Alejandra de Argos por Elena Cue

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 Autor: Elena Cué

 

Olafur Eliasson The Weather Project   

Olafur Eliasson (Copenhague, 1967), que este año ha estado a punto de ganar el Premio Princesa de Asturias de las artes en reñida competición con el ganador, el cineasta Francis Ford Coppola, es uno de los artistas multidisciplinares y experimentales más destacado del momento actual. Ha expuesto en los mejores museos de arte contemporáneo del mundo como, entre otros, la Tate Modern de Londres (2003) el Museo Nacional Centro de Arte reina Sofía de Madrid (2003) o el Museo de Arte Moderno (MoMa) de Nueva York (2008).

Olafur Eliasson, artista visual conocido por sus instalaciones experimentales, escultura, fotografía o cine, es un creador que se inspira en ciertos motivos e ideas de la reciente filosofía alemana, ideas que trata de poner en práctica en su obra. Siguiendo esta inspiración, su propósito no se limita entonces a la creación de obras de arte y a la experimentación según los modos habituales ya consolidados. Quiere mucho más. Aspira a educar al espectador para que se abra a nuevas formas de percepción y de comprensión del mundo a través de su participación e inclusión en la obra de arte. Estimula sus percepciones y sensaciones para que vea la realidad desde otros prismas y tenga una experiencia y un conocimiento nuevos de su propia subjetividad.

La obra de arte tan sólo está completa cuando se produce la interacción entre ella y el espectador, cuando éste aporta su experiencia y su interpretación, convirtiéndose así también él en creador de la obra. Esta estética de la recepción está, pues, muy lejos ya del concepto de obra de arte como "obra en sí", es decir, en la que únicamente habría lugar para un solo concepto y una única interpretación apropiada, la del significado dado por el autor. El trabajo de Eliasson se nutre, en cambio, de la pluralidad de significados aportados por el espectador.

Lo que Eliasson nos propone es una transformación de nuestra manera de observar la realidad, una toma de conciencia de nuestros prejuicios y condicionamientos, para abrirnos a otro modo de relacionarnos con ella. Si no desmontamos nuestro mundo tal cual lo percibimos y entendemos mediante nuestra interacción con él, producto de nuestra configuración espacio-temporal, de la proyección sobre ella de nuestros conceptos, emociones y sensaciones, nunca podremos abrirnos a experimentar otros mundos.


 

 Olafur Eliasson elvira gonzalez 

 

Un ejemplo de ello sería su espléndida instalación The Weather Proyect (2013): un inmenso atardecer es reproducido en la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres, y que está diseñado para que el visitante tenga una experiencia, no sólo de la importancia del tiempo atmosférico en nuestra supervivencia desde tiempos inmemoriales y en la configuración de nuestras estructuras sociales, sino también de la relación del tiempo existencial con nuestras limitaciones como sujetos finitos.

En ella artista y obra se fusionan en el momento en que el observador interactúa con la obra entrando en ella, y creando así un "ahora" común entre artista y espectador. Experimentar el "ahora" es entonces, para el visitante, el resultado de rememorar el pasado (la concepción del artista, sus propias experiencias pasadas) y de anticipar el futuro (los significados y proyecciones que le sugieren), convirtiendo de este modo el "ahora" en la encrucijada de ambas dimensiones temporales. 

En 1995, este artista creó el Estudio Olafur Eliasson, en Berlin, en el que alrededor de 90 personas entre arquitectos, ingenieros, diseñadores gráficos e historiadores del arte experimentan, investigan y producen trabajos desarrollados con elementos como la luz, el agua, el color, el espacio... Pero, sin duda, la figura fundamental de este grupo creativo durante los últimos años ha sido el recientemente fallecido ingeniero y matemático Einar Thorsteinn. Olafur pretende sintetizar arte y ciencia como hicieron los grandes artistas del Renacimiento.

Lo característico de este artista, pues, es que entiende el mundo desde la perspectiva kantiana de la configuración de la realidad por parte del sujeto que proyecta sus esquemas subjetivos para dar un sentido cultural al mundo. Por ello, con su arte, trata de fomentar otro tipo de miradas sobre el mundo con percepciones y sensaciones nuevas.

A veces, a través de sus juegos visuales, puede producir una experiencia de puras sensaciones, es decir, no reflexiva, consiguiendo que el espectador salga de sí mismo y se vea en medio de la obra, o puede provocar la participación activa del sujeto en ella. Entonces se ve la importancia del papel del espectador que interactúa con la obra aportando sus multiples interpretaciones.

  

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La instalación de cuatro cascadas en el East River de Manhatan (Nueva York Waterfalls) o teñir de color verde con pigmentos ecológicos efímeros las aguas de Estocolmo, Tokio, Los Angeles o Noruega, entre otos (Green river), pone de manifiesto su voluntad de ejercitar nuestros sentidos hacia otras posibilidades de percibir y experimentar esa otra realidad configurada por los efectos de nuestra intervención cultural sobre ella.

 

 

 

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En definitiva, el proposito de este artista es ir más allá del papel tradicional que cumple el arte en nuestra cultura, cuando nos relacionamos con él según el esquema sujeto-objeto. Su propósito es introducir en una experiencia de creación de cultura a través del arte, que no es sólo obra de un creador, un artista en este caso, sino también de los destinatarios de esas obras que no están completas si ellos no proyectan sobre las obras significados que las completan con sus interpretaciones. En este sentido, el espectador forma parte de la obra, está dentro de ella, como esas embarcaciones en las verdes aguas del río o los visitantes que entran en el artístico atardecer de The Weather Proyect.

 

- Olafur Eliasson. El artista como científico -                         - Página principal: Alejandra de Argos -

 

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Bajó del coche juntando las rodillas y mostrando los elegantes zapatos de tacón, el buen corte de la falda y la blusa de seda estampada cuyo escote dejaba ver la suave piel de la base del cuello. La imagen de Isabelle se fundió con las que seguían guardadas en mi memoria y saltaban entonces atropelladamente interponiéndose una y otra vez, impidiéndome ver lo real y tirando de mí hacia el mundo de mis recuerdos vividos, idealizados o simplemente inventados. Estaba atardeciendo y llegaba a Sils Maria, en la Alta Engadina suiza, para participar en un Congreso sobre la filosofía de Nietzsche que reunía allí a un grupo internacional de especialistas del más alto nivel. 

Sus cabellos flotando ingrávidos e irreales, y sus ojos grandes e intensamente azules subrayaban su aspecto de mujer moderna y libre, que vuela a su aire y disfruta de la vida. Al mismo tiempo, sin embargo, gozaba de una elevada reputación filosófica e intelectual que suscitaba la admiración de alumnos y profesores. El dominio de los difíciles temas sobre los que había publicado varios libros no era posible alcanzarlo sin una rigurosa ascesis, y su carrera académica ponía de manifiesto su coraje, sus sacrificios y renuncias para llegar a lo más alto. Aún así, y en contraste con ello, no era menos conocida por su soltura para la diversión, por su talante de mujer de mundo, y por su aptitud para desenvolverse con naturalidad entre las sombras de la noche donde, junto al lujo y el glamour, chisporrotean también a menudo lo banal, lo frívolo e incluso lo turbio.

No era la primera vez que visitaba este inigualable paraje de los Alpes suizos, pero volvió a impactarle el extraordinario paisaje del valle y de las sublimes montañas que lo flanquean, cuyas cimas me fue nombrando una por una. Por el lado norte, los picos Lagrev y Gravasalna, y el Rosatsch, el Corvatsh y el Chapütschin por el sur. Y luego los lagos: el Campfer, el Silvaplana y el Sils, con sus aguas moviéndose entre el azul zafiro y el turquesa. El juego de los colores oscilaba entre el verde claro de las praderas en la base, más oscuro en las grandes masas boscosas de las pendientes, el gris de las cimas y el blanco de las cumbres. Todo ello cambiando con una fluidez mágica, pues se podía pasar en menos de una hora de la alegría del brillo soleado a la severidad de la bruma grisácea y la niebla. Colmado por aquel silencio se tenía allí la impresión de estar asistiendo al nacimiento del mundo, pues ni la hierba ni la tierra ni el agua parecían haber envejecido.

 

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Isabelle recordó que durante los veranos que Nietzsche pasó allí, entre 1881 y 1888, se alojaba en una posada rústica que formaba parte de un pequeño grupo de casas con tejados en doble pendiente pronunciada y con los balcones llenos de flores. Después la original aldea se ha transformado en un lugar de lujo para veraneantes de nivel económico alto. "Nietzsche - me decía- se retiraba aquí para pensar y escribir. Trabajaba por la mañana, paseaba todo el centro del día, y volvía por la tarde con sus cuadernos llenos de notas y dispuesto a retomar el trabajo tras la comida vespertina y hasta bien avanzada la noche. Según consta en sus diarios, de entre los muchos paseos posibles (por los bosques, la orilla de los lagos, las montañas, etc.), él prefería uno que sube en dirección al mirador desde donde se contempla el Surlej solitario y como acostado sobre las praderas; o también subir hasta la garganta del Fex desde donde, a la derecha de Platta, se abarca todo el anfiteatro de los picos. ¿Qué tal si aprovechamos el sábado para recorrer estos caminos?".

La primera conferencia del congreso fue pronunciada por un veterano profesor italiano que comentó el contenido de una carta de Nietzsche a su amigo Peter Gast, de agosto de 1881, en la que le escribía: “Aquí en Sils Maria me vienen los pensamientos más inesperados. ¡Amigo mío! Tengo el presentimiento a veces de ser una máquina de las que hacen explosión. La profundidad de mis emociones me hace estremecerme y reír. Me sucede algunas veces que no puedo salir de la habitación por la ridícula razón de que tengo los ojos muy enrojecidos. Y ¿por qué? Porque el día anterior, mientras paseaba, había llorado demasiado, pero con lágrimas no de tristeza, sino de alegría. Cantaba, decía locuras, me sentía lleno de una vida nueva que considero en adelante mi privilegio frente a los demás hombres”. Era obvio -añadía el conferenciante- que Nietzsche necesitaba soledad. Aquí solía llegar lleno de proyectos de trabajo, para encontrarse con los baúles repletos de libros enviados por su fiel amigo Overbeck desde Basilea. Aquí leyó a Spinoza y se sorprendió de su proximidad a él; se adentró en la mecánica, la economía política, la cosmología, la biología y la psicología. Una gran transformación se gestaba en él, y para que diera sus frutos necesitaba vitalmente la soledad. Le gustaba decir que venía aquí para estar “desaparecido para siempre” (der auf ewig Abhandengekommene). Pero la razón más importante era, de hecho, que en Sils María podía dar largos paseos buscando inspiración, puesto que a él –y así lo dice en más de una ocasión explícitamente- sus mejores ideas le venían escalando la alta montaña.

 

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Luego otro ponente se refirió a la inspiración que Nietzsche confesó haber tenido en Sils Maria de su pensamiento más decisivo, el más enigmático y difícil. Paseando cerca del enorme bloque monolítico del Surlej, una visión le sobrevino, le hizo estremecerse y anotó en su diario: “Escrito a seis mil pies por encima de los hombres y del tiempo presente”. ¿Qué había visto en este éxtasis y qué es lo que esta nota balbucea dejándolo oculto?, -se preguntaba el ponente. A partir de lo que él contó después, en Ecce homo, en esta visión que exaltó divinamente su alma, creyó captar la ley de los mundos, el eterno retorno de lo mismo, en una especie de reminiscencia heraclítea o pitagórica. Un pensamiento muy antiguo, resucitado de repente de sus más viejos y olvidados sepulcros, y entrevisto en una especie de trance más allá de nuestros horizontes cotidianos y de los límites de nuestros sentidos. Algunos se han apresurado a señalar: “Prueba evidente del comienzo de su locura”. Sin embargo -terminaba diciendo el profesor-, Nietzsche convirtió esta intuición en un pensamiento liberador con el poder de convertirnos en individuos sobrehumanos".

Cuando a Isabelle le llegó su turno, había ya mucha expectación por escuchar su intervención. Empezó de un modo un tanto abrupto, y luego prosiguió levantando acompasadamente la cabeza mientras hablaba y sonriendo con una mueca indiferente al final de pequeñas pausas de silencio: "El totalitarismo -comenzó diciendo- es la figura más lograda de la solemne seriedad de la fe en el ser... Podríamos decir que es la exacerbación de la tendencia profundamente humana de recubrir la carencia de ser con una sobredosis de ser. Pero eso no se da sólo en los totalitarismos. La plenitud del ser es afirmada y reafirmada en todos los discursos oficiales de la política, del arte, de la cultura, de la religión, etc. también en nuestras sociedades democráticas. Se necesita un mundo idealizado, idealista, tal vez divinizado y adornado por una dicha originaria. Y por ello, los que se han obstinado en insistir con ironía en los aspectos discordantes del sistema han sido airadamente expulsados del círculo que se cierra con el mismo vivo entusiasmo con el que se trata de exorcizar la risa del diablo. Nietzsche, el amante de estos senderos, el inspirado por estas alturas, sufrió esta exclusión, y todavía sigue siendo excluido".

Siguió desarrollando su discurso refiriéndose a una lucha irreductible entre las cosas y su sentido, entre el ser humano y él mismo, como la mejor definición de la realidad. "Por eso -concluyó- esta lucha se desata y va siempre acompañada por el deseo de la armonía perdida e irrecuperable, que es el deseo que domina en esa construcción de mundos en los que lo inesencial toma el aspecto de lo esencial, y donde una falsa armonía recubre la realidad llena de ruido, de suciedad y de crueldad. Pues sólo transfigurada en la belleza de una ilusión artística, envuelta en la ensoñación del mito y de la mesura apolínea, el carácter terrible y absurdo de la existencia puede contemplarse y seducir a ser vivida".

La sala de conferencias, más llena de público que en las sesiones anteriores, mostró su satisfacción al final de la conferencia con un sonoro aplauso, y los otros ponentes hicieron comentarios elogiosos y formularon diversas cuestiones que Isabelle contestó con brillantez y elegancia. 

- "Sácame de aquí", me susurró acercándoseme cuando empezaba ya la siguiente conferencia. "Necesito una copa. Es cuestión de vida o muerte".

Fuimos a un pub y se pidió un gin tonic de Citadelle larguito de ginebra. La felicité por su éxito, aunque notaba que ella no disfrutaba especialmente de él. Indiferente, con un pretexto cualquiera cambió de tema y empezó a ponderar las virtudes del botrytis cinerea, un hongo de sabor amargo que se utiliza para endulzar los vinos de Santernes. Luego añadió que lo que le apetecería cenar eran exactamente crepinetas aromatizadas con trufa piamontesa y carpacho de buey regado con un buen borgoña o mosela. Y terminar la velada saboreando un buen Krug Millésimé en una copa bien fría mientras mirábamos las estrellas reflejándose en la superficie del lago."¡Ah! querido, para vivir la vida a lo grande, para apostar por una vida grande no hay nada como encontrarse en París". 

El camarero volvió y le sirvió una nueva ronda, esta vez vertiendo Bombay Sapphire azul en un vaso ancho lleno de hielo frappé, mientras yo la miraba intrigado por su misterio, oráculo de lo oculto que me empeñaba en descifrar para intuir qué era lo que se escondía tras su rostro, debajo de sus palabras.

- "¿Enamorada de Nietzsche, quizás?", le dije.

- "Resulta difícil estar enamorado y hacer algo de provecho", respondió ella. Volvió los ojos hacia un lugar indeterminado, hizo un silencio y después de una pausa añadió: 

- "Destacar por el trabajo es difícil. Lo mejor para llamar la atención es hacer o decir cosas extravagantes". 

Nos separaba el vaso con hielo que se iba derritiendo pegado a la raja de limón. Con el gesto sereno y dulce y la mirada hacia dentro continuó: "Los mejores amantes, si están realmente enamorados, tienen prisa por acabar con ese tormento y hacen lo posible por librarse de él. Para que la relación dure no se debe nunca jurar amor. ¿Qué amor no acaba por contarse a sí mismo la pequeña historia totalitaria de su armonía, reconstruyéndose un pasado a medida de sus aspiraciones, del que quedan excluidas las dudas, los vacíos, las desilusiones y las infidelidades? Pienso, por ello, que en el amor -y no en el conocimiento- es donde los seres humanos firman su pacto más solemne con el ser. Un pacto al que le debe ser consustancial la parodia, porque no hay amores en los que no falte la adecuación con el ser, en los que no prime el malentendido (la ilusión de una plena coincidencia con el otro allí donde lo que existe es la incomunicación, la tensión y la discordancia), en los que la única vinculación existente no sea la de los celos o la de la compasión, y en los que la idea misma de amor no se vea continuamente traicionada por sus figuras. Lo que me gusta de la crítica de Nietzsche es que sigua siendo tan hiriente e insoportable para muchos porque desenmascara a los mistificadores que manipulan y adornan esta "realidad" con ficciones y máscaras absolutas y totalitarias. A estos impostores no les importa la verdad de que cualquier fe auténtica va siempre acompañada de la duda, y de que las cosas importantes de nuestra vida, como el amor, no están nunca a resguardo de la erosión de la caducidad, maltratadas por lo que nosotros mismos hacemos con ellas".

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El sábado, finalizado ya el congreso, hicimos la excursión al Surlej. Las aves levantaban el vuelo con el despertar del día, e iniciamos a buen paso la ascensión por la ladera. La luz poseía una cualidad a la vez delicada e imperiosa mientras el lago reflejaba en su quietud el azul del cielo, algunas nubes grises que lo cruzaban y la vegetación de sus orillas. La belleza del lugar añadía a la mañana una especie de falsa euforia que se imponía en mi imaginación al recuerdo de las palabras y conversaciones con Isabelle. "¡Cuánta hermosura!", exclamó ella posándose el dorso de la mano por encima de los ojos y cubriéndose por un instante del sol. De repente el cielo empezó a oscurecerse y el día viró hacia una especie de noche extraña, bañada por la lívida luz que parecía brotar de la superficie del lago. Una luz invertida que se proyectaba en los negros nubarrones. 

- "¿Qué resorte inexplicable -me dijo entonces- es el que, según tú, convierte lo blanco en negro, lo interesante en aburrido, lo irrisorio en esencial o lo fascinante en temible? Nos pasa desapercibido. El sentido ocupa, usurpándolo, el lugar de lo absurdo, la angustiosa constatación de la nada pronto es aliviada por el firme peso de lo que es. Esta es nuestra experiencia más común. Pero entonces, la duda y el escepticismo han de permanecer siempre como la cara oculta de nuestra fe y de nuestro asentimiento originario al sentido. La nada no es la ausencia de ser, sino sólo su doble interior, su contrario inseparable".

Al llegar arriba, el aire mezclaba los frescos efluvios de la lluvia con los aromas del bosque y la respiración de la hierba, húmeda emanación que se evaporaba velozmente bajo el aliento del sol. Desde aquella altura, los torsos de las montañas, como surgiendo de la nada, formaban delicadas escenografías fantásticas e imaginarias. Pequeñas manchas de vegetación flotaban sobre el espejo azul del lago empujadas suavemente por el viento, mientras el paso de las nubes, reflejado en la superficie, creaba la ilusión de un mundo que parece deslizarse en un viaje interminable, pero que, en realidad, se mantiene siempre igual, inmóvil.

 

- El espíritu de Sils Maria -                      -Página principal: Alejandra de Argos - 

Autor Colaborador: Kosme de Barañano,
Director de Cátedra de Metodología de
Historia del Arte y de la Escultura

Kosme De Barañano

 

 

 

 

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Schütte, desplazando escalas

 

Thomas Schütte (Oldenburg 1954) es uno de los artistas más importantes de la Alemania actual, estudió entre 1973 y 1981 en la Kunstakademie de Düsseldorf dirigida por Markus Lüpertz, con los artistas Fritz Schwegler y Gerhard Richter. Tras sus primeras exposiciones con Konrad Fischer, desde 1979, su carrera ha sido triunfal: su exposición en tres partes en The Dia Center de Nueva York en 1998-2000, o su presencia en el corazón de Londres el llamado cuarto plinto de Trafalgar Square  en  2007. Schütte ha tocado todos los géneros: del dibujo a la cerámica, de la escultura en bronce a los modelos arquitectónicos, de la pieza individual a la instalación.

Schütte nace y crece en el abandono de la escultura tradicional, en el flujo de la crítica que establecen el minimal y el conceptual, tras la experiencia pop. A ninguna de ellas es ajeno el joven Schütte. En la respuesta al expresionismo abstracto por parte del pop, que es el primer movimiento internacional tras la Segunda Guerra Mundial, encontramos a su vez dos tipos de propuestas:

 - el pop que toma la imagen de los medios de comunicación, de la publicidad en prensa, cine, escaparates.

- el pop que toma, en la línea de Marcel Duchamp, el objeto cotidiano y lo cambia de consideración visual

Hay un pop que toma la idea de diversión de la publicidad, y otro, la ironía del francés y del universo del surrealismo. En ámbos hay lugar a la diversión, al conocimiento no racional, y que jugando, ironizando, se confunden o se alternan. Los primeros se instalan en el plano compositivo: pensemos en Claes Oldenburg, en Roy Lichtenstein, en Jaspers Johns. En la otra dinámica está Robert Rauschenberg que en 1953 adquirió un dibujo de Willem de Kooning y lo borró cuidadosamente exponiéndolo con su propia firma Erased De Kooning. Esta acción pictórica se ha considerado como un momento épico en la historia del arte americano contemporáneo, sobre todo para quien da a Duchamp un rango en la historia si no similar al menos mayor que el de Picasso o Brancusi. 

 

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In 1953, Robert Rauschenberg erased a drawing done by Willem de Kooning

 

En este linea Schütte escenifica las contradicciones del mundo actual e intenta poetizar el caos; pero también construye, al estilo Schwitters,  haciéndolo a gran escala. Pero el enamoramiento del artista con los procedimientos técnicos, con la finura y delicadeza de los materiales, como en el Model de cristal para el plinto de Trafalgar Square, a diferencia del último Rauschenberg, del movimiento mecánico o eléctrico, no conlleva un aburrimiento de la imagen, sino una enorme poética melancólica.

 

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Por otro lado Schütte bebe de las fuentes de lo que llamamos minimal y conceptual, corrientes que también se dividen en diversas propuestas. La idea de partida  del minimal surge de Tony Smith artista relacionado directamente con los expresionistas abstractos, a cuya generación pertenece. Smith tiene, sin embargo, una presencia teórica, en sus clases en la Universidad, y con su aserto de 1963 "architecture has to do with space and light, not with forms; that's sculpture" comienza una nueva forma de escultura que se establece como búsqueda de estructuras primarias. A partir de la influencia de la ruptura del cubismo, planteada en el campo de la pintura por Braque y Picasso, Le Corbusier ha establecido a finales de los años 20 las bases de una nueva manera de entender la arquitectura. Smith, en el camino inverso del suizo, partiendo desde la arquitectura va a definir la nueva ruta de la escultura más allá del lirismo de Brancusi. En esta linea de búsqueda de estructuras primarias hay que entender tambien las maquetas de Schütte, aunque cargadas de la ironía pop como esas figuras humanas de aluminio como emblemas michelin que son sus Grosse Geister o sus Zombies.

 

grandes fantasmas

  

El cuerpo humano como fantasma o como horror trágico-cómico, de los citados Grosse Geister de 1995 en aluminio a los Zombies del 2007, recorren la obra figurativa de Schütte, como un recuerdo iconoclasta del pop más europeo. En el pop, el juego o la libertad de violentar las normas establecidas con los medios técnicos, el juego o la libertad de violentar las estructuras narrativas, el juego o la libertad de variar la organización espacial de las historias, el juego o la libertad de cargarse el orden de la medida de la escultura de pedestal para crear otro orden, parecía un desorden, o una revolución del concepto de arte que, hoy en día, a cuarenta años vista, queda establecido como el orden pop. En el fondo la filosofía visual de Schütte está ya en Mann in Matsch de 1982: el cuerpo y sus deformaciones, y recorre todas sus excelentes Frauen de 1998 al 2006, yendo por supuesto más allá de la iconoclastia popera de los años 60.

 

TS-10-06Thomas Schütte. Bronze Woman No. 17, 2006 patinated bronze, steel 204 x 125 x 250 cm

 

Hacer de la teatralidad, junto con el desplazamiento y la miniaturización, un valor más de la escultura como instalación es otro de los aspectos novedosos del pensamiento viasual de Schütte. En este sentido la obra de Schütte está emparentada con el mundo del escenógrafo Gordon Craig (1872-1966) que tras su paso por Alemania se entregó al mundo de las máscaras y las marionetas, auténticos sustitutivos de la presencia del actor, como para Schütte son sustitutivos del canon de belleza tradicional.

En Schütte hay algo también del californiano Tim Burton, el director de películas como Beetlejuice de 1988, Eduardo Manostijeras de 1990 o Ed Wood de 1994 y su exposición en el MoMA en noviembre del 2009. Es esa relación con la belleza tenebrista y  extravagante de los monstruos, esa especie de coleccionismo de juguetes trágicos o existencialistas, figuras bulímicas y deformes. Schütte ha jugado con la escala, con la manipulación de los tamaños reales, desde pequeñas arquitecturas a gigantes cerezas (Munster en 1987) o a enormes patatas doradas, como un empedernido lector de los viajes de Gulliver.

 

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Por otro lado la obra y las ideas de Schütte están en la onda del crítico formalista ruso Victor Shlovsky reflejada en su Teoría de la Prosa de 1917, en tanto en cuanto de alguna manera comparten una premisa: “en orden a devolver a nuestros miembros sensibilidad, en orden a hacernos sentir los objetos, a sentir que una piedra es piedra, tenemos la herramienta del arte. El propósito del arte es dirigirnos al conocimiento de una cosa a través del órgano de la vista en lugar del reconocimiento. Por medio del extrañamiento (ostranienie) de objetos y complicando su forma, el recurso del arte hace la percepción más larga y laboriosa. El proceso perceptual en el arte tiene un propósito en sí mismo y debe extenderse al máximo. El arte es un medio de experienciar el proceso de creatividad. El artefacto en sí mismo no es ciertamente lo importante”.

Como he señalado, Schütte ha tocado en estos casi treinta años de producción todos los géneros, y todos los artefactos posibles, muchas veces de manera transversal, como en sus instalaciones. Pero podemos destacar la sensibilidad de sus dibujos y acuarelas, desde las ármonicas  Fucking Flowers de 1996 a Last Dance del 2001. Sus cerámicas desde sus Köpfe de 1993 a Heads del 2006 o sus Klotzköpfe, como nuevas versiones del diritambo del horror del escultor austríaco  Xavier Messerschmidt.

 

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Thomas Schütte – With Tears in My Ears (exhibition views). Courtesy Jarla Partilager, Berlin, photo: Mathias Johansson

 

También han variado sus modelos arquitectónicos como piezas escultóricas desde sus primeras Modell und Ansichten de 1992 a sus One Man Houses del 2003-05 o sus Ikea Variations del 2006 o a la pieza presentada en el plinto de Trafalgar Square Model for a Hotel.

No hay una sensación de desesperanza sino de ironía como ingrediente básico de la forma de contar historias. No se encuentra en él la ansiedad vital de Caravaggio sino el existencialismo del último Philip Guston. Parece que de él toma la forma de combatir el rampante deterioro de nuestro habitat y nuestra ansiedad existencial.

Si el cine de los años noventa, más que nunca, se ha llenado de vampiros, zombies, conspiraciones y catastrofes, y las masas han respondido a ellos, a esos argumentos de agitación y zozobra del ánimo, Schütte ha actuado en la plástica con esa inquietud y esa agitación de presentar sus monstruos, su marca de fatalismo e impotencia pero con una perspectiva de crítica kantiana, una distancia irónica que no ha sido habitual en el paisaje alemán. En este sentido Schütte está más cercano al humor agrio de Heiner Müller que a la filosofía combativa de Peter Handke.

 

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Schütte transforma la negrura circundante en paseo por la belleza a través de una gestualidad psicótica, la malignidad, el aspecto desvalido, la histeria febril. Los títulos llamativos e irónicos tienen un punto de travesura, como los propios temas de mujer reclinada o de monumento, ambos topoi o lugares comunes de la historia del arte, que adquieren en él -más que la continuidad en el rigor- el desplazamiento o la deconstruccion “moral”, es decir, la crítica generada desde dentro del propio discurso. En este sentido la obra de Schütte, su pensamiento visual, engarza perfectamente con la tradición de la escuela de Düsseldorf  (desde Beuys a Lüpertz, pasando por su tutor Gerhard Richter) donde el acto o la praxis artísticos están siempre atados y basados a una profunda reflexión teórica. Las “travesuras” de Schütte no son sarcasmos o guiños, como los de Jeff Koons, sino discurso plástico, re-flexión directa, aunque irónica, sobre nuestra propia historia del arte y sobre el sentido de la acción artística, tanto en sus dibujos como en sus esculturas como en sus instalaciones.  Y quizá esta exposición de Linne Cooke plantea mejor que ninguna otra este valor de la creación artística de Schütte como “reflexion” en todos  los sentidos del término en castellano, esto es, como pensamiento y como reflejo de nuestro propio y actual mundo artístico.

 

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Jugando con la exageración o con la simplificación, por ejemplo, las maquetas de Schütte, plasman el deleite por el material y por las nuevas técnicas pero también la propia relevancia de los signos plásticos, su mensaje y su cuestionamiento político, siempre desde ese lado salvaje, walking on the wild side, como la cancion de Lou Reed, de la ironía intelectual. Schütte parece un viajero sin equipaje, sin memoria inmediata, sans excédent de bagage, una obra ligera, que parte de la improvisacion. Nada mas falso, pues hay en él una insistente búsqueda del tiempo perdido, del misterio oculto en lo cotidiano, de atravesar los géneros, de no olvidar nada, de retomar los temas y la crítica, de jugar con la técnica y de dar un paso adelane, como aquella bonheur que buscaban en 1905 Derain y Matisse, una joie de vivre, metida en la valise duchampiana, ligera, invisible, inefable,…. pero llena de libertad y de gracia.

 

Thomas Schütte (Oldenburg 1954) es uno de los artistas alemanes más reconocidos de su generación, tras su paso por la Academia de Arte de Düsseldorf (1975-1980), dirigida por Markus Lüpertz, y estando bajo la tutela de Fritz Schwegler y Gerard Richter. Su obra ha estado presente en las tres últimas Documenta de Kassel y en las distintas muestras del Proyecto de Escultura en Münster. Recibió el Leon de Oro en la Bienal de Venecia del 2005 y ha presentado una obra en el plinto de Trafalgar Square de Londres en el 2007. Su obra esta en lo grandes museos como la Tate, el Art Instituo de Chicago o el MoMA de Nueva York. Su última gran exposición ha sido organizada por la Henry Moore Foundation y el Museo de Lichtenstein. Su obra fue expuesta en Madrid en 1987.

 

Leer más: Thomas Schütte: Biografía, Obras y Exposiciones

 

- Thomas Schütte por Kosme de Barañano -                    - Página principal: Alejandra de Argos -

 

Cristina de Middel: This is what hatred did

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Cristina de Middel se rebela ante el papel que la fotografía ha jugado hasta ahora: para ella, ha dejado de ser el documento que refleja la realidad e investiga en su ambigua relación con la verdad, juega con reconstrucciones en la borrosa frontera entre realidad y ficción. Opina que, para comprender la realidad, hay que documentar los miedos y esperanzas, ponerse en la piel del retratado.

 

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Con esta convicción, parte de la novela de Amos Tutuola, My life in the bush of ghosts (1964) para realizar esta serie de impactantes fotografías que ha titulado con la misteriosa frase que pone fin al libro This is what hatred did (Esto es lo que hizo el odio). La maleza en la que el personaje, un niño de cinco años se pierde tras ser atacado su poblado por soldados, se convierte aquí en Makoko, una barriada de la ciudad de Lagos, gobernada por sus propias reglas, en la Nigeria contemporánea. Un lugar en el que no parece prevalecer la lógica y que está vetado a quienes no pertenecen a él.

 

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Tras más de diez años trabajando como periodista fotográfica, decepcionada del modo en que los medios utilizaban la fotografía, en 2011 decidió abandonar su empleo para experimentar y buscar otros medios de contar historias. Comenzó con un hecho histórico, el programa espacial de Zambia que plasmó en su libro autoeditado, Los Afronautas. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la ficción a veces ofrecía una descripción más real que el mundo en que vivimos.

 

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La idea de la presente exposición surgió cuando, tras leer el libro de Tutuola, fue invitada al Festival Lagos Photo 2013. Se dio cuenta de lo interesante que sería documentar un barrio de Lagos que pensó que guardaba mucha semejanza con el ambiente de la novela. Desde entonces, ha vuelto varias veces, una de ellas para presentar un anticipo de este trabajo.

 

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Es obvio que la edición final de este trabajo refleja su opinión subjetiva, pero, a su juicio, el resultado no es una visión occidental de Nigeria, pues incluye las creencias, rituales y religiones de la gente. Ella misma manifiesta: «Mi intención es animar a la gente a leer ese libro, pues es sin duda una de las historias más sorprendentes que he leído, pero también quería documentar un barrio de Lagos que siempre se queda reducido a aspectos superficiales y estéticos en los medios. Es un intento de documentar un lugar incluyendo el marco cultural y místico de la mentalidad del lugar» y aclara «esta serie trata básicamente de fantasmas y espíritus en la cultura Yoruba».

 

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La que fuera periodista gráfica confiesa que es ahora cuando realmente siente que está transmitiendo la realidad de los lugares que visita, entendiendo las historias que está documentando. No hay más que ver sus fotos para comprobar que su aproximación es mucho más profunda y sus ideas más verdaderas, menos superficiales. Es el momento de comprobar qué ha querido contar Cristina de Middel, y no solo cómo lo ha contado.

 

Cristina de Middel: This is what hatred did
3 de junio a 18 de julio en La New Gallery

 

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Soy Iñigo Manterola y nací en un pueblo de la costa guipuzcoana llamado Orio, hace casi 42 años. De vocación temprana, comencé a dibujar de niño y a los 8 años pinté mi primer óleo. Desde entonces no he parado. Hoy me considero multidisciplinar aunque donde más cómodo me encuentro es entre la pintura y la escultura. 

Marcado por el quehacer de mi familia por parte de padre (soy hijo, nieto y biznieto de pescadores) enseguida me interesé por el mar y sus gentes. Se suceden en mis pinturas escenas de puerto, pesqueros y botes resueltos de diversas maneras en función de las diferentes etapas que he quemado en mi trayectoria. A menudo me piden que defina mi trabajo o que lo acote. No me gusta hablar de estilos. Hoy sé donde estoy pero no dónde estará mi cabeza en un par de años. De manera genérica, digamos que me siento cómodo en la figuración y la tomo como cimiento sobre la que construyo diferentes proyectos o ejercicios abstractos. Tras cada travesía vuelvo a la figuración. Pero ese transitar por la abstracción deja poso en el lenguaje figurativo, ayudándome a seguir creyendo en lo que hago y alentándome en mi empeño de no repetición. Uno de los dogmas en los que baso mi trabajo es la constante evolución. 

 

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Responder a qué es para ti el arte es complicado. Si se lo preguntamos a diez artistas obtendremos diez respuestas diferentes. La versión oficial explica que es la manifestación de la actividad humana mediante la que se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. Añadiría que es el resultado de la búsqueda de uno mismo, los deshechos originados en ese camino. Creo que todo artista busca encontrarse.

 

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Mi fuente de inspiración no es más que mi construcción (maduración) como persona. Partiendo del contexto que he heredado, el pasado pesquero de la familia  de mi padre y tomándolo como excusa y punto de partida, se dibuja mi vida. Y esto tiene reflejo en la obra. Sirva como ejemplo “CAMINO ENTRE DOS AGUAS, DE LA FIGURACIÓN A LA ABSTRACCIÓN”, un proyecto del año 2005 en el que partía de la comodidad de lo conocido, la figuración, para desnudarme como artista mientras caminaba por varias sendas hacia lo desconocido hasta entonces, la abstracción. Este proyecto coincidió en el tiempo con la gestación de mi paternidad y no fue más que el reflejo de dicha gestación en mi obra.  Al igual que en el proyecto, me introducía en un terreno hasta entonces inexplorado por mi, buscando crear un paralelismo entre la abstracción y la paternidad. 

 

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A lo largo de mi trayectoria, como en la de cualquier otro artista, se han ido sucediendo épocas de ebullición y sequía creativa. En este momento me encuentro en plena ebullición, con muchos proyectos en la cabeza, tanto pictóricos como escultóricos. Este verano he mostrado mis últimas pinturas en Biarritz. El año 2016 presento primero en la Ciudadela de Pamplona y después en San Sebastián, un nuevo proyecto aun sin bautizar, en el que estarán presentes entre otras disciplinas la pintura, la escultura, la fotografía y una instalación. 

 

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Si me preguntaran qué huella aspiro a dejar en el mundo de las artes plásticas respondería que me trae al pairo. No me interesa. No malgasto mi tiempo y mi energía en eso. Solo pido que me permitan seguir buscándome, enseñar mis deshechos y vivir de ellos.

 

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Datos de contacto: www.enelestudio.com

 

- Autorretratos: Iñigo Manterola -                      - Página principal: Alejandra de Argos -

Irene Iribarren, la pintora que, como ella misma afirma «entra en la Historia con los personajes que pinta», Es una retratista española con gran prestigio internacional. En sus casi 50 años de carrera ha abrazado muchas técnicas artísticas. Ella misma nos descubre unas pinceladas de su vida.

 

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Mi nombre es Irene Iribarren.


Soy una apasionada observadora de la vida y eso me ha sido de mucha utilidad cuando las circunstancias y el destino propiciaron que me viera inmersa en el mundo del arte.

Irene Iribarren autorretrato

 

Estudié la carrera de Bellas Artes en Barcelona, en la facultad de San Jorge. Esto ocurría entre los años 1962 y 1967. Fueron unos años muy intensos que me descubrieron un mundo que nunca hubiera imaginado que guardase un espacio para mí. Completé los cursos de la carrera de Bellas Artes con otras especialidades, como fueron Pintura mural al fresco y Grabado calcográfico.


2 El precipicio   2 Homenaje a Goya

 

No había antecedentes artísticos en la familia, pero comprendí inmediatamente que había encontrado mi lugar. Un mundo sorprendente, donde se utiliza la imaginación continuamente y permite transformar la realidad a tu antojo, entablando diálogos con el mundo animado e inanimado de la manera más natural. Un sitio ideal. Lo cierto es que, mirando hacia atrás en el tiempo, compruebo que a lo que he dedicado más tiempo ha sido al retrato y al grabado calcográfico.


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El retrato, dentro de la pintura, es un tema muy interesante, siempre que seas observador y te fijes en la gente que te rodea. Si bien es cierto que hace falta tener un sexto sentido que no es patrimonio de muchos artistas: un paisaje lo pueden hacer muchos creadores, pero la figura humana es otra cosa. Reconozco que tengo debilidad por los retratos a pesar de que tienen muchas dificultades.


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 Retrato de Felipe VI por Irene Iribarren 

 

En cuanto al grabado tradicional, ha sido otra faceta a la que he dedicado mucho interés y mucho esfuerzo, porque técnicamente es muy complicado y laborioso. Estuve unos diez años de mi vida volcada sobre los ácidos y las herramientas. Hice muchos trabajos, combiné muchas técnicas, gane los premios y las becas más importantes del momento, entre ellas la Beca de la Fundación Juan March, en 1970, dedicada a un estudio de investigación de grabado en color.

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Presenté un proyecto muy ambicioso que consistía en superponer cuatro técnicas de grabado diferentes: litografía, xilografía, lino grabado y calcografía, en una estampa. El tema que elegí para ello fueron los Doce Signos del Zodiaco. Un trabajo técnicamente muy complicado porque a nadie se le había ocurrido hacer esto antes que a mí y, por lo tanto, nadie me podía aconsejar. Cuando conseguí vencer todos los problemas y montar la exposición en 1971, tuve mucho eco entre la prensa especializada y la crítica. Incluso me llamaron del Gabinete de Estampas de la Biblioteca Nacional para que llevara la colección de Signos del Zodiaco, que inmediatamente adquirieron. Posteriormente, adquirieron también todas las pruebas de estado de las sucesivas técnicas, que completaban el estudio, para tener la colección didáctica definitiva.


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Así comenzó una relación con la Biblioteca Nacional que culminó el año 1978 con una Exposición Antológica titulada 100 obras grabadas, que adquirió en su totalidad para el Gabinete de Estampas, en cuyo museo se conservan. Al año siguiente, el Académico D. Carlos Seco Serrano presentó en la Biblioteca Nacional el libro Los Borbones de España. Se trataba de un libro de Bibliofilia, con 12 retratos grabados de los reyes de la Dinastía de Borbón Española y texto de Julián Cortés Cavanillas, gran historiador y periodista. Este libro me costó muchas horas de trabajo durante más de un año y consideré que era hora de cambiar un poco de aires.


7 Hebilla   7 Y nosotras que

 

A partir de este momento, me dediqué más a la pintura y comencé a viajar fuera de España, empezando por la República Federal Alemana, México y varias ciudades de Estados Unidos, donde permanecí durante varios años haciendo exposiciones y retratos, empezando por el del Presidente George Bush.


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Al mismo tiempo, he ido haciendo paisajes. Es un tema más relajante, que me gusta mucho y no solo con imágenes de España, sino con temas de otros países, con otras formas de naturaleza.

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En la actualidad, sigo haciendo retratos y pinturas de todas clases… al pastel, con acrílicos y con óleo, pero tengo un proyecto que me interesa mucho, y es el de utilizar nuevos materiales y explorar el mundo digital para hacer otras cosas que hace unos años no estaban a nuestro alcance. Vamos a ver qué pasa, seguramente me va a salir algo diferente de lo que he hecho hasta ahora, pero he llegado a la conclusión de que no se puede vivir en esta época dejando de lado las nuevas tecnologías.

Irene iribarren Tertulia homenaje del Cafe Gijón

Tertulia homenaje del Café Gijón "El Abanico" a Irene Iribarren


Estoy encantada de poder mostrarles algunas de mis obras. Espero que las disfruten.

 (Hacer Click en las imagenes para verlas a tamaño completo)

 

Dibujos

 

 

Retratos

 

 

Grabados

 

 

Paisajes

 

Datos de contacto:

 

- Autorretratos: Irene Iribarren -                      - Página principal: Alejandra de Argos -

 

El Museo Thyssen- Bornemisza prepara para Junio de este año una ambiciosa exposición  que pone de manifiesto el arte de uno de los pintores barrocos más importantes del S.XVII, Francisco de Zurbarán, un imprescindible del Siglo de Oro español.

 

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Zurbarán: una nueva mirada, es el título escogido por la pinacoteca para la muestra, que se podrá visitar desde el 9 de junio hasta el 13 de septiembre de este año.

Su obra se expondrá junto a la de sus mejores discípulos y la de su hijo, Juan de Zurbarán, que prestaba especial dedicación a los bodegones.

La pintura de Zurbarán destaca por su temática religiosa -fue apodado "el pintor de monjes"- podremos ver pues, una muestra de sus mejores lienzos ligados a la iconografía católica, y completados con temáticas mitológicas y retratos.

La muestra contará en catálogo con 60 obras distribuidas en siete salas y está comisariada por Mar Borodia responsable de pintura antigua del museo, y Odile Delenda, historiadora del arte experta en Zurbarán. Ambas se muestran entusiasmadas ante el hecho de enseñar una cara distinta del artista que supone muchas novedades.

La última vez que se realizó en nuestro país una retrospectiva del maestro barroco, fue en 1988 en el Museo del Prado. Desde aquella, algunas obras han sido restauradas y otras recuperadas,  y pretenden dar una visión totalmente distinta del artista, así como del mundo que le rodeaba, es, en esencia la más completa que se haya realizado hasta ahora.

Las obras proceden de préstamos de museos españoles, europeos y americanos; algunas, no se han visto nunca en nuestro país.

Zurbarán está tomando protagonismo fuera de  nuestras fronteras, cuando nunca antes había sido tomado en cuenta. Ya se han podido ver exposiciones suyas en Italia y Bruselas, por eso, una vez terminada la muestra en el el Thyssen, se trasladará al Museum Kunstpalast de Dusseldorf en Alemania, donde permanecerá hasta octubre.

 

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El esplendor de Zurbarán :

En la España del S.XVII, una ciudad se convertiría en el núcleo cultural del que fue llamado Siglo de Oro de las artes y las letras.

Sevilla, la urbe a la que nos referimos, albergaba las mejores escuelas de pintura del país.

A esta ciudad llegaba desde Extremadura un joven Francisco Zurbarán, animado por su padre a aprender el oficio.

Su mentor sería Pedro Díaz de Villanueva; Corría el año 1614. En los talleres toma contacto con otros aprendices que posteriormente se convertirían en genios: Velázquez y  Alonso Cano. También conocería a Herrera y Pacheco, los dos maestros más importantes de la ciudad. Vivía también por aquel entonces en la ciudad Murillo.

Permanece en Sevilla durante tres años, en los que aprende el oficio y comienza a recibir influencias de maestros italianos como Caravaggio, tomando como punto de referencia el claroscuro para sus primeros trabajos.

Terminada su formación, Zurbarán regresará a Extremadura, a la ciudad de LLerena, donde se casa con la que sería su primera esposa, y madre de sus tres hijos, entre ellos Júan que seguirá los pasos de su padre; en esta ciudad, comienza a recibir pequeños encargos, suponiéndole éstos un buen sueldo con el que mantener a su familia.

Ésta, es considerada la primera etapa de su pintura de la que apenas conservamos obras.

En 1626, contando ya con algo de fama, le ofrecen pintar lo que será su primer gran encargo para los dominicos de San Pablo en Sevilla, una serie de obras sobre la vida monástica. La ejecución de estas obras con gran maestría le propician un segundo gran encargo, en este caso para el convento de la Merced en 1628, sita en la misma ciudad andaluza. Para la realización de estas pinturas cuenta con la colaboración de jóvenes aprendices que acudían a su taller.

Decide trasladarse de Extremadura a Sevilla, fijando su residencia allí, ya que fue invitado a ser Maestro de la ciudad, algo que sin duda no podía rechazar. 

En 1629 demuestra sus dotes y el dominio del dibujo pintando a San Serapio, mártir de la Orden de la Merced; la plasticidad de las telas y el semblante del rostro no deja lugar a dudas de que nos hallamos ante un genio del pincel. El santo muere después de ser torturado, pero la pintura muestra algo nuevo, a diferencia de las obras de los pintores de la época, no necesita de la sangre ni las muestras físicas de sufrimiento, un sólo gesto, sencillo, una posición, el silencio, nos sirven para entender todo le dramatismo de la escena.

 

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A partir de aquí, se convierte en principal pintor para casi todas las órdenes religiosas y un instrumento para la Reforma, nadie transmitía como él las escenas relacionadas con la religión católica cargadas de misticismo.

Durante diez años pinta en Sevilla para los dominicos, los jesuitas, los cartujos o los mercedarios descalzos. Hoy en día su obra se encuentra dispersa en los mejores museos europeos y americanos.

En España se conservan obras en el Museo del Prado, en el Thyssen, en la Real Academia de San Fernando o en el de Bellas Artes de Sevilla, entre otros.

En el año 1634 cambia completamente de registro y se traslada, por invitación de la Corte, a Madrid, donde colabora con Velázquez para pintar una serie de obras en el desaparecido Palacio del Buen Retiro, realizando los Trabajos de Hércules y dos cuadros de batallas (actualmente conservados en la Museo del Prado).

En los años posteriores regresa a su temática religiosa, recibiendo llamadas de muchas de las más importante órdenes.

Pinta para la orden de la Cartuja de Sevilla y el Monasterio de Guadalupe las que serán sus mejores obras, caracterizadas una vez más por el dominio de la técnica, y el trazo perfecto. Las obras del Monasterio de Guadalupe se conservan in situ, en la sacristía, siendo ocho escenas que representan la vida de los monjes jerónimos. Nadie como él sabría plasmar a través de un lienzo la vida monacal.

Para la Cartuja de Sevilla pintará tres de las obras claves de su trayectoria: San Hugo en el Refectorio, La Virgen de las Cuevas y Visita de San Bruno a Urbano II, sabiendo transmitir con ellas los principios religiosos y espirituales de la orden. Supone una madurez en su pintura alejándose del tenebrismo inicial de sus lienzos, dejándose llevar por colores más vivos buscando todos sus matices. Marcando las texturas y haciéndonos partícipes de cada elemento.

 

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Poco después, Sevilla comienza a decaer como ciudad, se va empobreciendo y los encargos van mermando. Zurbarán que tuvo como buen maestro a su padre que era comerciante, decide pintar, con sus discípulos, obras que irán destinadas a América, el Nuevo mundo era un gran negocio  y llegaban a pagar el triple de lo normal por ellas.

En 1658, y después de la muerte de su hijo Juan - también pintor y del que podremos ver obras en la exposición mencionada -  debido a la peste, se traslada a Madrid con su esposa (la tercera en este caso, ya que había enviudado antes dos veces) y su hija.

Cada vez tiene menos encargos y se empobrece poco a poco, falleciendo en 1664 debido a una larga enfermedad.

 

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Es arte de Zurbarán es único, a pesar de pequeños problemas de técnica (por ejemplo le cuesta dominar a la perfección la  perspectiva) logra en esencia conmover al espectador con sus obras.

La sencillez con que retrata la vida monástica, contrasta con la fuerza que transmiten los personajes que representa. Texturas y sombras que crean ambientes sobrecogedores. El dominio del color y del dibujo se pone de manifiesto en cada pincelada; los bodegones también resultan una conjunción perfecta, haciendo de un elemento cotidiano, una obra de arte capaz de despertar sentimientos.

Esta exposición pretende, de una vez por todas, devolverle al pintor la importancia que tiene y que se vió en parte mermada por artistas coetáneos que le hicieron sombra. 

El pintor de monjes… el maestro olvidado.

 

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