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- Escrito por Elena Cué
Uno de los lugares más sublimes por su entorno natural privilegiado y sus restos arqueológicos se encuentra en Delfos. Este paisaje espiritual alberga uno de los santuarios más bellos y políticamente más importantes de la Grecia Antigua. Se encuentra en el Peloponeso, cerca del Golfo de Corinto, en las faldas del empinado monte del Parnaso.
Santuario de Atenea Pronaia (s IV a C). Delfos. Elena Cué
Uno de los lugares más sublimes por su entorno natural privilegiado y sus restos arqueológicos se encuentra en Delfos. Este paisaje espiritual alberga uno de los santuarios más bellos y políticamente más importantes de la Grecia Antigua. Se encuentra en el Peloponeso, cerca del Golfo de Corinto, en las faldas del empinado monte del Parnaso, por donde corría el agua de la arcaica fuente Castalia, manantial sagrado, donde sacerdotes y peregrinos se purificaban antes de entrar en el Templo dedicado a Apolo. En él se encontraba el Oráculo, excelencia en prestigio y devoción, fama y riqueza. Este santuario representaba la unidad griega, la pertenencia a una cultura común.
Este paraje sagrado, declarado Patrimonio Mundial de la Unesco, era conocido como el Omphalos, "el ombligo del mundo". Según la mitología griega, Zeus quería saber cual era el centro del universo, para ello mandó a dos águilas desde los dos extremos del cosmos, y el lugar donde se encontraron fue Delfos. En el Museo Arqueológico de Delfos podemos ver la piedra que simboliza este punto.
Este santuario, antes de ser destruido por una avalancha de rocas y tierra, al final de la Edad de Broce, estaba dedicado, en tiempos micénicos, a la diosa Gea. En el s VIII a.C aparecen ya vestigios del culto a Apolo. En la mitología griega, Apolo, que aprendió las dotes adivinatorias gracias a Pan, dios de los pastores y rebaños, decidió establecer su santuario en este espléndido paraje custodiado por Pitón, un híbrido entre serpiente y dragón que Apolo mató y se hizo con el control de Delfos.
Templo de Apolo. Delfos. Foto Elena Cué
En este enclave extraordinario se construyó, al pie de la montaña con vistas al valle, flanqueada por montes, un complejo presidido por el Templo de Apolo. Además de peregrinos acudían visitantes a ver los Juegos Píticos, que junto con Olimpia, Nemea y los del istmo de Corinto, eran uno de los cuatro Juegos Panhelénicos. Se realizaban en el Estadio de Delfos, que podemos ver en el punto más alto del recinto, consagrados a Apolo y en el que los atletas recibían una corona de laurel como símbolo de honor y gloria.
Los peregrinos recorrían el camino sagrado, que es el natural para visitarlo e ir ascendiendo por la montaña. En ese paseo vamos recorriendo edificios, que se asemejan a pequeños templos llamados "tesoros". Destacando el Tesoro de Atenas. Aquí se guardaban los suntuosos ex-votos donados por las ciudades que consultaban el Oráculo. Solían conmemorar un evento importante como la victoria de una batalla.
El Oráculo era una sacerdotisa, que tenía la capacidad de comunicarse con el dios Apolo y proveer de consejos proféticos a todos aquellos helenos y bárbaros que acudían a consultarle, principalmente antes de una guerra, una alizanza o una expedicion de colonización. Estudios geológicos han descubierto que la cámara sagrada de la sacerdotisa en el Templo de Apolo está ubicada en un area de alta actividad sísmica, en la intersección de dos falla geológicas, Delfos y Kerna. Bajo la superficie de la tierra emanaban de la falla vapores tóxicos, que pueden tener efectos anestésicos y psicotrópicos y podían ser la fuente de inspiración de la sacerdotisa. Las respuestas de la Pitia sugestionada por la masticación de hojas de laurel, el incienso y los gases eran ambiguas y conducían a las más diversas interpretaciones. En los muros del pronaos del templo de Apolo, gracias a Pausanias, sabemos que se encontraban máximas de los siete sabios de la Antigua Grecia, como la proverbial inscripción "Conocete a tí mismo", sentencia que nos indica que debemos conocer el lugar que ocupamos en el mundo y cuales son nuestros límites. Otra de las máximas era "nada en demasía".
Además del templo de Apolo y el Estadio, Delfos alberga maravillas como el tholós del Santuario de Atenea Pronaia (s IV a C) del arquitecto Teodoro de Focea. Este edificio de forma circular, es una imagen icónica de Delfos. Sus tres columnas restauradas se erigen en otro lugar privilegiado, una terraza en la pendiente del complejo con vistas al valle délfico. Antaño constaba de veinte columnas dóricas exteriores y decoración interior de columnas corintias. Las metopas estaban adornadas con escenas de Centauromaquía y Amazonomaquía.
Cerca se encuentra el Gimnasio, el más antiguo de Grecia. Aquí los atletas se preparaban para los Juegos Píticos. Según el mito, aquí es donde estando de caza Ulises, fue herido por un jabalí en el pie. Esta adversidad hizo que su sirvienta Euriclea le reconociera cuando regresó a Itaca. Uno de los restos mejor conservados es el Teatro, con capacidad para más de 5000 espectadores, que se situaba por encima del Templo de Apolo y antes de que lleguemos al Estadio. Las representaciones que se hacían eran líricas y dramáticas.
Teatro. Delfos. Foto Elena Cué
No hay que olvidar visitar el prestigioso Museo Arqueológico de Delfos, en el que encontraremos obras tan excepcionales como el Auriga de Delfos, los monumentales koúros arcaicos Cleobis y Bitón, de Polimedes de Argos, la colosal esfinge de Naxios, o la Nike alada entre otros hallazgos arqueológicos de gran importancia artística. Este museo complementa la visita a uno de los lugares históricos más excepcionales.
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- Escrito por Elena Cué
Todo empezó en Grecia, concretamente en Olimpia, en el valle de Alfiós, extensión occidental del Peloponeso. En este bosque sagrado, los griegos erigieron el santuario consagrado a Zeus Olímpico, en el que nacieron los valores universales y los ideales virtuosos del deporte. Los Juegos Olímpicos se fundaron en el año 776 a.C. como símbolo de la unidad griega.
Antes de que se inauguren los Juegos Olímpicos, se enciende una llama en el lugar de su origen, Olimpia, Grecia. Getty images.
Todo empezó en Grecia, concretamente en Olimpia, en el valle de Alfiós, extensión occidental del Peloponeso. En este bosque sagrado, los griegos erigieron el santuario consagrado a Zeus Olímpico, en el que nacieron los valores universales y los ideales virtuosos del deporte.
Los Juegos Olímpicos se fundaron en el año 776 a.C. como símbolo de la unidad griega. Y a partir de aquí se registraban los ganadores de los torneos, que recibían honor y gloria, cuyo emblema era una guirnalda de hojas de olivo silvestre, el kótinos. Se diferenciaba de otros juegos importantes, como eran los juegos Pítícos de Delfos, en que estaban consagrados al dios Apolo y la corona era de hojas de laurel.
Los juegos de este santuario religioso y deportivo panhelénico se organizaban, al igual que ahora, cada cuatro años. Para que todos los griegos pudieran acudir a participar o presenciar el festival atlético de Olimpia en paz, se producía una tregua. Las guerras se suspendían mientras se producían las competiciones. Y se realizaban sacrificios en honor del dios Zeus, cuyo templo ocupaba el lugar más importante en el centro del santuario.
El presidente francés Enmanuel Macrón, este pasado mayo, declaró que haría todo lo posible por lograr una tregua durante los Juegos Olímpicos de París. El presidente ruso, Vladimir Putin, respondió que excepto la antigua Grecia, pocos países la respetaron a lo largo de la historia. Añadió que al impedir que los atletas rusos participen en los JJ OO bajo su bandera, con su himno nacional, los funcionarios deportivos internacionales violan hoy los principios de la Carta Olímpica. Putin concluyó que "Para exigir algo a los demás, uno mismo debe respetar las reglas". Por su lado, el presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, descartó la tregua olímpica por su convencimiento de que Rusia no lo haría.
Olimpia. Foto Elena Cué
Una de las curiosidades de estas competiciones es que los griegos empezaron a competir desnudos en el año 720 a.C. No está muy claro porque comenzaron a hacerlo, pero Pausanias (s.II d.C) en el Libro I de su Descripción de Grecia relata quién fue el primero en ser coronado vencedor desnudo de la carrera del estadio: “Cerca de Corebo está enterrado Orsipo, que, cuando los atletas luchaban con taparrabos en los combates, según la antigua costumbre, venció en el estadio en Olimpia corriendo desnudo... Yo creo que él en Olimpia dejó caer a propósito el taparrabos sabiendo que un hombre desnudo corre más fácilmente que un hombre ceñido". Se cree que debido a este éxito, los corredores, posteriormente, le imitarían convirtiendose en una norma.
Hermés de Praxiteles. Museo Arqueológico de Olimpia. Foto Elena Cué
En los restos arqueológicos que podemos visitar en Olimpia, destacan, aunque desparramados probablemente por los terremotos que se sucedieron en la antigüedad, las ruinas de estilo dórico del templo de Zeus, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Este templo, construido por Libón de Élide en el siglo V a.C., albergaba una escultura de doce metros de Fidias (s V a.C), el gran escultor del clasicismo griego, que después de la diosa Atenea del Partenón, esculpió una de las Siete maravillas del mundo antiguo, una estatua crisoelefantina de Zeus. Ahora en Olimpiasólo podemos ver una reproducción en pintura, gracias a las valiosas descripciones de Pausanias, pues fue destruida en un incendio. Fidias tuvo un final desdichado, como relata Isaac Asimov en Los griegos. Los aristócratas de atenas, eternos enemigos de Pericles, atacaron a cuantos amigos suyos pudieron. Le acusaron de cometer delitos de apropiación de fondos confiados a él, y de sacrilegio por haber incluido retratos de Pericles, y de sí mismo en las figuras que esculpió sobre el escudo de Atenea. Murió en la prisión durante su segundo juicio.
Tolón de Olimpia, el Filipeon. Foto Elena Cué
Entre las bellas ofrendas realizadas a Zeus, encontramos el Tolón de Olimpia, el Filipeon, donado por el rey de Macedonia Filipo II, una construcción circular con 18 columnas jónicas en el exterior que, después de morir, fue terminada por su hijo Alejandro Magno. O la entrada al Estadio en el que se celebraban las competiciones, y en el que puedes encontrate con visitantes realizando una carrera. Imagino que queriendo imbuirse en el espiritu atlético de otro tiempo.
Frontón del templo de Zeus. Museo Arqueológico de Olimpia. Foto Elena Cué
En el Museo Arqueológico de Olimpia podemos visitar una de las obra escultóricas culminantes de la Grecia antigua, el Hermés de Praxiteles llevando a Dionisio en brazos. En este museo destacan los soberbios frontones del templo de Zeus, una decoración escultórica en unas condiciones excelentes de conservación. Pero si algo me sorprendió de forma reverencial fue el casco del estratega ateniense Milcíades (s. V aC), con la inscripción de su nombre en la parte izquierda del casco. El sentido de estar aquí es que Milcíades lo dedicó a Zeus. Este casco es muy posible que fuera el que utilizó en la decisiva batalla de Maratón, en 490 a. C, en la que los griegos lograron una gran victoria contra los persas, cambiando la historia. A su lado se exhibe un casco asirio.
Casco del estratega ateniense Milcíades (s. V aC). Foto Elena Cué
Olimpia, bien vale un viaje para todo amante de la antigua Grecia. Pasear por el majestuoso enclave sagrado entre bosque de pinos, álamos, olivos, ciclamores... mientras recorremos y miramos con atención los monumentos es un privilegio, pues este lugar fue abandonado en el s.VII después de ser destruido e incendiado y sufrir dos terremotos. Las excavaciones que se llevaron a cabo en el s XIX recuperaron los restos de los soberbios monumentos y el esplendor perdido de este lugar sagrado.
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- Escrito por Elena Cué
Para aquellos interesados en el arte, la arquitectura y el buen vino existe un lugar en el sur de Francia, concretamente en Le Puy-Sainte-Rèparade, llamado Châteu La Coste, a 45 minutos de Marsella que fusiona arte y naturaleza en perfecta armonía. Uno puede pernoctar en sus acogedoras villas diáfanas, disfrutar de su gastronomía de la mano del chef argentino Francis Mallmann, visitar sus viñedos y hacer un recorrido paseando por el dominio provenzal
Para aquellos interesados en el arte, la arquitectura y el buen vino existe un lugar en el sur de Francia, concretamente en Le Puy-Sainte-Rèparade, llamado Châteu La Coste, a 45 minutos de Marsella que fusiona arte y naturaleza en perfecta armonía. Uno puede pernoctar en sus acogedoras villas diáfanas, disfrutar de su gastronomía de la mano del chef argentino Francis Mallmann, visitar sus viñedos y hacer un recorrido paseando por el dominio provenzal, en donde la arquitectura y la escultura hacen su aparición entre pinos, olivos, robles y cipreses. Es una experiencia extraordinaria tomarse el tiempo para ir descubriendo y contemplando cada una de estas obras específicas en medio de la naturaleza.
En La Coste confluye la arquitectura de Frank Gerhy, Tadao Ando, Oscar Niemeyer, Renzo Piano, Richard Rogers o Jean Nouvel con artistas como Richard Serra, Ai Weiwei, Calder, Louis Bourgeois, Tracey Emin, Sean Scully, Andy Goldsworthy o Sugimoto, entre tantos otros. Todos ellos han escogido el espacio donde desarrollar su obra.
Este centro artístico es la realización de una idea desarrollado en 2011 por el empresario irlandés Patrick Mackillen. Allí también se llevan a cabo exposiciones de artistas internacionales. En este momento y hasta el 23 de Junio se puede visitar la exposición de Damien Hirst “The light that Shines” compuesta por esculturas y pinturas nunca vistas antes, pero también se podrán ver sus obras más icónicas, como sus tiburones en formol. Hay que recordar que su pieza “La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo” (1991), un tiburón tigre preservado en formol, le catapultó a la fama al ser adquirida por el empresario y galerista Charles Saatchi, y vendida posteriormente en 2004 convirtiéndose en una de la obras más caras de un artista vivo.
Esta exposición esta distribuida por los pabellones que se extienden por el Château. En el Pabellón de Renzo Piano nos encontramos con las obras que forman parte de su serie “Historia Natural” con obras como sus terneros, tiburones, palomas y peces en formaldehído. Estas obras tempranas de los años 90 guardan relación con su paso por la morgue, donde trabajaba un amigo suyo que le permitió asistir al curso de anatomía que impartía. Uno de los temas centrales en la obra de Hirst es la muerte. Un hombre enamorado de la vida que ve la imposibilidad de pensar en ella y la afronta de las pocas maneras posibles; "La muerte es una idea inaceptable. Así que la única manera de tratar con ella es con indiferencia o con diversión", dice Hirst.
Frente a estas obras de los inicios de su carrera, en la Bastide Gallery, con el nombre de "The Secret Gardens Paintings" se exhibe su obra más reciente, cuadros de flores en explosión, de vibrantes colores y energía vital produciendo un efecto de excitación y expansión. Lo que manifiesta el carácter vitalista de Hirst frente a, o de la mano, de la idea de la muerte.
El procedimiento de los taoístas para hacerse inmunes al horror de la muerte, es cuando son capaces de identificar el cosmos de la propia persona con el cosmos del universo. Y con el nombre de "Cosmos Paintings", Hirst presenta otra serie de pinturas y esculturas en forma de meteoritos y satélites en la Old Wine Storehouse, diseñada por Jean-Michel Wilmotte. Estas pinturas están inspiradas en las impactantes imágenes que el telescopio Espacial Hubble ha captado, en las que se observan millones de estrellas resplandeciendo en la oscuridad. Este telescopio espacial ha llegado a tomar la imagen más antigua de nuestro universo, que se remontaría a 13.000 millones de años luz de distancia captando imágenes de estrellas y galaxias en las profundidades del espacio.
Para cerrar esta monumental exposición, en la Galería Richard Rogers, "The Emperesses" muestra los icónicos cuadros de mariposas, en este caso, alas de mariposa rojas y negras dispuestas en formas caleidoscopicas. Y en el Auditorio Oscar Niemeyer, esculturas y cajas de luz de su serie “Treasures from the Wreck of the Unbelivable” que habían sido exhibidas en la Punta Della Dogana y el Palazzio Grassi de Venecia en el año 2017. Además de esculturas al aire libre como su monumental "Hymn", una escultura anatómica.
Damien Hirst, ganador del Premio Turner en 1995, es un cocktail explosivo entre conceptualismo, mercado, sensacionalismo, irreverencia y humor. Un gran artista que ha conseguido hacer de sus obras iconos singulares del arte contemporáneo.
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- Escrito por Elena Cué
Al producirse la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi de Hitler, en 1938, el médico neurólogo, padre del psicoanálisis Sigmund Freud (1856-1938) y su familia decidieron abandonar su hogar en Viena. La persecución a la que se vieron sometidos por el Tercer Reich debido a su condición de judíos, les convenció de su necesidad de huir del país. El destino elegido fue Londres, concretamente el número 20 de Maresfield Gardens.
Sigmund Freud’s Famous Psychoanalytic Couch. Cortesía Freud Museum London
Al producirse la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi de Hitler, en 1938, el médico neurólogo, padre del psicoanálisis Sigmund Freud (1856-1938) y su familia decidieron abandonar su hogar en Viena. La persecución a la que se vieron sometidos por el Tercer Reich debido a su condición de judíos, les convenció de su necesidad de huir del país. El destino elegido fue Londres, concretamente el número 20 de Maresfield Gardens. Freud moriría un año más tarde sumido en terribles dolores producidos por un cáncer de paladar que le mermó considerablemente sus capacidades físicas. Como relata Peter Gay en "Freud, una vida de nuestro tiempo", afrontó la muerte con dignidad y sin autocompasión. Freud había hecho un "contrato" de palabra con su último médico Max Schur para que, cuando llegara el momento, le ayudara a morir. De esta manera, le fueron inyectados a lo largo de dos días tres centigramos de morfina hasta morir el 23 de septiembre de 1939.
Esta casa, del barrio londinense de Hampstead, se convirtió, en 1986, en el Freud Museum London. Lo que atrae la atención es su capacidad de imbuirnos de la atmósfera que rodeó a este singular científico al recorrer sus estancias, tratando de descifrar en cada objeto, fotografía, cuadro o libro, los intereses de una de las personalidades intelectuales más significativas del s XX. Pero sin lugar a dudas, lo que suscita mayor interés del que fue su hogar es el célebre diván. Allí sus pacientes se tumbaban a hablar libremente expresando cualquier idea, recuerdo, emoción o sentimiento que se les ocurriera sin necesidad de ningún tipo de orden, sentido o restricción durante las sesiones del tratamiento psicoanalítico. Freud se situaba en una butaca detrás de ellos en silencio y escuchaba para posteriormente interpretar el contenido de los relatos. Este método, la asociación libre, manera en la que es descrito por Sigmund Freud, es la regla fundamental del psicoanálisis.
El Museo Freud de Londres celebra el centenario de la obra de Freud con “El yo y el ello”, una pequeña exposición interactiva. Además, se ofrece la posibilidad de tumbarse en una réplica del diván que se hizo para la película “La última sesión de Freud” (2023) protagonizada por Sir Anthony Hopkins. El centenario de la obra es una excusa para reflexionar sobre una de las teorías fundamentales de su trabajo.
Anthony Hopkins es Sigmund Freud y Matthew Goode da vida al escritor C. S. Lewis.
El psicoanálisis es un método ideado y puesto en práctica para intentar curar a enfermos psíquicos. Este ejercicio terapéutico ha proporcionado un material muy relevante a través de observaciones y de reflexiones que han dado forma a una concepción del ser humano y de la cultura de gran influencia en nuestra época. Su objetivo principal es el inconsciente. En su escrito «Una dificultad del psicoanálisis», Freud se refiere al hallazgo del inconsciente como la tercera herida narcisista, cuando elser humano advierte que no era el señor de su propia psyque.
Fotografía de Sigmund Freud circa 1921,1 de Max Halberstadt.
Pero volviendo a la exposición sobre la obra "El yo y el Ello", Freud define el ello, es decir, el inconsciente como el ámbito de los impulsos primarios de vida y de muerte, básicamente, los impulsos de autoconservación y los impulsos sexuales, que sólo quieren y buscan la satisfacción inmediata e incondicional. Lo inconsciente alude a una actividad psíquica aislada de la conciencia por fuerzas que le cierran el paso, y que es mucho más básica y más profunda que la actividad consciente. La conciencia, el yo, por tanto, no es más que la superficie del mar de fondo de lo inconsciente. Según Freud, el yo es una pequeña parte del psiquismo del individuo, concretamente la décima parte. La pulsión, en cuanto fuerza o energía que brota del cuerpo, es incognoscible, de manera directa, y sólo entra en el ámbito de lo psíquico porque produce signos, representaciones que afloran al exterior y que es lo que el analista estudia como modo de conocerlas. Desde el punto de vista filosófico, el superyo es el ámbito más interesante pues es, según Freud es la instancia psíquica normativa, independiente del yo y, en gran medida, inconsciente. Es decir, es el lugar de la moral que se manifiesta al yo exigiéndole un control, obligaciones y prohibiciones. Mientras el ello, o sea, los impulsos instintivos, son algo que procede del cuerpo, el superyó viene al individuo desde fuera, proviene de la sociedad.
"El yo y el Ello" se publicó en 1923, un año de desgracia en lo personal para Sigmund Freud. Tras el suicidio con una sobredosis de veronal, a los 23 años, de su sobrina predilecta Caecilia Graf, falleció uno de sus nietos. Además, en la primavera de ese año, conoció la noticia de que padecía un cancer de paladar.
Su obra tuvo una relevante acogida, pues ofreció de forma minuciosa un análisis de la estructura y el funcionamiento mental basada en la división tripartita de la mente en el yo, superyo y el ello.
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- Escrito por Marina Valcárcel
En su pequeño taller a orillas del Arno, Donatello esculpía el relieve de la peana del San Jorge de Orsanmichele. Su maestría iba a revolucionar para siempre los principios de la escultura. Seiscientos años después, en plena oscuridad en el mundo, Florencia nos ilumina con ciento treinta obras expuestas entre el Palazzo Strozzi y el Museo del Bargello, en un homenaje histórico e irrepetible a su escultor.
Donatello, David victorioso -detalle-, (1435-1440), Museo Nazionale del Bargello, Florencia.
En Florencia, durante las primeras décadas del siglo XV, estuvo clavado el eje del mundo. Entre sus veinte barrios con sus gonfalonieros, sus calles y palacios, sus iglesias y casas, Alberti escribía su tratado de la pintura, Masaccio había pintado los frescos de la Capilla Brancacci y su Trinidad en Santa María Novella, Ghiberti entregaba la Puerta Norte del Baptisterio y Brunelleschi coronaba la catedral con la cúpula sobre Santa María del Fiore que, realizada con técnicas nunca antes vistas, había logrado que flotara descomunal sobre su ábside. Era el año 1436.
Catedral de Santa María del Fiore, Florencia.
Mientras, en su pequeño taller a orillas del Arno, Donatello esculpía el relieve de la peana del San Jorge de Orsanmichele. Su maestría iba a revolucionar para siempre los principios de la escultura. Seiscientos años después, en plena oscuridad en el mundo, Florencia nos ilumina con ciento treinta obras expuestas entre el Palazzo Strozzi y el Museo del Bargello, en un homenaje histórico e irrepetible a su escultor. Es la muestra: Donatello, el Renacimiento.
Donatello, Cabeza de caballo, (1456) Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.
Donato di Niccolo di Betto Bardi -Donatello por el apodo que recibió de su familia-, había nacido en Florencia en 1386. Los Donatello vivían en la orilla sur del Arno y pertenecían, por el trabajo del padre Niccolò y del abuelo Betto, al gremio de los cardadores de lana. Eran pues miembros de una gilda central en la sociedad florentina del momento. Desde pequeño trabajó con un orfebre local con quien descubrió la aleación de los metales, mientras que de los talladores de piedra que trabajaban en la construcción de Santa Maria del Fiore aprendió a esculpir. En 1403 ingresó en el taller de Lorenzo Ghiberti, escultor de bronces que el año anterior había ganado el concurso para realizar las Puertas del Paraíso del Baptisterio. Donatello había colaborado con él y desde entonces había entablado amistad con Filippo Brunelleschi. Ambos viajaron hasta Roma. Se sabe poco de este viaje, pero sí que, ayudando a excavar las ruinas del antiguo Imperio, Donatello captó en profundidad la ornamentación y las formas clásicas de la escultura, el movimiento, los paños y los gestos de los romanos. Este aprendizaje, unido a la tutoría de Ghiberti, máximo exponente de un Gótico Internacional de líneas suaves y curvas, marcó fuertemente el estilo del escultor que eclosionó en un David de mármol a escala humana.
Donatello, David victorioso (1408-1416) Museo Nazionale del Bargello, Florencia.
Con esta obra arranca la muestra florentina. La primera sala del Palazo Strozzi es sobrecogedora. David victorioso, alzado en el centro, fue esculpido por Donatello cuando tenía poco más de veinte años, en 1408. Había recibido el encargo para una figura monumental del rey de Judá que se integraría en una hilera de estatuas a modo de guardianes del Duomo, que serían ancladas en la parte superior de los contrafuertes como si hubieran sido milagrosamente silueteadas contra el cielo. El David fue entregado a finales de ese mismo año. Solo quedaba alzarlo hasta su emplazamiento. Sin embargo, nada más instalar el andamio, se comprobó que el mármol era demasiado pequeño para causar el impacto imaginado. Los profetas de casi dos metros a esa altura parecían insignificantes. Por esto el David recibió una ubicación nueva, notable e inesperada. La figura del joven héroe bíblico, uno de los emblemas de la República florentina, fue entonces comprada por el gobierno para su sede en el Palazzo della Signoria. Su colocación sobre un pedestal a la altura del espectador resalta el leve giro de su torso, la flexión de la pierna y una mirada oblicua y de ceño fruncido que se vuelve hacia un horizonte lejano. En la sala de esta exposición, la enorme cabeza de Goliat con la piedra incrustada en la frente a los pies de David queda a la altura de nuestros ojos. Al alzarlos encontramos dos estremecedores crucifijos en madera pintada que flanquean al David. A la izquierda, Donatello (1408), a la derecha, Brunelleschi (1410).
Primera sala de la exposición: David victorioso de Donatello en el centro. Crucifijo de Donatello (1408) de la Basílica de la Santa Croce en Florencia, a la izquierda y Crucifijo de Brunelleschi (1410) de Santa Maria Novella en Florencia, a la derecha.
El escultor maduraba en su mirada. Sus esbozos iban alejándose de la tradición gótica y despegaban hacia un estilo más propio, más sólido; eran los años 1411 y 1413. El giro radical de su arte estaba a punto de irrumpir con una fuerza transformadora. Brunelleschi y Donatello pasaban las horas observando las múltiples panorámicas y edificios de Florencia, Brunelleschi iba entendiendo cómo las formas geométricas fundamentan la relación entre el hombre y su entorno. Donatello transmitiría estas conclusiones al género de la escultura. Ambos estaban alumbrando el descubrimiento de la perspectiva.
Donatello, San Jorge (detalle), c.1415-17, Museo Nazionale del Bargello, Florencia
Donatello empezó a crear una nueva manera de esculpir que iba a aplicar por primera vez en el San Jorge y el dragón de la predella del tabernáculo de los Armaioli en Orsanmichele y que cinceló con un “suave stiacciato”, como lo denominó Vasari. Esta técnica suponía esculpir un relieve cuya profundidad disminuye de modo gradual hasta el primer plano donde se encuentran las figuras que más sobresalen. En el último de ellos, las figuras son de pocos milímetros, algo más que una leve incisión.
Desde entonces, introdujo el stiacciato, y sus relieves, que fueron admirados en toda Florencia, pavimentaron el camino de los otros escultores, taraceadores y pintores. Las leyes de la perspectiva de Brunelleschi, aplicadas con esta técnica, permitían al escultor multiplicar virtualmente el espacio con una sensación de realidad hasta entonces desconocida, una revelación entre el espectador y la obra.
Donatello, San Jorge y el dragón (1416-1417) Museo Nazionale del Bargello, Florencia.
En la tercera sala del Palazzo Strozzi, detrás del Attis Amorino, encontramos el bajorelieve de La Madonna Pazzi (1422), escogido como cartel para esta exposición. Es una de las interpretaciones de la Virgen y el Niño más emocionantes del Renacimiento. La Madre, con un perfil y un velo de reminiscencia griega, sostiene a su Hijo en brazos y roza su cara contra la suya en un gesto de intensa dulzura. Sus ojos, en los que puede leerse el drama del Calvario, están clavados en los del Niño al que abraza con unas manos que parecen querer protegerlo. El Niño, ajeno a todo, sonríe enseñando sus dientes de leche y agarra el velo de su Madre con naturalidad.
Donatello, Madonna Pazzi (1422) Staatliche Museum, Berlín.
En esta sala hay también un pequeño panel dorado de brillante virtuosismo: Relieve del Banquete de Herodes del Baptisterio de Siena (1423). Donatello diseñó aquí, como nunca antes se había hecho, una escena con perspectiva brunelleschiana en la que la disposición de las figuras y la narración se desarrollan en cuatro planos de profundidad sobre una plancha de bronce. Comprobamos, acercándonos al lateral de la obra, que ésta no mide más de un par de dedos de grosor. Entre esos escasos centímetros se plasma toda una historia situada en las salas de un palacio compartimentado por arcos. En el primer plano lleno de detalles, personajes y gestos, Herodes abre sus manos en señal de rechazo mientras un criado de rodillas le presenta en una bandeja la cabeza del Bautista. El resto de los personajes permiten desarrollar al escultor un muestrario de peinados, pliegues, manos, instrumentos musicales y niños que escapan aterrados de la escena por el borde del marco.
Donatello, Fiesta de Herodes (1423-1427) Baptisterio de San Giovanni, Siena.
El Palacio del Bargello fue construido en 1255 como sede del Consistorio de Florencia y más adelante fue prisión. La Sala del Consejo Mayor está presidida por tres obras de Donatello: San Jorge, en un nicho alto desde donde aparece solemne y distante, con un leve giro de su torso y una mirada oblicua de ceño fruncido que enfoca a un horizonte lejano; Marzocco, el león emblema de la ciudad y el David de bronce que preside rutilante la gran sala gótica.
Sala Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia.
David fue una estatua concebida para ser alzada sobre una columna. Cuando Donatello pensó en revivir este motivo, la idea de una columna, del metal y del desnudo se hicieron primordiales. La elección era la de un personaje bíblico noble, prototipo de Cristo y pastor emblemático de la Florentina libertas. Para él, Donatello distorsionó su cuerpo hasta que resultó perfectamente proporcionado visto desde abajo. El vencedor flotaba así por encima de la cabeza cortada de Goliat mientras miraba vanidoso a la muchedumbre.
Donatello, David victorioso (1435-1440) Museo Nazionale del Bargello, Florencia
Este David, fundido para Cosimo de’ Medicis, simboliza entre otras cosas la relación entre el escultor y la gran familia florentina. La ambición de Cosimo y Lorenzo de’ Medici, colmada en 1434 con el regreso de los hermanos del exilio, se concretó en el encargo de una obra que simbolizara el poder. David presidía al principio la entrada principal de la “Casa Vechia” y fue posteriormente trasladado al nuevo palacio en la Vía Larga. Es la primera figura desnuda de bulto redondo esculpida en Italia después del Imperio Romano. El adolescente, cuyo fino rostro queda enmarcado por cascadas de bucles y cubierto por un pintoresco sombrero, es aquí un efebo de mirada sarcástica y sonrisa displicente. Su postura en leve contraposto es una audacia de equilibrio.
Todas las decisiones sobre el David se iban tomando siempre con el acuerdo de Cosimo el Viejo, principal apoyo y mecenas de Donatello. Vasari relata que Donatello murió “en su pequeña casa de la Vía del Cocomero”, cerca del lugar que hoy ocupa la Galleria dell’Accademia. Para entonces ya había terminado la que sería su última obra, los impresionantes púlpitos de San Lorenzo, la Iglesia vinculada a los Medici. Su taller se encontraba junto a la Opera di Santa Maria del Fiore. Antes se había mudado tantas veces que no podrían mencionarse aquí. Pero el lugar de su descanso final nunca ha cambiado. Es la cripta de San Lorenzo, a solo unos metros de la sepultura de Cosimo el Viejo.
Donatello, Púlpitos de San Lorenzo, Florencia (1460).
Donatello, el Renacimiento
Palazzo Strozzi y Museo Nacional del Bargello Piazza Strozzi y Via del Proconsolo, 4 Florencia
Comisario: Francesco Caglioti Hasta el 31 de julio 2022
- Donatello, escultor del renacimiento - - Alejandra de Argos -