Alejandra de Argos por Elena Cue

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Alberto Durero (1471-1528), el mayor genio renacentista del norte de los Alpes. Con la sensación de quien se cuela por el último resquicio de una puerta giratoria, entramos en las salas de la Sainsbury Wing de la National Gallery de Londres. Son las horas en las que ómicron estalla en el mundo desatando en la ciudad del Támesis un pánico parecido al de la peste negra del siglo XIV.

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Albrecht Dürer, Retrato de un hombre joven (1521), British Museum, Londres


Con la sensación de quien se cuela por el último resquicio de una puerta giratoria, entramos en las salas de la Sainsbury Wing de la National Gallery de Londres. Son las horas en las que ómicron estalla en el mundo desatando en la ciudad del Támesis un pánico parecido al de la peste negra del siglo XIV. Alberto Durero (1471-1528), el mayor genio renacentista del norte de los Alpes, bien merece correr ese riesgo. Londres expone más de 80 de sus obras además de las de otros pintores coetáneos.

Se mire por dónde se mire, esta es una ocasión excepcional, porque mientras Brexit cumple su primer año en Gran Bretaña, el museo de Trafalgar Square acoge, paradójicamente, la exposición de un pintor viajero, un artista adicto al aprendizaje de sus colegas europeos, un observador y experimentador del Renacimiento que, desde su casa de Nüremberg, en el centro de la Alemania del Sacro Imperio Romano Germánico, atravesó dos veces los Alpes hasta Venecia donde conoció los secretos de la pintura de Giovanni Bellini, navegó el cauce del Rin hasta Aquisgrán para asistir a la coronación del nuevo emperador Carlos V y llegó hasta los Países Bajos donde consiguió ver el mar y los restos de una ballena. Estos viajes y el contacto con otros pintores marcaron la evolución de su obra y le convirtieron en un artista muy diferente a cualquier otro antes que él.


En la exposición de Londres, la primera de Durero en 20 años, están algunos de sus cuadernos de viajes a través de los Alpes. Son los primeros paisajes del natural de la Historia del Arte. Vista de Trintperg-Dosso di Trento (1495) o el apunte de una Ruina de un cobertizo en mitad de los Alpes (1514) demuestran la necesidad con la que el pintor, maravillado ante la visión de algún risco, algún arroyo o un lirio, se tiraba de su caballo, en la mitad de su viaje, para sentarse en una roca y pintar lo que veía. En una época en la que no existía la fotografía estos apuntes serían el almacén de sus ideas y conformarían futuros fondos de paisaje para alguna Virgen o para la ventana del estudio de algún santo.

 

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Albrecht Dürer, Vista de Trintperg-Dosso di Trento (1495), Kunsthalle Bremen.


El artista hizo dos viajes a Italia a mediados de la década de 1490 y nuevamente entre 1505 y 1507. En Venecia vio a pintores que exploraban las ideas del Renacimiento y dibujaban el cuerpo humano, tomó en cuenta su interés por la proporción clásica, así como su habilidad para captar diferentes calidades de luz. También allí descubrió otros materiales y se obsesionó por el papel azul que daba a sus dibujos una profundidad distinta.

 

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Albrecht Dürer, Cabeza de Cristo con 12 años (estudio para Cristo entre los doctores), 1506. Museo Albertina, Viena.


La muestra nos golpea con la obra de apertura: Virgen y Niño (1496-99) pintada inmediatamente después de su primer viaje a Venecia y resultado del choque entre el aprendizaje de sus viajes italianos y su fuerte impronta germánica. Ahí están la monumentalidad de la Madonna y el colorido italiano: el azul lapislázuli del manto de la Virgen, el almohadón a los pies del Niño en un verde vibrante y el rojo entre los pliegues de la cortina del fondo. Es probable que Durero empleara la técnica de mojar un trozo de lino en escayola húmeda para que al secar conservara la forma de los pliegues el tiempo necesario para ser copiados. Sin embargo, ni los escudos en las esquinas inferiores, la luz del Norte que se cuela por la ventana o la rigidez entre la Madre y un Niño excesivamente acartonado habrían sido jamás pintados por un italiano.

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Albrecht Dürer, Virgen con Niño (1496-99), National Gallery of Art, Washington.

 

En su viaje de 1521 por los Países Bajos visita el zoo de Gante donde pinta por primera vez algunos animales del natural: monos, un lince, un león. Antes de este viaje había pintado otros leones, pero más bien parecían gatos grandes, tenían algo de emblemático porque estaban sacados de imágenes de otros grabados o de representaciones del león alado de Venecia. En esta exposición hay dos ejemplos previos a este viaje: León de la Kunsthalle de Hamburgo o el más extraño aún del San Jerónimo de la National Gallery.

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Albrecht Dürer, San Jerónimo (1496), The National Gallery, Londres


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Albrecht Dürer, León (1494), Kunsthalle de Hamburgo.


Desde el Museo Thyssen de Madrid ha viajado Cristo entre los doctores, que, en el primer golpe de vista, parece un estudio de distintas manos. En un lienzo que parece haberse quedado demasiado pequeño para sus siete personajes, un Cristo de 12 años, de cara ladeada y cascada de pelo rizado, está rodeado de otras seis cabezas, ocho manos y dos grandes libros. Encontramos reminiscencias de Leonardo en el personaje grotesco a la derecha de la cabeza del Niño y también de Mantegna en el anciano de barbas largas. El monograma de Durero aparece dibujado en un cartelino cosido a un libro. Sin embargo, todo el cuadro conserva algo de la extrañeza de la pintura del Norte. Durero decía haberlo pintado en cinco días.

 

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Albrecht Dürer, Cristo entre los doctores, (1506) Museo Thyssen, Madrid.

 

Nüremberg, la ciudad que había visto nacer a Durero, era por aquel entonces inquieta y vibrante. Bullía entre grandes invenciones y descubrimientos: junto con la caída del Imperio Romano de Oriente y el descubrimiento de América como grandes motores de la modernidad, Martin Behaim construía el primer globo terráqueo, Copérnico publicaría su De revolutionibus orbium coelestium, obra con la que movió la Tierra y paró el sol y Galileo, quien mejoró el telescopio, enunció la Vía Láctea como un grupo de innumerables estrellas y dio a las Luces del Norte su nombre en latín.

 

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William Callow, Casa de Alberto Durero en Nüremberg (1875), Museo de Arte de Denver, Colorado, Estados Unidos.


Quizás por eso, además de por sus pinturas, Durero sobresale por el desarrollo de una técnica nueva y explosiva capaz de difundir su arte con una rapidez y multiplicidad desconocidas. La imprenta, nacida en su país, debió de suponer en la Europa de finales del siglo XIV una revolución parecida a la de internet en nuestra era, permitiendo a Durero difundir sus xilografías y grabados como si fueran cerbatanas disparadas hacia todos los puntos de Europa. Además le liberaría de la dictadura de los mecenas, quienes solo querían que pintara otra Virgen para ellos u otro retrato de si mismos. Durero sacó el arte fuera de los palacios y las iglesias, sus grabados se colgaban en las paredes de las casas y empezaron a ser producidos en gran número antecediendo a la fábrica de Warhol en la Nueva York de 1960.
El padre de Durero, su primer maestro, era un orfebre húngaro que emigró a Alemania y tradujo su apellido Ajtósi a “Türer” y más tarde a “Dürer” según el dialecto local. Significa fabricante de puertas, de donde el pintor inventaría su conocido monograma: una “A” en forma de puerta que alberga una “D”. Este monograma podría considerarse una de las primeras marcas del mercado.

 

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Seguidor de Albrecht Dürer, Retrato del padre del pintor, (1497) National Gallery, Londres.


De su padre aprendería los conocimientos fundamentales del grabado a buril, también a copiar modelos y dibujar imágenes para su posterior grabado, un aprendizaje esencial que le convertiría en un artista competente. A pesar de trabajar desde joven como orfebre pronto nació en él el talento artístico. Su dibujo a punta de plata de 1484 es uno de los primeros autoretratos de la historia del arte europeo que se conserva y fue pintado por un chico de tan solo trece años. La auto observación y su potencia creadora son excepcionales.

Sin embargo, pintar para Durero parecía haberse quedado anticuado, sabía que estaba creando un arte nuevo: el grabado. Ruskin lo llamó el arte del arañazo. Este momento, revolucionario en el arte europeo, es el que recogen las salas de esta exposición de las que también cuelgan obras de pintores coetáneos, uno de los cuadros más imponentes es la gran Adoración de los Reyes de Jan Gossaert (1510) escogido aquí por la similitud de su perro con los de uno de los más importantes grabados de Durero: San Eustaquio (1499-1503), obra escogida como cartel de la exposición que, entre sus 35 centímetros, contiene una mezcla prodigiosa de detalles: cada planta, hoja y flor, cinco perros cada uno en una postura distinta, un caballo con su cabezada y su montura, el camino ondulante que sube por la montaña hasta el castillo con su aguja sobrevolada por una nube de estorninos y, al tiempo, la emoción del instante reflejado: Placidus, el general romano arrodillado en el centro de la composición, es sorprendido mientras cazaba por la aparición de un crucifijo entre las astas de un venado, cayéndose de su caballo y convirtiéndose al cristianismo para ser bautizado con el nombre de Eustaquio.

 

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Albrecht Dürer, San Eustaquio (1499-1503) Riksmuseum, Amsterdam.

 

Con abundante obra gráfica que compensa los sólo nueve pequeños cuadros (lamentablemente, ni autorretratos ni retablos), la muestra serpentea por meandros igual que los viajes del propio Durero hasta llegar a una sorpresa, es uno de los más maravillosos grabados de la Historia del Arte: Melancolía I (1514), un ángel sentado a horcajadas frente a un mar iluminado por el reflejo de un astro. Todo es extraño y simbólico: la balanza, el inmenso reloj de arena, las herramientas de carpintería, una gran piedra poliédrica, la escalera que no lleva a ninguna parte, una campana, un perro retorcido sobre si mismo y el infinito de un cielo iluminado por un sol de rayos bellísimos. Durero pintó como nadie el pelo, las alas y los rayos del sol.

 

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Albrecht Dürer, Melancholia I, (1514) The Syndics of the Fitzwilliam Museum, University of Cambridge.


En vida de Durero, la Iglesia católica pasó por una época de enorme convulsión y división a la que la exposición dedica su tramo final. En 1517 Martin Lutero publicó sus 95 tesis manifestando los abusos de la Iglesia Católica. Los eventos que se sucedieron desembocaron en una permanente división de la cristiandad y en el comienzo de la Reforma protestante, un cisma que cambió la historia europea. Como tanta otra gente, Durero estaba profundamente interesado por todo cuanto decía Lutero como ejemplifica su lista de 16 panfletos para ser leídos (en la exposición). Junto a ella está el espléndido retrato sobre fondo verde que pintó Lucas Cranach en 1521.

 

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Lucas Cranach, Retrato de Martin Lutero (1521), Museo de Arte de Leipzig.


Panofsky decía que alguno de los monstruos de Durero parecían salir de El Bosco. Y también que muchas de esas escenas parecían una anticipación del surrealismo moderno. Es verdad que detrás de los grabados de Durero llegarían los de Rembrandt y Goya, y también que de las figuras de detalles increíbles, que se podría uno pasar la vida mirando, saldrían Blake, De Chirico, Magritte, Duchamp y Kiefer.


Durero abrió el mundo, lo mismo que lo hicieron Copérnico y Colón. Un universo visionario en blanco y negro y luz del Norte.

 

Dürer’s Journeys Travels of a Reinassance Artist

National Gallery Trafalgar Square, London WC2N

Comisarios: Susan Foister y Peter Van Den Brink

Hasta el 27 de febrero 2022

 

 

- Durero, viajes por Europa -                               - Alejandra de Argos -

La obra de Chuck Close levanta pasiones entre público y crítica. Sus enormes retratos, realizados con distintas técnicas, deslumbran por su realismo fotográfico, y (paradójicamente) por su acercamiento a la abstracción. Elijo hacer retratos de mis amigos, de individuos a los que la mayor parte de la gente no va a reconocer.

Un realismo que traspasa las fronteras de lo figurativo 

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Foto: Heining Kaiser/DDP/AFP/Getty Images. En edition.cnn.com

  

“Elijo hacer retratos de mis amigos, de individuos a los que la mayor parte de la gente no va a reconocer. No quiero que el espectador identifique la cabeza de Castro y piense que ha entendido mi trabajo”. Estas palabras las pronunció el artista Chuck Close (1940-1921) en los años 70 del siglo XX, frente al enorme éxito que alcanzaron a partir de entonces sus retratos no-signature (sin firmar) a gran escala. Considerado un pilar fundamental de la pintura fotorrealista de finales de los siglos XX y XXI, Close se aleja de esa clasificación y se coloca en la línea de los expresionistas abstractos estadounidenses: artistas con una aproximación al lienzo alejada de toda jerarquía, en la que lo que se plasma pierde importancia frente a la forma en la que se representa. Los lienzos de Chuck Close son ampliamente reconocidos e identificados, desde su gran portarretrato en blanco y negro (probablemente la más icónica de sus pinturas) hasta esos rostros formados por cientos de pequeñas imágenes, situadas en cuadrícula. Empleando un método que se remonta a los artistas del Renacimiento, Close toma fotografías del o la modelo, las divide en zonas idénticas y trabaja en pequeños fragmentos para reproducir la realidad con la máxima precisión. Su obra es hoy fundamental para comprender el devenir de la pintura figurativa de las últimas décadas, integrando un elemento innovador y diferenciador que la desmarca del resto de la escuela realista.

   

Infancia, dislexia y prosopagnosia: hacia un arte salvador

Chuck Close viene al mundo como Charles Thomas Close en 1941. Sus padres tienen una fuerte atracción hacia las artes, la música y la artesanía; de hecho, es su padre quien construye para él su primer caballete. Su madre tiene formación musical y se ocupa de que su el joven Charles entre en contacto con el arte desde pequeño, contratando a un profesor particular para que le imaparta clases extraescolares en casa. Los días de colegio no son sencillos para el futuro artista, aquejado de dislexia desde muy temprana edad. Sin embargo, esto no impide que demuestre una potente creatividad en la resolución de problemas; creatividad que llama la atención de sus profesores. A la dislexia se le une también un trastorno neuropsicológico conocido como prosopagnosia, que dificulta el reconocimiento de los rostros de las personas conocidas, así como una patología neuromuscular que impide que pueda participar en deportes de equipo o actividades físicas. Estos factores influyen decisivamente en la formación del pequeño como persona y como artista, y permanecerán patentes en su obra posterior. El camino del arte, que decidirá seguir en los años posteriores tras ser aceptado un programa de verano de la Universidad de Yale, rescata a Close de un futuro incierto. En sus propias palabras, “si no hubiera sido por el arte habría acabado en la cárcel o en las calles de una gran ciudad, marginado y olvidado”.

 

 Universidad y primeras influencias

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Sin Título / Sin Título (1960). En 1stdibs.com


Ya desde sus primeros años como artista, la calidad del trabajo de Close no pasa inadvertido. En 1962 obtiene una beca para incorporarse al programa de verano de la Yale Summer School of Music and Art, lo que le abre las puertas de la prestigiosa universidad. Allí encuentra una escena vibrante que en ese momento apuesta por el expresionismo abstracto, movimiento que se impone de manera casi exclusiva. El joven artista se suma a la escuela expresionista con entusiasmo, adentrándose también en otros movimientos en boga como el Pop Art y el Minimalismo. Todas estas influencias forjan el futuro trabajo de Close, que las reflejará sin renunciar a un estilo único y personal. En su último año de carrera obtiene una de las prestigiosas Becas Fulbright, que le permite pasar un tiempo estudiando en Europa. A su regreso empieza a trabajar como profesor de arte en la sede que la Universidad de Massachussetts tiene en Amherst; es entonces cuando decide dar un giro a su estilo artístico que marcará su futura trayectoria por completo.

  

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Chuck Close trabajando en el retrato de Keith en su estudio de Nueva York (finales de los 60). © Chuck Close. En ossayecasadearte.com

 

Close no se siente satisfecho con su obra y empieza a investigar con diferentes materiales, escalas y formas de expresión. En ese momento vuelve la vista hacia la pintura realista, centrándose sobre todo en el desnudo a gran escala. Empieza a desarrollar la idea de pintar un gran desnudo a partir de una serie de fotografías, pero una serie de cuestiones de difícil resolución problemas relacionadas con el color y la textura hacen que abandone temporalmente el proyecto. Continúa pintando desnudos a escala más reducida; en 1967 exponeen la universidad una serie de desnudos masculinos frontales, lo que le acarrea una demanda judicial por parte del presidente de la institución. Close es representado y defendido durante el juicio por la Unión Americana para las Libertades Civiles; los jueces se decantan en favor de la universidad, por lo que se ve obligado a abandonar su puesto de profesor.

 

 La marcha a Nueva York: el Gran Desnudo 

 

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Big Nude (1967). Fotomontaje del proceso de trabajo. En chuckclose.com

 

Tras su despido, Chuck Close se muda a Nueva York y se establece en el Soho. Trabaja como profesor en la School of Visual Arts; su reencuentro con una antigua alumna, Leslie Rose, provoca el inicio de su relación sentimental y el subsecuente matrimonio. Durante esos años Close sigue persiguiendo un estilo personal, lo que le genera una constante frustración. Sin embargo, no abandona su empeño y trabaja con distintos estilos artísticos, interesándose muy especialmente en el arte procesual (en boga por aquel entonces, con artistas como Sol LeWitt a la cabeza). En ese momento regresa a su proyecto de pintar un desnudo a gran escala y decide enfocarlo desde el punto de vista de esta escuela, a través del trabajo metódico en detrimento del gesto y la expresión. Construye una cuadrícula y traspasa cada recuadro a mano sobre un enorme lienzo, convirtiendo el propio proceso en arte y creando un gran desnudo hiperrealista y abstracto al mismo tiempo (Big Nude, 1967) que supone el inicio de su trayectoria posterior.

 

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Big Self-Portrait (1967-68). En walkerart.org

 

A partir de ese momento, la carrera artística de Chuck Close despega y le convierte en uno de los nombres más relevantes de la pintura norteamericana de finales de los 60. El Walker Art Museum adquiere su Big Self-Portrait (1967-68), lo que aumenta su fama y dispara su reconocimiento. Close abraza su nuevo método creativo y mejora la técnica en su primera serie de Cabezas, realizadas en blanco y negro y siempre en escala monumental. El enorme tamaño de las imágenes le permite perder de vista el todo para enfatizar las partes, como si se tratase de obras abstractas individuales. Las adquisiciones de obra por parte de prestigiosos museos prosiguen: el Museo Whitney de Nueva York compra su Retrato de Philip Glass en 1969. Ese mismo año participa en su primera exposición en Nueva York, una muestra colectiva organizada por la Bykert Gallery, a cuyo elenco de artistas pertenece.

 

Los años 70, el color y el grabado a media tinta 

 

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Kent (1971). En chuckclose.com

 

En los años posteriores, Close se obsesiona con la idea de incluir el color en sus retratos. Pero la idea de aplicar el color directamente sobre la cuadrícula choca con su espíritu inquieto y con su pasión por el método y la técnica. Así, en sus siguientes trabajos desarrolla un sistema a base d superponer capas de colores primarios (magenta, cian y amarillo) para crear tonos realistas que se funden en el ojo del espectador. De este método nace su obra Kent (1970-71), la primera que realiza con él y que tarda casi un año en terminar. Pero la superposición de capas de color no es el único campo de interés de Close, que también trabaja con técnicas antiguas y en desuso como el grabado a media tinta. Las obras que realiza con este método se encuentran entre las más interesantes de su trayectoria: en ellas comienza a alejarse del fotorrealismo radical, descubriendo la cuadrícula que se entrevé bajo las gradaciones en blanco y negro. Durante la década de los 70 también realiza obras pintadas directamente con los dedos, impresiones sobre pulpa de papel y polaroids.

 

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Keith (1972). Grabado a media tinta (edición limitada de 10 ejemplares). © 2021 Chuck Close. En moma.org

 

 “El Evento”: un antes y un después  

 

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Large Mark Pastel (1978). © 2021 Chuck Close. En moma.org

 

A partir de los años 80, Close desarrolla un intenso trabajo con la técnica del pastel. El método consiste en aplicar el color en pequeños elementos a través de la cuadrícula, de una forma muy similar a la ideada por los pintores puntillistas de finales del siglo XIX y principios del XX. La yuxtaposición de los colores permite crear tonos y gradaciones cuando se mira el lienzo a una determinada distancia. Es el caso del Large Mark Pastel de 1978, obra que marcará un punto de inflexión en su trayectoria. A partir de esta técnica, los retratos de Close irán acercándose cada vez más a la abstracción y alejándose del fotorrealismo, manteniendo una evolución constante y coherente.

 

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Alex II (1989). En chuckclose.com

 

En 1988, Close comienza a experimentar fuertes dolores en el pecho que derivan en una parálisis completa que afecta a todo su cuerpo, excepto el cuello y la cabeza. Es lo que, a partir de entonces, él mismo calificará como “El Evento”. Sin embargo, no abandona la pintura: con el apoyo de su mujer utiliza la técnica pictórica como terapia y como método de rehabilitación para recuperar la movilidad del tronco superior. Fruto de este ejercicio de superación, en 1989 consigue completar su obra Alex II; en ella abandona la gran escala de sus retratos anteriores y añade una intensa expresividad, representativa del sufrimiento y el esfuerzo del propio artista. En los años sucesivos adaptará su estudio con el objeto de continuar trabajando desde su silla de ruedas, con la ayuda de un caballete con control remoto.

 

 Una mente en investigación constante. Daguerrotipos y tapices 

 

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Robert (1998). Fotoestampado. En moma.org

 

La pasión por los medios de reproducción, la superposición de tintas y colores y la combinación de puntos lleva a Chuck Close a adentrarse en técnicas antiguas e incluso artesanales. En los años 90, las técnicas fotográficas de principios de siglo siguen despertando su interés: en esa época realiza magníficos retratos con sistemas como el daguerrotipo o el fotoestampado. Es el caso de Robert (1998), el retrato del artista Robert Rauschenberg que se expuso en el 2009 en el Museo Heckscher de Arte de Huntington, Nueva York. Otra técnica que le fascina y que emplea de manera sucesiva durante las dos primeras décadas del siglo XXI es la del tapiz: Close realiza retratos que después serán plasmados en tejidos de jacquard por Magnolia Editions, sus impresores de referencia. En palabras de la experta en arte Marion Weiss: “Los tapices de Jacquard de Close no están fragmentados de forma obvia, sino que han sido creados mediante la repetición de hilos de trama y urdimbre que se mezclan mediante fenómenos ópticos”. El artista permanecerá activo y desarrollando obras en estos soportes hasta el año 2021, cuando fallece en Nueva York a los 81 años de edad.

 

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Kate (2007). En magnoliaeditions.com

 

 

Exposiciones

Chuck Close. Pinturas (1968-2006). Museo Reina Sofía

 

exposicion pinturas reina sofia 2007

En museoreinasofia.es.

 

A principios del año 2007, el Museo Reina Sofía de Madrid dedicó una gran exposición a la obra de Chuck Close. La intención de la muestra, que abarcaba la trayectoria pictórica de Close entre los años 1968 y 2006, fue reflejar la evolución permanente experimentada por el artista sobre distintos soportes. Se trata de la única gran retrospectiva sobre la obra de Close realizada en España hasta la fecha.

 

Algunas maneras de hacer algo. Universidad Pontificia de Chile (2008).

 

 

La muestra organizada en la Galería de Arte de la institución, situada en Santiago de Chile, permitió al público conocer de cerca la obra de Close sobre distintos soportes: daguerrotipos, ampliaciones sobre papel fotográfico, fotograbados o incluso tapices. Las obras seleccionadas se acompañaron para la muestra con distintos poemas del escritor Bob Holman.

 

Pinturas y Tapices. Pace Gallery, NY (2009)

 

 

La galería neoyorquina Pace incluyó en su espacio la obra de Chuck Close durante varios años hasta su fallecimiento. En junio de 2009, el centro realizó una exposición con una interesante selección de pinturas y tapices, realizados por el artista entre los años 2005 y 2009. En las salas se pudieron admirar algunos de sus retratos a gran escala más famosos.

 

Obra sobre papel 1975-2012. Monterey Museum of Art (2012)

 

 

El Museo de Arte de Monterey (California, EEUU) inauguró en 2012 una ambiciosa muestra con la intención de dar a conocer los trabajos sobre papel realizados por Chuck Close durante más de tres décadas. Las obras fueron prestadas por la Colección de la Fundación Jordan C. Schnitzer y Familia.

 

Los Retratos de Chuck Close - 86th Street Subway (2017)

 

 

La Galería Pace organizó en 2017 una exposición con varios de los retratos a gran escala más conocidos de Chuck Close. Pero en lugar de exponerlos en sus salas, los llevó a las paredes de la (entonces) recién inaugurada estación de metro de la 86th Street. En una ocasión, el artista realizó una visita guiada en persona durante la cual reveló su punto de vista único sobre la gestación de las obras..

 

 

Libros

 

Chuck Close. Pinturas 1968/2006. VV.AA. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (2007)

Para cualquier amante del arte que desee tener un manual de referencia sobre Chuck Close, el catálogo publicado durante la exposición retrospectiva celebrada en el MNCARS de Madrid es una excelente elección. El libro traza un recorrido por las trayectoria del artista y las obras mostradas, que se reproducen con alta calidad sobre el papel.

  

The Portraits Speak: Chuck Close in Conversation with 27 of His Subjects. Chuck Close, William Bartman. A.R.T. Press (1997)

El título del libro (Los retratos hablan) es suficientemente explicativo: se trata de un compendio de conversaciones que el artista mantiene con 27 colegas artistas, que a su vez posaron como modelos para sus pinturas. En sus páginas, William Bartman transcribe las entrevistas entabladas entre pintor y modelos, en las que el artista aplica su particular forma de preguntar y averiguar.

 

Chuck Close, Photographer. Colin Westerbeck. Ed. Prestel (2014)

Este libro se aleja momentáneamente de la enorme fama conseguida por Close como pintor figurativo, para acercarse a su faceta como fotógrafo. El compromiso del artista con la cámara se mantuvo a lo largo de décadas, durante las cuales realizó innumerables instantáneas. Considerada por Close como un medio que nunca tuvo la intención de dominar, la fotografía se revela para él como una nueva forma de aproximarse al mundo y a los sujetos de su arte. El libro reproduce una amplia selección de piezas, incluyendo polaroids, maquetas, hologramas o daguerrotipos.

 

 

- Chuck Close: Biografía, Obras y Exposiciones -                             - Alejandra de Argos -

En los días en que se escriben estas líneas, el fondo de la Tierra ruge y escupe ríos de lava desde el volcán de la isla de La Palma inundando la prensa de imágenes dramáticas. Mientras António Guterres desde el G20 y en referencia a la crisis climática, ha dejado en el aire frases como ésta: “Estamos cavando nuestras propias tumbas”.

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Lucifer de Franz Von Stuck (1890) Galería Nacional de Sofia.

 
En los días en que se escriben estas líneas, el fondo de la Tierra ruge y escupe ríos de lava desde el volcán de la isla de La Palma inundando la prensa de imágenes dramáticas. Mientras António Guterres desde el G20 y en referencia a la crisis climática, ha dejado en el aire frases como ésta: “Estamos cavando nuestras propias tumbas”.

Al tiempo, Roma amanece tapizada, en estos días de otoño, con los carteles de la exposición Inferno: son los ojos alucinados y magnéticos de un demonio que se clavan en nosotros mientras deambulamos desde el Panteón hasta Santa Maria in Trastevere. Retratan al Lucifer de Franz Von Stuck (1890) elegido para anunciar la muestra más sorprendente de la temporada en las Escuderías del Quirinal: primera dedicada a esta materia. Cerrando la conmemoración del setecientos aniversario de la muerte de Dante, Jean Clair (París, 1940) su comisario, nos ofrece un recorrido por más de 200 obras de unos 80 museos de Italia, el Vaticano y Europa que, desde el tardo medioevo hasta hoy, han representado a Lucifer y al Infierno: de Fra Angélico a Botticelli, del Bosco a Goya, y así hasta Kiefer y Barceló.

Infierno es una exposición invasiva. En lugar de descender hacia los infiernos, la muestra arranca ascendiendo por una escalera de travertino amplia, clara y circular -porque todo el espacio expositivo es una suerte de cueva infernal, sin ventanas ni luz natural- que desemboca en una pared sobre la que se proyectan escenas, en blanco y negro, del viaje al inframundo de Dante y Virgilio que hilvanan la película muda de Francesco Bertolini: El infierno (1911).

 

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Foto fija de la película El Infierno: Dante y Virgilio al comienzo de su viaje. (1911)


Como en otras exposiciones, la sala primera y la última son las de mayor voltaje y perduran días en nuestra retina. El arranque es prodigioso. La sala está absorbida por los más de seis metros del molde en escayola de las Puertas del infierno de Rodin (1880-1917) en las que trabajó hasta su muerte, sin haberlas visto nunca fundidas. Para ellas realizó esculturas que se convirtieron más adelante en figuras autónomas a las que debe su fama universal: El Beso, que representa a Paolo y Francesca o El pensador, personificación de Dante.

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Auguste Rodin, Las puertas del infierno (1880-1917) Museo Rodin, Paris.


Las otras seis piezas de la primera sala, menores en tamaño, son quizás aún más impactantes: El juicio final (1425) de Fra Angélico, La muerte de Gil Ronza (1522), un esqueleto espeluznante de tamaño natural en madera policromada, envuelto en un sudario, que sostiene una trompeta de pan de oro. O la escultura de Francesco Bertos: La caída de los Angeles rebeldes (1725), un bloque de mármol de algo más de un metro de altura trepanado por una filigrana de decenas de pequeños demonios que entrelazan sus colas, cuernos, llamas y espadas en un alarde de virtuosismo por el que el mármol de Carrara parece horadado con la versatilidad del plástico.

 

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Gil de Ronza, Muerte (1522) Museo Nacional de Escultura, Valladolid.

 
Hay exposiciones en las que la idea originaria de su creador es casi todo. Y ésta, sin duda, es así. Además, viene acompañada por un séquito de obras de categoría incuestionable. Quizás por eso el nombre de Jean Clair aparece en los carteles de la exposición escrito en un cuerpo casi del tamaño del título de la muestra, con un protagonismo total. Este miembro de la Academia francesa, uno de los críticos y comisarios más prestigiosos y polémicos de la actualidad, se despide de su carrera con una exposición tan apoteósica como apocalíptica a la que ha entregado todos sus conocimientos académicos dedicados a sondear la atracción del arte por la fealdad. En una entrevista con Il Giornale dell’arte, Clair dijo: “El tema del infierno habita en mí desde hace tiempo. Es un asunto complejo, probablemente, el más complejo que Occidente jamás haya inventado”.

 

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Francesco Bertos, La caída de los ángeles rebeldes (1725-35). Banca Intesa San Paolo, Gallerie d’Italia-Palazzo Leoni Montanari, Vicenza


Las puertas del Infierno de Rodin, que parecen acoger al visitante para convertirlo en un moderno acompañante de Dante, abren el paso a una sala amplia y cuajada de obras que se cierra, al fondo, con un lienzo parejo en tamaño, los casi cinco metros del Satán convocando a sus legiones (1796) de Sir Thomas Lawrence. En esta sala hay distintos cuadros que dibujan la topografía del mal: desde Eneas y la Sibila Cumana en el infierno (1604) de Jan Bruegel, hasta Dante y Virgilio en el infierno de Gustave Courtois (1880) que en esta exposición es el único infierno de hielo.

 

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Gustave Courtois, Dante y Virgilio en el infierno (1880), Centre national de arts plastiques, Paris.


Los textos y lienzos se mezclan también con fotografías y hay fantásticos manuscritos miniados como el Liber Floridus (siglo XIII) con sus protagonistas vestidos de cotas de malla cabalgando sobre centauros entre querubines, monstruos, tridentes, hornos y cartelas en latín. En un apartado de la sala dedicado a Dante y al génesis de la Divina Comedia, están las obras de Gustavo Doré y Miquel Barceló, también el lienzo Dante y Virgilio (1630), de Rutilio di Lorenzo Manetti, que tutela una urna sobrecogedora con el dibujo del infierno de Sandro Botticelli. Pensamos, entonces, en la descripción que hizo también de él Galileo Galilei en 1587: “Dante establece la diferencia entre círculos y cercos, como en el séptimo, dividido en tres cercos; el primero y con mayor circunferencia es un lago de sangre, encierra un segundo, que es un bosque de broza, el cual vuelve a girar alrededor del tercero, que es un campo de arena”. ¿Qué poder inspirador era el que llevaba a pensadores y pintores a reflejar con una exactitud tan precisa, y al tiempo tan quimérica, este lugar?

 

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Sandro Botticelli, La Divina Comedia, El infierno (1481-88) Biblioteca Apostólica Vaticana, Ciudad del Vaticano.

 
La exposición explica cómo en la Biblia hebrea, Satanás (El Acusador) es un consejero de Dios que se opone a los hombres. De la misma manera la serpiente del Génesis, enrollada en su árbol para hacer caer a Adán y Eva del Paraíso es interpretada como la personificación de Satán. En la literatura apócrifa y en el Nuevo Testamento esta figura se transformará en un ser poderoso: el Diablo (del griego, diábolos, calumniador), concepto que tal vez encuentre su origen en Zoroastro.

Lucifer o en latín “Portador de luz”, es el nombre clásicamente asignado a Satanás en la tradición cristiana. El texto de Ezequiel le describe como un querubín de alas desplegadas que caminaba por el Edén, el jardín de Dios, lleno de sabiduría y belleza, con su manto cuajado de topacios, ónices y zafiros, pero su interior se corrompió de soberbia y rebeldía y quiso asemejarse a Dios quien le redujo a cenizas y le lanzó al vacío.

En el NuevoTestamento, el diablo tendrá un papel como tentador de los hombres pero, sobre todo, como tentador de Cristo. También es el destructor, el que contagia la enfermedad, el perseguidor de los creyentes y el corruptor de Judas.

Durante la Edad Media, la dulzura de San Francisco y la de San Bernardo contribuyen a transformar al diablo en un personaje casi cómico, rodeado de cacharros de cocina, con sus ollas, parrillas y tenedores. El Renacimiento encontrará en la figura del Bosco alguna de las más formidables representaciones de las legiones infernales que asaltan a los hombres con los objetos más extraños, las noches iluminadas por luces del color de la lava y las torturas más oníricas. Sin embargo, los románticos y simbolistas representarán a Lucifer en forma de ángel caído y melancólico, meditando sobre su propio destino.

 

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Taller del Bosco, La visión de Tondal, (1500), Museo Lázaro Galdiano, Madrid

 
Si la exposición pudiera dividirse temáticamente en dos pisos, el inferior contendría las obras vinculadas al Infierno tras la muerte, mientras que el superior se dedica a los infiernos manifestados en la Tierra. Aquí están la locura, el totalitarismo y la guerra: desde la era de la Revolución Industrial y las fábricas, las minas, las cárceles de Piranesi, hasta el aterrador infierno de los manicomios, las guerras -con Goya y Otto Dix-, las dictaduras y la Shoah.

 

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Telemanco Signorini, Sala para “mujeres agitadas” en el hospital de San Bonifacio en Florencia, (1905) Fondazione Musei Civici di Venezia, Ca’ Pesaro, Venecia.

 

Además de pintura y escultura, se da amplio espacio a los manuscritos, a la gráfica y a los títeres palermitanos. En esta sección es emocionante ver detrás del cristal de una vitrina las páginas de Si esto es un hombre (1958), de Primo Levi, con las anotaciones y correcciones manuscritas del escritor italiano de origen judío sobre las letras mecanografiadas. En ellas se siente la determinación con la que tecleó el recuento de su tiempo en Monowitz, campo satélite de Auschwitz.

Finalmente, dejamos atrás el horror y Clair da al visitante la oportunidad de salir de las tinieblas para volver a ver las estrellas. La proyección de una foto fija del firmamento realizada desde el telescopio Hubble de la NASA es la puerta a la última sala de la exposición. Es realmente difícil para el hombre tratar de emular la profundidad del misterio del universo. A pesar de todo, la pequeña sala que se abre ante nosotros ofrece un desenlace esperanzador y luminoso. Está presidida por el cuadro de Anselm Kiefer, Falling stars (1995), un hombre tumbado sobre la tierra en una suerte de sueño mortal y pacífico bajo la inmensidad de un cielo negro incendiado de estrellas fugaces. Delante de este cuadro está uno de los libros-escultura del artista alemán afincado en Barjac, que representa constelaciones de estrellas en acrílico sobre estaño. El resto son otras emocionantes miradas al firmamento: las de Thomas Ruff y Gerhard Richter.

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Anselm Kiefer, Falling Stars (1995), Colección privada, Londres


Tras esta sala estelar, el visitante sale cegado a la luz del día en un tercer piso acristalado que sobrevuela una vista panorámica sobre Roma, sus tejados, sus terrazas con la ropa tendida entre tiestos de boj, la columna Trajana y restos de los foros a nuestros pies. En ese momento, vuelve a resonar en nosotros la última frase de la Comedia: “Y entonces salimos a ver las estrellas”.

 

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Buonamico Buffalmacco El triunfo de la muerte (detalle) 1336 Fresco en pared del Camposanto, Pisa. Inferno

 

 

Scuderie del Quirinale
Via Ventiquattro Maggio, 16. Roma
Comisario: Jean Clair
Hasta el 9 de enero 2022

 

 

-  Infierno -                  - Alejandra de Argos -

El transcurso del tiempo ha ido acrecentando la leyenda de Ludwig Wittgenstein, un pensador heterodoxo que resulta de imposible clasificación porque hay en su filosofía un análisis lógico del lenguaje que se combina con una cierta mística que se expresa en sus diarios.

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Ludwig Wittgenstein sostenía que el mundo es lógico, pero que hay realidades que no pueden ser expresadas por el entendimiento

El transcurso del tiempo ha ido acrecentando la leyenda de Ludwig Wittgenstein, un pensador heterodoxo que resulta de imposible clasificación porque hay en su filosofía un análisis lógico del lenguaje que se combina con una cierta mística que se expresa en sus diarios.


Wittgenstein nació en Viena en 1889 cuando el declive del Imperio Austrohúngaro empezaba a ser irreversible. Su padre era el magnate de la industria siderúrgica austriaca, un hombre culto y sociable que congregaba en su casa palacio a genios como Freud, Brahms, Klimt, Mahler o Rilke. Ludwig tenía siete hermanos, que fueron educados por profesores privados, y su madre tocaba el piano con virtuosismo.


A los 19 años decidió estudiar ingeniería aeronáutica en Manchester, pero allí se dio cuenta de que quería trasladarse a Cambridge, donde daba clases Bertrand Russell. La lectura de sus Principios de la matemática le fascinó y le empujó a volcarse en la lógica.


Su primera y más famosa obra, el Tractatus lógico-philosophicus, data de 1921. Tenía entonces 32 años. Había luchado como soldado durante la I Guerra Mundial y había renunciado a su fortuna familiar. Wittgenstein observaba en la distancia un mundo que se había desmoronado y un sistema de valores basado en la hipocresía.


Esta es la razón por la que, a partir del estudio de Russell, Frege y Moore, decidió aplicar la lógica al análisis del lenguaje. Siguiendo el esquema de la Ética de Spinoza, el Tractatus está redactado mediante una serie de enunciados, de proposiciones y observaciones que articulan un sistema. Se ha dicho que esta obra es como una sinfonía.


Wittgenstein afirma que el mundo es “todo lo que es el caso”, que se enmarca en la totalidad de los hechos, en todo lo que acontece. Y esos hechos no son necesarios; la realidad es como es, pero podría ser de otra manera. Pero esa aleatoriedad de lo real no significa que el mundo carezca de lógica. Todo lo contrario: el mundo se puede expresar mediante proposiciones elementales.


La lógica sirve para depurar el lenguaje y para revelarnos la estructura interna de lo real. Y ello porque hay una homología, una conexión profunda entre el pensamiento, el mundo y la lógica. Wittgenstein coincide con Kant en que el entendimiento forma parte del sujeto, es una “forma a priori”, pero la diferencia estriba en que no hay frontera entre quien piensa y lo pensado. Ambos están inmersos en la naturaleza del mundo que expresan.


Pero el lenguaje tiene límites. Más allá de lo que observan nuestros sentidos y las conexiones proposicionales de lo real, las palabras no pueden “decir” sino “mostrar” las realidades que escapan fuera de la lógica como la existencia de Dios o la dimensión ética de la existencia. De aquí viene su célebre afirmación de que “sobre lo que no se puede hablar, hay que callar”.


A mediados de los años 20, Wittgenstein abandonó Cambridge y se refugió en una pequeña aldea austriaca para enseñar a los niños. Para ser coherente con su fe cristiana, decidió renunciar a todas las vanidades humanas con la idea de una redención personal.


Pero volvió a Cambridge a finales de 1926, presionado por Keynes y sus amigos, que le consiguieron una beca. Fueron años muy productivos en los cuales el filósofo vienés fue pergeñando sus Investigaciones filosóficas, publicadas en 1953, dos años después de su muerte.

 

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Photo: rhystranter.com

 

El pensamiento de las Investigaciones supone una clara ruptura con las tesis del Tractatus. Wittgenstein rectifica su afirmación de que el mundo puede ser comprendido por proposiciones lógicas y apunta que el lenguaje es un conjunto de reglas convencionales, una construcción social.


Ya no hay conexión entre el lenguaje y la realidad, como sostenía Platón en el Crátilo, sino que la comprensión de lo real está condicionada por el significado que damos a las palabras y sus connotaciones. Sí, el pensamiento es el lenguaje, pero éste no obedece a una estructura lógica sino a una serie de códigos sociales y experiencias colectivas. Aunque no lo dice de esta forma, el lenguaje es un producto histórico. Por tanto, es como una segunda piel de la que no podemos prescindir y que condiciona nuestra forma de entender el mundo, lo que supone caer en un relativismo epistemológico cercano a Hume.


Wittgenstein murió en Cambridge de cáncer en 1951. Dijo pocas horas antes de fallecer que había vivido “una existencia maravillosa”, pero lo cierto es que pasó etapas de un intenso sufrimiento como cuando decidió volver a renunciar a la vida social y refugiarse en una cabaña noruega.


En sus diversos diarios, refleja una dimensión mística y religiosa que choca con la imagen que daba de sí mismo. Creía en el imperativo categórico kantiano y luchaba por la redención personal a través de la austeridad y una soledad elegida como la de Kierkegaard. Quizás ésta sea la óptica adecuada para comprender su gigantesco desafío intelectual.

 

Una historia de la filosofía. Ludwig Wittgenstein

 

 

Ludwig Wittgenstein - La Aventura del Pensamiento

 

 

 Discurso filosófico Wittgenstein

 

 

 

- Ludwig Wittgenstein. El pensamiento es lenguaje -                  - Alejandra de Argos -

Hegel, que identifica ser y pensar, sostenía que la Historia avanza hacia la manifestación de una idea absoluta, encarnada por el Estado. >Nadie se había atrevido a ir tan lejos como Georg W. Friedrich Hegel cuando revolucionó la historia de la filosofía al proclamar una afirmación que resume su pensamiento: todo lo real es racional. Dicho con otras palabras, todo lo que existe conlleva el más alto grado de racionalidad posible.

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Hegel según Jakob Schlesinger, 1831.

 

Hegel, que identifica ser y pensar, sostenía que la Historia avanza hacia la manifestación de una idea absoluta, encarnada por el Estado

Nadie se había atrevido a ir tan lejos como Georg W. Friedrich Hegel cuando revolucionó la historia de la filosofía al proclamar una afirmación que resume su pensamiento: todo lo real es racional. Dicho con otras palabras, todo lo que existe conlleva el más alto grado de racionalidad posible.

Si para Fichte todas las cosas están contenidas de forma indiferenciada en el yo, donde es abolida cualquier oposición entre el sujeto y el objeto, Hegel invierte totalmente la perspectiva: la representación sensible es engañosa y la verdad última de la realidad hay que encontrarla en la idea absoluta.

Dando un paso más, pensar es ser. Es el pensamiento el que crea las cosas en las que se proyecta y, por lo tanto, existe una coincidencia entre ser, pensar y verdad. Hegel explicita su tesis en numerosos pasajes de su obra, aunque en un lenguaje que hoy podríamos considerar críptico: “La idea eterna, que es en sí y para sí, eternamente se actúa a sí misma como espíritu absoluto, se produce y se goza”.

Si la idea absoluta es la única realidad, cada uno de nuestros juicios sólo abarcará un aspecto limitado y parcial de esa totalidad de la Razón. Por ello, los juicios se deben ir complementando unos a otros para poder acercarnos a la verdad, que no es estática, sino que está en continuo avance hacia lo absoluto. En ese sentido, el ser es puro devenir.

Hegel recurre para explicar esto a la analogía de una planta, que es primero semilla, luego árbol, más tarde, flor y, por último, fruto. Cada juicio abarca un aspecto parcial de la planta, cuya comprensión sólo podría ser alcanzada mediante la visión de todo el proceso. Por tanto, la idea absoluta es un proceso, un desarrollo en permanente fluidez.

Ese movimiento de la realidad opera a partir de las leyes de la dialéctica, que son esenciales en la obra de Hegel. El método de análisis dialéctico presupone que en toda situación existe una oposición entre una tesis y una antítesis. De esta tensión surge una síntesis, que es una forma superior de ambos momentos opuestos.

Del método dialéctico surge una noción esencial para comprender su filosofía: la negatividad. Todo lo que existe contiene un elemento de aniquilación que conduce a su desaparición en una síntesis superior. Por lo tanto, nada es estable ni definitivo, todo es mortal y pasajero.

Karl Marx asumió los postulados de Hegel en su materialismo dialéctico, en el que el comunismo sería la síntesis entre los intereses contrapuestos del capital y el trabajo. El autor de la Fenomenología del Espíritu recurre a la dinámica entre el amo y el esclavo para explicar su método.

Si la realidad se va desarrollando conforme al proceso de los opuestos, nuestro conocimiento tendrá que seguir la misma pauta para alcanzar la idea absoluta, que sólo en el hombre puede adquirir conciencia. Este movimiento se desarrolla a partir de la filosofía del espíritu, que confluye con la Lógica, que él identifica con una ontología de las leyes del ser.

En un primer momento, el espíritu de manifiesta en las cosas como necesidad. Pero frente a ello, surge la libertad humana, que es una especie de despertar a la autoconciencia. Esta contradicción da lugar a la síntesis que sustenta las instituciones sociales: la familia, la sociedad y el Estado. Todas ellas son encarnaciones del espíritu absoluto.

Hegel subraya que estas entidades están regidas por lo que él llama “eticidad”, en la que se expresan en diferentes grados los valores de esa conciencia colectiva que va progresando hacia lo absoluto. En el último peldaño de la pirámide, se halla el Estado, que es la encarnación suprema de la racionalidad.

El Estado no es la suma de los individuos que lo conforman, sino una totalidad en la que se reconcilian todas las demás formas de asociación humana. Como cada Estado es la encarnación suprema del Espíritu Absoluto, no hay posibilidad de límite en el ejercicio del poder.

Lo que está diciendo Hegel es que el individuo sólo se puede realizar plenamente en el Estado, una afirmación en la que muchos pensadores han visto una legitimación del Estado totalitario. Otros estudiosos de su legado difieren de su interpretación y apuntan a que la obra de Hegel debe ser interpretada en una clave teísta o religiosa, ya que la idea absoluta no es más que el despliegue de Dios en el mundo.

De lo que no cabe duda es que Hegel tuvo una marcada educación religiosa. Estudió junto a Schelling y Hölderlin en el seminario de Tubinga, donde adquirió una sólida formación teológica. Luego encaminó sus pasos hacia la docencia. Pero Hegel también sintió fascinación por la Revolución Francesa, cuyos ideales de igualdad y fraternidad creía que podían agitar la conservadora sociedad prusiana.

En última instancia, la obra de Hegel, por su carácter sumamente abstracto e incluso esotérico, está abierta a la interpretación, ya que ese proceso de la Razón que evoluciona hacia la idea absoluta bien podría ser un monstruo tras el que se esconde la nada, que para él es la otra cara del todo.

 

 Grandes documentales: Hegel y Schopenhauer

 

 

- Friedrich Hegel: Todo lo real es racional -                            - Alejandra de Argos -

Cecily Brown destaca en la actualidad como una de las representantes más potentes del ámbito de la pintura contemporánea. Siguiendo siempre técnicas tradicionales, su obra apuesta por una fusión entre la abstracción y el figurativismo donde explota un universo de caos,  violencia y color.

La pintura como reflejo de las pasiones

 

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Cecily Brown. En www.martalosada.com/es

  

Observar un cuadro de Cecily Brown es una experiencia vital. Sobre todo, cuando hablamos de los enormes lienzos que la artista pintó de manera febril durante las primeras décadas. Las superficies muestran un intenso horror vacui, donde la profusión de colores y pinceladas deja entrever cuerpos que se retuercen (en pasiones o repulsiones), personajes de cuento, desnudos, frutas, árboles… O tal vez, solo líneas de expresión y colores vibrantes que conforman composiciones magistrales. Con la influencia de su mentor y amigo Francis Bacon, (así como de los maestros clásicos y neoclásicos) presente en todas sus obras, Cecily Brown escapa al peligroso estereotipo del “arte creado por mujeres” e irrumpe en el campo de la abstracción de los siglos XX y XXI con una poderosa sexualidad y una violencia inusitada. Hoy, la artista que peleó por hacerse un nombre en la escena neoyorquina mientras trabajaba como camarera está considerada una de las figuras clave de la pintura contemporánea. Sus obras despliegan talento, energía y potencia intelectual, y atrapan al espectador en una compleja trama de trazos, colores y formas entremezcladas donde cada pincelada tiene su lugar.

 

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Girl on a swing (2005). En nga.gov

  

Una infancia marcada por el arte (y por Francis Bacon)

 

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Sin título (1996). En artsy.net

 

Cecily Brown nace en Surrey (Reino Unido) en el año 1969. El entorno familiar ejercerá una influencia decisiva en su futura vocación artística: de madre escritora y padre crítico y comisario de arte, Brown vive una infancia rodeada de arte, intelectualidad, bohemia y libertad creativa. Según sus propias palabras, decidió ser artista a los tres años; algo a lo que probablemente no fue ajeno su contacto desde edad muy temprana con el pintor y dibujante británico Francis Bacon, una de las figuras más importantes de la pintura contemporánea y uno de los artistas vivos más cotizados de la actualidad. Bacon y Brown crearán un lazo de amistad que se mantendrá con el tiempo, y que ejercerá una influencia evidente en el arte de la pintora. Por otra parte, la figura de su madre también será clave en el desarrollo del talento creativo de la artista en ciernes: su creatividad, su ética laboral y su energía tendrán un impacto decisivo en la personalidad y la obra de Brown.

  

 Adolescencia y juventud en Londres. Los años dífíciles

 

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Sin título (Kebab) y Humpty Dumpty ( 1993). En artnet.com y mutualart.com

 

A los 16 años, Cecily Brown deja la escuela convencional para dirigir sus pasos hacia el arte. Tras dos años en la escuela de arte y diseño de Surrey, se traslada a Londres y estudia dibujo y grabado, además de formarse bajo la tutela de la pintora Maggi Hambling. Durante esa época, para sobrevivir en la ciudad la artista trabaja limpiando casas, algo que se repetirá durante parte de su juventud antes de alcanzar el reconocimiento definitivo. Paradójicamente, su amistad con Francis Bacon continúa y se consolida gracias a su mutua afición por visitar exposiciones de arte local. En 1993, Brown se gradúa con honores en la Slade School of Fine Art y gana el Primer Premio de la Competición Nacional de Estudiantes de Arte de Gran Bretaña. La artista se siente próxima al imaginario pictórico de Bacon y recibe su influencia, alejándose de la escena artística londinense de los años 90: un universo de instalaciones, obras a gran escala, creaciones multimedia y trabajos site-specific, entre otras disciplinas contemporáneas. Este compromiso con la pintura tradicional le impedirá destacar en el dinamico ámbito artístico de la ciudad.

 

 Huida a Nueva York y la llegada del éxito

 

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Four Letter Heaven (viñetas de animación, 1995). En moma.org


Cansada de no lograr el reconocimiento para su arte en Londes, Brown se traslada a Nueva York en busca de nuevos horizontes. En 1995 desembarca en la ciudad (cuya luz le había deslumbrado en un viaje anterior) y decide apartarse de la pintura para investigar otros formatos. Es entonces cuando crea Four Letter Heaven, un corto de animación de tintes eróticos empleando técnicas mixtas. La pieza será premiada en el Festival de Telluride. En esa época, la joven artista trabaja como camarera y sufre serios apuros económicos; vuelve a trabajar sobre lienzo, pintando de una forma compulsiva y febril en su estudio de Manhattan. Es entonces cuando empieza a crear sus emblemáticas obras a gran escala: pinturas en las que el trazo y el color generan escenas de caos, a medio camino entre la abstracción y la figuración, en las que la violencia y el sexo siempre hacen acto de presencia.

  

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Spree (1999). En sothebys.com

 

A partir de la exposición en solitario que organiza la galería Deithc Projects en 1997, el ascenso de Cecily Brown en la escena artística neoyorquina se vuelve imparable. Durante esa década las exposiciones de su obra se suceden, con total aceptación por parte de crítica y público. Con tan solo 29 años, la Galería Gagosian de Nueva York (una de las más prestigiosas del mundo) decide representarle e incluir su obra en su catálogo. La artista continúa pintando de forma casi obsesiva en un nuevo estudio que comparte con Sean Landers, también pintor y su pareja por aquel entonces. Sin embargo, el éxito no consigue que Brown se sienta satisfecha con sus obras; durante esos años, sus días son una sucesión de fiestas, alcohol, parejas y arte que la artista vive con intensidad. En años posteriores, la artista reconocería que se sentía “obligada” a representar el papel de “genio atormentada”, manteniendo un estilo de vida acorde al que parecía exigirse entonces en el ámbito artístico de la capital norteamericana.

 

  “La vida, la muerte y el fregadero de la cocina” 

 

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Black Painting (2002). En elpais.es

 

Cecily Brown nunca ha escondido su admiración por los maestros clásicos y las vanguardias. Desde Francisco de Goya al expresionista abstracto norteamericano Willem de Kooning, sus lienzos reflejan influencias claras de escuelas artísticas previas: las Pinturas Negras de Goya o los Monstruos de de Kooning, entre otros. Es el caso de su serie de Black Paintings (Pinturas Negras), inspirada directamente en las de Goya: la artista recoge la inspiración y los modelos del pintor aragonés y se los lleva a su terreno, con la pincelada potente, el caos y una sexualidad intensa y turbadora como nuevas aportaciones.

 

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Sin título (2011). En levygorvy.com

 

Si bien Cecily Brown ha conservado su estilo y su identidad creativa a lo largo de las décadas, es evidente que en los últimos tiempos su arte ha experimentado una interesante evolución. Tras finalizar su colaboración con la Galería Gagosian, un acuerdo que duró cerca de 15 años, sus pinturas empiezan a mostrar un tamaño más reducido y un evidente cambio en las temáticas. Aquellos lienzos donde la violencia, el caos y la sexualidad humana parecían abrirse paso a través del color y el gesto han dado lugar a temas menos potentes. Tal y como Brown comentó recientemente, “lo que ahora me interesa es la vida, la muerte y el fregadero de la cocina”. Además de trabajar sobre lienzo o tabla, actualmente la artista también ha creado instalaciones para distintos centros y ha colaborado en la realización de murales.

 

 

Proceso de creación de un mural en Buffalo (EEUU) por la comunidad de artistas y los estudiantes de arte de la ciudad, junto con Cecily Brown

 

Exposiciones

Cecily Brown ha visto su obra expuesta en algunos de los museos y galerías más importantes del mundo. En el año 2014, la Gagosian Gallery organizó una gran muestra con las últimas obras pintadas por la artista en la década. Su trabajo también se ha visto reconocido en múltiples exposiciones y retrospectivas, como las realizadas por el MACRO de Roma (2003), el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid (2004). A continuación destacamos algunas de las últimas muestras sobre su obra, organizadas por centros de arte de todo el mundo.

  

Cecily Brown: Rehearsal (2016)

 

 

El Drawing Center es una de las instituciones artísticas de referencia del SoHo neoyorquino. En el año 2016 el centro inauguró una exposición con ochenta dibujos y bocetos de Cecily Brown, la primera monográfica realizada por la institución sobre la artista. Los trabajos se acompañaron de varias obras en técnica mixta, que permitieron observar la relación entre ambas disciplinas.

 

Cecily Brown. Paula Cooper Gallery (2020)

 

 

Otra galería de referencia, Paula Cooper Gallery, expuso en 2020 una serie de obras creadas por Cecily Brown durante el confinamiento ocasionado por el Covid-19. Las pinturas se inspiran en el maestro flamenco Frans Snyders y representan mesas con piezas de caza apiladas sobre ellas. Mezcladas con las imágenes se distinguen múltiples figuras difusas, algunas en actitudes abiertamente eróticas.

 

Cecily Brown. Blenheim Palace (2020-21)

 

 

Cecily Brown ha sido la primera persona en protagonizar una gran exposición monográfica con obras creadas en Nueva York, a petición del Blenheim Palace. En el vídeo, Brown explica cómo fue su proceso creativo y cuál fue la inspiración que despertó en ella el entorno del Palacio.

 

Libros

 

Cecily Brown. Days of Heaven. StephanSchmidt-Wulffen. 2001

La presencia de un intenso erotismo, lindando con la pornografía, es habitual en la obra de Cecily Brown. La artista lo explica: “Empleo el material [pornográfico] para estudiar el cuerpo. Me interesa el contenido emocional de los y las modelos”. Vistos desde determinada distancia, los puntos, colores y trazos de sus pinturas se convierten en cuerpos desnudos que reflejan escenas eróticas. La exposición Días de Cielo permitió admirar esta parte de la obra de la artista, que quedó reflejada en el catálogo del mismo título.

  

Cecily Brown: The Sleep Around and the Lost and Found. Terry R. Myers. 2016

Este catálogo reúne las obras recogidas en la exposición del mismo título, organizada por el Centro de Arte Contemporáneo de Berlín en 2015. El contenido brilla con grandes reproducciones a color a toda página, donde también es posible admirar la instalación que la artista creó para la institución. Las imágenes van acompañadas de un exhaustivo ensayo sobre la obra de Brown, redactado por el crítico, docente y comisario Terry R. Myers.

 

Cecily Brown: Shipwreck Drawings. 2017

La violencia que tan habitual resulta en las pinturas de Cecily Brown abandona el cuerpo humano para reflejarse en imágenes de naufragios. En lugar de pintar sobre lienzo, la artista escoge el dibujo para plasmar intensas escenas de desastres náuticos, a través de los cuales ilumina las tensiones entre el pasado y el presente. Para sus dibujos, la artista se inspira claramente en la obra de Delacroix; y muy especialmente, en el famoso cuadro de Gericault La balsa de la medusa.

 

 

- Cecily Brown: Biografia, Obras y Exposiciones -                             - Alejandra de Argos -

Damien Hirst (Bristol, 1965) empezó su carrera artística como miembro emblematico del grupo Young British Artists. El publicista y galerista Charles Saatchi encumbró a este grupo a la fama mundial e hizo de Hirst su máximo exponente, financiando y respaldando su trayectoria. Él fue quien consiguió vender en 2004 - por 9,5 millones de euros - el tiburón tigre de Hirst sumergido en formol.

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Damien Hirst with The Currency artworks, 2021. Photographed by Prudence Cuming Associates Ltd © Damien Hirst and Science Ltd, DACS 2021. 

 

Damien Hirst (Bristol, 1965) empezó su carrera artística como miembro emblematico del grupo Young British Artists. El publicista y galerista Charles Saatchi encumbró a este grupo a la fama mundial e hizo de Hirst su máximo exponente, financiando y respaldando su trayectoria. Él fue quien consiguió vender en 2004 - por 9,5 millones de euros - el tiburón tigre de Hirst sumergido en formol. Esta obra especialmente representativa de su arte forma parte de su serie Historia Natural, a la que también pertenecen sus cabinets de peces en formol. En estas realizaciones contrapone una sensación de permanencia producida por su meticuloso orden científico, a lo efímero de la vida, lo que sucede también con las vacas o terneros diseccionados exhibidos en la Tate Britain de estilo minimalista, obras que le hicieron merecedor del prestigioso Turner Prize en 1995.
Otras de sus series son sus conocidos Spot painting: lunares de igual medida sin ninguna coincidencia de color, bautizados con nombres de narcóticos farmacéuticos y estimulantes. O sus "Butterflys", con títulos de salmos que recuerdan a los rosetones y vidrieras de las catedrales y que contienen la temática preferida de Hirst: vida, muerte, arte, belleza y espiritualidad. El misterio de la muerte se representa mediante la transformación final del gusano en mariposa, símbolo del alma desde la Antigüedad.
Las "Medicine Cabinets" son otra muestra de las preocupaciones filosóficas de Damien Hirst, artista que ha experimentado el abismo de las drogas, el alcohol y el tabaco.  El arte, junto con la ciencia es un fenómeno social de la vida en movimiento, una manera de reflejar la realidad a lo largo de la historia. En nuestra época actual, caracterizada por el triunfo de la técnica, Hirst ha conseguido hacer de sus obras iconos del arte contemporáneo. 

Alain Dominique Perrin, creador de la Fundacion Cartier, exhibe la primera gran exposición de Damien Hirst en un Museo francés. Con ese motivo hablamos de "Cherry Blossom", donde se exponen 30 de los 107 lienzos que ha realizado en los ultimos 3 años.

 

Damien Hirst in studio

Damien Hirst with The Currency artworks, 2021. Photographed by Prudence Cuming Associates Ltd © Damien Hirst and Science Ltd, DACS 2021. 

 

Acaba de volver a la pintura. ¿El hecho de que su madre pintara determinó de alguna forma su carrera artística?
Sí, supongo que sí. Como es lógico, yo ya tenía cierto instinto artístico, pero mi madre lo potenciaba cuando era pequeño, y me animaba a pintar y a dibujar. Recuerdo que me sentaba en una esquina con lápiz y papel y, cuando le decía que había terminado mi dibujo, mi madre me pegaba más papel al folio para que lo siguiera pintando y ella lo iba ampliándo una y otra vez. Viéndolo con perspectiva, creo que fue algo positivo porque me ha ayudado a pensar a lo grande.

¿Con qué edad se dio cuenta de que quería ser artista?
No sabría decir con exactitud. Crecí en Leeds, Yorkshire, al norte de Inglaterra, y no conocía a nadie a quien pagaran por hacer el trabajo que quería, más bien trabajaban por dinero en un trabajo cualquiera. Por ejemplo, mi madre trabajaba en una oficina y mi padre vendía coches para una gran empresa. Entonces, la idea era diferenciar que el trabajo era para ganar dinero y que la vida era otra cosa. Con eso en mente y como disfrutaba dibujando, realmente nunca se me ocurrió que podría ser una posibilidad dedicarme a ello de manera profesional. Pensé en dedicarme a la arquitectura ya que me permitía incorporar mi pasión por el dibujo, pero no funcionó. Como arquitecto era muy desorganizado. Me registré en la Oficina de Empleo al terminar mis estudios y así fue como pensé en ir a la Escuela de Artes. Lo cierto es que la idea de ser artista fue toda una sorpresa para mí y hasta que no me matriculé, no pensé que fuera posible.

Con 16 años visitaba el departamento de anatomía de la facultad de medicina de Leeds para hacer dibujos al natural. La muerte, la decadencia son temas que se repiten en sus creaciones. ¿Qué significado tiene la muerte en su obra?
Es un tema muy complejo. Antes creía que era posible crear arte sobre la muerte, pero ya no pienso lo mismo. La muerte no es arte porque el arte es vida. Creo que he ido cambiando con la edad. Como ser humano, quiero hacerle frente a todo aquello que no puedo evitar. La muerte es una de esas cosas. Cuando creo mi arte quiero tratar estos temas. Eso es la esencia del arte. El arte aborda la muerte. Creo que el arte es una luz en la oscuridad.

 

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Damien Hirst, Relics, Doha. Foto: Elena Cué

 

¿Puede hablarme de su exposición Cherry Blossom en la Fundación Cartier de Parísy si la pandemia ha afectado a su trabajo de alguna manera?
Por supuesto, creo que son cuadros de pandemia. En mi caso, llegó un punto en que mi trabajo era muy solitario. Antes de la pandemia, dediqué 10 años de mi vida a Treasures from the Wreck of the Unbelievable, una obra que me llevó a trabajar en estrecha colaboración con muchas personas, equipos y fabricantes. Conllevaba partes muy complicadas, con muchos matices en movimiento. Después, pasé a pintar con algunos ayudantes. Y así comencé a trabajar en un pequeño estudio provisional justo antes del Covid y, cuando empezó la pandemia, mis ayudantes tuvieron que irse porque no había trabajo. Y comencé a pintar en solitario. Realmente tuve mucha suerte, porque al contar con el estudio cuando empezó la pandemia no dejé de pintar. Mi obra "Cherry Blossoms" es el resultado de ello. Es algo extraño que, entre tanta oscuridad se diese lugar a tanta luz y luminosidad. En realidad la esperanza es uno de los aspectos clave de la pintura. Cuando has perdido toda esperanza... Todos hemos sentido, y aún sentimos, mucho miedo. El miedo tiene un papel fundamental a la hora de querer crear pinturas llenas de esperanza. Sinceramente creo que todo surgió de ahí.

 

Estudió Bellas Artes en la Universidad de Goldsmith College of Art en Londres. ¿Qué fue lo más importante que aprendió allí sobre arte?
Aprendí muchísimo. Una de las lecciones más valiosas fue que no hay reglas. Una vez creé una obra muy conflictiva y alborotada, en la que lo mezclé todo sin sentido. Era una especie de mitad escultura, mitad cuadro, una locura. Pues bien, recuerdo que la profesora dijo que no era muy buena, y le respondí que ese era el objetivo. Su respuesta fue que debía ser claro con mis obras, a lo que repliqué que de eso se trataba, de que no estaba siendo claro. Al final, acabó por afirmar que los únicos artistas que merecían la pena eran los que mandaban todo a la mierda por sus convicciones. En ese momento pensé: "Eso es". Esa fue otra lección clave. El profesorado de la escuela Goldsmiths eran artistas trabajadores, conocidos y muy reputados. En muchas escuelas de arte, los profesores son artistas fallidos, por lo que pueden enseñar desde una visión muy negativa de lo que significa el arte. Por eso, estudiar en Goldsmiths era tan increíble, allí te trataban como a un artista más. Desde el primer día  te formaban para que te adentraras en el mundo. Además, te enseñaban otros aspectos del mundo del arte, no solo su función. Estabamos obligados a justificarlo todo y cuestionarnos todo. Eso era muy importante.

 


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Damien Hirst with The Currency artworks, 2021. Photographed by Prudence Cuming Associates Ltd © Damien Hirst and Science Ltd, DACS 2021. 

 

En los años 80, organizó junto a otros estudiantes la exposición Freeze, lo que supuso atraer la atención y el respaldo económico del publicista y galerista Charles Saatchi, quien, junto con la exposición Sensation en la Royal Academy de Londres, encumbró al grupo de los Young Brithis Artist. ¿Qué supuso para usted esta colaboración?
Había muchas formas de arte increíbles en la escuela, pero no había forma de encajar en el mundo del arte. Sabíamos que ninguna galería querría contar con todos nosotros, así que decidimos crear nuestra propia galería. Fue un punto de inflexión. Creíamos que tendríamos más oportunidades todos juntos que cada uno por su cuenta. Fue una época muy emocionante. Una de las enseñanzas que me llevé de Goldsmiths es que no puedes pintar, colgar tu cuadro en una esquina y espera a que alguien te descubra. Es necesario adaptar un enfoque más proactivo. Quería mi público y tenía que encontrarlo. En Goldsmiths aprendí que no debemos esperar.


¿Echa de menos la colaboracion con otros artistas?

Mantengo buenas amistades de esa época. Todos los artistas del grupo son increíbles, como Sarah Lucas, una artista excepcional.

 

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Damien Hirst with The Currency artworks, 2021. Photographed by Prudence Cuming Associates Ltd © Damien Hirst and Science Ltd, DACS 2021.

 

Es conocida su admiración por Francis Bacon en sus inicios. Declaró que dejó de pintar al descubrir que sus pinturas eran «como Bacons malos». Ahora, ¿con que técnica artistica se siente más cómodo?
Actualmente disfruto mucho más pintando. La pintura me aterrorizaba. Creo que se trataba de un problema de confianza. En realidad, los problemas eran dos: Por un lado, la falta de confianza y, por otro, que la pintura dejó de estar de moda y conllevaba muchas dificultades, mientras que actualmente es muy emocionante. Está mucho más aceptada. Antes generaba desdén, era algo anticuado, y yo estaba desesperado por ser innovador y revolucionario, algo que no conseguía pintando. Por eso, inventé los Dot Paintings, que acabaron estando muy alejados de Bacon. En mi interior habitaba la misma oscuridad que tanto me gusta de Bacon, Goya o Soutine. Desde entonces, he aprendido a seguir mi propio camino en la pintura, y me siento muy satisfecho. Recuerdo que, en mi época de estudiante, solía pintar y preguntarme qué pensaría la gente de mis cuadros. No conseguía involucrarme. Mientras que ahora ni siquiera lo pienso. Alguien me dijo una vez que la tragedia de un cuadro es mucho más intensa que la de la vida real. Al pintar y jugar con los colores siento los altibajos de la existencia. Es una experiencia nueva para mí, pero me resulta muy cómodo. Es lo que destila Treasures from the Wreck of the Unbelievable, una exposición muy tradicional aunque increíblemente conceptual. Como mi última exposición en Claridge’s, The Pipe Cleaner Animals, de la cual me sentí muy satisfecho. Es muy infantil, divertida e increíble. 


¿Qué parte del proceso creativo le entusiasma más?
El final. Disfruto de la tecnología, las personas y las máquinas, pero me gustan los objetos en una galería vacía.

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La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo, Damien Hirst. Relics, Doha. Foto: Elena Cué

A principios de los 90, su obra The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living, un tiburón sumergido en formaldehído, marcó el inicio de Natural History, un concepto totalmente revolucionario del mundo del arte. ¿Cómo surgió esta idea?
La mayoría de mis ideas surgen de querer describir un sentimiento. Buscaba un objeto para un sentimiento. Había visto las esculturas de Richard Serra, en Saatchi Gallery. Eran unas enormes esculturas de metal. Recuerdo caminar entre ellas y pensar que podrían caerse sobre mí en cualquier momento. Recuerdo el miedo que sentí. Me hizo salir corriendo. Me fascinó que una escultura pudiera suscitar miedo. Te invita a admirarla para luego atemorizarte. Esta idea fue el germen. También me inspiré en muchos artistas minimalistas como Carl Andre y Donald Judd. Me encantó Boxes (Project Box, 1990) de Sol LeWitt. Quería crear una obra parecida a la de Sol LeWitt pero con algo real en su interior. Así surgió la idea. Quería un tiburón real, lo suficientemente grande como para devorar un humano e inspirar terror. Estas eran las ideas que bullían en mi cabeza y así surgió la obra.

 

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Damien Hirst, Relics. Foto: Elena Cué

Con la serie The medicine cabinet, unas vitrinas médicas, comentó que “la ciencia es la nueva religión para muchas personas”. ¿Cuál es su religión, en qué cree?
Mis dudas sobre las creencias me han dejado perplejo durante años. Es muy difícil encontrar algo en lo que creer, y es muy difícil vivir sin creer en nada. Mi exposición Treasures from the Wreck of the Unbelievable versaba precisamente sobre la fe y la búsqueda de la verdad en un mundo de mentiras. Crecí en el seno de una familia católica hasta los 12 años. A esa edad, mi madre se divorció y ya no pudo profesar su fe. Justo cuando más lo necesitaba, le falló. Por eso, dejé de ser católico a los 12 años. Con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que conceptos como Dios me resultan muy complejos. Creo que no hay nada. Prefiero el enfoque científico. Me gusta la ciencia pero falla igual que la religión. La religión te da casi todo lo que necesitas. El dinero es la perdición de la religión. Dicho esto, mi fe en el arte es casi religiosa. Creo en la magia a través del arte. Cualquier tipo de magia es un acto religioso. Si crees en la bondad o en la esperanza, si crees que la esperanza vence el miedo, tienes pensamientos religiosos. Creo en el arte, donde uno más uno puede ser cuatro, cinco, siete o cualquier cosa. Gracias al arte es posible crear mucho más de lo que se tiene. Así que supongo que esas son mis creencias. Cuesta afirmar que no creo en Dios. Creo en el arte porque es algo muy similar.

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Damien Hirst with The Currency artworks, 2021. Photographed by Prudence Cuming Associates Ltd © Damien Hirst and Science Ltd, DACS 2021. 

En ciencia lo que hoy se admite puede ser el error del futuro. La ciencia progresa pero el Arte no...

Creo que la ciencia ofrece un increíble enfoque del mundo, pero no el enfoque único. En mi opinión, le falta la parte emocional. Todos necesitamos las emociones para sobrevivir. Los científicos no son lo suficientemente emocionales, y las religiones son todo lo contrario. Es necesario una mezcla de ambos. Resulta curioso, porque tanto la ciencia como la religión usan el arte de la misma manera que los gobiernos, para vender sus ideas. No hay forma de vender una idea sin arte. Solo hay que ver todo el arte que se creó debido a la religión. Incluso en la ciencia, las pastillas deben tener la forma correcta para creer en ellas, porque si cada una tuviera una forma distinta, nadie pensaría que hacen el mismo efecto. Todo debe ser estéril y perfecto, con las formas perfectas, los colores perfectos y el envase perfecto para que creamos que la ciencia nos ayuda a luchar contra la muerte. Eso es básicamente la ciencia. La ciencia es una religión que afirma que puede frenar la muerte. No del todo, aunque sí durante un tiempo. Y tenemos que creérnoslo. En mi opinión, la ciencia nos ofrece inmortalidad, y la religión nos ofrece el más allá. Aunque al final, ambas son la misma mierda. En cuanto al arte, no ofrece nada que no tengas, sino algo que ya vive dentro de ti. Esa es la diferencia entre el arte, la ciencia y la religión.

 

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Damien Hirst, Relics. Foto: Elena Cué

 

Walking in Paris, Cartier Fondation, Damien Hirst, Cherry Blossoms, Paris 14th, july 2021

 

Damien Hirst, « Cerisiers en Fleurs » – Le film documentaire

 

 

  Damien Hirst

Damien Hirst with The Currency artworks, 2021. Photographed by Prudence Cuming Associates Ltd © Damien Hirst and Science Ltd, DACS 2021. 

 

 

- Damien Hirst -                             - Alejandra de Argos -

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