Alejandra de Argos por Elena Cue

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Sospecho que mucho antes que Denis Diderot escuchara en casa de Madame d’Epirey la historia que había conmocionado en la primavera de 1758 a los círculos progresistas parisinos sobre los infortunios de la joven religiosa Marguerite Delamarre, ya sobrevolaba sobre su brillante cabeza la idea de escribir acerca de la vida en los conventos franceses de la primera mitad del siglo XVIII. Diderot nunca olvidó el triste final de su querida hermana en el convento de las Ursulinas de Langres, su ciudad natal, donde fue recluida por su débil salud mental. La historia de Marguerite Delamarre comenzó cuando sus padres, con a penas tres años, la enviaron a un convento donde permaneció hasta su muerte a pesar de sus desesperados intentos de abandonar una vida de privaciones y sacrificios.

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Sospecho que mucho antes que Denis Diderot escuchara en casa de Madame d’Epirey la historia que había conmocionado en la primavera de 1758 a los círculos progresistas parisinos sobre los infortunios de la joven religiosa Marguerite Delamarre, ya sobrevolaba sobre su brillante cabeza la idea de escribir acerca de la vida en los conventos franceses de la primera mitad del siglo XVIII. Diderot nunca olvidó el triste final de su querida hermana en el convento de las Ursulinas de Langres, su ciudad natal, donde fue recluida por su débil salud mental.

La historia de Marguerite Delamarre comenzó cuando sus padres, con a penas tres años, la enviaron a un convento donde permaneció hasta su muerte a pesar de sus desesperados intentos de abandonar una vida de privaciones y sacrificios. Su desesperación le llevó a recurrir a todas las instancias eclesiásticas y civiles a su alcance, pero naturalmente todos sus recursos fueron desestimados y murió sin conseguir su ansiada libertad. La noticia impactó de manera muy especial en el espíritu de un librepensador amigo de Diderot, el marqués de Croismare, quien trató de ayudar a la religiosa sin fortuna a pesar del tiempo y dinero que dedicó al asunto. Este hecho y el profundo malestar, por esa práctica tan común de la época de recluir en conventos a las jóvenes con poca fortuna física y económica, fueron la excusa perfecta para que Diderot escribiera esta singular novela: “He comenzado a escribir La religiosa y estaba en ello aún a las tres de la noche. Escribo a vuela pluma. Ya no es una carta, sino un libro. Contendrá cosas verdaderas, patéticas”. Con estas palabras le relataba a su querida amiga la escritora Louise d’Epinay el trabajo que había comenzado. La religiosa escrita en un estilo directo, casi como si de un informe se tratara pero sin perder su fuerza dramática, confieren a la obra un carácter de autenticidad que revelan el terrible fondo de una realidad que comenzaba a salir a la luz.


La religiosa, es una auténtico tratado sobre la mujer, donde Diderot hunde su pluma para profundizar en problemas cruciales de la existencia humana, aquellos que conservan su vigencia a pesar de que el mundo haya cambiado de forma radical. Francia el país más desarrollado intelectual y culturalmente de la segunda mitad del siglo XVIII, mantuvo durante mucho tiempo las ataduras morales del Antiguo Régimen, el orden social establecido tardaría en asumir las premisas de la Ilustración. La religiosa es un relato en forma epistolar, escrito en primera persona por su protagonista Suzanne Simonin, una bella e inteligente joven que se ve primada contra su voluntad de la vida a la que parecía destinada. La voz de Suzanne denuncia asuntos tan universales como; el papel de la mujer en la sociedad, los entresijos de los conventos y las ordenes religiosas, el fanatismo culpabilizador de la Iglesia y el cinismo de la sociedad intolerante de su tiempo.

 

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El centro de la cuestión de la novela está en el protagonismo de la mujer y su búsqueda de independencia a través de la idea de tener un pensamiento autónomo y ser libre para ejercerlo. Ser fiel a si mismo, no asumir las culpas de otro, no poner el nombre de Dios en vano, son algunas de las reflexiones de la novela. Dilemas morales básicos todavía hoy en nuestra sociedad y que a Diderot le sirven para convertir la experiencia del otro en el elemento central de la reflexión sobre el mundo.

No estamos ante la negación de un Dios verdadero, ni de la fe, pero si frente a la denuncia de una religión negadora de lo más preciado que tiene el hombre, la libertad. El anticlericalismo al que se refiere Diderot es aquel que coarta la libre elección y obliga en nombre de Dios a una existencia impuesta, sórdida y cruel hasta sus últimas consecuencias. La novela es casi un tratado del comportamiento femenino frente a las obligaciones impuestas de manera arbitraria y definitoria por una sociedad castradora y un canto a la tolerancia. Vocaciones forzadas, vidas indignas y trabajos sin sentido se mezclan con el fanatismo, la melancolía, la histeria, la sexualidad, la reclusión y la crueldad de un mundo dogmático de castigos eternos, oscuro y sin control, ajeno a los valores individuales y a la razón que comenzaban a sentirse con los ilustrados.

La novela apareció por entregas a partir de 1780 en La Correspondencia Literaria de Grimm, una especie de periódico manuscrito al que solo tenían acceso contados personajes de la aristocracia europea, y no sería conocida por el público hasta 1796. Diderot no llegó a verla impresa lo que impidió que su autor pudiera defenderse de la acalorada controversia que suscitó.

No podemos olvidar que Denis Diderot es uno de los personajes que más han ayudado a cambiar de manera radical la mentalidad del mundo civilizado. Él es una de los astros de la pléyade de grandes ilustrados, cabeza universal capaz de interesarse por todo con sabiduría y originalidad. Su pensamiento se ha enfrentado a los grandes retos de nuestra historia con una prosa excepcional y sigue siendo una guía para entender el discurrir de la vida y de nuestra propia existencia. No hace falta leer entre líneas para darse cuenta de la vigencia de esta obra que no ha perdido sentido desde que en 1760 Denis Diderot comenzará a escribirla.

 

- La Religiosa. Denis Diderot -                                              - Alejandra de Argos - 

 

 Altair Copyright Jean Jarreau - Jan Roosens   

Los recuerdos no son neutros, ni es lo mismo el momento de lo vivido que va quedándose atrás, y el de la mirada retrospectiva cuando el tiempo lo ha convertido ya en lejano. La nostalgia no es un sentimiento positivo cuando se alía con la memoria, ese enemigo poderoso al que nunca se derrota. Por eso me gustan sólo los recuerdos sin memoria, imágenes detenidas en el tiempo como si quince años no hubiesen sido más que un instante, el de esta fotografía. Es la de la despedida en la cubierta del barco antes de bajar al bote que esperaba para devolverme a mi vida cotidiana. En ella están todos y, mirándola ahora, después de tantos años, trato de visualizar dentro de mí las expresiones de sus rostros, el tono de sus voces, el calor de sus abrazos... Figuras y fondos que se desvanecen si cierro los ojos, pero que tampoco están si los abro. Sólo manchas dibujadas y coloreadas sobre un papel envejecido.

Cuando Jennifer, Andrew su marido y yo salimos al área de Llegadas del aeropuerto, allí estaba Thomas esperándonos en un rincón apartado del gentío, alto, sonriente y sobresaliendo en la distancia. En su rostro había una expresión relajada y cariñosa. Nos recibió con exquisita cordialidad y nos condujo hasta el muelle donde esperaba la lancha para llevarnos a su barco, en el que pasaríamos unos días entre amigos. Pronto divisamos a lo lejos la esbelta figura del Isis, el dibujo estilizado de su casco blanco y alargado, y el de su espectacular arboladura con el trinquete, la mayor, la mesana, el espolón y su trazado desnudo de jarcias y obenques. 

Ya en cubierta, Mónica, Allison y Charles nos dieron la bienvenida y nos sentamos unos momentos a charlar con ellos. Luego, tras dejar el equipaje en el camarote y cambiarme de ropa, subí a pasear por la cubierta deseoso de volver a recorrer cada rincón de aquella preciosidad flotante. Iba de proa a popa, deteniéndome de vez en cuándo para mirar cómo el sol salpicaba de rojo y oro la inquietud del agua, cuando Thomas me hizo señas desde estribor en el momento en el que la campana daba el aviso para levar el ancla, soltar las amarras, desplegar las velas y realizar la faena con las drizas y los rollos de cuerda para iniciar la navegación. Thomas miraba a barlovento y a sotavento con la atención puesta en la dirección del viento, y empezó a explicarme despacio lo que la tripulación estaba haciendo hasta que la nave alcanzó una velocidad uniforme. La fuerza total producida por la acción del viento sobre las velas es oblicua respecto de la dirección de la embarcación, y la descomposición de esa fuerza hace que tenga que ser compensada por la acción de la quilla, la orza, y el timón: 

- "El arte de navegar -añadía- requiere una disciplina taoísta, la difícil capacidad de armonizar la fuerza del viento, la resistencia del agua, el peso del barco y la voluntad del navegante para conjugar esas fuerzas de modo que todas ellas le conduzcan a donde él quiere y del modo como él quiere ir, tanto si tiene el viento a favor como si no".

La travesía tenía lugar, en efecto, a partir de ese momento, sin que el Isis hiciese el menor movimiento brusco, y hasta que, acercándose finalmente al punto de llegada, bajaba poco a poco la velocidad y las olas iban perdiendo su espuma disminuyendo paulatinamente de tamaño. El viento amainaba y la nave giraba bamboleándose muy suavemente hasta que quedaba de nuevo inmovilizada en el remanso de la bahía. Entonces el capitán daba la orden de volver a echar el ancla y plegar las velas.

Al mirarlo en estas fotografías, todavía puedo percibir y sentir la materia de la que estaba hecho aquel barco, pero no su forma, su orden inteligible que deconstruía la pura apariencia de mi prosaica seguridad. Hecho para albergar retazos de vidas animadas por una voluntad de grandeza, ofrecía un perfecto equilibrio de luces y sombras, de espacios abiertos e intimidad, un envoltorio suave y perfecto que se daba para que bebiésemos de él como una copa cegadora. En su decoración interior, un aire de leyenda y de ficción doraba el ambiente de manera casi imperceptible, y acababa de completar la imagen de un modo de vivir que formaba parte de un mundo en extinción, noble y natural. ¡Era eso lo que finalmente representaba!, una idea, un proyecto, una manera noble de entender la vida todavía en pie, y que se derramaba sobre mí como la lluvia sobre un campo calcinado.

Me había propuesto dejarme sorprender por todas y cada una de las impresiones y matices que aquellos días me depararan, y en esos momentos me venían a la mente las palabras del poeta: "Necesitamos la poesía si queremos vivir por encima, en el aire puro en el que respiran las ideas y los sueños". Aquél barco era para quien lo habitaba como un manto encantado que te envolvía poniéndote a cubierto de las agresiones del mundo exterior. Hoy pienso que ese es, en general, el espacio de la belleza, al que pueden acceder sólo quienes, como los dioses griegos, vencen el tiempo y saben gozar de una juventud inmutable.

Una belleza que puede cambiar con el paisaje o las estaciones, pero que permanece siempre igual y la misma "como una idea platónica". Esta vez revestida de la dulzura mediterránea, pero belleza también cuando, el año anterior, navegamos por el mar del norte. No fue menos brillante entonces el aura que le confería la soledad de aquellas costas pedregosas y atormentadas, en las que el fragor de las tempestades lo llenaba todo con su ruido de agua y viento, y el de los cantos que se arrastraban en la orilla. Era aquél un entorno sobrecogido, entregado al silencio. Las islas grises, el cielo encapotado, los árboles que habían perdido sus hojas... le hacían a uno cambiar el gusto de los paisajes inmediatos del sur, con sus colores violentos y sus ambientes intensamente luminosos, por el aprecio de los tonos intermedios, del silencio y de una cierta distancia respecto a la gente y las cosas. Se comprende que también hay otro lado de la belleza de cuya seducción es conveniente tener experiencia. Tardes de lluvia vista desde el interior, esa lluvia que repica con un punto de cólera en los cristales de las escotillas, y que invita al recogimiento, a la lectura o a la conversación en voz baja. El aire desapacible que trae la humedad del mar, y la bruma que apenas deja ver las sombras de los arrecifes entre los rasguños de la niebla.

El Isis tenía en cubierta un pabellón cuadrangular con tres de sus fachadas abiertas que dejaban correr la brisa mientras navegábamos, y que estaba protegido del sol por un amplio toldo de lona. Era nuestra sala de estar predilecta. Después del primer baño matutino y del desayuno, allí pasábamos las horas juntos. Y mientras leíamos, de vez en cuando alguien levantaba la mirada para destacar el interés de una noticia del periódico, decir una frase interesante o, en el caso de Charles, recitarnos un terceto de Dante o hacernos reír con alguna de sus ocurrencias geniales. Fuera, sólo el sol ardiente pugnando por entrar por las aberturas del toldo, y la silueta de los otros barcos a lo lejos en la línea del horizonte. 

Era habitual que el rumor de las confidencias y de la apacible conversación acabara por producir debates y discusiones en las que cada uno ensayaba el alcance y el dominio de sus propias armas persuasivas y dialécticas. Unos tenían la habilidad para recordar historias y anécdotas y las adornaban con datos, citas y toda clase de sabidurías divertidas y sorprendentes. Otros hablaban con la seguridad, la profundidad y la resolución que reflejan aquello de lo que está hecha la vida misma. De ahí que tendiesen a cargar el acento en el sentido práctico y en ese modo de elaborar la experiencia que la convierte en punto de referencia para no acabar perdiéndose en la nada. Las chicas atacaban, unas veces con valentía e inteligencia altiva, otras con la originalidad y la espontaneidad, y siempre con su intuición y la sensibilidad para encontrar la justa medida entre las palabras y los silencios.

Uno de los días la discusión empezó porque yo había dicho, esta vez en voz alta, que el barco me parecía tan bello "como una idea platónica". Y para explicar lo que quería decir con eso, añadí simplemente que si Platón hubiese tenido que elegir un velero modélico por la perfección de su diseño y la armonía de su belleza para situar su esencia en el mundo de las Ideas, pues podría haber elegido muy bien el Isis, incluyendo a su tripulación y el orden con el que todo sucedía en él a diario. De este modo algo sensible como era este barco prefiguraría una esencia metafísica, símbolo cifrado de una determinada enseñanza filosófica.

Thomas levantó la cabeza y me miró como si fuese a decir algo, pero volvió a bajarla enseguida sin pronunciar palabra. Entre tanto, del otro lado de la sala empezaron las miradas de soslayo de Charles y sus gestos burlones, que provocaron en los demás las risas y las bromas. Allison, su esposa, le lanzó enseguida su consabida mirada de eterna reprimenda, y todo volvió al modo en el que la discusión podía empezar a producirse en los debidos términos.

- "¿El barco una idea platónica?", -dijo por fin Thomas. -"¿Es eso lo que has dicho? Incluso admitiendo que este barco pudiera considerarse eso, una obra de arte -cosa que habría que aclarar-, que yo sepa Platón no conecta la belleza con las obras de arte, sino que para él la belleza es un carácter del ser, o sea, de las Ideas, que sólo son participadas eventualmente en las cosas sensibles". 

- "Exacto -dije yo-, pero cuando habla de la belleza sensible de los cuerpos o de los objetos que se acercan a la perfección de las Ideas alude al amor que despiertan y al comienzo, en ese sentimiento, del proceso que conduce a "recordar" la esencia o verdad de las Ideas. De ahí que el arte pueda tener un valor "educativo", "ennoblecedor" o, si se quiere, incluso "moral", porque conecta la belleza con la verdad y con el bien, o sea, con los otros trascendentales del ser".

- "En conclusión, -dijo Thomas-, que según tú estaríamos navegando en estos momentos sobre una prefiguración de la síntesis metafísica de los trascendentales del ser... ¡Creo que no te voy a tomar en serio!"

- "A veces, lo más serio es lo que se dice en clave de humor, -dijo Andrew-. ¿O es que no estamos en un jardín de Epicuro sobre el mar, en el que el placer más exquisito son estas charlas tan estimulantes entre los amigos?".

Charles frunció en ese momento las cejas, se enderezó sobre su tumbona y sin cambiar su lenta sonrisa somnolienta añadió: "Desde mucho antes de Platón se conecta la belleza con la simetría y la proporción en los objetos. Esto viene ya de los pitagóricos, que defendían que el ser verdadero de las cosas está en las relaciones numéricas que rigen su estructura y el equilibrio de sus componentes. De ahí extrajeron Praxíteles y Vitrubio el canon de la obra de arte perfecta, el primero para la escultura y el segundo para la arquitectura. No veo por qué un objeto tan proporcionado y armónico como el Isis no pueda ser considerado la imagen o la idea de su ejemplar canónico y platónico".

Tras decir aquello, su rostro resplandeció como si acabase de haber tenido una revelación bíblica. Una bandada de gaviotas pasaba en ese momento por encima del toldo y un joven de hombros anchos y pelo moreno paseaba con lentitud por la cubierta de babor. Era uno de los marineros que pareciera no perder esa solemnidad en el andar ni aunque el navío estuviese a punto de irse a pique.

"Muchas gracias, Charles, -dije yo-. En efecto, lo mismo que los cuerpos y los objetos, también las almas tenían, para los pitagóricos, su ser en una relación numérica. De modo que contemplar la simetría y la proporción en las cosas y disfrutar de ella podía favorecer el mantenimiento o el restablecimiento del justo equilibrio en el ánimo, mientras que la percepción de las relaciones disarmónicas produciría el efecto contrario. ¿No se desprende de ello un posible uso "moral", "ennobleedor" y "educativo" del arte? ¿Tan descaminado está lo que he dicho de que el Isis es bello como una idea platónica?"

Allison tomó enseguida la palabra para recordar que Platón había renegado del arte y expulsado a los artistas de su ciudad ideal. Mónica observó que es relativo eso de que la belleza dependa de la simetría y la proporción en los objetos, pues, en su opinión, la belleza era más bien cosa del sentimiento. Es decir, existe en el espíritu que la contempla, y cada espíritu percibe una belleza diferente. Y Jennifer le daba la razón a Mónica añadiendo que, en realidad, la belleza sólo la perciben y la disfrutan los que han ejercitado la delicadeza de su imaginación y se han despojado de buena parte de sus prejuicios.

El calor empezaba a aumentar y nos sentíamos aprisionados por el bochorno del mediodía. Finalmente Mónica miró el reloj y dijo:

- "¡Chicos!, pues en este jardín de Epicuro sobre el mar se va acercando la hora de comer. Así que los que quieran darse un baño antes, ahora es el momento. At 2'15 lunch wil be ready". 

Mónica era la perfecta anfitriona. Cuidaba cada detalle al milímetro, todo debía ser exquisito, medido. Sobre la mesa, el mantel se desplegaba impoluto y sin la menor arruga. Las servilletas, cuidadosamente planchadas y artísticamente dobladas, mostraban sus bordados de frente. Platos y cubiertos siempre como los que se ponen para las ocasiones solemnes, y las fuentes con los deliciosos manjares presentadas perfectamente compuestas y preparadas. Un ritual de orden que interpreté como una permanente demostración de fidelidad a sí misma, el punto de referencia que permite a cualquiera no perderse nunca en la vida.

Tras la comida, cuando todos se retiraban a descansar, yo me quedaba todavía arriba y miraba el mar, el agua metiéndose entre las rocas con un ruido ronco, como de asfixia. También por las noches, después de la cena, miraba el espectáculo increíble del cielo estrellado y la vía láctea; suspendidas en el cielo, cómicas y trágicas, las constelaciones y los planetas, y sentía un antiguo placer de oboe y arpa que serenaba el apremiante reloj de mi vida. Eran momentos que me dejaban su silencio lleno de melancolía, instantes que desde entonces quedaron para siempre dentro de mi espejo, un refugio que me salvaba de un viejo dolor indefinido. Tenía la impresión de que la vida y la felicidad estaban allí y que bastaba un gesto para capturarlas, pero yo no sabía cómo hacerlo. Era la desazón de alguien perdido de sí mismo y que se buscaba inútilmente en la oscura hendidura de una caverna sin salida.

Al caer la tarde, dos marineros nos trasladaban en la lancha a la costa para dar un paseo y tomar un baño. La brisa vespertina se alzaba sobre la maleza, y el olor de las hojas secas y de la arena mojada se mezclaba con el aroma penetrante y vivo del mar. Un día encontramos en la playa a un grupo de chicos y chicas haciendo windsurf. Los miré con envidia dentro de aquellos trajes ceñidos y de colores vivos, luchando con el mar agitado, sanos y alegres, deslizándose con suavidad sobre la cresta de las olas. Acostumbrábamos a subir a alguna colina cercana por senderos estrechos y resbaladizos, y en lo alto nos deteníamos para decidir a dónde iríamos a continuación y para divisar si había alguien más alrededor. Cuando regresábamos a la playa, algunos de los amigos volvían nadando hasta el Isis, deslizándose a través del agua casi sin una ondulación, acompasando el rítmico balanceo de sus brazos y de sus cuerpos con el movimiento del mar.

La cena era el momento culminante del día. A las ocho, vestidos y arreglados, tomábamos el aperitivo y una copa en la popa, tranquilamente sentados, viendo ponerse el sol. Era una hora de serenidad frente a aquel mar dulce, sobre el que el viento dormía amansado. Y se creaba un clima mágico que diluía la desolación de todos esos territorios que nos alejan, y que siempre siguen ahí aunque nos esforcemos en llenarlos con expresiones y gestos de afecto y simpatía. Charles pedía siempre un dry martini que le servían en una copa triangular helada, y al beberlo hacía el gesto de brindar mientras nos miraba por encima de las gafas con ojos de benevolente inquisidor. Andrew sostenía entre sus dedos un vaso largo con whisky y hielo, y yo permanecía sentado en el borde de un sillón de mimbre con la expectación de quien presencia un número de magia. Un cuadro cuyo pintor hubiera preferido la incertidumbre de la aventura a la seguridad de lo conocido, una nueva figuración fenomenológica, la ironía de una nueva mitología neopop, la serenidad minimalista de un paisaje de silencio con hambre de misterio.

Thomas, incorporándose y apoyando su cuerpo sobre sus enormes pies desnudos, empezó diciendo: "Me ha parecido muy interesante la conversación de esta mañana sobre si la belleza es un sentimiento o responde a ciertas condiciones objetivas como la proporción o la simetría, como decía Charles. Lo que me pregunto es si se puede conciliar nuestra concepción moderna del arte con lo que pensaba Platón. ¿Se puede hacer eso?".

- "Yo lo veo difícil -le respondió Allison-. Kant, con quien se inaugura la comprensión moderna del arte, habla del gusto como juicio estético subjetivo cuyo único fin es el placer de lo bello. Pero este placer, ¡atención!, no es otra cosa, para Kant, que el efecto de la conformidad entre el modo de ser objetivo de la vida y las necesidades subjetivas de libertad y felicidad que tenemos los humanos. Es decir, sentimos el placer que producen el arte y la belleza porque con sus ilusiones, sus idealizaciones, con ese encanto mágico que pueden crear nos indican todo lo que está siempre más allá de lo que podemos conseguir en la realidad para que nuestros deseos y aspiraciones de perfección y de satisfacción puedan realizarse. Por eso, el gusto estético no produce nada más que un placer puramente subjetivo y, como si dijéramos, mudo. No depende realmente de los objetos o de las imágenes que lo provocan, sino de ese irrebasable desajuste interior nuestro entre lo que somos y lo que nos gustaría ser".

- "¡Claro! -dijo Thomas-. Pero ahí está el problema. ¿Intervienen o no intervienen aspectos objetivos en la experiencia de la belleza? A mí me parece, como tú has recordado esta mañana, que los griegos quisieron reconducir también la experiencia de lo bello al ámbito de la inteligencia y lo racional. Eran un pueblo muy sensible, y por eso debieron tener una experiencia muy viva del poder que las formas artísticas son capaces de ejercer sobre el alma humana. A ellos les pareció que la vida ordenada del Estado requería ciudadanos que se comportaran racionalmente y se acomodaran cada uno a su papel social. La emotividad que despierta y suscita el arte es no sólo algo inútil sino también peligroso para el buen orden ciudadano. De ahí que Platón expulsara de su ciudad ideal a todos los artistas".

Al terminar Thomas de hablar Andrew dió un respingo haciéndose hacia atrás en su asiento, como apartándose de esas palabras para volver enseguida a ellas olfateándolas prudentemente:

"¿Pero por qué tendríamos que oponer razón y sentimiento? -dijo- ¿Es preciso hacerlo? Una descripción hecha en términos puramente racionales nunca tendrá el colorido y la vivacidad de detalles que tiene esa descripción cuando interviene la imaginación y el sentimiento poético. Luego el sentimiento no es algo de lo que haya que huir para relegarlo al ámbito de lo no serio".

Allison miró a Andrew con irónico arrobo y las sonrisas quedaron petrificadas en la sombra temiendo abatirse la tormenta: "Pues mira tú por dónde, estoy completamente de acuerdo con lo que has dicho, Andrew -dijo para alivio de todos- ¿Es que no es justo el sentimiento?, quiero decir, ¿no es real? ¿Incluso no se podría decir en cierto modo que lo real y lo justo son justamente los sentimientos -dejando atrás lo que pensaron los griegos-, puesto que no sabemos lo que son los objetos o la realidad más allá de nuestro modo de percibirla?".

En este momento habló Mónica: "Yo pienso que la naturaleza sólo es bella cuando tiene la apariencia del arte, por decirlo así; y, a su vez, el arte no puede ser llamado bello sino cuando nosotros, aun teniendo conciencia de que es arte, lo consideramos como naturaleza. Y así es como se conciliarían, según me parece a mí, lo objetivo y lo subjetivo".

"Pues qué bien que me estéis dando la razón todos, aunque no lo hagáis a propósito -dije yo-. Platón se enrocaba en sus posiciones objetivistas respecto al arte porque estaba haciéndoles la guerra a los poetas y los rapsodas que eran los que tenían entonces el monopolio de la educación del pueblo, y él quería que esa función de educar la ejerciesen los filósofos. Pero al final él no es sino otro poeta más que habla continuamente de la belleza sensible de cuerpos y cosas que se acercan a la perfección, para subrayar el amor que despiertan y el inicio, en ese sentimiento -digo sentimiento-, del proceso que conduce a recordar la esencia o verdad de las Ideas. De ahí que pueda poner a la belleza en conexión con el bien y con la verdad, y afirmar que la belleza es manifestación de lo bueno y lo verdadero". 

El sol se había puesto ya. En la orilla, a lo lejos, las palmeras movían sus palmas contra el cielo todavía azul, y algunos obreros trabajaban limpiando la playa cubierta de algas. Cuando nos trasladamos al comedor y empezó la cena, me miré allí y los miré a todos: éramos la única verdad de nosotros mismos, y todo lo demás la máscara que los otros nos imponen.

Recuerdo que el placer de aquella última velada y de la espléndida cena con la que Mónica nos obsequió se prolongó luego, cuando me fui a dormir, en un dulce sueño que tuve en el que me veía bailando con Violeta, mi primer amor de niño, que, de improviso, se había hecho mujer y había aparecido en la penumbra de la popa mientras yo escuchaba un vago eco de música. La brisa era apenas un suave suspiro. Me convencí de que era ella por su modo inconfundible de cruzar las piernas y por su forma exquisita de tocarme con las puntas más delicadas de sus dedos. Llevaba el pelo suelto cayéndole sobre un vestido de noche color perla, y me hablaba con una elegancia que le hacía brillar, a pesar de la oscuridad, como una diosa. 

Empezó a sonar Everything I do, en la voz de Bryan Adams, y yo la tomaba de la mano y la rodeaba luego por la cintura. Su cuello largo emergiendo del escote, el cuidado dibujo de su peinado, el irresistible brillo de sus hombros, y mi cabeza que se hundía allí, en el ángulo del cuello con el hombro, desordenando su armonía. Mientras la canción sonaba:

Look into my eyes, you will see

What you mean to me. 

Search your heart, search your soul

And when you find me there you'll search no more.

Y estaban sus cabellos, que olían a rosanova y azalea, rozándome la cara, y sus brazos flotando por encima de mis hombros mientras bailabamos. Violeta dejaba caer su cabeza sobre mi hombro, pero yo no notaba su peso. Sólo estaba junto a mí como un bienestar.

Cuando al día siguiente todo estaba preparado para marcharme me daba por pensar que el barco, las costas y paisajes que habíamos recorrido, las charlas que habíamos disfrutado, todo eso estaba allí esperando a que cesara mi presencia y mi movimiento para quedarse inmóvil como única verdad. Era el espejismo de lo esencial como un cristal exento de la densidad envolvente de lo cotidiano, de lo común. Y me sentía como si siempre hubiera vivido allí, o como si hubiera sido un error no haber vivido allí desde siempre. Era mi tiempo sin memoria, tiempo sin tiempo, porque la felicidad no se recuerda. Es un estado cuyo tiempo es el del instante, no el de la sucesión. Luego regresa el tiempo de verdad, y lo hace despacio, avasalladora e inexorablemente.

De estas experiencias hoy ya sólo quedan los jirones de aquellas impresiones, simples imágenes felices detenidas en estas fotografías. Y esos afectos y desafectos que todavía contienen y que desprenden el aroma de lo que siempre me ha importado de verdad. El traslado de la lancha al aeropuerto, los trámites del embarque y el viaje de vuelta fueron convirtiendo aquellos días alegres en una meditación sobre el verdadero sentido de la filosofía platónica, la que comprende al ser humano prisionero en una caverna desde la que sólo puede ver los destellos de una belleza recordada, rememorada pero existente en otro nivel de realidad, cuyo fulgor deslumbra y ciega sin que sea posible su visión, ni su alcance, ni su posesión en esta vida. Lo pensaba asomado a la ventanilla del avión, mientras miraba los colores ocres de un paisaje desolado de tierras quemadas y barbechos, bordeado por las heridas azules del mar.

 

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Autor Colaborador: Kosme de Barañano,
Director de Cátedra de Metodología de
Historia del Arte y de la Escultura

Kosme De Barañano

 

 

 

 

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Uno de los mejores biopics del pasado año, pero que inexplicablemente no ha llegado a España, es Get on Up, sobre la vida del cantante James Brown (1933-2006). La pelicula está dirigida por Tate Taylor con un inteligente guión de los hermanos Jez y John-Henry Butterworth, con Chadwick Boseman de protagonista. El productor ha sido  Brian Grazer que intentó  hacer la película ya en vida del artista y que ahora para finalizarla ha contado con el dinero de Mike Jagger, que asimismo está produciendo un documental  puro dirigido por Alex Gibney. Jagger coincidió con James Brown sólo una vez en octubre de 1964 en el TAMI Rock Concert 1964 en el Civic Auditorium de Santa Monica, viendo sus impresionantes interpretaciones de Please Please Please y de  Night Train en el que  ya hacía el show del desmayo y  el de la capa, así como el claqué al que después  Michael Jackson supo darle lírica y marcha atrás, moon walk. Nacido en 1933 Mr Dynamite murió el día de Navidad de 2006. Bajo su influencia se han desarrollado las carreras de Michael Jackson y de Mick Jagger, como éste mismo ha reconocido, pero también de Prince, de Usher, de Chris Brown, y de muchos raperos.

 

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Brown, alicatando  el blues y el gospel, cambió el alma del soul hacia el funk y hacia la disco music,  y está en la base del hip-hop. Supo rodearse de gente inteligente y buena como Bobby Bird o Marceo Parker, esos amigos que saben reconocer el genio y se mantienen a la sombra aunque no callados. Brown supo elegir a su acompañantes, supo sacar lo mejor de ellos, aunque muchas veces de malas maneras, las maneras en las que se había criado, pero también la pelicula demuestra que hay tipos como Byrd que saben, tanto por amistad fiel como por musicalidad, que se puede aguantar a los genios muchos de sus pecados, incluso los graves. La hija de Brown, Deanna Brown, que se refiere a Byrd como el tío Bobby, dijo que uno de sus mejores recuerdos es el de su padre y Byrd  tocando  y cantando juntos en su boda, el tipo de actuación improvisada que sólo aquellos dos hombres podían dar.

 

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La personalidad de Jame Brown se ha desdibujado  por  la majestuosidad de cartón piedra de su presencia escénica, por esa personalidad entre arrogante y divertida, entre Ben-Hur con sus capas de senador de la música marginal y predicador de circo de provincias, pero mas allá de la escenografia, o mejor dicho, al comienzo de todo, estaba su poderío vocal y su dominio del ritmo. James Brown no sólo abrió las vías del funk sino que recorrió todos los estilos del momento dándole su toque, incluso la ironía de los falsos pasos y de perdida de control corporal, que nunca era real, como tampoco sus muestras de agotamiento fisico. JB dominó todos los resortes de la interpretacion como Klaus Kinski, con ojos de fuego detrás de sus máscaras. Pero al margen de su stage show están sus vinilos con sus aportaciones de composición y síntesis. Casi sesenta años de carrera con una vida pública notoria, pero poco sabemos de su vida interior, de sus complejos y de sus dudas, incluso de sus últimas parodias de si mismo, si fueron falsificaciones como los cuadros de De Chirico de su etapa metafisica.  James Brown supo advertir su propia caricatura cuya mejor ejemplo es la parodia de un joven Eddie Murphy en 1983 en el sketch satirico de la televisión en el programa Saturday Day Night titulado "James Brown Celebrity Hot Tub Party". 

 

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James Brown se convirtió a finales de los 50 en el cantante principal de un grupo que se llamaron a sí mismos las llamas y, más tarde, los Famous Flames. Little Richard  predijo '' 'Y'all are the onliest people who ever made yourself famous before you were famous.'' (ustedes son las  unicas personas que se han hecho a sí mismo famoso antes de que fueran famosos). En 1956 publicó  ''Please, Please, Please,'' con la discografica de Syd Nathan consigueindo el puesto 6 de los R&B charts. Después vinieron ''Try Me'' (1958), ''Night Train'' (1962), ''Prisoner of Love'' (1963), ''Papa's Got a Brand New Bag'' (1965), ''I Got You - I Feel Good'' (1965), ''It's a Man's World'' (1966), ''Cold Sweat'' (1967), ''I Got that Feeling'' (1968), ''Say It Loud - I'm Black and I'm Proud'' (1968), ''The Popcorn'' (1969), ''Ain't It Funky Now'' -Part 1 (1970), ''Hot Pants'' (1971), ''Get On the Good Foot'' (1972) y  ''The Payback'' (1974)., the only gold-certified album [500,000 copies sold] of his long and successful career. La cancion ''Say it Loud -- I'm Black and I'm Proud''  fue como el himno nacional de los negros en 1968, y un año después ''America is My Home'' se convirtió en más patriótico aùn. Brown fue un votante, sin embargo, de Richard Nixon y de Ronald Reagan. Recibió el Achievement Award de 1992  en los premios Grammy Awards y un año después el premio del Kennedy Center en Washington.

 

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La película subraya también las rabietas en escena o los insultos a los músicos que no entienden el ritmo, o el hecho, ahora ya ridículo, del promotor regalándole un Cadillac. Son interesantes, aunque melodramáticos, los flashbacks a su infancia de niño abandonado en Georgia, cuyos ojos han visto de todo antes de entrar en la mili. Fue un defensor de su música y de su espectáculos, de los derechos de su música y del control de la misma. Pronto se dió cuenta que no podía dejar a los promotores blancos el dinero de sus promociones, e invirtió rapidamente en comprar radios, en compañias de discos y en la propia organización de su viajes, para ganar más dinero y no perder el control de su propio negocio. Fue el primero que dedicó horas a firmar autógrafos ya a responder a entrevistas y a saludar a disjockeys para que promocionaran su música. El mismo fue su mejor agente. También de él aprendieron esto otros dos mitos como son Michael Jackson y Prince. Fabulosa es la presencia de los dos en el escenario, invitados por Brown, que les había visto entre el público el 20 de agosto de 1983 en el Beverly Theatre de Los Angeles: su forma de baile, su entregada performance en todo momento, tiene su origen en Brown. Prince hace un breve solo que es a la vez homenaje al funk de Brown y a Santa Claus. Brown fue uno de los primeros en recoger canciones de navidad en un disco a su estilo. Brown entregó en el 2003 el premio a la "legendaria carrera" de la cadena BET a Brown, Black Entertainment Television es un canal de televisión por cable, perteneciente a Viacom, y ubicada en Washington, D.C. desde 1979. Jackson bailó al estilo Brown y se emocionó al decirle que nadie le había influenciado tanto. Tambien "el niño" fue una de las pocas celebridades que acudieron al entierro de Brown. Una gran cantidad de celebridades y miles de fans asistieron a la conmemoración pública en el Teatro Apollo de Nueva York el 28 de diciembre de 2006 y en el James Brown Arena el 30 de diciembre de 2006 en Augusta, Georgia, retransmitido por la CNN.  En el Apolo la gente llevó la camiseta con el texto “Say It Loud — I’m Black and I’m Proud" por todas partes, fue una parade casi nacional, y en los letreros electronicos del Apolo ponía: "Rest in Peace Apollo Legend, The Godfather of Soul, James Brown, 1933-2006.”Luego se celebró una ceremonia privada en la  Carpentersville Baptist Church de North Augusta, Carolina del Sur, el 29 de diciembre de 2006, a la que asistieron la familia de Brown y amigos cercanos como  Michael Jackson, el rapero y ministro o preacher de la iglesia de Pentecostes M.C. Hammer o el boxeador Joe Frazier.

 

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No fue un excéntrico, sino un personaje analítico y clarividente, un leader que se supo construir desde una niñez de huérfano y desde una corta estatura supo crecer como un mago del ritmo, y de mover a la gente, unas veces para el derroche y el desenfreno, otras como a la muerte de  Martin Luther  King para parar una avalancha de ciudadanos cabreados. Su legado es mucho más grande que el de la escena y que el histriónico: es la pasión del canto incluso con una mala voz. James Brown supo rehacer el rythm and blues con un ritmo sincopado donde todos los instrumentos fueron parte de la sección de ritmo, como sus propios gemidos. Es el origen del funk, y sin él es dificil entender la música actual.

 

- James Brown cantando con dinamita -                                        - Página principal: Alejandra de Argos -

 

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Bajó del coche juntando las rodillas y mostrando los elegantes zapatos de tacón, el buen corte de la falda y la blusa de seda estampada cuyo escote dejaba ver la suave piel de la base del cuello. La imagen de Isabelle se fundió con las que seguían guardadas en mi memoria y saltaban entonces atropelladamente interponiéndose una y otra vez, impidiéndome ver lo real y tirando de mí hacia el mundo de mis recuerdos vividos, idealizados o simplemente inventados. Estaba atardeciendo y llegaba a Sils Maria, en la Alta Engadina suiza, para participar en un Congreso sobre la filosofía de Nietzsche que reunía allí a un grupo internacional de especialistas del más alto nivel. 

Sus cabellos flotando ingrávidos e irreales, y sus ojos grandes e intensamente azules subrayaban su aspecto de mujer moderna y libre, que vuela a su aire y disfruta de la vida. Al mismo tiempo, sin embargo, gozaba de una elevada reputación filosófica e intelectual que suscitaba la admiración de alumnos y profesores. El dominio de los difíciles temas sobre los que había publicado varios libros no era posible alcanzarlo sin una rigurosa ascesis, y su carrera académica ponía de manifiesto su coraje, sus sacrificios y renuncias para llegar a lo más alto. Aún así, y en contraste con ello, no era menos conocida por su soltura para la diversión, por su talante de mujer de mundo, y por su aptitud para desenvolverse con naturalidad entre las sombras de la noche donde, junto al lujo y el glamour, chisporrotean también a menudo lo banal, lo frívolo e incluso lo turbio.

No era la primera vez que visitaba este inigualable paraje de los Alpes suizos, pero volvió a impactarle el extraordinario paisaje del valle y de las sublimes montañas que lo flanquean, cuyas cimas me fue nombrando una por una. Por el lado norte, los picos Lagrev y Gravasalna, y el Rosatsch, el Corvatsh y el Chapütschin por el sur. Y luego los lagos: el Campfer, el Silvaplana y el Sils, con sus aguas moviéndose entre el azul zafiro y el turquesa. El juego de los colores oscilaba entre el verde claro de las praderas en la base, más oscuro en las grandes masas boscosas de las pendientes, el gris de las cimas y el blanco de las cumbres. Todo ello cambiando con una fluidez mágica, pues se podía pasar en menos de una hora de la alegría del brillo soleado a la severidad de la bruma grisácea y la niebla. Colmado por aquel silencio se tenía allí la impresión de estar asistiendo al nacimiento del mundo, pues ni la hierba ni la tierra ni el agua parecían haber envejecido.

 

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Isabelle recordó que durante los veranos que Nietzsche pasó allí, entre 1881 y 1888, se alojaba en una posada rústica que formaba parte de un pequeño grupo de casas con tejados en doble pendiente pronunciada y con los balcones llenos de flores. Después la original aldea se ha transformado en un lugar de lujo para veraneantes de nivel económico alto. "Nietzsche - me decía- se retiraba aquí para pensar y escribir. Trabajaba por la mañana, paseaba todo el centro del día, y volvía por la tarde con sus cuadernos llenos de notas y dispuesto a retomar el trabajo tras la comida vespertina y hasta bien avanzada la noche. Según consta en sus diarios, de entre los muchos paseos posibles (por los bosques, la orilla de los lagos, las montañas, etc.), él prefería uno que sube en dirección al mirador desde donde se contempla el Surlej solitario y como acostado sobre las praderas; o también subir hasta la garganta del Fex desde donde, a la derecha de Platta, se abarca todo el anfiteatro de los picos. ¿Qué tal si aprovechamos el sábado para recorrer estos caminos?".

La primera conferencia del congreso fue pronunciada por un veterano profesor italiano que comentó el contenido de una carta de Nietzsche a su amigo Peter Gast, de agosto de 1881, en la que le escribía: “Aquí en Sils Maria me vienen los pensamientos más inesperados. ¡Amigo mío! Tengo el presentimiento a veces de ser una máquina de las que hacen explosión. La profundidad de mis emociones me hace estremecerme y reír. Me sucede algunas veces que no puedo salir de la habitación por la ridícula razón de que tengo los ojos muy enrojecidos. Y ¿por qué? Porque el día anterior, mientras paseaba, había llorado demasiado, pero con lágrimas no de tristeza, sino de alegría. Cantaba, decía locuras, me sentía lleno de una vida nueva que considero en adelante mi privilegio frente a los demás hombres”. Era obvio -añadía el conferenciante- que Nietzsche necesitaba soledad. Aquí solía llegar lleno de proyectos de trabajo, para encontrarse con los baúles repletos de libros enviados por su fiel amigo Overbeck desde Basilea. Aquí leyó a Spinoza y se sorprendió de su proximidad a él; se adentró en la mecánica, la economía política, la cosmología, la biología y la psicología. Una gran transformación se gestaba en él, y para que diera sus frutos necesitaba vitalmente la soledad. Le gustaba decir que venía aquí para estar “desaparecido para siempre” (der auf ewig Abhandengekommene). Pero la razón más importante era, de hecho, que en Sils María podía dar largos paseos buscando inspiración, puesto que a él –y así lo dice en más de una ocasión explícitamente- sus mejores ideas le venían escalando la alta montaña.

 

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Luego otro ponente se refirió a la inspiración que Nietzsche confesó haber tenido en Sils Maria de su pensamiento más decisivo, el más enigmático y difícil. Paseando cerca del enorme bloque monolítico del Surlej, una visión le sobrevino, le hizo estremecerse y anotó en su diario: “Escrito a seis mil pies por encima de los hombres y del tiempo presente”. ¿Qué había visto en este éxtasis y qué es lo que esta nota balbucea dejándolo oculto?, -se preguntaba el ponente. A partir de lo que él contó después, en Ecce homo, en esta visión que exaltó divinamente su alma, creyó captar la ley de los mundos, el eterno retorno de lo mismo, en una especie de reminiscencia heraclítea o pitagórica. Un pensamiento muy antiguo, resucitado de repente de sus más viejos y olvidados sepulcros, y entrevisto en una especie de trance más allá de nuestros horizontes cotidianos y de los límites de nuestros sentidos. Algunos se han apresurado a señalar: “Prueba evidente del comienzo de su locura”. Sin embargo -terminaba diciendo el profesor-, Nietzsche convirtió esta intuición en un pensamiento liberador con el poder de convertirnos en individuos sobrehumanos".

Cuando a Isabelle le llegó su turno, había ya mucha expectación por escuchar su intervención. Empezó de un modo un tanto abrupto, y luego prosiguió levantando acompasadamente la cabeza mientras hablaba y sonriendo con una mueca indiferente al final de pequeñas pausas de silencio: "El totalitarismo -comenzó diciendo- es la figura más lograda de la solemne seriedad de la fe en el ser... Podríamos decir que es la exacerbación de la tendencia profundamente humana de recubrir la carencia de ser con una sobredosis de ser. Pero eso no se da sólo en los totalitarismos. La plenitud del ser es afirmada y reafirmada en todos los discursos oficiales de la política, del arte, de la cultura, de la religión, etc. también en nuestras sociedades democráticas. Se necesita un mundo idealizado, idealista, tal vez divinizado y adornado por una dicha originaria. Y por ello, los que se han obstinado en insistir con ironía en los aspectos discordantes del sistema han sido airadamente expulsados del círculo que se cierra con el mismo vivo entusiasmo con el que se trata de exorcizar la risa del diablo. Nietzsche, el amante de estos senderos, el inspirado por estas alturas, sufrió esta exclusión, y todavía sigue siendo excluido".

Siguió desarrollando su discurso refiriéndose a una lucha irreductible entre las cosas y su sentido, entre el ser humano y él mismo, como la mejor definición de la realidad. "Por eso -concluyó- esta lucha se desata y va siempre acompañada por el deseo de la armonía perdida e irrecuperable, que es el deseo que domina en esa construcción de mundos en los que lo inesencial toma el aspecto de lo esencial, y donde una falsa armonía recubre la realidad llena de ruido, de suciedad y de crueldad. Pues sólo transfigurada en la belleza de una ilusión artística, envuelta en la ensoñación del mito y de la mesura apolínea, el carácter terrible y absurdo de la existencia puede contemplarse y seducir a ser vivida".

La sala de conferencias, más llena de público que en las sesiones anteriores, mostró su satisfacción al final de la conferencia con un sonoro aplauso, y los otros ponentes hicieron comentarios elogiosos y formularon diversas cuestiones que Isabelle contestó con brillantez y elegancia. 

- "Sácame de aquí", me susurró acercándoseme cuando empezaba ya la siguiente conferencia. "Necesito una copa. Es cuestión de vida o muerte".

Fuimos a un pub y se pidió un gin tonic de Citadelle larguito de ginebra. La felicité por su éxito, aunque notaba que ella no disfrutaba especialmente de él. Indiferente, con un pretexto cualquiera cambió de tema y empezó a ponderar las virtudes del botrytis cinerea, un hongo de sabor amargo que se utiliza para endulzar los vinos de Santernes. Luego añadió que lo que le apetecería cenar eran exactamente crepinetas aromatizadas con trufa piamontesa y carpacho de buey regado con un buen borgoña o mosela. Y terminar la velada saboreando un buen Krug Millésimé en una copa bien fría mientras mirábamos las estrellas reflejándose en la superficie del lago."¡Ah! querido, para vivir la vida a lo grande, para apostar por una vida grande no hay nada como encontrarse en París". 

El camarero volvió y le sirvió una nueva ronda, esta vez vertiendo Bombay Sapphire azul en un vaso ancho lleno de hielo frappé, mientras yo la miraba intrigado por su misterio, oráculo de lo oculto que me empeñaba en descifrar para intuir qué era lo que se escondía tras su rostro, debajo de sus palabras.

- "¿Enamorada de Nietzsche, quizás?", le dije.

- "Resulta difícil estar enamorado y hacer algo de provecho", respondió ella. Volvió los ojos hacia un lugar indeterminado, hizo un silencio y después de una pausa añadió: 

- "Destacar por el trabajo es difícil. Lo mejor para llamar la atención es hacer o decir cosas extravagantes". 

Nos separaba el vaso con hielo que se iba derritiendo pegado a la raja de limón. Con el gesto sereno y dulce y la mirada hacia dentro continuó: "Los mejores amantes, si están realmente enamorados, tienen prisa por acabar con ese tormento y hacen lo posible por librarse de él. Para que la relación dure no se debe nunca jurar amor. ¿Qué amor no acaba por contarse a sí mismo la pequeña historia totalitaria de su armonía, reconstruyéndose un pasado a medida de sus aspiraciones, del que quedan excluidas las dudas, los vacíos, las desilusiones y las infidelidades? Pienso, por ello, que en el amor -y no en el conocimiento- es donde los seres humanos firman su pacto más solemne con el ser. Un pacto al que le debe ser consustancial la parodia, porque no hay amores en los que no falte la adecuación con el ser, en los que no prime el malentendido (la ilusión de una plena coincidencia con el otro allí donde lo que existe es la incomunicación, la tensión y la discordancia), en los que la única vinculación existente no sea la de los celos o la de la compasión, y en los que la idea misma de amor no se vea continuamente traicionada por sus figuras. Lo que me gusta de la crítica de Nietzsche es que sigua siendo tan hiriente e insoportable para muchos porque desenmascara a los mistificadores que manipulan y adornan esta "realidad" con ficciones y máscaras absolutas y totalitarias. A estos impostores no les importa la verdad de que cualquier fe auténtica va siempre acompañada de la duda, y de que las cosas importantes de nuestra vida, como el amor, no están nunca a resguardo de la erosión de la caducidad, maltratadas por lo que nosotros mismos hacemos con ellas".

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El sábado, finalizado ya el congreso, hicimos la excursión al Surlej. Las aves levantaban el vuelo con el despertar del día, e iniciamos a buen paso la ascensión por la ladera. La luz poseía una cualidad a la vez delicada e imperiosa mientras el lago reflejaba en su quietud el azul del cielo, algunas nubes grises que lo cruzaban y la vegetación de sus orillas. La belleza del lugar añadía a la mañana una especie de falsa euforia que se imponía en mi imaginación al recuerdo de las palabras y conversaciones con Isabelle. "¡Cuánta hermosura!", exclamó ella posándose el dorso de la mano por encima de los ojos y cubriéndose por un instante del sol. De repente el cielo empezó a oscurecerse y el día viró hacia una especie de noche extraña, bañada por la lívida luz que parecía brotar de la superficie del lago. Una luz invertida que se proyectaba en los negros nubarrones. 

- "¿Qué resorte inexplicable -me dijo entonces- es el que, según tú, convierte lo blanco en negro, lo interesante en aburrido, lo irrisorio en esencial o lo fascinante en temible? Nos pasa desapercibido. El sentido ocupa, usurpándolo, el lugar de lo absurdo, la angustiosa constatación de la nada pronto es aliviada por el firme peso de lo que es. Esta es nuestra experiencia más común. Pero entonces, la duda y el escepticismo han de permanecer siempre como la cara oculta de nuestra fe y de nuestro asentimiento originario al sentido. La nada no es la ausencia de ser, sino sólo su doble interior, su contrario inseparable".

Al llegar arriba, el aire mezclaba los frescos efluvios de la lluvia con los aromas del bosque y la respiración de la hierba, húmeda emanación que se evaporaba velozmente bajo el aliento del sol. Desde aquella altura, los torsos de las montañas, como surgiendo de la nada, formaban delicadas escenografías fantásticas e imaginarias. Pequeñas manchas de vegetación flotaban sobre el espejo azul del lago empujadas suavemente por el viento, mientras el paso de las nubes, reflejado en la superficie, creaba la ilusión de un mundo que parece deslizarse en un viaje interminable, pero que, en realidad, se mantiene siempre igual, inmóvil.

 

- El espíritu de Sils Maria -                      -Página principal: Alejandra de Argos - 

Autor Colaborador: Kosme de Barañano,
Director de Cátedra de Metodología de
Historia del Arte y de la Escultura

Kosme De Barañano

 

 

 

 

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James Cameron, el cineasta cuyos créditos incluyen Avatar y Titanic presentó en colaboración con el American Museum of Natural History de Nueva York, su visión de las profundidades marinas, Deep sea Challenger (se puede seguir en la web http://www.deepseachallenge.com/ ). Cameron se había sumergido en un mini submarino de 7.3 metros, de su propio diseño, en el fondo marino más profundo del planeta, que se hunde en las aguas oscuras del Pacífico occidental a una profundidad de cerca de siete millas, el Challenger Deep. La National Geographic Society ha ayudado a patrocinar la expedición, la primera en 52 años para descender a tanta profundidad. El vehículo es un sumergible de juguete que estuvo aparcado delante del Museo como un objeto a contemplar, más interesante que las Aspiradoras de Jeff Koons en el Whitney. Cameron nos hace partícipes de su exploración del fondo marino oscuro durante seis horas, filmando y tomando fotografías así como muestras de la fauna abisal, antes de regresar a los reinos de sol. Cameron, de 57 años, ha practicado yoga para entrenarse a aguantar nueve horas manteniendo las rodillas flexionadas y el cuerpo prácticamente inmóviles. La zambullida de Cameron llega un cuarto de siglo después de que comenzara The Abyss (1989), la primera de sus películas para mostrar una fascinación por las profundidades del mar.

 

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Otra muestra del interés visual y sonoro del mundo de los océanos estuvo presente en la instalación DIVE dentro del túnel de Park Avenue, (de 7 a 1 de la mañana los días 2, 9 y 16 de agosto del 2014), un túnel que recorre siete bloques, de la calle 33 a la calle 40. Estuvo cerrado al tráfico esos tres sábados de agosto y abierto a los peatones interesados por una experiencia artística de la cineasta y documentalista Jane Winderen. La instalación fue patrocinada por Summer Streets, la celebración anual de los más valiosos espacios públicos de la ciudad de Nueva York. Summer Streets proporciona el espacio para la recreación artística y anima a los ciudadanos a usar formas más sostenibles de transporte; en 2013, más de 300.000 personas se aprovecharon de las calles abiertas.

 

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Winderen realizó una larga instalación sonora inmersiva dentro del túnel. Se trata de un paisaje sonoro utilizando sonidos grabados en entornos submarinos superficiales y profundos de muchos mares, de Groenlandia hasta Tailandia. Está diseñada a partir de las grabaciones de los sonidos emitidos por los crustáceos, peces y mamíferos que el oído humano no detecta, pero son capturados por aparatos especiales. "Estoy fascinada por un territorio desconocido", dijo la documentalista en una entrevista. "No se sabe mucho acerca de la comunicación en general, el sonido en los océanos entre los peces, o cómo los habitantes de los océanos se orientan con el sonido." Winderen investiga las profundidades ocultas con la última tecnología; su trabajo revela la complejidad y la extrañeza del mundo invisible debajo. La topografía de audio de los océanos y la profundidad de las grietas de hielo es presentada a la superficie. Ella se ocupa de encontrar y revelar sonidos de fuentes ocultas, tanto inaudible para los sentidos humanos y sonidos de los lugares y criaturas de difícil acceso.

 

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Winderen es una cineasta noruega, formada en Bellas Artes en el Goldsmiths College de Londres, y con una formación en matemáticas, química y ecología de los peces de la Universidad de Oslo. Con la ayuda del catedrático Tony Myatt, que diseñó y programó el sistema de audio para reproducir la obra en sonido espacial 3D, Winderen crea un ambiente animado por la producción de bolsas de sonido de diferentes hábitats, que es lo que el público va a experimentar, mientras anda y bucea más en el túnel. A través del uso de la iluminación azul marino y los sonidos de diferentes criaturas submarinas, la instalación tenía como objetivo crear la sensación de inmersión en el océano.

 

- Deep Blue -                                                          - Página principal: Alejandra de Argos -

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