitiría salir de la frustración sería su capacidad de expresar las fantasías, de hacerlas comunicables mediante una acertada elaboración formal. Gracias a ese talento, la secreta imaginación de un introvertido llegaría a convertirse en obras de arte, capaces de proporcionar placer a otros y, como consecuencia, capaces de proporcionar a su autor el éxito y con él los medios de gratificar sus deseos. Se cerraría así felizmente el doloroso círculo puesto en marcha por la insatisfacción.

Este planteamiento freudiano podría dar paso a la idea de que en el pasado del artista habría un ser (muchas veces un niño) rechazado y aislado por lo demás, o que al menos tendría la sensación de estarlo. La psicogénesis de la creación artística estaría vinculada a la necesidad de superar ese estado de soledad, de amargura y de carencia afectiva: en él se endurecería el carácter y se afilaría la inteligencia, el espíritu y la productividad. El sufrimiento del marginado le llevaría a desarrollar las cualidades con las que logrará, finalmente, el reconocimiento de los otros, el reencuentro y la reconciliación con los otros, la satisfacción a través de los otros. Pero de esta curiosa teoría parece volver a deducirse que el triunfo de un creador traería como consecuencia el fin de su creatividad, que el éxito sería esencialmente castrante. Y, aunque hay casos que confirman esta idea, son numerosos los que la desmienten.

 

Crear a pesar de los males y no gracias a ellos

En una conferencia impartida en el Círculo de Bellas Artes madrileño el día 15 de octubre de 1987, el célebre novelista inglés Julian Barnes realizó una dura crítica de cuantos opinan que el sufrimiento, la enfermedad y el vicio pueden ser el origen de la creación artística, haciendo una reivindicación de la salud del artista frente a las habituales apologías del "malditismo".

Recordaba Barnes que Flaubert coleccionó durante años recortes de periódicos, citas de artículos o libros y materiales análogos que le servían de documentación. Una de las carpetas en que archivaba sus materiales llevaba como título "La estupidez de los críticos".

Entre los textos conservados en esa carpeta, Barnes encontró uno sobre George Sand que le parece, efectivamente, "una de las críticas más estúpidas que jamás haya tenido el gusto de leer". En ella se intenta explicar la hostilidad de la escritora a la familia y a las normas tradicionales de su sociedad a partir del hecho de que "George Sand fuma cigarrillos todo el día, y George Sand ¡es una mujer!". Comenta Barnes que "los cigarrillos de George Sand puede que hayan sido responsables de muchas cosas, desde un olor desagradable en el salón hasta el cáncer que la mató. Pero, en lo que tiene que ver con sus opiniones, el funcionamiento de la causa y el efecto es exactamente el inverso del que el crítico suponía. Fueron sus opiniones sobre los derechos de la mujer las que la llevaron a fumar, y no el fumar lo que configuró sus opiniones".

La crítica de Barnes apunta, de este modo, a todos los intentos de buscar el origen de la creatividad artística en factores (más o menos patológicos) ajenos al talento y al esfuerzo del artista: "En una época, los médicos y los filósofos solían buscar la ubicación del alma en los órganos: en el corazón, en la glándula pituitaria, o donde fuera. Hoy día tendemos a situar el genio en la enfermedad".

"Lo que ataco, o por lo menos aquello sobre lo que soy un escéptico, es este enfoque reduccionista, la idea de que la vida de un escritor o de un pintor puede explicarse en términos de un mal, de un fallo, de una neurosis, de un episodio traumático sexual en la infancia o de que se fumen cigarrillos. Es una tendencia que, además, ha ido creciendo en el siglo veinte, en parte, sospecho, debido a la influencia del psicoanálisis".

Barnes se queja de que, habiendo publicado (por entonces) cuatro novelas, había tenido que conceder varios cientos de entrevistas, lo que le lleva a interrogarse por la razón de tantas preguntas. "Tal vez los entrevistadores buscan esa fuente secreta de dolor que sería lo que lo explicase todo. Pero yo no les puedo ayudar, yo no creo que haya nada que explicar, por lo menos creo que mi obra se explica mejor en términos de mi propia obra".

Entre los múltiples ejemplos con que Barnes apoya su postura, recoge una pregunta que le fue planteada a Gabriel García Marquez acerca de si el alarde de imaginación y fantasía que se encuentra en sus libros procede en parte de estimulantes farmacológicos. Barnes reconoce el derecho de García Marquez a señalar al entrevistador la puerta de la calle, pero se alegra de que, en lugar de hacerlo, le diese esta respuesta: "Los malos lectores me preguntan si yo me drogo cuando escribo mi obra; pero eso muestra que no saben nada ni de literatura ni de drogas. Para ser un buen escritor hay que estar totalmente lúcido en cada momento y además gozar de buena salud".

Tras refutar, con argumentos históricos y lógicos, la teoría de que el estilo del Grego procedería de su hipotético astigmatismo, Barnes formula su tesis en términos rotundos: "Yo no estoy diciendo que ningún pintor haya padecido nunca una enfermedad de la vista, ni digo que los escritores jamás fumen, beban alcohol, se droguen, padezcan enfermedades o sean neuróticos. Lo que sí digo es que trabajan a pesar de todo ello, y no debido a ello. En nuestro siglo casi hemos hecho ortodoxia el que el artista sea neurótico, enfermo o desequilibrado psicológicamente. Por supuesto que hay escritores y artistas que son paranoicos, pero en general los buenos escritores y los buenos pintores dependen de su capacidad de trabajar muy duramente, de su concentración y de una revisión constante hasta conseguir una cierta perfección. Y estas son cosas que a su vez dependen de la buena salud y de una mente limpia".

 

La creación independiente del ánimo del creador

Hay, por tanto, una gran diversidad de opiniones, reflejo de experiencias personales muy distintas, e incluso opuestas. No parece fácil encontrar un punto de referencia externo que permita confirmar o refutar unas u otras. Algunos defienden seriamente la idea de que la enfermedad, la miseria y la angustia, que convierten la existencia de los mediocres en un puro tormento, son en cambio, para los espíritus creativos, el estímulo y el instrumento esencial de su genio. Otros sostienen en cambio que, tanto para un artista como para un modesto funcionario, el malestar es tan solo obstáculo y un lastre para la vida laboral o personal.

Queda la opción de rechazar el planteamiento del problema y criticar la alternativa en que se mueven las opiniones revisadas. Podría, al menos en muchos casos, haber independencia entre la labor artística y el estado corporal o anímico de su autor.

Reconocer un carácter autónomo a la creación llevaría a pensar que las obras de arte (o las construcciones especulativas) no pueden ser reducidas a los azares naturales de la biología, a los trastornos del cuerpo o a los humores del alma. Pero también cabe ver en su génesis una expresión total del artista que, a través de asombrosos —y misteriosos— mecanismos mentales es capaz de transformar lo que ocurre en el fondo de su organismo —y de su mente— es un objeto de valor intelectual o estético. Esa alternativa es tan real que de ella han derivado dos formas opuestas de entender la estética: la formalista y la psicobiográfica. Ninguna de las dos es despreciable y ambas han producido, en manos de distintos críticos, interpretaciones brillantes o auténticas sandeces.

 

José Lázaro

Profesor de Humanidades Médicas, Departamento de Psiquiatría, Universidad Autónoma de Madrid.

Autor del libro: Vías paralelas. Vargas Llosa y Savater: un ensayo dialogado

 

 

- Dolor y goce en la creatividad -                                - Alejandra de Argos -

La obra de Alex Katz se escapa de la aparente banalidad de su temática para analizar la relación entre la representación y lo representado; entre el color y la forma; entre la bidimensionalidad, y la tridimensionalidad. La pasión por el realismo ha marcado la trayectoria de Alex Katz. Pero hablamos de un realismo muy especial, que se aleja de la representación detallada

“Un día miré por la ventana y decidí que iba a pintar la ventana” 

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Foto: Alex Katz en el Museo Guggenheim de Bilbao. En elmundo.es

  

La pasión por el realismo ha marcado la trayectoria de Alex Katz. Pero hablamos de un realismo muy especial, que se aleja de la representación detallada y exacta de la imagen para incidir en aspectos más pictóricos que representativos. En este sentido, Katz se acerca a movimientos como el expresionismo abstracto americano, del cual se distanció consciente y explícitamente para crear un arte propio y singular. Durante su vida ha permanecido alejado de corrientes, escuelas y movimientos (entre ellos el Pop Art, con el que tantas veces han querido relacionarle), lo que le ha permitido crear una obra vasta, coherente y de enorme influencia en las siguientes generaciones de artistas. La obra de Alex Katz se caracteriza por las imágenes de personas, paisajes y escenarios plasmados en grandes planos de color, líneas recorte poderosas y una clara influencia del universo publicitario. Señalado a menudo como uno de los artistas que mejor han representado las rutinas y el ocio de la clase media norteamericana, sus obras se escapan de la aparente banalidad de su temática para analizar a fondo la relación entre la representación y lo representado; entre el color y la forma; entre la bidimensionalidad, y la tridimensionalidad.

 

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Blue Umbrella (1972). En cincodias.elpais.com

 

El arte en las venas: una pasión desde la infancia

Alex Katz nace en Nueva York en 1927, pero permanece poco tiempo en el barrio. En los albores de la Gran Depresión, su familia decide mudarse a St. Albans, una zona perteneciente a Queens que había emergido entre las dos guerras mundiales. Sus padres habían emigrado a Estados Unidos desde Rusia y conservaban una auténtica pasión por el arte en todas sus disciplinas: poesía, arte y teatro. De hecho, su madre había trabajado como actriz; este hecho la impulsó a intentar alejar a su hijo del mundo artístico, considerándolo una profesión poco estable. El padre de Alex Katz, por el contrario, le anima a seguir una carrera artística y decide matricularle en el Woodrow Wilson High School, un instituto donde las mañanas se dedicaban a la enseñanza estandarizada, mientras que por las tardes los alumnos se formaban en artes. En 1946 y a los 19 años Katz empieza a estudiar en la Cooper Union Art School de Manhattan, donde el destino le pone bajo la tutela de Morris Kantor. De su mano y junto con el resto de estudiantes entra en contacto con las vanguardias, las distintas teorías del arte y las técnicas más adecuadas para su práctica.

 

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Wildflowers in vase (1954-55). En locofineart.com

 

Ya desde sus primeras obras, fechadas a finales de los años 40, el joven artista demuestra un creciente interés por las composiciones sencillas, las formas planas y rotundas y los colores intensos. Durante sus años de aprendizaje en Manhattan Katz pinta a partir de láminas y reproducciones de artistas modernos; sin embargo, en 1949 su punto de vista epxerimentará un cambio radical. Ese año se gradúa en Cooper Union y obtiene una beca para realizar un curso de verano en la Skowhegan School for Painting and Sculpture de Maine. Es allí donde por primera vez se le impulsa a pintar al aire libre, a partir de la realidad que le rodea. Más tarde, comentará que el método au plein air de Skowhegan le daría “una razón para dedicar su vida a la pintura”. Uno de los aspectos que más le interesan de este tipo de pintura es su inmediatez, su conexión con la realidad y la libertad que le permite; cualidades que también admira en artistas tan diferentes de sí mismo como Jackson Pollock. Es entonces cuando pinta sus primeros paisajes: una temática que retomaría décadas después. S objetivo: atrapar las impresiones creadas por la luz y la energía generada por la pintura en sí, más que lograr un reflejo exacto de la realidad.

 

Los retratos. Una constante desde los años 50

 

En 1954, Alex Katz expone su obra en la Roko Gallery y comienza a crear un círculo de amistades, todas ellas relacionadas con la segunda generación de artistas pertenecientes a la Escuela de Nueva York. Entre 1955 y 1959 trabaja en el collage, siguiendo una técnica similar a la empleada por Matisse en sus últimos años: crea pequeñas composiciones (flores, figuras humanas en paisajes esquemáticos) empleando finas tiras de papel cortadas y pegadas con todo detalle. Pero Katz no se queda en el paisaje, y a mediados de los 50 prosigue con su exploración plástica. Su obsesión por la interacción entre lo reflejado y la superficie en la que se refleja, una especie de trasunto de “lo superficial y lo introspectivo”, le lleva a interesarse por el retrato.

 

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Portrait of Ada (1959). En arthive.com

 

Porque si bien no hay nada más profundo que un rostro humano, la explosión de la imaginería publicitaria de mediados del siglo XX (que tan bien supo reflejar y aprovechar el Pop Art) le da una nueva vida, más banal e intrascendente. Katz siempre se alejó de forma declarada de la estética pop, si bien está claro que su arte tiene fuertes influencias de la corriente (y viceversa). Es entonces cuando empieza a hacer retratos, centrándose sobre todo en el rostro y la figura de su mujer, Ada del Moro: será su inspiración y su musa, protagonizando cientos de lienzos que a día de hoy son mundialmente famosos. Es entonces cuando empieza a situar a sus modelos sobre fondos monocromos y vibrantes, un rasgo de estilo que anticiparía la estética pop y que se convertirá en un sello de identidad en la obra de Alex Katz.

 

Más allá de la bidimensionalidad: cut outs, color y escenografías

 

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Cut Outs de Alex KatzEn tulliehouse.co.uk

 

La apuesta que el artista hizo desde sus primeras obras en favor del realismo no supone un alejamiento de las técnicas de expresión más vanguardistas. Durante la segunda mitad de los años 50, Katz continúa profundizando en la separación entre silueta y fondo y lleva sus lienzos un paso más allá. En 1959 realiza su primer cut out, una silueta recortada de un lienzo previamente pintado y pegada luego sobre una madera recortada con la misma forma. Durante el resto de su vida continuará desarrollando este tipo de obras, que más adelante pintará directamente sobre madera y aluminio. El resultado: figuras, rostros y retratos que escapan a la bidimensionalidad y ocupan un espacio físico en el mundo real.

  

 05. el vestido negro 1960

El vestido negro (1960). En ctxt.es

  

Los primeros años 60 suponen una invasion de imágenes para la cultura occidental, y mucho más para la norteamericana. Son los años de la explosión de la publicidad y del éxito arrollador del cine y la televisión, que alcanzan hasta los últimos rincones del planeta. Al igual que los artistas del Pop Art, Katz experimenta la influencia de la publicidad y los medios de comunicación y empieza a reflejarla en sus obras. Son años de lienzos a gran escala, donde los rostros adquieren proporciones monumentales y muchas veces aparecen cortados. Los colores vibrantes se apoderan de escenas que no renuncian a la profundidad, pero que cada vez parecen más alejadas de la realidad y las leyes de la perspectiva. Al mismo tiempo, no renuncia a reflejar también la realidad social de las personas que le rodean: en sus cuadros aparecen a menudo las personas con las que se relaciona, en gran medida pertenecientes a ámbitos artísticos y literarios. En esa década Katz empieza también a diseñar escenografías y vestuario para el coreógrafo Paul Taylor, con quien continuará colaborando a lo largo de tres décadas.

 

07.The Red Smile 1963 

The red smile (1963). En vein.es

 

Fin del milenio: años de paisajes y luz

 

08. Alex Katz Lawn Party 1965 Oil on canvas 108 x 144 IN. Alex Katz. Collection of Michael Judy Ovitz

Lawn Party (1965). © Alex Katz. Colección de Michael y Judy Ovith. En ttamayo.com

 

Pasan las décadas y Katz continúa desarrollando su particular visión del realismo en pintura. Durante los años 70 prosigue con sus retratos en grupo, donde plasma a la gente que le rodea en actitud relajada, lejos de la pose y generando atención sobre el instante concreto. Las décadas finales del milenio suponen un giro a su interés por los rostros: la pintura de Katz se vuelve, en sus propias palabras, “ambiental”. Son años de grandes pinturas de paisaje que buscan generar un efecto envolvente sobre quien las contempla. Es el viejo conflicto entre fondo y superficie, que obsesiona a Katz desde sus inicios; el artista no deja de buscar nuevas formas plásticas para plasmar su inquietud. En estas pinturas los bordes se suavizan y difuminan, y la técnica pictórica cobra nuevo protagonismo. Katz también se interesa por la forma de plasmar la luz y su interacción con las siluetas, en este caso con los árboles: en el año 1986 realiza una serie de obras nocturnas que le obligan a buscar nuevos recursos. Este nuevo interés sobre el diálogo entre la luz y las ramas de los árboles se mantendrá en las décadas posteriores, apareciendo de forma regular en muchas obras realizadas por el artista en los 90 y en la primera década de los 2000.

 

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Forest. Litografía y grabado al linóleo. 2009. En moma.org.

 

 

Pintura, tecnología y plástica al servicio del arte

 

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Small Wave (2020). En ropac.net

 

Los retratos de Katz experimentan otra sutil variación en la segunda década de los 2000. A partir del 2020 los recortes se vuelven más drásticos en los rostros y los primeros planos individuales. Al mismo tiempo, empieza a realizar nuevos formatos de retrato múltiple a base de fragmentar las imágenes y colocarlas a modo de secuencia. El formato cut out responde perfectamente a esta línea de investigación: Katz sigue produciendo obra de este tipo sobre planchas de aluminio. Al igual que otros grandes artistas en constante evolución, como David Hockney, no se cierra a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y decide utilizar su iPhone para tomar fotografías, imprimirlas y fijarlas en collages y cut outs. Es solo el primer paso del proceso: son solo bocetos que más tarde reproducirá al óleo, en lienzos a gran escala.

 

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Flowers (2020). En ropac.net

 

Durante los últimos años Katz ha renovado el interés por la pintura al aire libre de sus inicios, reproduciendo escenas de naturaleza (flores de gran tamaño y paisajes) de parajes como Pensilvania, donde realizó una serie con más de 50 pinturas durante el verano de 2020, en plena pandemia. A día de hoy sigue viviendo en Maine, EEUU, y continúa trabajando en su obra.

 

Exposiciones

 

Give me tomorrow. Tate St. Ives, Cornwall (2012)

 

 

Esta exposición reunió más de 30 piezas fundamentales de la obra de Alex Katz, incluyendo lienzos, obras gráficas y sus célebres cut outs. La galería, situada en un ámbito costero, decidió elegir como leitmotiv de la muestra las escenas de verano y playa que tan bien supo reflejar Katz: marinas, arenales, escenas de vacaciones familiares y paisajes al sol. Las obras se acompañaron de una serie de piezas propiedad de la Tate Collection, realizadas por otros artistas y elegidas por el propio artista para dialogar con su trabajo.

 

 

Paisajes. Museum Haus Konstruktiv, Zurich (2013)

 

 

El Haus Konstruktiv fue el primer museo de Suiza en dedicar una gran retrospectiva a Alex Katz. Para ello el centro escogió la temática del paisaje, recurrente en la obra del pintor norteamericano. Paisajes entendidos más como territorio humano que como escenarios naturales, y que en la muestra coexistieron con distintos retratos y pinturas de figuras humanas realizados por Katz desde 1959 hasta entonces.

 

 

Aquí y ahora. Museo Guggenheim Bilbao (2015-16)

 

 

35 obras mostradas “tal y como se sienten y perciben en el momento presente, ahora”. Así definieron su contenido los responsables de esta exposición, que analizó el desarrollo de los paisajes y los escenarios en la obra de Alex Katz desde sus inicios hasta la fecha. En la muestra el museo decidió dar relevancia a los paisajes por encima de los retratos, mucho más conocidos. 

 

   

Cut Outs. Galería Paul Kasmin, Nueva York (2018)

 

 

Los cut outs de Alex Katx son una parte fundamental de su producción artística. Figuras recortadas y pintadas o impresas, son imágenes que escapan de la bidimensionalidad de la pared para ocupar un espacio físico en el mundo tridimensional. La exposición se centró en la investigación desarrollada por el artista acerca de las propiedades de la percepción visual y de la relevancia que adquieren las superficies cuando se convierten en figuras humanas.

 

 

Flowers. Thaddeus Ropac, Seúl (2022)

 

 

En el verano de 2021, Alex Katz se dedicó a pintar flores de gran tamaño en su casa de Maine (EEUU). El objetivo: conseguir que las pinturas crearan la misma sensación que ver una flor real. La misma “brillantez”, en sus propias palabras. Al año siguiente, el Museo Thaddeus Ropac de Seúl organizó una exposición con las obras pintadas durante ese periodo.

 

   

Alex Katz. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid (2022)

 

 

La exposición sobre la obra de Alex Katz organizada por el Museo Thyssen de Madrid tenía como objetivo zanjar una deuda que la ciudad tenía con el artista: inaugurar una retrospectiva de su obra. Decenas de lienzos, esculturas, grabados y cut outs del artista americano se dieron cita en las salas del centro para conformar una visión global de su obra, perfecta para redescubrir a uno de los pintores contemporáneos más influyentes de la actualidad.

 

Libros

 

Alex Katz:. Pinturas recientes (2005). Ed. Gestión Cultural y Comunicación

Este catálogo se publicó con motivo de la exposición sobre Alex Katz organizada en el año 2005 por el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga. En sus páginas es posible admirar múltiples obras del autor reproducidas a toda página, incluyendo paisajes y retratos. Un libro esencial para descubrir algunas de las últimas obras realizadas por Katz a principios del milenio, y para conocer de cerca la investigación realizada por el artista sobre sus temas plásticos más recurrentes.

  

Alex Katz: An American way of seeing (2010). VV.AA. Ed. Kerber

'Una manera de ver americana': así subtitulan sus editores este libro sobre la obra de Alex Katz, uno de los más importantes sobre el artista. Considerado un cronista fundamental de la vida moderna en Norteamérica, además de un precursor, Alex Katz se dedicó a retratar de forma expresiva y minimalista los rostros de Nueva York y sus paisajes desde la década de los 50. Sus obras son enigmas más que retratos, que a menudo interrogan en lugar de contar. El libro incluye reproducciones de obras célebres pintadas a partir de 1968, incluyendo pinturas, grabados, cut outs y obras con formato multipanel.

 

Alex Katz: Flowers (2019). Con poema de James Schuyler. Richard Gray Gallery 

La galería Richard Gray organizó en 2019 la exposición Alex Katz: Flowers, que también viajaría a Seúl. Con motivo de la muestra, los responsables decidieron publicar un catálogo que recoge las pinturas al óleo a gran escala que conformaron la selección de la muestra. Los lienzos reproducen lirios de gran tamaño, y dialogan con una serie de íntimos bocetos sobre tabla. El libro aporta una mirada más a fondo sobre el interés declarado de Katz por la pintura al aire libre, en el entorno natural. La publicación reúne las trece obras de la exposición y las acompaña del poema 'Salute', de James Schuyler.

 

Leer más:

 

 

- Alex Katz: Biografía, Obras y Exposiciones -                                - Alejandra de Argos -

Gottfried Leibniz, nacido en 1646 en Leipzig, fue tal vez el último de los genios que dominó las matemáticas, la física, la geometría, el derecho, la historia y la filosofía. Su insaciable curiosidad intelectual lo abarcó todo. No sólo fue el gran pensador que llegó a las cotas de influencia alcanzadas por Descartes y Spinoza, sino que, además, fue el padre del cálculo diferencial e introdujo el concepto de algoritmo.

Leibniz  

 

Gottfried Leibniz sostuvo que las mónadas son la fuerza espiritual de la materia en un universo armónico predeterminado por Dios

Gottfried Leibniz, nacido en 1646 en Leipzig, fue tal vez el último de los genios que dominó las matemáticas, la física, la geometría, el derecho, la historia y la filosofía. Su insaciable curiosidad intelectual lo abarcó todo. No sólo fue el gran pensador que llegó a las cotas de influencia alcanzadas por Descartes y Spinoza, sino que, además, fue el padre del cálculo diferencial e introdujo el concepto de algoritmo. La matemática moderna no se entendería sin sus aportaciones.

Leibniz no sólo fue un hombre consagrado a la reflexión, ya que dedicó buena parte de su vida a la diplomacia y la política. Ya de joven entró al servicio del príncipe elector de Maguncia y luego trabajó para la casa Hannover. Conoció las grandes capitales europeas en sus viajes como representante de sus señores e intercambió correspondencia con los grandes científicos de su tiempo.

Era, por decirlo en términos actuales, un cosmopolita que escribía en latín, en francés y en alemán. Era hijo de una devota familia luterana y se sabe muy poco de su vida privada. Su padre murió prematuramente y fue un joven autodidacta que se formó en la biblioteca que heredó de su progenitor. Estudió derecho, pero nunca ejerció como letrado.

Leibniz fue un filósofo original y heterodoxo cuya obra todavía se sigue reinterpretando. Algunos le consideran un místico, mientras que otros ven en él un precursor de la física contemporánea. Pero no fue ni una cosa ni otra. Lo que intentó fue hacer una síntesis entre el mecanicismo que explicaba el movimiento por causas materiales, como propugnaba Descartes, y el pensamiento metafísico platónico y aristotélico, que apuntaba a las formas puras como razón última de las cosas.

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El concepto central de la filosofía de Leibniz son las mónadas. Todo su edificio conceptual está construido sobre esta palabra griega, que hace referencia a una unidad no divisible (monos). Si Descartes establecía una diferenciación entre la materia o res extensa y el espíritu, que reside en el alma, Leibniz concibe las mónadas como sustancias simples e inextensas, no divisibles. “Son los elementos de las cosas”, dirá.

En una carta de 1714 a su amigo Remond, poco antes de su muerte, señala que “las mónadas son sustancias simples y las únicas verdaderas, mientras que las cosas materiales no son más que fenómenos, aunque bien fundados y coordinados”. Las mónadas son eternas e indestructibles, ya que han sido creadas por Dios y son de naturaleza espiritual.

Siguiendo el desarrollo de este concepto, Leibniz sostiene que las mónadas son pura fuerza, origen y causa eficiente del movimiento. Ello explica tanto el afán de conocimiento de los hombres como el permanente cambio que perciben nuestros sentidos. Y a la vez las mónadas son parte integrante de un todo, por lo que sólo pueden ser comprensibles en el marco de una totalidad que queda reflejada en cada uno de los elementos. En este sentido, las cosas son a la vez únicas y plurales.

“Las mónadas no tienen ventanas”, subrayará Leibniz en la más célebre frase de su extensa obra. Lo que significa que las mónadas no se pueden comunicar entre sí ni con el entorno exterior. Simplemente son pura potencia: un esse (ser) del que emana un agere (actuar).

No hay un solo tipo de mónadas. Por el contrario, cada una de ellas es diferente de las demás. Las plantas y los animales son la expresión de mónadas imperfectas y primitivas. En cambio, el hombre es capaz de pensar y tener conciencia de sí mismo porque sus mónadas son superiores. En el último escalón, se encuentra Dios, que es acto puro. Ser y pensamiento se identifican en su omnisciencia.

Llegados a este punto, Leibniz sostendrá que vivimos en el mejor de los universos posibles porque Dios en su infinita sabiduría y bondad no podría haber hecho otra cosa. El Ser Supremo es la causa eficiente del mundo, el relojero universal que ha creado las leyes que rigen los movimientos de los planetas y las estrellas. Una tesis muy discutible porque no es difícil imaginar un mundo mejor que el que conocemos. 

Para conciliar esta idea de un Dios previsor y omnipotente con la libertad humana, Leibniz señalará que las mónadas son imperfectas. El mal y el dolor existen, pero pueden servir para que los hombres se rediman. Con sentido común, argumenta que no podría existir el bien sin la capacidad de hacer el mal.

Al profundizar en su filosofía, se puede llegar a la conclusión de que, a pesar de las apariencias, su teoría de las mónadas confluye con la idea de la sustancia única de Spinoza. Es verdad que Leibniz salva la pluralidad de los entes que niega su colega, pero ambos coinciden en que el mundo material y los fenómenos –sea cual sea su naturaleza– son la consecuencia de una voluntad divina que impregna el ser. Lo real existe a modo y semejanza de Dios porque las mónadas son partes de un todo creado por el Ser Supremo. Ese todo de Leibniz se parece mucho a la sustancia spinoziana, de lo que se deduce que ambos llegan al mismo final por muy distintos caminos. 

 

 

Gottfried Leibniz - Historia de la Matemática

 

 

 

Leibniz - La Aventura del Pensamiento. Fernando Savater

 

 

 

- Leibniz. El mejor de los mundos posibles -                                - Alejandra de Argos -

En su pequeño taller a orillas del Arno, Donatello esculpía el relieve de la peana del San Jorge de Orsanmichele. Su maestría iba a revolucionar para siempre los principios de la escultura. Seiscientos años después, en plena oscuridad en el mundo, Florencia nos ilumina con ciento treinta obras expuestas entre el Palazzo Strozzi y el Museo del Bargello, en un homenaje histórico e irrepetible a su escultor.

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Donatello, David victorioso -detalle-, (1435-1440), Museo Nazionale del Bargello, Florencia.

 

En Florencia, durante las primeras décadas del siglo XV, estuvo clavado el eje del mundo. Entre sus veinte barrios con sus gonfalonieros, sus calles y palacios, sus iglesias y casas, Alberti escribía su tratado de la pintura, Masaccio había pintado los frescos de la Capilla Brancacci y su Trinidad en Santa María Novella, Ghiberti entregaba la Puerta Norte del Baptisterio y Brunelleschi coronaba la catedral con la cúpula sobre Santa María del Fiore que, realizada con técnicas nunca antes vistas, había logrado que flotara descomunal sobre su ábside. Era el año 1436.

 

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Catedral de Santa María del Fiore, Florencia.


Mientras, en su pequeño taller a orillas del Arno, Donatello esculpía el relieve de la peana del San Jorge de Orsanmichele. Su maestría iba a revolucionar para siempre los principios de la escultura. Seiscientos años después, en plena oscuridad en el mundo, Florencia nos ilumina con ciento treinta obras expuestas entre el Palazzo Strozzi y el Museo del Bargello, en un homenaje histórico e irrepetible a su escultor. Es la muestra: Donatello, el Renacimiento.

 

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Donatello, Cabeza de caballo, (1456) Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.


Donato di Niccolo di Betto Bardi -Donatello por el apodo que recibió de su familia-, había nacido en Florencia en 1386. Los Donatello vivían en la orilla sur del Arno y pertenecían, por el trabajo del padre Niccolò y del abuelo Betto, al gremio de los cardadores de lana. Eran pues miembros de una gilda central en la sociedad florentina del momento. Desde pequeño trabajó con un orfebre local con quien descubrió la aleación de los metales, mientras que de los talladores de piedra que trabajaban en la construcción de Santa Maria del Fiore aprendió a esculpir. En 1403 ingresó en el taller de Lorenzo Ghiberti, escultor de bronces que el año anterior había ganado el concurso para realizar las Puertas del Paraíso del Baptisterio. Donatello había colaborado con él y desde entonces había entablado amistad con Filippo Brunelleschi. Ambos viajaron hasta Roma. Se sabe poco de este viaje, pero sí que, ayudando a excavar las ruinas del antiguo Imperio, Donatello captó en profundidad la ornamentación y las formas clásicas de la escultura, el movimiento, los paños y los gestos de los romanos. Este aprendizaje, unido a la tutoría de Ghiberti, máximo exponente de un Gótico Internacional de líneas suaves y curvas, marcó fuertemente el estilo del escultor que eclosionó en un David de mármol a escala humana.

 

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Donatello, David victorioso (1408-1416) Museo Nazionale del Bargello, Florencia.


Con esta obra arranca la muestra florentina. La primera sala del Palazo Strozzi es sobrecogedora. David victorioso, alzado en el centro, fue esculpido por Donatello cuando tenía poco más de veinte años, en 1408. Había recibido el encargo para una figura monumental del rey de Judá que se integraría en una hilera de estatuas a modo de guardianes del Duomo, que serían ancladas en la parte superior de los contrafuertes como si hubieran sido milagrosamente silueteadas contra el cielo. El David fue entregado a finales de ese mismo año. Solo quedaba alzarlo hasta su emplazamiento. Sin embargo, nada más instalar el andamio, se comprobó que el mármol era demasiado pequeño para causar el impacto imaginado. Los profetas de casi dos metros a esa altura parecían insignificantes. Por esto el David recibió una ubicación nueva, notable e inesperada. La figura del joven héroe bíblico, uno de los emblemas de la República florentina, fue entonces comprada por el gobierno para su sede en el Palazzo della Signoria. Su colocación sobre un pedestal a la altura del espectador resalta el leve giro de su torso, la flexión de la pierna y una mirada oblicua y de ceño fruncido que se vuelve hacia un horizonte lejano. En la sala de esta exposición, la enorme cabeza de Goliat con la piedra incrustada en la frente a los pies de David queda a la altura de nuestros ojos. Al alzarlos encontramos dos estremecedores crucifijos en madera pintada que flanquean al David. A la izquierda, Donatello (1408), a la derecha, Brunelleschi (1410).

 

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Primera sala de la exposición: David victorioso de Donatello en el centro. Crucifijo de Donatello (1408) de la Basílica de la Santa Croce en Florencia, a la izquierda y Crucifijo de Brunelleschi (1410) de Santa Maria Novella en Florencia, a la derecha.


El escultor maduraba en su mirada. Sus esbozos iban alejándose de la tradición gótica y despegaban hacia un estilo más propio, más sólido; eran los años 1411 y 1413. El giro radical de su arte estaba a punto de irrumpir con una fuerza transformadora. Brunelleschi y Donatello pasaban las horas observando las múltiples panorámicas y edificios de Florencia, Brunelleschi iba entendiendo cómo las formas geométricas fundamentan la relación entre el hombre y su entorno. Donatello transmitiría estas conclusiones al género de la escultura. Ambos estaban alumbrando el descubrimiento de la perspectiva.


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Donatello, San Jorge (detalle), c.1415-17, Museo Nazionale del Bargello, Florencia


Donatello empezó a crear una nueva manera de esculpir que iba a aplicar por primera vez en el San Jorge y el dragón de la predella del tabernáculo de los Armaioli en Orsanmichele y que cinceló con un “suave stiacciato”, como lo denominó Vasari. Esta técnica suponía esculpir un relieve cuya profundidad disminuye de modo gradual hasta el primer plano donde se encuentran las figuras que más sobresalen. En el último de ellos, las figuras son de pocos milímetros, algo más que una leve incisión.


Desde entonces, introdujo el stiacciato, y sus relieves, que fueron admirados en toda Florencia, pavimentaron el camino de los otros escultores, taraceadores y pintores. Las leyes de la perspectiva de Brunelleschi, aplicadas con esta técnica, permitían al escultor multiplicar virtualmente el espacio con una sensación de realidad hasta entonces desconocida, una revelación entre el espectador y la obra.

 

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Donatello, San Jorge y el dragón (1416-1417) Museo Nazionale del Bargello, Florencia.


En la tercera sala del Palazzo Strozzi, detrás del Attis Amorino, encontramos el bajorelieve de La Madonna Pazzi (1422), escogido como cartel para esta exposición. Es una de las interpretaciones de la Virgen y el Niño más emocionantes del Renacimiento. La Madre, con un perfil y un velo de reminiscencia griega, sostiene a su Hijo en brazos y roza su cara contra la suya en un gesto de intensa dulzura. Sus ojos, en los que puede leerse el drama del Calvario, están clavados en los del Niño al que abraza con unas manos que parecen querer protegerlo. El Niño, ajeno a todo, sonríe enseñando sus dientes de leche y agarra el velo de su Madre con naturalidad.


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Donatello, Madonna Pazzi (1422) Staatliche Museum, Berlín.


En esta sala hay también un pequeño panel dorado de brillante virtuosismo: Relieve del Banquete de Herodes del Baptisterio de Siena (1423). Donatello diseñó aquí, como nunca antes se había hecho, una escena con perspectiva brunelleschiana en la que la disposición de las figuras y la narración se desarrollan en cuatro planos de profundidad sobre una plancha de bronce. Comprobamos, acercándonos al lateral de la obra, que ésta no mide más de un par de dedos de grosor. Entre esos escasos centímetros se plasma toda una historia situada en las salas de un palacio compartimentado por arcos. En el primer plano lleno de detalles, personajes y gestos, Herodes abre sus manos en señal de rechazo mientras un criado de rodillas le presenta en una bandeja la cabeza del Bautista. El resto de los personajes permiten desarrollar al escultor un muestrario de peinados, pliegues, manos, instrumentos musicales y niños que escapan aterrados de la escena por el borde del marco.

 

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Donatello, Fiesta de Herodes (1423-1427) Baptisterio de San Giovanni, Siena.


El Palacio del Bargello fue construido en 1255 como sede del Consistorio de Florencia y más adelante fue prisión. La Sala del Consejo Mayor está presidida por tres obras de Donatello: San Jorge, en un nicho alto desde donde aparece solemne y distante, con un leve giro de su torso y una mirada oblicua de ceño fruncido que enfoca a un horizonte lejano; Marzocco, el león emblema de la ciudad y el David de bronce que preside rutilante la gran sala gótica.

 

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Sala Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia.


David fue una estatua concebida para ser alzada sobre una columna. Cuando Donatello pensó en revivir este motivo, la idea de una columna, del metal y del desnudo se hicieron primordiales. La elección era la de un personaje bíblico noble, prototipo de Cristo y pastor emblemático de la Florentina libertas. Para él, Donatello distorsionó su cuerpo hasta que resultó perfectamente proporcionado visto desde abajo. El vencedor flotaba así por encima de la cabeza cortada de Goliat mientras miraba vanidoso a la muchedumbre.

 

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Donatello, David victorioso (1435-1440) Museo Nazionale del Bargello, Florencia


Este David, fundido para Cosimo de’ Medicis, simboliza entre otras cosas la relación entre el escultor y la gran familia florentina. La ambición de Cosimo y Lorenzo de’ Medici, colmada en 1434 con el regreso de los hermanos del exilio, se concretó en el encargo de una obra que simbolizara el poder. David presidía al principio la entrada principal de la “Casa Vechia” y fue posteriormente trasladado al nuevo palacio en la Vía Larga. Es la primera figura desnuda de bulto redondo esculpida en Italia después del Imperio Romano. El adolescente, cuyo fino rostro queda enmarcado por cascadas de bucles y cubierto por un pintoresco sombrero, es aquí un efebo de mirada sarcástica y sonrisa displicente. Su postura en leve contraposto es una audacia de equilibrio.

Todas las decisiones sobre el David se iban tomando siempre con el acuerdo de Cosimo el Viejo, principal apoyo y mecenas de Donatello. Vasari relata que Donatello murió “en su pequeña casa de la Vía del Cocomero”, cerca del lugar que hoy ocupa la Galleria dell’Accademia. Para entonces ya había terminado la que sería su última obra, los impresionantes púlpitos de San Lorenzo, la Iglesia vinculada a los Medici. Su taller se encontraba junto a la Opera di Santa Maria del Fiore. Antes se había mudado tantas veces que no podrían mencionarse aquí. Pero el lugar de su descanso final nunca ha cambiado. Es la cripta de San Lorenzo, a solo unos metros de la sepultura de Cosimo el Viejo.

 

Donatello Púlpitos de San Lorenzo
Donatello, Púlpitos de San Lorenzo, Florencia (1460).



Donatello, el Renacimiento

Palazzo Strozzi y Museo Nacional del Bargello Piazza Strozzi y Via del Proconsolo, 4 Florencia

Comisario: Francesco Caglioti Hasta el 31 de julio 2022

 

 

- Donatello, escultor del renacimiento -                                - Alejandra de Argos -

Si hay un artista que ha conseguido remover las emociones del público con la máxima economía de medios, ese es Pierre Soulages. Apasionado del color negro y de la forma en la que la luz saca formas y reflejos de las superficies oscuras, a día de hoy es uno de los creadores más influyentes y cotizados de su generación.

La pintura que hizo llorar a París 

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Foto: Pierre Soulages en la exposición ‘The Outrenoir(s) of Pierre Soulages: European Museums and Foundations’. Museo Soulages, Rodez, Francia, 2014. En britannica.com

  

En el año 2009, el Centro Pompidou de París dedicó una gran retrospectiva al pintor francés Pierre Soulages. La muestra se convirtió en la cuarta más vista de la historia del museo hasta hoy, y también en la más emotiva: muchas personas se situaron frente a cuadros de su serie Outrenoir y rompieron a llorar. La emoción que suscita la obra de Soulages parte de una intensa apuesta por la abstracción y de una pureza extrema: son lienzos en los que el color (o no-color) negro actúa como un espejo del interior. Superficies profundas que no invitan a penetrar en ellas, sino que nos devuelven el reflejo y nos lanzan hasta el interior de nuestro propio ser. Década tras década, Pierre Soulages ha creado un enorme universo pictórico que envuelve la consciencia e invita a la introspección. Son más de ochenta años dedicados a su pasión más poderosa, que le han convertido en el artista francés más famoso y cotizado del mundo y en el maestro del negro y de la luz. Con más de un siglo a sus espaldas, la pasión sigue ardiendo en su espíritu creador: “Lo que me gusta es mirar el presente y soñar en lo que haré mañana. El día que deje de sentir eso, consideraré que estoy muerto”

 

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Imagen de la Exposición ‘The Outrenoir(s) of Pierre Soulages: European Museums and Foundations’. En musee-soulages-rodez.fr/es

 

Primeros años: pasión por el arte prehistórico

Pierre Soulages nace en 1919 en la localidad francesa de Rodez. Su infancia transcurre en el tranquilo pueblo, un lugar que el artista siempre ha llevado en el corazón. Desde muy pequeño, su interés por el arte más esquemático es una constante de su vida. Él mismo cuenta como anécdota que en su infancia, cuando le daban lápices de colores para dibujar su interés se centraba casi exclusivamente en el lápiz negro. Sus visitas al museo de la localidad, donde descubre las tallas celtas y el arte rupestre, acentúan su interés por la abstracción ya desde sus primeras obras. También demuestra una intensa atracción por el arte románico, que descubre en la cercana Iglesia Abacial de Santa Fe de Conques: posteriormente, en los años 80 recibirá el encargo de realizar los vitrales que actualmente cierran sus ventanas. Soulages pinta desde muy joven; en el Museo Soualges de Rodez se conservan algunas de sus primeras obras, realizadas en 1938. La economía de color que muestran y su atención a la pincelada prefiguran, de alguna manera, su trayectoria posterior. 

 

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Le Pont-Neuf (1939). Óleo sobre lienzo. En gazette-drouot.com

 

Ese mismo año viaja a París con el objetivo de estudiar arte, comenzando su formación en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes. Es admitido para la formarse en la cátedra de Dibujo, pero el academicismo de la enseñanza pronto le decepciona y abandona los estudios. Durante su estancia en la capital visita varias exposiciones y descubre la obra de Pablo Picasso y Paul Cézanne, que despiertan su admiración, al igual que el Louvre. Soulages regresa entonces a Rodez.

 

Los años convulsos. Guerra y abstracción

 

En 1940, la II Guerra Mundial asola Europa. Pierre Soulages es llamado a filas, pero se niega a participar en la contienda. Durante la ocupación (y para evitar ser trasladado a un campo de trabajo a Alemania) decide obtener papeles falsos y se oculta trabajando en un viñedo de Montpellier. Allí entra en contacto con el escritor Joseph Delteil, apasionado por el arte de vanguardia y amigo personal de Picasso, Chagall, Delaunay y otros artistas de la época. Soulages le enseña sus obras, y comenta: “¡Blanco y negro! Estás cogiendo a la pintura por los cuernos. Y ahí está la magia de la pintura”. Su opinión le impulsa a proseguir con su carrera artística; para ello, en 1946 (una vez terminada la guerra) se muda a París. Conoce a la artista Sonia Delaunay, quien le introduce en el mundo de la abstracción pictórica y despierta su interés por esta escuela. Al tiempo que vive en París, establece también un taller en la ciudad mediterránea de Sète. Actualmente, Pierre Soulages sigue viviendo y trabajando en esta localidad.

 

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Brou de Noix (1947). Nogalina sobre papel. En musee-soulages.es

 

En París, las cosas no resultan fáciles para el joven Soulages. Es rechazado por el prestigioso Salón de Otoño y decide presentarse al Salon des Surindépendants, atraído por la ausencia de jurado. Sus obras crean un potente contraste con el resto, donde la abstracción se movía por terrenos cromáticos con fuerte presencia de los colores primarios. Durante la muestra, el artista se entera de que Francis Picabia, uno de los más importantes exponentes del movimiento Dadá, ha comentado que su pintura era la mejor de la exposición. En pocos días le conoce en persona; su opinión marcará un antes y un después para Soulages. En una entrevista reciente repitió sus palabras: “No te preocupes por la crítica. Yo he visto de todo: impresionismo, fauvismo, dadaísmo, surrealismo, arte abstracto… Y si te digo que tu obra es buena, significa mucho más que lo que opine cualquier crítico”. Tras pasar unos años difíciles, su trabajo empieza a despuntar: comienza una carrera meteórica que no ha dejado de sorprender e innovar hasta la fecha.

 

1950-1980. Auge, éxito... y Outrenoir

 

En la década de los 50, Pierre Soulages va cambiando su forma de pintar. Se interesa por la materia y la textura, y empieza a emplear herramientas más poderosas como las espátulas y las brochas anchas. Su interés trasciende el campo pictórico: comienza a experimentar con la escultura en bronce y las artes gráficas, además de realizar trabajos de escenografía para teatro y danza. Su obra traspasa las fronteras de Europa y viaja a Nueva York como parte de una serie de exposiciones colectivas, mostrándose en el Museo Guggenheim y en MoMA. La Kootz Gallery acepta su representación y expone su obra de forma regular, así como la Galería de France de París. Las grandes colecciones públicas y privadas empiezan a adquirir sus pinturas, desde el Guggenheim de Nueva York hasta la Tate Gallery de Londes o el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. El interés por su arte prosigue en los años 60, década en la cual empiezan a realizarse retrospectivas con su obra. Al mismo tiempo, Soulages no deja de investigar y experimentar en campos como la cerámica: en 1968 creará un mural para un edificio situado en Pittsburg, conjuntamente con el taller Mégard.

  

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July 10, 1950. En phillipscollection.org

  

No es hasta el año 1979 cuando Pierre Soulages comienza a trabajar en la que es probablemente su serie más icónica y celebrada, Outrenoir. Si bien el color negro protagonizó sus pinturas prácticamente desde sus inicios, ese año se produce un cambio en el punto de vista del artístico que llevará a sus obras al plano tridimensional. En los enormes lienzos, la pintura adquiere una cualidad escultural y crea una paradoja visual formada por el color negro, que absorbe la luz, y la superficie pictórica, que la refleja. Nada mejor que las palabras del propio artista para describir el momento de la revelación: “Me encontraba en mi estudio, trabajando en una pintura durante horas. Había pintura negra por todas partes. Estaba agotado; no podía entender por qué había trabajado tanto en algo que no me terminaba de gustar. De hecho, pensé que era una pintura fallida porque no estaba saliendo como las demás. Me fui a dormir durante una hora, y cuando me desperté y la volví a mirar, pensé: 'Ya no pinto con negro. Pinto con la luz reflejada en una superficie negra’". Más adelante, en el año 2009 el Centro Pompidou le invita a exponer su nueva serie; y para ella, el artista se inventa el término 'Outrenoir', que se podría traducir como “más allá del negro”'. La muestra se convierte en un enorme éxito de crítica y público, y dispara la fama de Pierre Soulages y la cotización de sus obras.

 

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Outrenoir: 17 juillet 2017, 2017. @pierre soulages / ADAGP, Paris, 2019. En alaintruong.com 

 

Las vidrieras de Conques

 

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Vidrieras de Conques. Vía Twitter: #JuevesDeArquitectura

 

Pierre Soulages siempre se sintió ligado a su pueblo natal, Rodez. Además de los descubrimientos paleolíticos que realizó durante su juventud, y que se conservan en el museo de la localidad, en 1987 aceptó con entusiasmo un encargo muy especial: diseñar unas vidrieras para las ventanas de la Iglesia Abacial de Santa Fe de Conques, un templo románico cercano a la localidad construido entre los siglos XI y XII. Soulages se sumerge de lleno en la creación de unas ventanas que se integren bien con la sencillez y la poderosa presencia de la arquitectura románica, sin renunciar a la esencia última de su arte: el uso del negro y de la luz para crear universos plásticos. Tal y como declaró al finalizar la obra: “Lejos de una Edad Media reconstituida, imitada o soñada, perseguí crear un producto de vidrio con tecnologías contemporáneas que se correspondiera con la arquitectura sagrada del siglo XI y con su potencial para suscitar la emoción artística”. Una emoción que el propio templo generó en el artista cuando tan solo contaba 14 años de edad, y que fue una de las claves para el desarrollo de su cuerpo de obra posterior. La creación y construcción de las vidrieras supuso un proceso de trabajo que duró desde 1987 hasta 1994. 

 

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Vidrieras de Conques. Vía Twitter @Jmontiellopez

 

 

Siglo XXI. Celebrando el centenario en plena producción

El nuevo milenio encuentra a Pierre Soulages en pleno proceso de trabajo. Prosigue con su serie Outrenoir, creando un enorme cuerpo de obra que se va difundiendo por museos y colecciones de todo el mundo. En 2001 se convierte en el primer artista vivo invitado a exhibir su obra en el Museo del Hermitage de San Petersburgo; y en 2005, junto con su mujer Colette decide realizar una importantísima donación a la Comunidad del Gran Rodez, su tierra natal. Entrega un total de 500 piezas que, junto con otra donación de 14 pinturas realizadas entre 1946 y 1986, suponen el punto de partida de lo que será el Museo Soulages: un edificio que a día de hoy alberga la mayor colección de obras del artista nivel mundial. El Museo Fabre de Montpellier recibe también por parte del artista una veintena de obras, incluyendo dos pinturas de la serie Outrenoir.

 

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Sala del Museo Soulages. En la-colonie.com

 

En 2009, Pierre Soulages cumple 90 años. El Centro Pompidou de París decide homenajear al artista organizando una gran exposición retrospectiva de su obra: más de 2000 metros cuadrados. Ese mismo año, el Museo Louvre hizo una excepción en su política de exposiciones y exhibió una obra de Soulages creada en el año 2000 en su Salón Carré del ala Denon, junto con otras dos nuevas pinturas de 2019.

 

Exposiciones

 

Pierre Soulages. Dominique Levy y Galería Perrotin, Nueva York (2014)

 

 

En 2014, dos prestigiosas galerías neoyorquinas organizaron la primera exposición de obras de Pierre Soulages en Estados Unidos de los últimos 10 años hasta la fecha. La muestra presentó al público una serie de pinturas a gran escala, nunca expuestas hasta el momento, que revelaban el rigor y la potencia atemporal de la pintura del maestro. La exposición reunió total de catorce nuevas pinturas, junto con obras fundamentales creadas en los años 50 y 60 del siglo XX prestadas por importantes museos y galerías privadas.

 

 

Pierre Soulages en el Louvre (2019)

 

 

Con motivo de su centenario y de manera excepcional, en 2019 el Museo del Louvre realizó una exposición de la obra de Pierre Soulages, 'Maestro del Negro y de la Luz'. La muestra, formada por una reducida selección de obra, trazaba una línea cronológica en la que se pudo ver su evolución desde 1946 hasta el año en el que se celebró.  

 

 

Pierre Soulages: A Century. Levy Gorvy, Nueva York (2019)

 

 

Otra retrospectiva celebrada con motivo del 100º cumpleaños de Pierre Soulages, en este caso en la sede de la Galería Levy Gorvy de Nueva York. La selección de obras abarcaba la producción realizada por el artista entre los años 50 del siglo XX y el momento actual, y se centró en el papel jugado por Soualges en la relación entre la pintura americana y la europea. Con motivo de la inauguración, la galería encargó al compositor Anthony Vine el tema musical que se puede escuchar en el vídeo: ‘For Pierre Soulages’.

 

   

In Praise of Light – Pierre Soulages / Tanabe Chikuunsai IV (2022)

 

 

La exposición ‘Elogio de la Luz’, organizada por la Fundación Baur – Museo del Lejano Oriente de Ginebra (Suiza) se proyectó como un diálogo entre la obra de Pierre Soulages y el artista Tanabe Chikuunsay IV. Las pinturas del maestro francés crearon un entorno envolvente junto con las obras de bambú del creador japonés, perteneciente a la cuarta generación de una estirpe de grandes maestros cesteros. 

 

Libros

 

Pierre Soulages: A Century (2019). VV.AA.

Magníficamente editado, este tomo homenajea al pintor en su centenario y ensalza su figura como “Maestro del Negro”. Profusamente ilustrado, reproduce distintas obras del artista desde los años 50 del siglo XX hasta la actualidad. Se trata de un catálogo editado con ocasión de la inauguración de la muestra del mismo nombre, organizada por la Galería Levy Gorvy de Nueva York. La portada está realizada sobre plexiglás, como referencia a los vitrales creados por Soulages para la Abadía de Sainte-Foy in Conques, situada en su pueblo natal. Publicado en inglés y chino, en sus páginas las imágenes van acompañadas de un ensayo a cargo de Brooks Adams, dos poemas de Sy Hoahwah y Virginie Poitrasson y varios escritos del propio artista.

  

Pierre Soulages. Outrenoir (2019). Alfred Pacquement y Camille Morando

La serie Outrenoir, comenzada en 1979 por Pierre Soulages en forma de work in progress, es probablemente su trabajo más conocido y profundo. Este catálogo se publicó con motivo de la exposición del mismo título organizada por la Galería Perrotin en Shangay, China. reúne una selección de 11 piezas pertenecientes a la serie, que se caracterizan por el uso en exclusiva de la pintura negra y su manipulación para crear distintos reflejos, cambios tonales y efectos de luz. Las reproducciones de las obras se acompañan de un ensayo a cargo de Alfred Pacquement, mientras que la cronología ha sido realizada por e Camille Morando.

 

Soulages, la plénitude du visible (2001). Jean-Michel Le Lannou. Ed. Kimé

Bajo el título “La plenitud de lo visible”, la editorial Kimé publicó el texto de Jean Michel Le Lannou en el que el autor analiza la potencia de las emociones que suscitan las obras del artista francés. Son obras que destilan poder, solidez y atemporalidad; frente a un mundo efímero, frágil e inconsistente, sus lienzos negros constituyen sólidas rocas a las que asirse. El escritor se plantea varias cuestiones acerca de la obra de Soulages: ¿Cómo consiguen envolver nuestra mirada en un espacio/tiempo sin distancia ni ausencias? ¿Cómo logran hacernos sentir su presencia evidente e inmemorial? A través de estas y otras preguntas, el lector se enfrenta a un análisis certero y profundo de la obra de un artista que llega a lo más profundo del espíritu humano.

 

 

- Pierre Soulages: Biografía, Obras y Exposiciones -                                - Alejandra de Argos -

Spinoza sostuvo que el mundo es la expresión de una sustancia divina que determina las leyes de la física y las acciones humanas. No dudaría. Si tuviera que llevarme un libro a una isla desierta: sería la Ética de Spinoza. Cuando leí la obra en mi juventud, creía en un universo iluminado por la sabiduría divina. Las palabras del filósofo eran como un bálsamo en la herida provocada por lo real: Dios no sólo ha creado lo que perciben nuestros ojos, sino que además todo lo que existe está impregnado por su esencia.

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Spinoza sostuvo que el mundo es la expresión de una sustancia divina que determina las leyes de la física y las acciones humanas.

No dudaría. Si tuviera que llevarme un libro a una isla desierta: sería la Ética de Spinoza. Cuando leí la obra en mi juventud, creía en un universo iluminado por la sabiduría divina. Las palabras del filósofo eran como un bálsamo en la herida provocada por lo real: Dios no sólo ha creado lo que perciben nuestros ojos, sino que además todo lo que existe está impregnado por su esencia. Y no en un sentido figurado o ideal sino material porque, como concluye, los atributos del Ser Supremo se manifiestan en el mundo y todo lo que vemos, pensamos y tocamos es una extensión de la divinidad. No hay nada fuera de Dios, ni siquiera el mal.

Spinoza no tuvo una vida fácil. Nació en Amsterdam en 1632 en el seno de una familia judía que probablemente había huido de la Inquisición en España. A una edad temprana, fue excomulgado como hereje y, pese a los ruegos de sus parientes y sus amigos, nunca se retractó. Fue calumniado y tachado de impío, pero jamás salió de su boca un reproche a sus semejantes. Vivió solamente 44 años y murió en soledad tras haberse ganado el sustento como pulidor de lentes. Los últimos años de su existencia los dedicó a escribir en La Haya su Ética demostrada según el orden geométrico.

Hoy puede sorprendernos ese enunciado, pero Spinoza creía que la geometría era una ciencia cuyos postulados podían demostrarse con certeza. Pretendía que los axiomas, proposiciones, corolarios y escolios de su obra tuvieran la misma consistencia lógica que las líneas y los ángulos que se proyectan sobre un plano. Para él, la geometría era la encarnación más perfecta de la racionalidad.

Fue Spinoza quien afirmó que “el afán del hombre es perseverar en su propio ser”, ya que entendía que el deseo es voluntad de conocimiento de sí mismo y, más allá de esto, la naturaleza humana es expresión de la infinita bondad de Dios, que es omnisciente y eterno.

No hay muchas más referencias al hombre en la Ética, en la que la humanidad está curiosamente ausente. Spinoza reflexiona sobre la sustancia, los atributos, las afecciones y Dios, pero no dice casi nada sobre el ser humano. Me llevo tiempo comprender que el concepto de hombre es una simple extensión de la sustancia que, según la proposición VIII, es “necesariamente infinita”. Lo real es una sustancia única que impregna todo lo que existe y de la cual participan todas las cosas. Pero lo real es plural porque está dotado de los infinitos atributos y afecciones de la sustancia. Como nuestro entendimiento es limitado, no podemos comprender la infinitud del Universo.

No hay que caer en el error de confundir en la filosofía de Spinoza sustancia con la materia física porque el mundo existente no es más que el despliegue de Dios en la historia, una noción que no deja de ofrecer una perspectiva temporal engañosa porque todo empieza y acaba en un Ser Supremo que contiene el principio y el final de todas las cosas. “Todo cuanto es, es en Dios y sin Dios nada puede concebirse”, dice en la proposición XV.

Eso comporta que cumplimos la voluntad de Dios incluso cuando hacemos el mal. El pecado no deja de ser un extravío insignificante en los designios divinos y, en todo caso, es una acción producida por la ignorancia de la esencia bondadosa del Todopoderoso. Lo bueno y lo malo, lo noble y lo vil, lo generoso y lo egoísta se subsumen en el devenir de una sustancia que, en el fondo, niega el libre albedrío.

Spinoza no creía en las normas morales dictadas por los rabinos o los pastores luteranos, pensaba --al igual que Kant-- que cada hombre debe ser autónomo para actuar según su conciencia. Eso implicaba una defensa radical de la libertad de pensamiento en una Europa que acaba de sufrir una cruenta guerra religiosa. Pero a la vez sostenía, de una forma un tanto contradictoria, que la libertad consiste en asumir las leyes que nos dicta la razón y conducen a la virtud.

 

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Excomulgado Spinoza. Samuel Hirszenberg,1907


Si Descartes distinguía entre el espíritu y el cuerpo, que forma parte de la res extensa, Spinoza rompe esa dualidad al afirmar que el hombre y Dios son la misma cosa o, mejor dicho, que somos extensiones imperfectas de una realidad superior. Sin embargo, el alma es inmortal e imperecedera en la medida que emana de la sustancia divina, lo que le aproxima mucho al panteísmo, como han subrayado los estudiosos de la Ética.

Más allá de su coherencia, la obra de Spinoza, el pensador más heterodoxo de su época, posee una belleza que atrapa a quienes se adentran en ella. Siempre vivió conforme a sus principios, renunciando a la celebridad y la fortuna y dedicando sus esfuerzos a la construcción de un sistema que intenta responder a las grandes preguntas sobre la existencia. Su Ética sigue siendo un reto para quienes todavía asumen el riesgo de pensar.

 

 

Spinoza: This is philosophy | La 2

 

 

 

- Spinoza: Todo es Dios y Dios es todo -                                - Alejandra de Argos -

Wayne Thiebaud es célebre por sus cuadros donde revive la esencia de Norteamérica en forma de mostradores de pastelerías, paisajes y retratos. Su obra se aleja de la escuela pop para marcar un camino personal y único, con una evolución permanente que parte de la observación y la imaginación

“Es en la sombra donde tiene lugar toda la luz” (Wayne Thiebaud) 

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Wayne Thiebaud. En voorlinden-nl

  

Si algo son las pinturas de Wayne Thiebaud, es precisamente eso: luz, color y presencia. A pesar de ser un artista cuya obra no ha tenido mucha difusión en Europa, en Estados Unidos está considerado una figura emblemática del arte del siglo XX y principios del XXI. Thiebaud, fallecido en 2021 a los 101 años de edad, fue muchas veces incluido en la escuela del Pop-Art; sin embargo, él nunca se consideró parte del movimiento y renegó de la obra de algunos de sus máximos exponentes (Andy Warhol, sin ir más lejos). Desde sus primeros tiempos como dibujante de viñetas en los estudios Disney hasta sus últimos años de vida, el artista no dejó de buscar la esencia de objetos, personas y paisajes a través del color, la pincelada y una engañosamente banal elección de los temas. En los años 2020 y 2021, dos de sus obras se vendieron en subasta por 8,4 y 19 millones de dólares, respectivamente: el mercado se rindió por fin a la excelencia de un creador cuya humildad, esfuerzo y pasión por el arte y la enseñanza rigieron toda su vida. 

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Encased cakes (2010-11).En sothebys.com

 

Adolescencia y juventud en California. Disney y la II Guerra Mundial

Wayne Thiebaud nace en Mesa, Arizona en 1920. Sin embargo, su infancia y su adolescencia están íntimamente ligadas a Long Beach, la localidad costera de California a donde su familia se mudó cuando Thiebaud solo contaba con 6 meses de edad. Sus pinturas parecen bañadas por el sol californiano, y vibran con colores y formas inspirados en los drugstores y los puestos de helados y perritos calientes que acompañaron sus primeros años de vida. El futuro artista demuestra desde muy joven su pasión por el arte: con tan solo 15 años empieza a trabajar a tiempo parcial como diseñador de carteles para funciones teatrales. Un año después consigue un trabajo de verano como becario en los Walt Disney Studios. Su misión era dibujar lo que se conoce como in-betweens, fotogramas empleados en las películas animadas para crear como Goofy, Pepito Grillo o Pinocchio. Ya en su adolescencia, Thiebaud aprende el valor del esfuerzo y del trabajo; aspectos que no dejaría de aplicar a su obra posterior, y que transmitiría incansable a los miles de alumnos que pasaron por sus clases.

 

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El Cabo Wayne Thiebaud dibujando su tira cómica, Aleck, en 1943. Foto: cortesía de Wayne Thiebaud para sactownmag.com.

 

Los años de la depresión provocaron que la trayectoria del joven creador se enfocara hacia el arte comercial, aunque su atracción por las artes plásticas era más que patente. Thiebaud se forma en la Long Beach Polytechnic School y en el Frank Wiggins Trade School, actualmente Los Angeles Trade-Technical College. Sin embargo, el estallido de la II Guerra Mundial le obliga a enrolarse en las Fuerzas Aéreas, donde permanece lejos de la línea del frente gracias a su talento para el dibujo. Gracias a su experiencia con Disney, Thiebaud es asignado al Departamento de Servicios Especiales para trabajar como ilustrador y humorista gráfico. Más adelante pasará a formar parte de la Unidad de Películas de la First Air Force, comandada por aquel entonces por el actor y futuro presidente Ronald Reagan.

 

Los años 50 y 60: pasteles, golosinas y escaparates

 

Finalizada la Guerra, Wayne Thiebaud se reincorpora a su actividad como artista comercial. Siguiendo el consejo del artista expresionista abstracto Robert Mallary decide terminar sus estudios de arte. Por aquel entonces tiene ya 30 años y está casado; en 1945 y 1951 nacerían sus dos hijas. Para mantener a su familia sin tener que abandonar sus estudios, Thiebaud empieza a trabajar como profesor de arte. La docencia se convirtió en una de sus pasiones, y no la abandonaría hasta los años 90. Esto no impidió que entre 1956 y 1957 decidiera tomarse un año sabático en Nueva York, donde entraría en contacto con grandes artistas de la época como Robert Rauschenberg o Jasper Johns, entre otros. Es en este momento cuando empieza a explorar su propio camino como pintor: sus conocimientos de arte comercial, su pasión por el color y la luz y su talento para el dibujo realista le empujan a realizar sus primeras obras. En ellas queda ya patente el interés de Thiebaud por retratar imágenes de comida, repostería y escaparates.

 

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Around the cake (1962). En artblot.wordpress.com

 

A su regreso a Sacramento, California, el joven artista no encuentra suficientes galerías donde exponer sus nuevos lienzos. Decide mostrar su obra en tiendas, restaurantes e incluso en la cafetería de un teatro. Aunque su experiencia neoyorquina le inocula unos intensos deseos de seguir pintando y desarrollando su estilo, Thiebaud no se siente integrado en el mundillo artístico de la Gran Manzana; aun así, es esta ciudad la que le ofrece la tan esperada oportunidad. En 1962, el galerista y marchante Allan Stone acepta representarle: es el comienzo de una larga relación, tanto laboral como de amistad. Stone no duda en describirle como “un gran pintor, cuyo toque mágico solo se ve superado por su auténtica modestia y su genuina humildad”. Además de exponer en la galería de Stone, la obra de Thiebaud es incluida en dos exposiciones colectivas fundamentales para comprender el devenir del Pop-art norteamericano (aunque él nunca se consideró un artista pop). Hablamos de la célebre New Painting of Common Objects, organizada por el Pasadena Art Museum, y la International Exhibition of New Realists en la Sidney Janis Gallery.

 

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Two seated figures (1965). En flickr.com/photos/dnet/31664876138

 

Wayne Thiebaud se divorcia en 1958. Poco después se vuelve a casar con la cineasta Betty Jean Carr, y nace su hijo Paul, quien años después abrirá su propia galería. Entonces se convertirá en representante de la obra de su padre, tras el fallecimiento de Allan Stone en 2010. A mediados de los años 60 el artista entra en contacto con el mundo de las artes gráficas, realizando sus primeros grabados en Crown Point Press. Lejos de seguir el camino de otros artistas de la escuela pop como Warhol, en lugar de crear imágenes inspiradas en la publicidad decide centrar su obra sobre papel en los retratos y los paisajes. Obras,como Palms (1965) lucen una radical ausencia de color y de trazo que las acerca a la pura abstracción y a otras escuelas que vendrían décadas más tarde, como la minimalista. Durante los años siguientes, Wayne Thiebaud continuará desarrollando su carrera artística sobre lienzo y papel, manteniéndose fiel a sus temas centrales: los retratos, la comida y los paisajes, muchas veces cercanos al trabajo de otros artistas icónicos norteamericanos, como Edward Hopper.

  

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Palms (1965). En flickr.com/photos/rocor/31558690895

  

Memoria, imaginación y observación. Una obra tan rica como extensa

 

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Sunset Streets (1985). En sfmoma.org

 

El [arte] es una maravillosa combinación de memoria, imaginación y observación directa. Tiene mucho que ver con el anhelo. […] Lo que me interesa y siempre me ha interesado es la maravillosa búsqueda de las posibilidades de la pintura, así como estar dispuesto a correr riesgos y a probar cosas que pueden no parecer lógicas”. Estas palabras, reflejadas en el catálogo de una de sus últimas exposiciones, reflejan a la perfección la esencia de la obra de Wayne Thiebaud. Durante los años 80 y 90 y las dos primeras décadas del siglo XXI continúa trabajando y desarrollando nuevos puntos de vista, cercanos incluso a la abstracción geométrica (como se puede comprobar en obras como Sunset Streets, pintada en 1985). 

 

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Counter Woman (2015). En artbasel.org 

 

Al mismo tiempo, como artista sigue investigando las posibilidades del realismo más cotidiano en sus pinturas de escaparates y repostería, cada vez más precisas, elegantes y personales. Todo, sin renunciar a su interés y pasión por el dibujo y el grabado, en los que refleja el mundo comercial que siempre le fascinó junto con la soledad inherente al ser humano. Rasgos que quedan patentes en obras como el sobrecogedor grabado a punta seca Counter Woman, de 2015. Wayne Thiebaud fallece en 2021 a los 101 años de edad, dejando una obra sólida y relevante que, cada vez más, se revela como uno de los cimientos de la pintura contemporánea.

 

Exposiciones

 

Wayne Thiebaud: Prints and works on paper (2015)(2003). Sims Reed Gallery

 

 

La prestigiosa galería londinense centrada en obra impresa y sobre papel dedicó en 2015 una exposición al trabajo gráfico de Thiebaud. Sorprendentemente, se trata de un artista cuya obra se ha expuesto pocas veces en Europa, algo que muchas galerías e instituciones han decidido solucionar en los últimos tiempos. Thiebaud pensaba que no existe ninguna jerarquía que dé más importancia a las obras sobre lienzo, frente a las ejecutadas en papel. De hecho, consideraba que este soporte tiene “una belleza y una eficacia únicas y muy especiales”.

 

 

Wayne Thiebaud, Dibujante (2018). The Morgan Library & Museum, NY

 

 

La obra de Thiebaud no consiste únicamente en coloridas imágenes de postres o de paisajes urbanos. El artista también desarrolló un importante trabajo de dibujo sobre papel, un talento que demostró desde su juventud, cuando trabajó como ilustrador y dibujante de animación. En esta exposción, la institución cultural y artística neoyorquina realizó una gran selección de obra que incluyó imágenes de mostradores de pastelería, figuras solitarias en las calles de San Francisco y otras escenas clásicas del imaginario del artista. Todas ellas, rebosantes de poesía y nostalgia. 

 

 

Wayne Thiebaud (2018). Museo Voorlinden, Holanda

 

La difusión de la obra de Thiebaud en Holanda no se quedó en la iniciativa de Londes. El mismo año, el Museo Voorlinden de Arte Contemporáneo de Holanda presentó la primera retrospectiva del artista, del que señalaban “colocó la vida cotidiana norteamericana en el núcleo de su práctica”. La muestra reunió un total de sesenta obras, realizadas entre 1961 y 2018.

 

 

Wayne Thiebaud: Clowns (2021). Laguna Art Museum, California

 

 

En diciembre de 2019, Wayne Thiebaud expuso por primera vez una selección de obras de su serie sobre payasos en la galería de su hijo, Paul Thiebaud. La muestra que inauguró en 2021 el Laguna Art Museum de California cogió el testigo de la galería para su muestra Clowns, formada por más de 40 piezas. A lo largo de 12 años el artista realizó docenas de pinturas, dibujos y grabados protagonizados por payasos, personajes a los que empezó a admirar de niño durante las funciones que el Circo Ringling Brothers celebraba en Long Beach.  

 

Wayne Thiebaud 100: Paintings, Prints, and Drawings (2021-22).

The McNay Museum, San Antonio, Texas

 

 

El título de esta exposición se refiere a las 100 obras seleccionadas por el museo, a través de las cuales el público pudo recorrer la trayectoria y la vida del artista como piezas icónicas y representativas. La muestra incluyó todos los temas, soportes y técnicas empleados por Wayne Thiebaud a lo largo de su carrera. 

 

Libros

 

Wayne Thiebaud. 70 years of paintings (2007). Gene Cooper. Edición: Laguna Art Museum & Palm Springs Art Museum

En el año 2007, el Laguna Art Museum de EEUU inauguró una gran exposición retrospectiva con piezas seleccionadas de la producción de Wayne Thiebaud, desde sus inicios hasta la fecha. Con motivo de la muestra, el museo editó y publicó este catálogo de 110 páginas en las que se reproducen las 84 piezas que formaron parte de ella. El libro incluye también un prólogo de Bolton Colburn, y un ensayo escrito para la ocasión por el comisario de la exposición, el Dr. Gene Cooper.

  

Wayne Thiebaud. Lectures on Art and Drawing (2018). Wayne Thiebaud y L.G. Williams. CreateSpace Independent Publishing Platform.

Durante cuatro décadas, Thiebaud ejerció como professor en la University of California Davis hasta su jubilación a los 70 años. La docencia fue siempre una de sus pasiones, junto con la pintura y el tenis; como profesor, el artista ayudó a miles de estudiantes a comprender e interiorizar la maravilla de la creación artística. Este libro recoge por primera vez las famosas conferencias impartidas por Thiebaud durante sus años docentes, incluyendo Iniciación al Dibujo, Dibujo Descriptivo, Dibujo del Natural, Iniciación a la Pintura, Grabado y Teoría y Crítica.

 

Delicious Metropolis: The Desserts and Urban Scenes of Wayne Thiebaud (2019). Chronicle Books

Delicious Metropolis hace dialogar dos de los temas más habituales y celebrados de la obra de Wayne Thiebaud: los postres y los paisajes urbanos. Cuando se confrontan en las páginas del libro, emergen fascinantes yuxtaposiciones en las que las capas de un pastel napolitano reflejan las sombras que caen sobre una calle a última hora de la tarde… Y los tonos pastel de los bizcochos helados reproducen las casas de mil colores de los paisajes californianos. A través de las imágenes, el lector es guiado por una serie de ensayos escritos por comisarios, críticos y artistas: una forma refrescante, profunda y accesible de aproximarse a la obra de uno de los artistas más relevantes y sólidos de la Norteamérica de los siglos XX y XXI.

 

 

- Wayne Thiebaud: Biografía, Obras y Exposiciones -                                - Alejandra de Argos -