Alejandra de Argos por Elena Cue

Cubism. The Leonard A. Lauder Collection. Metropolitan Museum, New York

El arte de hoy reviste a sus creaciones de una apariencia grandiosa, monumental, que sobrepasa todo lo concebido antes por los artistas de nuestra era. G. Apollinaire. Los pintores cubistas.

 

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“It is an unreprodutcible collection something museum directors only dream about”. Con estas palabras el pasado año, en abril de 2013, Thomas A. Campell recibió en nombre del Metropolitan Museum la impresionante donación que Leonard  A Lauder, Chairman Emeritus of Estée Lauder Inc. Companies acababa de hacer al Met. Más de ochenta obras cubistas de primer orden pasaban a formar parte de la colección de uno de los grandes museos del mundo. Lauder pensó que el Metropolitan necesitaba completar su colección de arte moderno y que mejor que obras de los cuatro grandes del cubismo, Picasso, Braque, Gris y Léger. Con este motivo hace unos días se inauguró la muestra que lleva por título Cubism The Leonard A Lauder Collection y que permanecerá abierta hasta el 16 de febrero de 2015, a la espera que el Met habilite las salas donde se ubicaran definitivamente las obras.

La historia del cubismo está íntimamente ligada a la figura de  Daniel-Henry Kahnweiler, un joven alemán que llegó a París en 1907 con la ilusión de convertirse en marchante de arte. Pronto abrió su galería en la rue Vignon y se atrevió a colgar, en 1908, los cuadros que Georges Braque había pintado ese verano en  L’Estaque, y que el Salón de Otoño había rechazado. Esta exposición marcó el punto de inflexión de una manera nueva de entender la pintura y de ver el mundo, el cubismo. Posiblemente, la revolución artística más radical producida desde el Renacimiento, al romper con las convenciones que se habían mantenido  hasta entonces en la pintura occidental.  Louis Vauxcelles al hacer la reseña de la exposición se refirió a “cubos” (expresión de la que derivó el nombre) a los cuadros de Braque. Kahnweiler pronto se convirtió también en el marchante de Picasso y pocos años después de Gris y de Lèger. En el Bateau-Lavoir, residencia de muchos de los artistas del momento, Kahnweiler conoció a Apollinaire y a Max Jacob y pudo codearse con los artistas más vanguardistas del momento. Allí trabajaban  Picasso, Gris, Brancussi, Modigliani, Van Dongen, Hugé … Son los años en que Apollinaire se une al cubismo para trasladarlo años después a la literatura. Los círculos de la vanguardia parisina  se llenan de creadores, marchantes, críticos y coleccionistas internacionales receptivos a esta manera nueva de expresarse. 

La exposición del Metropolitan es  posiblemente  una de las muestras más excepcionales que se puedan ver sobre este momento crucial de la pintura. La mayoría de las piezas proceden de colecciones privadas y solo de manera puntual el gran público ha podido disfrutarlas. 

Lo increíble de esta donación es  que el Met seguirá recibiendo obras cubistas gracias a la generosidad de Lauder. Un ejemplo es la última adquisición hecha, meses después de la donación,  de un cuadro de Juan Gris , Still life Checked Tablecloth de 1915. A la donación hay que añadir la creación de un Centro de Estudios de Arte Moderno (Leonard A. Lauder Research Center for Moder Art) en el  museo con fondos del propio Lauder, que pone de relieve el compromiso y la pasión de este filántropo con el arte y su difusión.

Todo lo que he hecho —primero para el Whitney, luego para el Met— no ha sido por gloria personal, sino como muestra de lo que considero que debe ser el papel de los coleccionistas privados  en la actualidad: conservar, no poseer. (…) Los museos deben  buscar nuevas fórmulas para animar a los coleccionistas a hacer donaciones,  de esta manera el día de mañana habrá muchos más.

La exposición recorre las obra que Leonard Lauder ha ido coleccionando a lo largo de más de 40 años de los grandes maestros del cubismo y abarca un periodo relativamente extenso, prácticamente el primer cuarto del siglo XX. Oportunidad única para explorar el lenguaje artístico más influyente de la modernidad, no solo en la pintura sino también en la arquitectura y en las artes aplicadas. La obra, cronológicamente hablando más temprana, es un dibujo sobre papel de Pablo Picasso, titulado Tres Desnudos, de 1906, que se encontraba entre los papeles del pintor cuando abandonó París. Si se observa con un poco de detenimiento se pueden ver en el papel restos de apuntes anteriores. Debajo del desnudo femenino que aparece de pie en el centro de la composición,  hay otro dibujo  de mujer que recuerda al retrato de  la escritora americana Gertrude Stein que Picasso pintó ese año, y que también es propiedad del museo americano.  La última  es un dibujo a carboncillo de Léger, de 1924, Two figures in the City donde aparece retratado del propio Léger junto al marchante Léonce Rosemberg en medio del denso ambiente de ciudad industrializada que tanto le gustaba. 

 

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Frente a la naturaleza sensorial del color y de la luz de Matisse, de la pasión expresionista de Van Gogh, los cubistas rinden culto a la forma, abordan la realidad desde aspectos intelectuales, buscan la esencia de los objetos frente a la mera apariencia. Estos se descomponen en múltiples imágenes y el color se convierte en un componente más de la forma. Se cuestionan las raíces de la representación y  se crea una nueva existencia.

Las diferentes secciones (siete salas) de la muestra van encadenando e interrelacionando unos artistas  con otros y  su evolución. Desde las imágenes más pioneras de este movimiento hasta el legado que recoge Léger. Aproximadamente la mitad son pinturas y la otra mitad obra sobre papel, incluidos los collages, y  dos esculturas de Picasso. 

Lo primero que nos encontramos al entrar son tres obras de Braque que dan paso a la gran sala dedicada a Picasso, para llegar a la sala de Gris con la última adquisición y culminar con 15 obras de Fernand Léger. 

Hablar de algunas de las obras y dejar otras fuera sería injusto, pero tiempo y espacio son las condiciones que limitan nuestra propia existencia y dos de las ideas centrales planteadas por el cubismo.  

Las obras a las que a continuación me voy a referir son claves para entender la ruptura que supuso la construcción de un nuevo lenguaje artístico. Trees at l’Estaque y The terrace at the Hôtel Mistral son dos piezas fundamentales de este periodo todavía muy influidas por la pintura de Paul Cézanne no solo por el uso geométrico de las formas sino también por el cromatismo de la paleta. Este es el periodo que se define como precubista (1907-1909).

 

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A este momento pertenecen también algunas de las obras de Pablo Picasso, Nude with Raised Arm and Drapery (Study for les demoiselles d’Avignon), perteneciente a una de las series más representativas conceptual y pictóricamente hablando del artista. Vemos a una mujer tumbada desnuda, con el cuerpo girado noventa grados y un brazo levantado formando una composición llena de fuerza expresiva en un juego de formas y líneas que se plasmará en el gran cuadro  Les Demoisilles d’Avignon (1907), hoy en el  MoMa. 

 

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Fruit dish and Glass de Braque (1912) es posiblemente el primer collage cubista y origen de una nueva comprensión pictórica, la apuesta más arriesgada del cubismo. Braque utilizó carboncillo para dibujar el vaso y el plato de fruta, y papel pintado de pared con textura de madera veteada para conseguir el color. Transposición de las imágenes reales frente a lo “real” del papel pintado, los materiales se descontextualizan, y se incorpora la realidad sin imitarla. Estamos ante el llamado cubismo sintético. Pero la obra más importante de este período es Woman in a chemise in an armchair (1913-1914) de Picasso. De nuevo la mujer es el centro de su atención en una composición donde los elementos principales, la figura femenina y la butaca interactúan en una complejidad de planos que queda acentuada por la tensión cromática de claros y oscuros reforzada por un fondo sereno que ayuda al espectador a fijar la atención en ciertos elementos como los senos, el periódico, el brazo izquierdo … 

 

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Cuando Juan Gris llegó a París en 1906 lo primero que hizo fue visitar el taller de Picasso, allí conoció a muchos de los artistas que pronto se convertirían en sus amigos. Comenzó a trabajar en el cubismo analítico para  evolucionar hacia el collage, el color y el cubismo de síntesis. La exposición refleja con fidelidad en dos de sus obras más representativas esta idea: Pears and grapes on a table (1913), Checkerboard and playing Cards (1915). Otra constante del trabajo de Gris en la exposición es su interés por los bodegones marcados por un extraordinario rigor geométrico y una preocupación por las descripciones matéricas de los objetos.

 

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El cuarto de los grandes cubistas, Fernand Léger definió  la pintura como ordenamiento de los tres grandes componentes plásticos: las líneas, las formas y los colores. Composition  (The Typographer) es un reflejo de estos planteamientos. El cuadro,de grandes dimensiones, recuerda a los cartelones que se adueñaron del París de postguerra. La composición sufrió muchos cambios y Léger no la dio por finalizada hasta 1919. En el centro de la imagen aparece un personaje vuelto al espectador, colocando letras blancas y rojas. Lleva un sombrero de colores, se le ve la oreja izquierda en color gris y las dos figuras rojas de la parte inferior dan forma  al torso del trabajador. La composición adquiere fuerza al quedar enmarcada por un fondo negro que se hace visible en los laterales. La interacción de volúmenes y colores convierte al cuadro en una artefacto de difícil definición. A Léger le interesa la solidez geométrica y la cualidad escultural de sus figuras para dar significación pictórica a su trabajo.

 

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Esta exposición es un homenaje al cubismo y un reconocimiento internacional a la labor de uno de los grandes mecenas de la historia del arte contemporáneo. ¡Ojalá, existieran muchos personajes como Leonard A Lauder!, seguro que el mundo sería mejor.

El arte es la tarea suprema y la actividad propiamente metafísica de esta vida.

F. Nietzsche

 

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