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- Escrito por Pedro García Cuartango
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Gottfried Leibniz, nacido en 1646 en Leipzig, fue tal vez el último de los genios que dominó las matemáticas, la física, la geometría, el derecho, la historia y la filosofía. Su insaciable curiosidad intelectual lo abarcó todo. No sólo fue el gran pensador que llegó a las cotas de influencia alcanzadas por Descartes y Spinoza, sino que, además, fue el padre del cálculo diferencial e introdujo el concepto de algoritmo.
Gottfried Leibniz sostuvo que las mónadas son la fuerza espiritual de la materia en un universo armónico predeterminado por Dios
Gottfried Leibniz, nacido en 1646 en Leipzig, fue tal vez el último de los genios que dominó las matemáticas, la física, la geometría, el derecho, la historia y la filosofía. Su insaciable curiosidad intelectual lo abarcó todo. No sólo fue el gran pensador que llegó a las cotas de influencia alcanzadas por Descartes y Spinoza, sino que, además, fue el padre del cálculo diferencial e introdujo el concepto de algoritmo. La matemática moderna no se entendería sin sus aportaciones.
Leibniz no sólo fue un hombre consagrado a la reflexión, ya que dedicó buena parte de su vida a la diplomacia y la política. Ya de joven entró al servicio del príncipe elector de Maguncia y luego trabajó para la casa Hannover. Conoció las grandes capitales europeas en sus viajes como representante de sus señores e intercambió correspondencia con los grandes científicos de su tiempo.
Era, por decirlo en términos actuales, un cosmopolita que escribía en latín, en francés y en alemán. Era hijo de una devota familia luterana y se sabe muy poco de su vida privada. Su padre murió prematuramente y fue un joven autodidacta que se formó en la biblioteca que heredó de su progenitor. Estudió derecho, pero nunca ejerció como letrado.
Leibniz fue un filósofo original y heterodoxo cuya obra todavía se sigue reinterpretando. Algunos le consideran un místico, mientras que otros ven en él un precursor de la física contemporánea. Pero no fue ni una cosa ni otra. Lo que intentó fue hacer una síntesis entre el mecanicismo que explicaba el movimiento por causas materiales, como propugnaba Descartes, y el pensamiento metafísico platónico y aristotélico, que apuntaba a las formas puras como razón última de las cosas.
El concepto central de la filosofía de Leibniz son las mónadas. Todo su edificio conceptual está construido sobre esta palabra griega, que hace referencia a una unidad no divisible (monos). Si Descartes establecía una diferenciación entre la materia o res extensa y el espíritu, que reside en el alma, Leibniz concibe las mónadas como sustancias simples e inextensas, no divisibles. “Son los elementos de las cosas”, dirá.
En una carta de 1714 a su amigo Remond, poco antes de su muerte, señala que “las mónadas son sustancias simples y las únicas verdaderas, mientras que las cosas materiales no son más que fenómenos, aunque bien fundados y coordinados”. Las mónadas son eternas e indestructibles, ya que han sido creadas por Dios y son de naturaleza espiritual.
Siguiendo el desarrollo de este concepto, Leibniz sostiene que las mónadas son pura fuerza, origen y causa eficiente del movimiento. Ello explica tanto el afán de conocimiento de los hombres como el permanente cambio que perciben nuestros sentidos. Y a la vez las mónadas son parte integrante de un todo, por lo que sólo pueden ser comprensibles en el marco de una totalidad que queda reflejada en cada uno de los elementos. En este sentido, las cosas son a la vez únicas y plurales.
“Las mónadas no tienen ventanas”, subrayará Leibniz en la más célebre frase de su extensa obra. Lo que significa que las mónadas no se pueden comunicar entre sí ni con el entorno exterior. Simplemente son pura potencia: un esse (ser) del que emana un agere (actuar).
No hay un solo tipo de mónadas. Por el contrario, cada una de ellas es diferente de las demás. Las plantas y los animales son la expresión de mónadas imperfectas y primitivas. En cambio, el hombre es capaz de pensar y tener conciencia de sí mismo porque sus mónadas son superiores. En el último escalón, se encuentra Dios, que es acto puro. Ser y pensamiento se identifican en su omnisciencia.
Llegados a este punto, Leibniz sostendrá que vivimos en el mejor de los universos posibles porque Dios en su infinita sabiduría y bondad no podría haber hecho otra cosa. El Ser Supremo es la causa eficiente del mundo, el relojero universal que ha creado las leyes que rigen los movimientos de los planetas y las estrellas. Una tesis muy discutible porque no es difícil imaginar un mundo mejor que el que conocemos.
Para conciliar esta idea de un Dios previsor y omnipotente con la libertad humana, Leibniz señalará que las mónadas son imperfectas. El mal y el dolor existen, pero pueden servir para que los hombres se rediman. Con sentido común, argumenta que no podría existir el bien sin la capacidad de hacer el mal.
Al profundizar en su filosofía, se puede llegar a la conclusión de que, a pesar de las apariencias, su teoría de las mónadas confluye con la idea de la sustancia única de Spinoza. Es verdad que Leibniz salva la pluralidad de los entes que niega su colega, pero ambos coinciden en que el mundo material y los fenómenos –sea cual sea su naturaleza– son la consecuencia de una voluntad divina que impregna el ser. Lo real existe a modo y semejanza de Dios porque las mónadas son partes de un todo creado por el Ser Supremo. Ese todo de Leibniz se parece mucho a la sustancia spinoziana, de lo que se deduce que ambos llegan al mismo final por muy distintos caminos.
Gottfried Leibniz - Historia de la Matemática
Leibniz - La Aventura del Pensamiento. Fernando Savater
- Leibniz. El mejor de los mundos posibles - - Alejandra de Argos -
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- Escrito por Marina Valcárcel
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En su pequeño taller a orillas del Arno, Donatello esculpía el relieve de la peana del San Jorge de Orsanmichele. Su maestría iba a revolucionar para siempre los principios de la escultura. Seiscientos años después, en plena oscuridad en el mundo, Florencia nos ilumina con ciento treinta obras expuestas entre el Palazzo Strozzi y el Museo del Bargello, en un homenaje histórico e irrepetible a su escultor.
Donatello, David victorioso -detalle-, (1435-1440), Museo Nazionale del Bargello, Florencia.
En Florencia, durante las primeras décadas del siglo XV, estuvo clavado el eje del mundo. Entre sus veinte barrios con sus gonfalonieros, sus calles y palacios, sus iglesias y casas, Alberti escribía su tratado de la pintura, Masaccio había pintado los frescos de la Capilla Brancacci y su Trinidad en Santa María Novella, Ghiberti entregaba la Puerta Norte del Baptisterio y Brunelleschi coronaba la catedral con la cúpula sobre Santa María del Fiore que, realizada con técnicas nunca antes vistas, había logrado que flotara descomunal sobre su ábside. Era el año 1436.
Catedral de Santa María del Fiore, Florencia.
Mientras, en su pequeño taller a orillas del Arno, Donatello esculpía el relieve de la peana del San Jorge de Orsanmichele. Su maestría iba a revolucionar para siempre los principios de la escultura. Seiscientos años después, en plena oscuridad en el mundo, Florencia nos ilumina con ciento treinta obras expuestas entre el Palazzo Strozzi y el Museo del Bargello, en un homenaje histórico e irrepetible a su escultor. Es la muestra: Donatello, el Renacimiento.
Donatello, Cabeza de caballo, (1456) Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.
Donato di Niccolo di Betto Bardi -Donatello por el apodo que recibió de su familia-, había nacido en Florencia en 1386. Los Donatello vivían en la orilla sur del Arno y pertenecían, por el trabajo del padre Niccolò y del abuelo Betto, al gremio de los cardadores de lana. Eran pues miembros de una gilda central en la sociedad florentina del momento. Desde pequeño trabajó con un orfebre local con quien descubrió la aleación de los metales, mientras que de los talladores de piedra que trabajaban en la construcción de Santa Maria del Fiore aprendió a esculpir. En 1403 ingresó en el taller de Lorenzo Ghiberti, escultor de bronces que el año anterior había ganado el concurso para realizar las Puertas del Paraíso del Baptisterio. Donatello había colaborado con él y desde entonces había entablado amistad con Filippo Brunelleschi. Ambos viajaron hasta Roma. Se sabe poco de este viaje, pero sí que, ayudando a excavar las ruinas del antiguo Imperio, Donatello captó en profundidad la ornamentación y las formas clásicas de la escultura, el movimiento, los paños y los gestos de los romanos. Este aprendizaje, unido a la tutoría de Ghiberti, máximo exponente de un Gótico Internacional de líneas suaves y curvas, marcó fuertemente el estilo del escultor que eclosionó en un David de mármol a escala humana.
Donatello, David victorioso (1408-1416) Museo Nazionale del Bargello, Florencia.
Con esta obra arranca la muestra florentina. La primera sala del Palazo Strozzi es sobrecogedora. David victorioso, alzado en el centro, fue esculpido por Donatello cuando tenía poco más de veinte años, en 1408. Había recibido el encargo para una figura monumental del rey de Judá que se integraría en una hilera de estatuas a modo de guardianes del Duomo, que serían ancladas en la parte superior de los contrafuertes como si hubieran sido milagrosamente silueteadas contra el cielo. El David fue entregado a finales de ese mismo año. Solo quedaba alzarlo hasta su emplazamiento. Sin embargo, nada más instalar el andamio, se comprobó que el mármol era demasiado pequeño para causar el impacto imaginado. Los profetas de casi dos metros a esa altura parecían insignificantes. Por esto el David recibió una ubicación nueva, notable e inesperada. La figura del joven héroe bíblico, uno de los emblemas de la República florentina, fue entonces comprada por el gobierno para su sede en el Palazzo della Signoria. Su colocación sobre un pedestal a la altura del espectador resalta el leve giro de su torso, la flexión de la pierna y una mirada oblicua y de ceño fruncido que se vuelve hacia un horizonte lejano. En la sala de esta exposición, la enorme cabeza de Goliat con la piedra incrustada en la frente a los pies de David queda a la altura de nuestros ojos. Al alzarlos encontramos dos estremecedores crucifijos en madera pintada que flanquean al David. A la izquierda, Donatello (1408), a la derecha, Brunelleschi (1410).
Primera sala de la exposición: David victorioso de Donatello en el centro. Crucifijo de Donatello (1408) de la Basílica de la Santa Croce en Florencia, a la izquierda y Crucifijo de Brunelleschi (1410) de Santa Maria Novella en Florencia, a la derecha.
El escultor maduraba en su mirada. Sus esbozos iban alejándose de la tradición gótica y despegaban hacia un estilo más propio, más sólido; eran los años 1411 y 1413. El giro radical de su arte estaba a punto de irrumpir con una fuerza transformadora. Brunelleschi y Donatello pasaban las horas observando las múltiples panorámicas y edificios de Florencia, Brunelleschi iba entendiendo cómo las formas geométricas fundamentan la relación entre el hombre y su entorno. Donatello transmitiría estas conclusiones al género de la escultura. Ambos estaban alumbrando el descubrimiento de la perspectiva.
Donatello, San Jorge (detalle), c.1415-17, Museo Nazionale del Bargello, Florencia
Donatello empezó a crear una nueva manera de esculpir que iba a aplicar por primera vez en el San Jorge y el dragón de la predella del tabernáculo de los Armaioli en Orsanmichele y que cinceló con un “suave stiacciato”, como lo denominó Vasari. Esta técnica suponía esculpir un relieve cuya profundidad disminuye de modo gradual hasta el primer plano donde se encuentran las figuras que más sobresalen. En el último de ellos, las figuras son de pocos milímetros, algo más que una leve incisión.
Desde entonces, introdujo el stiacciato, y sus relieves, que fueron admirados en toda Florencia, pavimentaron el camino de los otros escultores, taraceadores y pintores. Las leyes de la perspectiva de Brunelleschi, aplicadas con esta técnica, permitían al escultor multiplicar virtualmente el espacio con una sensación de realidad hasta entonces desconocida, una revelación entre el espectador y la obra.
Donatello, San Jorge y el dragón (1416-1417) Museo Nazionale del Bargello, Florencia.
En la tercera sala del Palazzo Strozzi, detrás del Attis Amorino, encontramos el bajorelieve de La Madonna Pazzi (1422), escogido como cartel para esta exposición. Es una de las interpretaciones de la Virgen y el Niño más emocionantes del Renacimiento. La Madre, con un perfil y un velo de reminiscencia griega, sostiene a su Hijo en brazos y roza su cara contra la suya en un gesto de intensa dulzura. Sus ojos, en los que puede leerse el drama del Calvario, están clavados en los del Niño al que abraza con unas manos que parecen querer protegerlo. El Niño, ajeno a todo, sonríe enseñando sus dientes de leche y agarra el velo de su Madre con naturalidad.
Donatello, Madonna Pazzi (1422) Staatliche Museum, Berlín.
En esta sala hay también un pequeño panel dorado de brillante virtuosismo: Relieve del Banquete de Herodes del Baptisterio de Siena (1423). Donatello diseñó aquí, como nunca antes se había hecho, una escena con perspectiva brunelleschiana en la que la disposición de las figuras y la narración se desarrollan en cuatro planos de profundidad sobre una plancha de bronce. Comprobamos, acercándonos al lateral de la obra, que ésta no mide más de un par de dedos de grosor. Entre esos escasos centímetros se plasma toda una historia situada en las salas de un palacio compartimentado por arcos. En el primer plano lleno de detalles, personajes y gestos, Herodes abre sus manos en señal de rechazo mientras un criado de rodillas le presenta en una bandeja la cabeza del Bautista. El resto de los personajes permiten desarrollar al escultor un muestrario de peinados, pliegues, manos, instrumentos musicales y niños que escapan aterrados de la escena por el borde del marco.
Donatello, Fiesta de Herodes (1423-1427) Baptisterio de San Giovanni, Siena.
El Palacio del Bargello fue construido en 1255 como sede del Consistorio de Florencia y más adelante fue prisión. La Sala del Consejo Mayor está presidida por tres obras de Donatello: San Jorge, en un nicho alto desde donde aparece solemne y distante, con un leve giro de su torso y una mirada oblicua de ceño fruncido que enfoca a un horizonte lejano; Marzocco, el león emblema de la ciudad y el David de bronce que preside rutilante la gran sala gótica.
Sala Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia.
David fue una estatua concebida para ser alzada sobre una columna. Cuando Donatello pensó en revivir este motivo, la idea de una columna, del metal y del desnudo se hicieron primordiales. La elección era la de un personaje bíblico noble, prototipo de Cristo y pastor emblemático de la Florentina libertas. Para él, Donatello distorsionó su cuerpo hasta que resultó perfectamente proporcionado visto desde abajo. El vencedor flotaba así por encima de la cabeza cortada de Goliat mientras miraba vanidoso a la muchedumbre.
Donatello, David victorioso (1435-1440) Museo Nazionale del Bargello, Florencia
Este David, fundido para Cosimo de’ Medicis, simboliza entre otras cosas la relación entre el escultor y la gran familia florentina. La ambición de Cosimo y Lorenzo de’ Medici, colmada en 1434 con el regreso de los hermanos del exilio, se concretó en el encargo de una obra que simbolizara el poder. David presidía al principio la entrada principal de la “Casa Vechia” y fue posteriormente trasladado al nuevo palacio en la Vía Larga. Es la primera figura desnuda de bulto redondo esculpida en Italia después del Imperio Romano. El adolescente, cuyo fino rostro queda enmarcado por cascadas de bucles y cubierto por un pintoresco sombrero, es aquí un efebo de mirada sarcástica y sonrisa displicente. Su postura en leve contraposto es una audacia de equilibrio.
Todas las decisiones sobre el David se iban tomando siempre con el acuerdo de Cosimo el Viejo, principal apoyo y mecenas de Donatello. Vasari relata que Donatello murió “en su pequeña casa de la Vía del Cocomero”, cerca del lugar que hoy ocupa la Galleria dell’Accademia. Para entonces ya había terminado la que sería su última obra, los impresionantes púlpitos de San Lorenzo, la Iglesia vinculada a los Medici. Su taller se encontraba junto a la Opera di Santa Maria del Fiore. Antes se había mudado tantas veces que no podrían mencionarse aquí. Pero el lugar de su descanso final nunca ha cambiado. Es la cripta de San Lorenzo, a solo unos metros de la sepultura de Cosimo el Viejo.
Donatello, Púlpitos de San Lorenzo, Florencia (1460).
Donatello, el Renacimiento
Palazzo Strozzi y Museo Nacional del Bargello Piazza Strozzi y Via del Proconsolo, 4 Florencia
Comisario: Francesco Caglioti Hasta el 31 de julio 2022
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- Escrito por Marta Sánchez
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Si hay un artista que ha conseguido remover las emociones del público con la máxima economía de medios, ese es Pierre Soulages. Apasionado del color negro y de la forma en la que la luz saca formas y reflejos de las superficies oscuras, a día de hoy es uno de los creadores más influyentes y cotizados de su generación.
La pintura que hizo llorar a París
Foto: Pierre Soulages en la exposición ‘The Outrenoir(s) of Pierre Soulages: European Museums and Foundations’. Museo Soulages, Rodez, Francia, 2014. En britannica.com
En el año 2009, el Centro Pompidou de París dedicó una gran retrospectiva al pintor francés Pierre Soulages. La muestra se convirtió en la cuarta más vista de la historia del museo hasta hoy, y también en la más emotiva: muchas personas se situaron frente a cuadros de su serie Outrenoir y rompieron a llorar. La emoción que suscita la obra de Soulages parte de una intensa apuesta por la abstracción y de una pureza extrema: son lienzos en los que el color (o no-color) negro actúa como un espejo del interior. Superficies profundas que no invitan a penetrar en ellas, sino que nos devuelven el reflejo y nos lanzan hasta el interior de nuestro propio ser. Década tras década, Pierre Soulages ha creado un enorme universo pictórico que envuelve la consciencia e invita a la introspección. Son más de ochenta años dedicados a su pasión más poderosa, que le han convertido en el artista francés más famoso y cotizado del mundo y en el maestro del negro y de la luz. Con más de un siglo a sus espaldas, la pasión sigue ardiendo en su espíritu creador: “Lo que me gusta es mirar el presente y soñar en lo que haré mañana. El día que deje de sentir eso, consideraré que estoy muerto”.
Imagen de la Exposición ‘The Outrenoir(s) of Pierre Soulages: European Museums and Foundations’. En musee-soulages-rodez.fr/es
Primeros años: pasión por el arte prehistórico
Pierre Soulages nace en 1919 en la localidad francesa de Rodez. Su infancia transcurre en el tranquilo pueblo, un lugar que el artista siempre ha llevado en el corazón. Desde muy pequeño, su interés por el arte más esquemático es una constante de su vida. Él mismo cuenta como anécdota que en su infancia, cuando le daban lápices de colores para dibujar su interés se centraba casi exclusivamente en el lápiz negro. Sus visitas al museo de la localidad, donde descubre las tallas celtas y el arte rupestre, acentúan su interés por la abstracción ya desde sus primeras obras. También demuestra una intensa atracción por el arte románico, que descubre en la cercana Iglesia Abacial de Santa Fe de Conques: posteriormente, en los años 80 recibirá el encargo de realizar los vitrales que actualmente cierran sus ventanas. Soulages pinta desde muy joven; en el Museo Soualges de Rodez se conservan algunas de sus primeras obras, realizadas en 1938. La economía de color que muestran y su atención a la pincelada prefiguran, de alguna manera, su trayectoria posterior.
Le Pont-Neuf (1939). Óleo sobre lienzo. En gazette-drouot.com
Ese mismo año viaja a París con el objetivo de estudiar arte, comenzando su formación en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes. Es admitido para la formarse en la cátedra de Dibujo, pero el academicismo de la enseñanza pronto le decepciona y abandona los estudios. Durante su estancia en la capital visita varias exposiciones y descubre la obra de Pablo Picasso y Paul Cézanne, que despiertan su admiración, al igual que el Louvre. Soulages regresa entonces a Rodez.
Los años convulsos. Guerra y abstracción
En 1940, la II Guerra Mundial asola Europa. Pierre Soulages es llamado a filas, pero se niega a participar en la contienda. Durante la ocupación (y para evitar ser trasladado a un campo de trabajo a Alemania) decide obtener papeles falsos y se oculta trabajando en un viñedo de Montpellier. Allí entra en contacto con el escritor Joseph Delteil, apasionado por el arte de vanguardia y amigo personal de Picasso, Chagall, Delaunay y otros artistas de la época. Soulages le enseña sus obras, y comenta: “¡Blanco y negro! Estás cogiendo a la pintura por los cuernos. Y ahí está la magia de la pintura”. Su opinión le impulsa a proseguir con su carrera artística; para ello, en 1946 (una vez terminada la guerra) se muda a París. Conoce a la artista Sonia Delaunay, quien le introduce en el mundo de la abstracción pictórica y despierta su interés por esta escuela. Al tiempo que vive en París, establece también un taller en la ciudad mediterránea de Sète. Actualmente, Pierre Soulages sigue viviendo y trabajando en esta localidad.
Brou de Noix (1947). Nogalina sobre papel. En musee-soulages.es
En París, las cosas no resultan fáciles para el joven Soulages. Es rechazado por el prestigioso Salón de Otoño y decide presentarse al Salon des Surindépendants, atraído por la ausencia de jurado. Sus obras crean un potente contraste con el resto, donde la abstracción se movía por terrenos cromáticos con fuerte presencia de los colores primarios. Durante la muestra, el artista se entera de que Francis Picabia, uno de los más importantes exponentes del movimiento Dadá, ha comentado que su pintura era la mejor de la exposición. En pocos días le conoce en persona; su opinión marcará un antes y un después para Soulages. En una entrevista reciente repitió sus palabras: “No te preocupes por la crítica. Yo he visto de todo: impresionismo, fauvismo, dadaísmo, surrealismo, arte abstracto… Y si te digo que tu obra es buena, significa mucho más que lo que opine cualquier crítico”. Tras pasar unos años difíciles, su trabajo empieza a despuntar: comienza una carrera meteórica que no ha dejado de sorprender e innovar hasta la fecha.
1950-1980. Auge, éxito... y Outrenoir
En la década de los 50, Pierre Soulages va cambiando su forma de pintar. Se interesa por la materia y la textura, y empieza a emplear herramientas más poderosas como las espátulas y las brochas anchas. Su interés trasciende el campo pictórico: comienza a experimentar con la escultura en bronce y las artes gráficas, además de realizar trabajos de escenografía para teatro y danza. Su obra traspasa las fronteras de Europa y viaja a Nueva York como parte de una serie de exposiciones colectivas, mostrándose en el Museo Guggenheim y en MoMA. La Kootz Gallery acepta su representación y expone su obra de forma regular, así como la Galería de France de París. Las grandes colecciones públicas y privadas empiezan a adquirir sus pinturas, desde el Guggenheim de Nueva York hasta la Tate Gallery de Londes o el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. El interés por su arte prosigue en los años 60, década en la cual empiezan a realizarse retrospectivas con su obra. Al mismo tiempo, Soulages no deja de investigar y experimentar en campos como la cerámica: en 1968 creará un mural para un edificio situado en Pittsburg, conjuntamente con el taller Mégard.
July 10, 1950. En phillipscollection.org
No es hasta el año 1979 cuando Pierre Soulages comienza a trabajar en la que es probablemente su serie más icónica y celebrada, Outrenoir. Si bien el color negro protagonizó sus pinturas prácticamente desde sus inicios, ese año se produce un cambio en el punto de vista del artístico que llevará a sus obras al plano tridimensional. En los enormes lienzos, la pintura adquiere una cualidad escultural y crea una paradoja visual formada por el color negro, que absorbe la luz, y la superficie pictórica, que la refleja. Nada mejor que las palabras del propio artista para describir el momento de la revelación: “Me encontraba en mi estudio, trabajando en una pintura durante horas. Había pintura negra por todas partes. Estaba agotado; no podía entender por qué había trabajado tanto en algo que no me terminaba de gustar. De hecho, pensé que era una pintura fallida porque no estaba saliendo como las demás. Me fui a dormir durante una hora, y cuando me desperté y la volví a mirar, pensé: 'Ya no pinto con negro. Pinto con la luz reflejada en una superficie negra’". Más adelante, en el año 2009 el Centro Pompidou le invita a exponer su nueva serie; y para ella, el artista se inventa el término 'Outrenoir', que se podría traducir como “más allá del negro”'. La muestra se convierte en un enorme éxito de crítica y público, y dispara la fama de Pierre Soulages y la cotización de sus obras.
Outrenoir: 17 juillet 2017, 2017. @pierre soulages / ADAGP, Paris, 2019. En alaintruong.com
Las vidrieras de Conques
Vidrieras de Conques. Vía Twitter: #JuevesDeArquitectura
Pierre Soulages siempre se sintió ligado a su pueblo natal, Rodez. Además de los descubrimientos paleolíticos que realizó durante su juventud, y que se conservan en el museo de la localidad, en 1987 aceptó con entusiasmo un encargo muy especial: diseñar unas vidrieras para las ventanas de la Iglesia Abacial de Santa Fe de Conques, un templo románico cercano a la localidad construido entre los siglos XI y XII. Soulages se sumerge de lleno en la creación de unas ventanas que se integren bien con la sencillez y la poderosa presencia de la arquitectura románica, sin renunciar a la esencia última de su arte: el uso del negro y de la luz para crear universos plásticos. Tal y como declaró al finalizar la obra: “Lejos de una Edad Media reconstituida, imitada o soñada, perseguí crear un producto de vidrio con tecnologías contemporáneas que se correspondiera con la arquitectura sagrada del siglo XI y con su potencial para suscitar la emoción artística”. Una emoción que el propio templo generó en el artista cuando tan solo contaba 14 años de edad, y que fue una de las claves para el desarrollo de su cuerpo de obra posterior. La creación y construcción de las vidrieras supuso un proceso de trabajo que duró desde 1987 hasta 1994.
Vidrieras de Conques. Vía Twitter @Jmontiellopez
Siglo XXI. Celebrando el centenario en plena producción
El nuevo milenio encuentra a Pierre Soulages en pleno proceso de trabajo. Prosigue con su serie Outrenoir, creando un enorme cuerpo de obra que se va difundiendo por museos y colecciones de todo el mundo. En 2001 se convierte en el primer artista vivo invitado a exhibir su obra en el Museo del Hermitage de San Petersburgo; y en 2005, junto con su mujer Colette decide realizar una importantísima donación a la Comunidad del Gran Rodez, su tierra natal. Entrega un total de 500 piezas que, junto con otra donación de 14 pinturas realizadas entre 1946 y 1986, suponen el punto de partida de lo que será el Museo Soulages: un edificio que a día de hoy alberga la mayor colección de obras del artista nivel mundial. El Museo Fabre de Montpellier recibe también por parte del artista una veintena de obras, incluyendo dos pinturas de la serie Outrenoir.
Sala del Museo Soulages. En la-colonie.com
En 2009, Pierre Soulages cumple 90 años. El Centro Pompidou de París decide homenajear al artista organizando una gran exposición retrospectiva de su obra: más de 2000 metros cuadrados. Ese mismo año, el Museo Louvre hizo una excepción en su política de exposiciones y exhibió una obra de Soulages creada en el año 2000 en su Salón Carré del ala Denon, junto con otras dos nuevas pinturas de 2019.
Exposiciones
Pierre Soulages. Dominique Levy y Galería Perrotin, Nueva York (2014)
En 2014, dos prestigiosas galerías neoyorquinas organizaron la primera exposición de obras de Pierre Soulages en Estados Unidos de los últimos 10 años hasta la fecha. La muestra presentó al público una serie de pinturas a gran escala, nunca expuestas hasta el momento, que revelaban el rigor y la potencia atemporal de la pintura del maestro. La exposición reunió total de catorce nuevas pinturas, junto con obras fundamentales creadas en los años 50 y 60 del siglo XX prestadas por importantes museos y galerías privadas.
Pierre Soulages en el Louvre (2019)
Con motivo de su centenario y de manera excepcional, en 2019 el Museo del Louvre realizó una exposición de la obra de Pierre Soulages, 'Maestro del Negro y de la Luz'. La muestra, formada por una reducida selección de obra, trazaba una línea cronológica en la que se pudo ver su evolución desde 1946 hasta el año en el que se celebró.
Pierre Soulages: A Century. Levy Gorvy, Nueva York (2019)
Otra retrospectiva celebrada con motivo del 100º cumpleaños de Pierre Soulages, en este caso en la sede de la Galería Levy Gorvy de Nueva York. La selección de obras abarcaba la producción realizada por el artista entre los años 50 del siglo XX y el momento actual, y se centró en el papel jugado por Soualges en la relación entre la pintura americana y la europea. Con motivo de la inauguración, la galería encargó al compositor Anthony Vine el tema musical que se puede escuchar en el vídeo: ‘For Pierre Soulages’.
In Praise of Light – Pierre Soulages / Tanabe Chikuunsai IV (2022)
La exposición ‘Elogio de la Luz’, organizada por la Fundación Baur – Museo del Lejano Oriente de Ginebra (Suiza) se proyectó como un diálogo entre la obra de Pierre Soulages y el artista Tanabe Chikuunsay IV. Las pinturas del maestro francés crearon un entorno envolvente junto con las obras de bambú del creador japonés, perteneciente a la cuarta generación de una estirpe de grandes maestros cesteros.
Libros
Pierre Soulages: A Century (2019). VV.AA.
Magníficamente editado, este tomo homenajea al pintor en su centenario y ensalza su figura como “Maestro del Negro”. Profusamente ilustrado, reproduce distintas obras del artista desde los años 50 del siglo XX hasta la actualidad. Se trata de un catálogo editado con ocasión de la inauguración de la muestra del mismo nombre, organizada por la Galería Levy Gorvy de Nueva York. La portada está realizada sobre plexiglás, como referencia a los vitrales creados por Soulages para la Abadía de Sainte-Foy in Conques, situada en su pueblo natal. Publicado en inglés y chino, en sus páginas las imágenes van acompañadas de un ensayo a cargo de Brooks Adams, dos poemas de Sy Hoahwah y Virginie Poitrasson y varios escritos del propio artista.
Pierre Soulages. Outrenoir (2019). Alfred Pacquement y Camille Morando
La serie Outrenoir, comenzada en 1979 por Pierre Soulages en forma de work in progress, es probablemente su trabajo más conocido y profundo. Este catálogo se publicó con motivo de la exposición del mismo título organizada por la Galería Perrotin en Shangay, China. reúne una selección de 11 piezas pertenecientes a la serie, que se caracterizan por el uso en exclusiva de la pintura negra y su manipulación para crear distintos reflejos, cambios tonales y efectos de luz. Las reproducciones de las obras se acompañan de un ensayo a cargo de Alfred Pacquement, mientras que la cronología ha sido realizada por e Camille Morando.
Soulages, la plénitude du visible (2001). Jean-Michel Le Lannou. Ed. Kimé
Bajo el título “La plenitud de lo visible”, la editorial Kimé publicó el texto de Jean Michel Le Lannou en el que el autor analiza la potencia de las emociones que suscitan las obras del artista francés. Son obras que destilan poder, solidez y atemporalidad; frente a un mundo efímero, frágil e inconsistente, sus lienzos negros constituyen sólidas rocas a las que asirse. El escritor se plantea varias cuestiones acerca de la obra de Soulages: ¿Cómo consiguen envolver nuestra mirada en un espacio/tiempo sin distancia ni ausencias? ¿Cómo logran hacernos sentir su presencia evidente e inmemorial? A través de estas y otras preguntas, el lector se enfrenta a un análisis certero y profundo de la obra de un artista que llega a lo más profundo del espíritu humano.
- Pierre Soulages: Biografía, Obras y Exposiciones - - Alejandra de Argos -
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- Escrito por Pedro García Cuartango
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Spinoza sostuvo que el mundo es la expresión de una sustancia divina que determina las leyes de la física y las acciones humanas. No dudaría. Si tuviera que llevarme un libro a una isla desierta: sería la Ética de Spinoza. Cuando leí la obra en mi juventud, creía en un universo iluminado por la sabiduría divina. Las palabras del filósofo eran como un bálsamo en la herida provocada por lo real: Dios no sólo ha creado lo que perciben nuestros ojos, sino que además todo lo que existe está impregnado por su esencia.
Spinoza sostuvo que el mundo es la expresión de una sustancia divina que determina las leyes de la física y las acciones humanas.
No dudaría. Si tuviera que llevarme un libro a una isla desierta: sería la Ética de Spinoza. Cuando leí la obra en mi juventud, creía en un universo iluminado por la sabiduría divina. Las palabras del filósofo eran como un bálsamo en la herida provocada por lo real: Dios no sólo ha creado lo que perciben nuestros ojos, sino que además todo lo que existe está impregnado por su esencia. Y no en un sentido figurado o ideal sino material porque, como concluye, los atributos del Ser Supremo se manifiestan en el mundo y todo lo que vemos, pensamos y tocamos es una extensión de la divinidad. No hay nada fuera de Dios, ni siquiera el mal.
Spinoza no tuvo una vida fácil. Nació en Amsterdam en 1632 en el seno de una familia judía que probablemente había huido de la Inquisición en España. A una edad temprana, fue excomulgado como hereje y, pese a los ruegos de sus parientes y sus amigos, nunca se retractó. Fue calumniado y tachado de impío, pero jamás salió de su boca un reproche a sus semejantes. Vivió solamente 44 años y murió en soledad tras haberse ganado el sustento como pulidor de lentes. Los últimos años de su existencia los dedicó a escribir en La Haya su Ética demostrada según el orden geométrico.
Hoy puede sorprendernos ese enunciado, pero Spinoza creía que la geometría era una ciencia cuyos postulados podían demostrarse con certeza. Pretendía que los axiomas, proposiciones, corolarios y escolios de su obra tuvieran la misma consistencia lógica que las líneas y los ángulos que se proyectan sobre un plano. Para él, la geometría era la encarnación más perfecta de la racionalidad.
Fue Spinoza quien afirmó que “el afán del hombre es perseverar en su propio ser”, ya que entendía que el deseo es voluntad de conocimiento de sí mismo y, más allá de esto, la naturaleza humana es expresión de la infinita bondad de Dios, que es omnisciente y eterno.
No hay muchas más referencias al hombre en la Ética, en la que la humanidad está curiosamente ausente. Spinoza reflexiona sobre la sustancia, los atributos, las afecciones y Dios, pero no dice casi nada sobre el ser humano. Me llevo tiempo comprender que el concepto de hombre es una simple extensión de la sustancia que, según la proposición VIII, es “necesariamente infinita”. Lo real es una sustancia única que impregna todo lo que existe y de la cual participan todas las cosas. Pero lo real es plural porque está dotado de los infinitos atributos y afecciones de la sustancia. Como nuestro entendimiento es limitado, no podemos comprender la infinitud del Universo.
No hay que caer en el error de confundir en la filosofía de Spinoza sustancia con la materia física porque el mundo existente no es más que el despliegue de Dios en la historia, una noción que no deja de ofrecer una perspectiva temporal engañosa porque todo empieza y acaba en un Ser Supremo que contiene el principio y el final de todas las cosas. “Todo cuanto es, es en Dios y sin Dios nada puede concebirse”, dice en la proposición XV.
Eso comporta que cumplimos la voluntad de Dios incluso cuando hacemos el mal. El pecado no deja de ser un extravío insignificante en los designios divinos y, en todo caso, es una acción producida por la ignorancia de la esencia bondadosa del Todopoderoso. Lo bueno y lo malo, lo noble y lo vil, lo generoso y lo egoísta se subsumen en el devenir de una sustancia que, en el fondo, niega el libre albedrío.
Spinoza no creía en las normas morales dictadas por los rabinos o los pastores luteranos, pensaba --al igual que Kant-- que cada hombre debe ser autónomo para actuar según su conciencia. Eso implicaba una defensa radical de la libertad de pensamiento en una Europa que acaba de sufrir una cruenta guerra religiosa. Pero a la vez sostenía, de una forma un tanto contradictoria, que la libertad consiste en asumir las leyes que nos dicta la razón y conducen a la virtud.
Excomulgado Spinoza. Samuel Hirszenberg,1907
Si Descartes distinguía entre el espíritu y el cuerpo, que forma parte de la res extensa, Spinoza rompe esa dualidad al afirmar que el hombre y Dios son la misma cosa o, mejor dicho, que somos extensiones imperfectas de una realidad superior. Sin embargo, el alma es inmortal e imperecedera en la medida que emana de la sustancia divina, lo que le aproxima mucho al panteísmo, como han subrayado los estudiosos de la Ética.
Más allá de su coherencia, la obra de Spinoza, el pensador más heterodoxo de su época, posee una belleza que atrapa a quienes se adentran en ella. Siempre vivió conforme a sus principios, renunciando a la celebridad y la fortuna y dedicando sus esfuerzos a la construcción de un sistema que intenta responder a las grandes preguntas sobre la existencia. Su Ética sigue siendo un reto para quienes todavía asumen el riesgo de pensar.
Spinoza: This is philosophy | La 2
- Spinoza: Todo es Dios y Dios es todo - - Alejandra de Argos -
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- Escrito por Marta Sánchez
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Wayne Thiebaud es célebre por sus cuadros donde revive la esencia de Norteamérica en forma de mostradores de pastelerías, paisajes y retratos. Su obra se aleja de la escuela pop para marcar un camino personal y único, con una evolución permanente que parte de la observación y la imaginación
“Es en la sombra donde tiene lugar toda la luz” (Wayne Thiebaud)
Wayne Thiebaud. En voorlinden-nl
Si algo son las pinturas de Wayne Thiebaud, es precisamente eso: luz, color y presencia. A pesar de ser un artista cuya obra no ha tenido mucha difusión en Europa, en Estados Unidos está considerado una figura emblemática del arte del siglo XX y principios del XXI. Thiebaud, fallecido en 2021 a los 101 años de edad, fue muchas veces incluido en la escuela del Pop-Art; sin embargo, él nunca se consideró parte del movimiento y renegó de la obra de algunos de sus máximos exponentes (Andy Warhol, sin ir más lejos). Desde sus primeros tiempos como dibujante de viñetas en los estudios Disney hasta sus últimos años de vida, el artista no dejó de buscar la esencia de objetos, personas y paisajes a través del color, la pincelada y una engañosamente banal elección de los temas. En los años 2020 y 2021, dos de sus obras se vendieron en subasta por 8,4 y 19 millones de dólares, respectivamente: el mercado se rindió por fin a la excelencia de un creador cuya humildad, esfuerzo y pasión por el arte y la enseñanza rigieron toda su vida.
Encased cakes (2010-11).En sothebys.com
Adolescencia y juventud en California. Disney y la II Guerra Mundial
Wayne Thiebaud nace en Mesa, Arizona en 1920. Sin embargo, su infancia y su adolescencia están íntimamente ligadas a Long Beach, la localidad costera de California a donde su familia se mudó cuando Thiebaud solo contaba con 6 meses de edad. Sus pinturas parecen bañadas por el sol californiano, y vibran con colores y formas inspirados en los drugstores y los puestos de helados y perritos calientes que acompañaron sus primeros años de vida. El futuro artista demuestra desde muy joven su pasión por el arte: con tan solo 15 años empieza a trabajar a tiempo parcial como diseñador de carteles para funciones teatrales. Un año después consigue un trabajo de verano como becario en los Walt Disney Studios. Su misión era dibujar lo que se conoce como in-betweens, fotogramas empleados en las películas animadas para crear como Goofy, Pepito Grillo o Pinocchio. Ya en su adolescencia, Thiebaud aprende el valor del esfuerzo y del trabajo; aspectos que no dejaría de aplicar a su obra posterior, y que transmitiría incansable a los miles de alumnos que pasaron por sus clases.
El Cabo Wayne Thiebaud dibujando su tira cómica, Aleck, en 1943. Foto: cortesía de Wayne Thiebaud para sactownmag.com.
Los años de la depresión provocaron que la trayectoria del joven creador se enfocara hacia el arte comercial, aunque su atracción por las artes plásticas era más que patente. Thiebaud se forma en la Long Beach Polytechnic School y en el Frank Wiggins Trade School, actualmente Los Angeles Trade-Technical College. Sin embargo, el estallido de la II Guerra Mundial le obliga a enrolarse en las Fuerzas Aéreas, donde permanece lejos de la línea del frente gracias a su talento para el dibujo. Gracias a su experiencia con Disney, Thiebaud es asignado al Departamento de Servicios Especiales para trabajar como ilustrador y humorista gráfico. Más adelante pasará a formar parte de la Unidad de Películas de la First Air Force, comandada por aquel entonces por el actor y futuro presidente Ronald Reagan.
Los años 50 y 60: pasteles, golosinas y escaparates
Finalizada la Guerra, Wayne Thiebaud se reincorpora a su actividad como artista comercial. Siguiendo el consejo del artista expresionista abstracto Robert Mallary decide terminar sus estudios de arte. Por aquel entonces tiene ya 30 años y está casado; en 1945 y 1951 nacerían sus dos hijas. Para mantener a su familia sin tener que abandonar sus estudios, Thiebaud empieza a trabajar como profesor de arte. La docencia se convirtió en una de sus pasiones, y no la abandonaría hasta los años 90. Esto no impidió que entre 1956 y 1957 decidiera tomarse un año sabático en Nueva York, donde entraría en contacto con grandes artistas de la época como Robert Rauschenberg o Jasper Johns, entre otros. Es en este momento cuando empieza a explorar su propio camino como pintor: sus conocimientos de arte comercial, su pasión por el color y la luz y su talento para el dibujo realista le empujan a realizar sus primeras obras. En ellas queda ya patente el interés de Thiebaud por retratar imágenes de comida, repostería y escaparates.
Around the cake (1962). En artblot.wordpress.com
A su regreso a Sacramento, California, el joven artista no encuentra suficientes galerías donde exponer sus nuevos lienzos. Decide mostrar su obra en tiendas, restaurantes e incluso en la cafetería de un teatro. Aunque su experiencia neoyorquina le inocula unos intensos deseos de seguir pintando y desarrollando su estilo, Thiebaud no se siente integrado en el mundillo artístico de la Gran Manzana; aun así, es esta ciudad la que le ofrece la tan esperada oportunidad. En 1962, el galerista y marchante Allan Stone acepta representarle: es el comienzo de una larga relación, tanto laboral como de amistad. Stone no duda en describirle como “un gran pintor, cuyo toque mágico solo se ve superado por su auténtica modestia y su genuina humildad”. Además de exponer en la galería de Stone, la obra de Thiebaud es incluida en dos exposiciones colectivas fundamentales para comprender el devenir del Pop-art norteamericano (aunque él nunca se consideró un artista pop). Hablamos de la célebre New Painting of Common Objects, organizada por el Pasadena Art Museum, y la International Exhibition of New Realists en la Sidney Janis Gallery.
Two seated figures (1965). En flickr.com/photos/dnet/31664876138
Wayne Thiebaud se divorcia en 1958. Poco después se vuelve a casar con la cineasta Betty Jean Carr, y nace su hijo Paul, quien años después abrirá su propia galería. Entonces se convertirá en representante de la obra de su padre, tras el fallecimiento de Allan Stone en 2010. A mediados de los años 60 el artista entra en contacto con el mundo de las artes gráficas, realizando sus primeros grabados en Crown Point Press. Lejos de seguir el camino de otros artistas de la escuela pop como Warhol, en lugar de crear imágenes inspiradas en la publicidad decide centrar su obra sobre papel en los retratos y los paisajes. Obras,como Palms (1965) lucen una radical ausencia de color y de trazo que las acerca a la pura abstracción y a otras escuelas que vendrían décadas más tarde, como la minimalista. Durante los años siguientes, Wayne Thiebaud continuará desarrollando su carrera artística sobre lienzo y papel, manteniéndose fiel a sus temas centrales: los retratos, la comida y los paisajes, muchas veces cercanos al trabajo de otros artistas icónicos norteamericanos, como Edward Hopper.
Palms (1965). En flickr.com/photos/rocor/31558690895
Memoria, imaginación y observación. Una obra tan rica como extensa
Sunset Streets (1985). En sfmoma.org
“El [arte] es una maravillosa combinación de memoria, imaginación y observación directa. Tiene mucho que ver con el anhelo. […] Lo que me interesa y siempre me ha interesado es la maravillosa búsqueda de las posibilidades de la pintura, así como estar dispuesto a correr riesgos y a probar cosas que pueden no parecer lógicas”. Estas palabras, reflejadas en el catálogo de una de sus últimas exposiciones, reflejan a la perfección la esencia de la obra de Wayne Thiebaud. Durante los años 80 y 90 y las dos primeras décadas del siglo XXI continúa trabajando y desarrollando nuevos puntos de vista, cercanos incluso a la abstracción geométrica (como se puede comprobar en obras como Sunset Streets, pintada en 1985).
Counter Woman (2015). En artbasel.org
Al mismo tiempo, como artista sigue investigando las posibilidades del realismo más cotidiano en sus pinturas de escaparates y repostería, cada vez más precisas, elegantes y personales. Todo, sin renunciar a su interés y pasión por el dibujo y el grabado, en los que refleja el mundo comercial que siempre le fascinó junto con la soledad inherente al ser humano. Rasgos que quedan patentes en obras como el sobrecogedor grabado a punta seca Counter Woman, de 2015. Wayne Thiebaud fallece en 2021 a los 101 años de edad, dejando una obra sólida y relevante que, cada vez más, se revela como uno de los cimientos de la pintura contemporánea.
Exposiciones
Wayne Thiebaud: Prints and works on paper (2015)(2003). Sims Reed Gallery
La prestigiosa galería londinense centrada en obra impresa y sobre papel dedicó en 2015 una exposición al trabajo gráfico de Thiebaud. Sorprendentemente, se trata de un artista cuya obra se ha expuesto pocas veces en Europa, algo que muchas galerías e instituciones han decidido solucionar en los últimos tiempos. Thiebaud pensaba que no existe ninguna jerarquía que dé más importancia a las obras sobre lienzo, frente a las ejecutadas en papel. De hecho, consideraba que este soporte tiene “una belleza y una eficacia únicas y muy especiales”.
Wayne Thiebaud, Dibujante (2018). The Morgan Library & Museum, NY
La obra de Thiebaud no consiste únicamente en coloridas imágenes de postres o de paisajes urbanos. El artista también desarrolló un importante trabajo de dibujo sobre papel, un talento que demostró desde su juventud, cuando trabajó como ilustrador y dibujante de animación. En esta exposción, la institución cultural y artística neoyorquina realizó una gran selección de obra que incluyó imágenes de mostradores de pastelería, figuras solitarias en las calles de San Francisco y otras escenas clásicas del imaginario del artista. Todas ellas, rebosantes de poesía y nostalgia.
Wayne Thiebaud (2018). Museo Voorlinden, Holanda
La difusión de la obra de Thiebaud en Holanda no se quedó en la iniciativa de Londes. El mismo año, el Museo Voorlinden de Arte Contemporáneo de Holanda presentó la primera retrospectiva del artista, del que señalaban “colocó la vida cotidiana norteamericana en el núcleo de su práctica”. La muestra reunió un total de sesenta obras, realizadas entre 1961 y 2018.
Wayne Thiebaud: Clowns (2021). Laguna Art Museum, California
En diciembre de 2019, Wayne Thiebaud expuso por primera vez una selección de obras de su serie sobre payasos en la galería de su hijo, Paul Thiebaud. La muestra que inauguró en 2021 el Laguna Art Museum de California cogió el testigo de la galería para su muestra Clowns, formada por más de 40 piezas. A lo largo de 12 años el artista realizó docenas de pinturas, dibujos y grabados protagonizados por payasos, personajes a los que empezó a admirar de niño durante las funciones que el Circo Ringling Brothers celebraba en Long Beach.
Wayne Thiebaud 100: Paintings, Prints, and Drawings (2021-22).
The McNay Museum, San Antonio, Texas
El título de esta exposición se refiere a las 100 obras seleccionadas por el museo, a través de las cuales el público pudo recorrer la trayectoria y la vida del artista como piezas icónicas y representativas. La muestra incluyó todos los temas, soportes y técnicas empleados por Wayne Thiebaud a lo largo de su carrera.
Libros
Wayne Thiebaud. 70 years of paintings (2007). Gene Cooper. Edición: Laguna Art Museum & Palm Springs Art Museum
En el año 2007, el Laguna Art Museum de EEUU inauguró una gran exposición retrospectiva con piezas seleccionadas de la producción de Wayne Thiebaud, desde sus inicios hasta la fecha. Con motivo de la muestra, el museo editó y publicó este catálogo de 110 páginas en las que se reproducen las 84 piezas que formaron parte de ella. El libro incluye también un prólogo de Bolton Colburn, y un ensayo escrito para la ocasión por el comisario de la exposición, el Dr. Gene Cooper.
Wayne Thiebaud. Lectures on Art and Drawing (2018). Wayne Thiebaud y L.G. Williams. CreateSpace Independent Publishing Platform.
Durante cuatro décadas, Thiebaud ejerció como professor en la University of California Davis hasta su jubilación a los 70 años. La docencia fue siempre una de sus pasiones, junto con la pintura y el tenis; como profesor, el artista ayudó a miles de estudiantes a comprender e interiorizar la maravilla de la creación artística. Este libro recoge por primera vez las famosas conferencias impartidas por Thiebaud durante sus años docentes, incluyendo Iniciación al Dibujo, Dibujo Descriptivo, Dibujo del Natural, Iniciación a la Pintura, Grabado y Teoría y Crítica.
Delicious Metropolis: The Desserts and Urban Scenes of Wayne Thiebaud (2019). Chronicle Books
Delicious Metropolis hace dialogar dos de los temas más habituales y celebrados de la obra de Wayne Thiebaud: los postres y los paisajes urbanos. Cuando se confrontan en las páginas del libro, emergen fascinantes yuxtaposiciones en las que las capas de un pastel napolitano reflejan las sombras que caen sobre una calle a última hora de la tarde… Y los tonos pastel de los bizcochos helados reproducen las casas de mil colores de los paisajes californianos. A través de las imágenes, el lector es guiado por una serie de ensayos escritos por comisarios, críticos y artistas: una forma refrescante, profunda y accesible de aproximarse a la obra de uno de los artistas más relevantes y sólidos de la Norteamérica de los siglos XX y XXI.
- Wayne Thiebaud: Biografía, Obras y Exposiciones - - Alejandra de Argos -
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- Escrito por Marina Valcárcel
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Es probable que la clave que explique la revolucionaria trayectoria pictórica de Kandinsky sea que fuera sinestésico. Cuando el pintor escuchaba música veía colores y cuando veía colores, sentía su música. La sinestesia, el fenómeno neurológico por el cual, estimulando una sola realidad sensorial, se tiene una experiencia polisensorial, es algo de lo que fue consciente en 1896 al ver una exposición de Monet.
Vasily Kandinsky, Formas caprichosas (1937), Solomon R. Guggenheim Founding Collection
Estos días la rampa elíptica del Guggenheim neoyorquino es una Torre de Babel que contiene todos los idiomas del lenguaje pictórico de Kandinsky en su viaje hacia la abstracción pura. Esto es, pintar por primera vez escenas no reconocibles, nada parecido a un bosque, a una estrella, a una fábrica o a la cabeza de un niño. El salto es abismal. Después de la valiente exposición del Guggenheim de Bilbao, que en noviembre de 2020 nadó a contracorriente de la pandemia con 62 obras, es ahora el Guggenheim de Nueva York el que, con casi un centenar de cuadros le rinde un apoteósico homenaje.
La muestra se desarrolla en orden cronológico inverso, y desde las obras del final de su vida va ascendiendo por la espiral que Frank Lloyd Wright diseñó en 1939 visualizando la concha de un nautilo. Megan Fontanella, su comisaria, recomienda empezar desde abajo con las obras más complejas y herméticas de la madurez de Kandinsky, aquellas que fueron concebidas como equivalentes visuales de la música, y ascender hacia el espectacular tragaluz del edificio y hacia la ligereza. Allí están los jinetes de colores intensos y los paisajes expresionistas más accesibles de los primeros años.
Rampa del Museo Solomon R. Guggenheim, Quinta Avenida 1071, Nueva York, Estados Unidos.
Es probable que la clave que explique la revolucionaria trayectoria pictórica de Kandinsky sea que fuera sinestésico. Cuando el pintor escuchaba música veía colores y cuando veía colores, sentía su música. La sinestesia, el fenómeno neurológico por el cual, estimulando una sola realidad sensorial, se tiene una experiencia polisensorial, es algo de lo que fue consciente en 1896 al ver una exposición de Monet. Observando de cerca uno de los cuadros de la serie La montaña de heno (1891) comprendió que sentía algo más que la propia actividad visual, no reconoció el tema, solo los colores: “¿Por qué el pintor no debería partir de Monet y pintar libremente los objetos? Los compositores también lo hacen cuando crean con las notas sinfonías y cuartetos”, escribió Kandinsky proponiendo abiertamente la idea de la abstracción. Una sensación parecida le invadió al escuchar la ópera de Wagner Lohengrin.
En un vídeo vemos a Kandinsky pintar hacia 1920. La pincelada baila y rellena el lienzo al compás de la música de su amigo Arnold Schoenberg, demostrando hasta qué punto veía la música en colores. “Los violines, los profundos tonos de los contrabajos y, muy especialmente, los instrumentos de viento personificaban para mí toda la fuerza de las horas del crepúsculo. Vi todos los colores en mi mente, estaban ante mis ojos”, escribió.
Vasily Kandinsky, Montaña azul (1908-1809), Solomon R. Guggenheim Founding Collection.
Quizás fueran los años en los que Kandinsky estudió música en su Rusia natal los que transformaron para siempre su manera de ver las cosas y su capacidad para proyectar el sonido de los instrumentos en colores sobre el lienzo. Llamó Improvisaciones y Composiciones a dos de sus series de pinturas. ¿De dónde procede la idea de trastocar el orden establecido dando una dimensión musical a sus cuadros? En Punto y línea sobre plano Kandinsky escribe: “La presión de la mano sobre el arco del violín se corresponde exactamente con la de la mano sobre el pincel”.
En el verano de 1908 Kandinsky visitaba junto a la pintora Gabriele Münter la pequeña ciudad bávara de Murnau, al pie de los Alpes, con sus montañas y lagos, trajes tradicionales y casas con sus fachadas pintadas. El año siguiente, Münter compró una casa allí. "La Casa Rusa", que aún existe, llamada así por el pintor, fue testigo de sus primeros titubeos hacia la abstracción.
“La casa Rusa”, Murnau, Baviera, Alemania.
A principios del siglo XX, muchos pintores decoraban sus casas proyectándolas como visiones de su arte futuro. En 1888, Vincent van Gogh había tratado de hacerlo en su pequeña “Casa Amarilla” de Arles y, veinte años después, Kandinsky y Münter lo hacían en Murnau convirtiendo su hogar en una suerte de manifiesto en el que vivir. Llenaron la casa con sus cuadros y decoraron el mobiliario. Kandinsky pintó la escalera con jinetes que saltaban entre soles y flores. Los jinetes iban poco a poco apoderándose de su pintura.
Escalera de la “Casa Rusa” pintada por Kandinsky.
Muchos artistas de la época se dejaron influir por imágenes de la tradición local. Les resultaban más frescas, menos obvias que la fotografía y de un cromatismo más alegre que la pintura académica. Gauguin se había inspirado en las tallas de Bretaña y las islas del Pacífico. Kandinsky y Münter encontraron su inspiración en Murnau. Allí vieron unas Hinterglasbilder, pinturas sobre vidrio invertido típicas de la localidad, con gruesos contornos negros y temas religiosos en colores claros. Münter empezó a coleccionar estas imágenes y también a trabajar con ellas. Kandinsky siguió sus pasos. La claridad de la pintura sobre el vidrio y la estilización del arte popular bávaro le recordaban a Rusia. Aquello le dio la pista que necesitaba.
Vasily Kandinsky, Composición 8, (1923) Solomon R. Guggenheim Founding Collection.
Durante los meses de verano y hasta 1914, “La Casa Rusa” se convirtió en el cuartel general de la vanguardia europea. Allí recibieron la visita de Paul Klee y la del compositor Arnold Schoenberg. El almanaque Der Blaue Reiter, editado por Franz Marc y Kandinsky en 1912, fue el manifiesto inicial del grupo y contenía 17 reproducciones de pinturas en vidrio invertidas. En Murnau, los colores empezaron a tener un efecto muy poderoso sobre Kandinsky. Los colocaba de manera superpuesta, unos frente a otros, introduciendo un ritmo que convertía su pintura en algo nuevo. Su arte estaba a punto de estallar como una tormenta feroz e iba a impulsar todos sus conceptos básicos hacia una revolución desconocida.
Pensamos entonces en la fotografía de 1936 en la que Kandinsky aparece pintando delante de un lienzo. Hay en ella una particular dicotomía entre su aspecto, tan propio de la época y tan alejado de la imagen del pintor bohemio, con su pelo recortado, el traje y su corbata bien anudada, las gafas más parecidas a las de un funcionario que a las de un artista y el gesto preciso con el que apoya el pincel. Frente a él, sin embargo, un lienzo revolucionario, distinto a todo lo anterior, Curva dominante.
Vasily Kandinsky en su estudio de Neuilly-sur-Seine, París, pintando Curva dominante, abril de 1936.
Se podría construir esta crónica enlazando, solamente, las frases que Kandinsky nos dejó en sus libros. Nadie como él explica, con precisión poética y matemática, la magia de su mente al dictar a su mano la acción para el pincel. Hasta aproximadamente 1910 los paisajes de Kandinsky son reconocibles, con casas diseminadas por colinas y cielos del color de los caminos, los prados y las nubes. Pero entre 1909 y 1911 todo empieza a cambiar, a dejar de reconocerse, para convertirse en manchas de color. En diciembre de 1913 llega Líneas negras, una de las últimas obras que Kandinsky pinta en Munich. Este cuadro, con su fina y extraña caligrafía en negro sobre manchas de color brillante, ha perdido ya todo vínculo con el mundo terrenal reconocible. Emite otro tipo de mensaje, en un idioma como de otro planeta y que nuestro cerebro ya no es capaz de reconocer.
Vasily Kandinsky, Líneas negras (1913), Solomon R. Guggenheim Founding Collection.
Recientemente, al clasificar y ordenar el material que el pintor utilizaba para dar sus clases en la Bauhaus, se han encontrado fotografías de animales, insectos y plantas recortadas de revistas así como las marcas que había dejado en su enciclopedia científica para señalar las ilustraciones en las que se quería inspirar, reforzando la importancia de la embriología en el periodo parisino.
Después de emigrar de la Alemania Nazi, al final de 1933, Kandisnky y su nueva mujer, Nina, se instalaron a vivir en el barrio parisino de Neuilly-sur-Seine, donde el artista morirá en 1944. “Paris, con su luz fuerte y al tiempo suave había ampliado mi paleta. Surgieron otros colores y otras formas nuevas”. En estos años, el pintor recuperó el colorido pastel al tiempo que su pintura se transformaba impulsada por las corrientes intelectuales de la ciudad y por la influencia de Jean Arp y Joan Miró. Allí pinta: Alrededor del círculo, obra que da título a esta exposición y cuyos primeros bocetos se fechan a principios de 1940. La esfera se había convertido en el motivo dominante de la constelación del pintor. Su coqueteo con ella había empezado en 1929 y era una fijación que no derivaba de su forma geométrica, sino de su “fuerza interna”. En mayo de 1940, Kandinsky emprendió la versión final del cuadro que finalizó en agosto. Sobre un fondo verde oscuro pinta un gran círculo que contiene un "ojo dorado que lo ve todo". De él sale volando algo parecido a un pañuelo decorado con formas de lóbulos, de cuerpos ahusados, esbeltos y danzantes que flotan entre arabescos y cintas de color. El resto de las figuras, en formas multicolores encerradas en líneas negras, recuerdan a los esmaltes cloisonados y parecen volar en sus acrobacias. A Kandinsky siempre le había atraído la materia lisa, pero esta tersura del final de su vida adquiere la calidad del cristal o de un líquido de luminosidad cromática extraordinariamente refinada.
Vasily Kandisnky, Alrededor del círculo, (1940) Solomon R. Guggenheim Founding Collection
Alrededor del círculo nos transmite la convicción de Kandinsky en el poder transformador del arte. En una profética carta de 1904 a Gabriele Münter el artista escribió: “El camino a seguir está bastante claro. Si lo llevo a cabo, habré dado con una nueva y hermosa forma de pintar que podrá desarrollarse hasta el infinito.”
Vasily Kandinsky: Around the Circle
Museo Guggenheim 1071 Fifth Ave, Nueva York
Comisarias: Tracey Bashkoff y Megan Fontanella
Hasta el 5 de septiembre 2022
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- Escrito por Marta Sánchez
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Creador del que está considerado el primer libro de artista moderno y artífice de una de las obras conceptuales más sólidas de la historia del arte contemporáneo, Ed Ruscha absorbe la influencia de su cultura y su entorno y nos devuelve imágenes poderosas, que impactan sutilmente en nuestro subconsciente.
El icono se hace arte (y viceversa)
Ed Ruscha. Foto: David Levene/The Guardian. Obra: © Ed Ruscha. En mnuchingallery.com
El Pop art explotó en los años 60 del siglo XX, con toda la potencia de los carismáticos artistas que lo conformaron. Entre ellos y desde entonces, Edward Ruscha (Nebraska, EEUU, 1937) ha desarrollado una trayectoria marcada por una evolución coherente e imparable. En una época en la que en EEUU triunfa el Expresionismo Abstracto, su trabajo se aleja de esta escuela para centrarse en plasmar la iconografía del paisaje americano (muy en particular, el del Sur de California) y de la cultura gráfica, en forma de lienzos, fotografías y libros. Piezas que eran y son, en sí mismas, tanto iconos como obras de arte. Su capacidad para reflejar e interpretar como nadie la cultura, la soledad y la iconografía de su tierra hizo que su carrera artística despegara ya en los años 60. Ruscha ha trabajado también con la palabra como imagen y concepto, y con disciplinas como la instalación y la mezcla de materiales: una investigación que ha dado y sigue dando fruto, a través de un cuerpo de obra en constante evolución.
Liquid Words: Pool (1968). En secretimages.com
De Oklahoma a California: paisajes de infancia
Ed Ruscha nace en Omaha, Nebraska, en 1937. Sin embargo, el trabajo de su padre provoca que la familia se mudase a Oklahoma, donde el artista residirá hasta los 19 años. Su infancia siempre ha permanecido en su recuerdo y en su obra; en su edad adulta y siendo ya un artista reconocido, Ruscha ha regresado en múltiples ocasiones a Oklahoma y ha reflejado los escenarios que rodean a la ciudad. Si bien su padre no veía con buenos ojos su vocación artística (que demostró desde muy pequeño, dibujando de forma recurrente los personajes que veía en los dibujos animados), su madre no perdió la oportunidad de fomentar su amor por la música, la literatura y el arte. En 1956 Edward consigue una plaza en el Chouinard Art Institute de California, actualmente, California Institute of Arts, y se traslada a Los Angeles para comenzar su formación. Por aquel entonces los estudios Walt Disney ofrecían trabajos bien pagados a muchos de los estudiantes que se graduaban en el centro: esto provoca el cambio de opinión de su padre, que a partir de entonces ve con buenos ojos el inicio de la carrera artística de su hijo.
Large Trademark with Eight Spotlights (boceto, 1962). En edruscha.com
Ruscha desembarca en Los Ángeles y de inmediato se siente absorbido por el vibrante panorama creativo, cultural y musical de la zona. Además de involucrarse en la edición y producción de una revista de arte, el joven se sumerge de lleno en el estilo de vida californiano. En esa época su padre fallece y su madre decide viajar por Europa durante cuatro meses, llevándose con ella a sus dos hijos. Edward descubre entonces el arte clásico, aunque no se siente especialmente atraído por él: en su lugar centra su atención en los carteles y las señales, que reproducirá a menudo en dibujos y pinturas. A su regreso, su pasión por el arte gráfico le conduce a entrar a trabajar en la agencia de publicidad Carson-Roberts y aprovecha los ingresos obtenidos para empezar a desarrollar seriamente su carrera como artista. En lugar de seguir los pasos del entonces omnipresente Expresionismo Abstracto, una escuela que sus profesores le habían impulsado a seguir, Ruscha dirige su mirada hacia el entorno urbano y la publicidad. El Pop art será su primer camino, que recorrerá de una manera única y muy especial que le distinguirá del resto de sus coetáneos.
Los años 60: el Pop art y Twentysix Gasoline Stations
Boss (1962). En thebroad.com
El año 1962 marca un punto de inflexión en la carrera de Ed Ruscha. Ese año se celebra en el Pasadena Art Museum la exposición New Painting of Common Objects, que con el tiempo será considerada la primera realizada por un museo alrededor de lo que más adelante será conocido como “Pop art”. En ella participan artistas como Jim Dine, Andy Warhol o Roy Lichtenstein, junto con el propio Ruscha. En esa época pinta obras como Boss (1962), donde su pasión por la grafía, los significados y los materiales quedan patentes. El artista califica esta pieza como “su primera obra de madurez”; más adelante formará parte de una serie, junto con Honk, Smash, Noise y Oof. La pintura combina la versatilidad de los significados de la palabra “jefe” en inglés con sus connotaciones inconscientes, y combina su esencia inmaterial con la plasmación física sobre un soporte empleando texturas poderosas. De esta manera, ya en 1962 la pintura de Ed Ruscha empieza a alejarse del Pop para adentrarse en un ámbito más conceptual. Al año siguiente, Walter Hopps (que había comisariado la exposición del museo de Pasadena) le invita a exponer en solitario en su galería. Allí entra en contacto con la obra de Marcel Duchamp, a quien incluso llegaría a conocer en persona y cuya obra despierta en él auténtica pasión.
Twentysix gasoline stations (1963). En tate.org.uk
El año 1963 es también crucial en su trayectoria artística. Es cuando publica Twentysix Gasoline Stations, que a día de hoy está considerado el primer libro de artista del arte contemporáneo. Realizado en su propia imprenta, el contenido se encuentra a medio camino entre la influencia del arte pop, el imaginario estadounidense y el arte conceptual. En sus páginas, Ruscha muestra exactamente lo que dice el título: fotografías de un total de veintiséis gasolineras, con textos que indican dónde se encuentran y a qué empresa pertenecen. Las gasolineras están situadas en la ruta que separa Los Ángeles de Oklahoma, la ciudad de la infancia del artista. La primera edición constó de 400 ejemplares, a la que siguieron dos más; ninguna de ellas fue numerada. Todas se vendían a un precio de tres dólares y medio, con la idea de permitir el acceso universal a la obra de arte. Ruscha da un paso más hacia la creación de obras que esconden un sentido y un mensaje dentro de una aparente simplicidad, siguiendo la estela de su admirado Marcel Duchamp.
La representación del lenguaje y el nuevo milenio
Dance (1973). En tate.org.uk
La década de los 70 empieza para Ed Ruscha con una crisis. La pintura le parece banal y poco interesante, y durante un corto período de tiempo se aleja de ella. Cuando regresa a los lienzos, decide incorporar materiales con un sentido distinto al del collage o la técnica mixta estándar. Entonces crea su obra Dance (1973), en la que la palabra se plasma con alimentos: café, queso, especias… “Quería expandir mis ideas sobre los materiales y sus cualidades, sus valores”, comentó Ruscha. A partir de este momento, el artista recupera su interés por el arte y la pintura y compagina una intensa vida social (con un divorcio y varias relaciones sucesivas) con una continua producción artística. En esa época es ya un artista reconocido, cuya obra es demandada y adquirida por coleccionistas, museos y estrellas de Hollywood. Entre los años 70 y 80 del siglo XX realiza series de obras alrededor de la palabra, la frase y el concepto, en las que continúa explorando la presencia del lenguaje a través de la pintura, el dibujo, la fotografía, el grabado y la producción editorial. A mediados de los 80 comienza a introducir de nuevo la imagen figurativa en las obras, marcando un nuevo punto de inflexión; lo hace en forma de paisajes, cada vez más alejados de California y siempre con mensajes sobreimpresos.
Expansion of the Old Tires Building (1993). De la serie Course of Empire. En gagosian.com.
El final de siglo y el comienzo del nuevo milenio encuentran a Ed Ruscha en constante producción y evolución. Las exposiciones se suceden y su obra se muestra en galerías, museos y centros de arte de todo el mundo, convirtiéndose en uno de los artistas más cotizados del momento. Tras el fallecimiento de su marchante, Leo Castelli, en 1997, la Galería Gagosian se hace cargo de su representación y logra su inclusión en la Bienal de Venecia de 2005, donde el artista expone Course of Empire, una serie de 10 pinturas a gran escala en 2016 se celebra la exposición Extremes and In Betweens en la sede londinense de la Galería Gagosian, donde el propio autor nos habla de su trayectoria y su trabajo actual. En los últimos años, Ed Ruscha no ha cesado de trabajar, exponer y evolucionar. Su proyección sigue siendo imparable, con una obra que alcanza hitos históricos en las subastas de arte: en el año 2019, su pintura de 1962 Hurting the Word Radio#2 se vendió por 52,5 millones de dólares en la casa Christie’s, superando su propio récord anterior.
Hurting the Word Radio#2 (1962). En abc.com
Exposiciones
Ed Ruscha: Made in Los Angeles (2003). Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía – Palacio de Velázquez
Fotografía de la exposición. En museoreinasofia.es
En el año 2002, el Museo Reina Sofía de Madrid dedicaba una gran exposición a la obra de Ed Ruscha. La muestra se centró en la ciudad de Los Ángeles como tema central de las piezas seleccionadas: en su momento se convirtió en un tema recurrente en la obra de Ruscha, hasta llegar a extremos casi obsesivos. La muestra planteaba un punto de vista temático, en lugar de emplear la clásica organización cronológica característica de las retrospectivas. La exposición permitió realizar un completo repaso de la trayectoria del artista hasta la fecha.
Ed Ruscha: Los antiguos robaron todas nuestras grandes ideas (2012).
En el año 2012, el Kunsthistorisches Museum comenzó una serie de exposiciones en las que se invitaba a primeras figuras del arte internacional a trabajar con las colecciones del propio museo. Ruscha visitó el centro por primera vez en 1961; medio siglo después regreso como artista invitado, y se encargó de realizar una selección de piezas única y personal.
Ed Ruscha: In Focus (2013). Getty Museum NY
En 1963, Ed Ruscha comienza a publicar libros de artista de bolsillo. Varias de las fotografías que aparecían en ellos fueron la fuente y el origen de otras de sus obras, realizadas sobre distintos soportes. La muestra organizada por el Getty Museum permitió al público admirar muchas de estas fotografías, seleccionadas ente las impresiones vintage adquiridas entonces por el museo y por el Getty Research Institute.
Made in San Francisco: Ed Ruscha Etchings 1982-2014 (2016). Crown Point Press
Otro de los campos de interés de Ed Ruscha como artista es el del grabado y la impresión. La exposición Made in San Francisco se dedicó precisamente a las obras creadas por él con distintas técnicas gráficas, entre los años 1982 y 2014. La selección estaba formada por un total de treinta y nueve piezas, incluyendo dos portfolios que fueron expuestos al público por primera vez.
Ed Ruscha: OKLA (2021). Oklahoma Contemporary
En febrero de 2021, el centro de arte Oklahoma Contemporary organizó una completa exposición, centrada en las distintas formas en las que la obra de Ed Ruscha muestra una conexión con su infancia, transcurrida en la ciudad de Oklahoma. La retrospectiva analizaba la presencia de las raíces del artista en su trabajo, centrándose en aspectos como la familia, la educación y el descubrimiento de su vocación.
Libros
"Twentysix Gasoline Stations" (1963). Edward Ruscha
Ed Ruscha está considerado el “padre” del libro de artista contemporáneo. En concreto, la publicación de Twentysix Gasoline Stations fue el detonante de esta calificación. Se trata de un sencillo libro formado por fotografías en blanco y negro, que a día de hoy se ha convertido en todo un icono. Las imágenes retratan una serie de gasolineras ubicadas en la autopista que une la ciudad de Los Ángeles y su casa familiar en Oklahoma. Este libro es el primero de otros similares con el mismo formato e intención, una tipología de objeto artñistico que Ruscha lleva a su máximo nivel.
"Leave Any Information at the Signal" (2002). Ed Ruscha. Editado por Alexandra Schwartz
Las tres partes que conforman este libro crean un universo global, perfecto para acercarse a la persona y a la obra de Ed Ruscha. La primera parte está formada por manifiestos, cartas y otros escritos, mientras que en la segunda se pueden leer más de cincuenta entrevistas realizadas a lo largo de los años. La sección final contiene bocetos de dibujos, asociaciones de palabras y notas que ayudan a comprender la manera en la que el artista desarrolla sus conceptos y resuelve problemas prácticos. Los textos van acompañados por más de 80 ilustraciones seleccionadas por el artista.
Ed Ruscha. 50 Years of Painting (2009). James Ellroy (Autor), Ralph Rugoff (Autor), Alexandra Schwartz (Autor). Hayward Gallery Publishing
Para todas aquellas personas que deseen tener un libro que recorra y analice la obra de Ed Ruscha, el catálogo de la muestra organizada en 2009 por la Hayward Gallery de Londres es sin duda una excelente opción. El libro recorre la carrera de Ruscha hasta la fecha, con imágenes de las 78 obras seleccionadas y mostradas por la galería.
Leer más: Entrevista a Ed Ruscha
- Ed Ruscha: Biografía, Obras y Exposiciones - - Alejandra de Argos -