Alejandra de Argos por Elena Cue

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Pablo de Lora, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid y célebre por su polémica obra Lo sexual es político (y jurídico), en su nuevo libro Los derechos en broma cuyo título evoca el ya clásico de Ronald Dworkin Taking rights seriously desarrolla los efectos de normativas que bautiza con el genérico título de «legislación santimonia».

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Los derechos en broma: un estudio sobre la moralización de las democracias liberales

 

Hubo un tiempo en que los Estados de Derecho occidentales creyeron poder legislar con una neutralidad moral aceptable. Era el momento en que la democracia liberal constituía prácticamente el fin de la historia. En la filosofía del derecho y de la política imperaba el magisterio de John Rawls. Entonces, se decía que las sociedades moralmente pluralistas necesitaban un Estado que velase únicamente por el respeto a unos principios mínimos universales (vgr. los derechos humanos o eso que, entre nosotros, Adela Cortina denominó ética mínima) recogidos en textos constitucionales. Las opciones morales, siempre que se atuvieran a estos principios, pertenecían a la esfera privada que cada agente moral podía y debía decidir libremente.

La neutralidad moral (que no ética, pues requería, insisto, unos mínimos que funcionasen como conditiones sine qua non para la vida en común) no suponía, por supuesto, neutralidad política, pues esta resultaría incompatible con la democracia representativa. Si no fuera así ¿para qué las elecciones periódicas? El reto, pues, radicaba en hacer compatibles el compromiso con unos mínimos éticos, la imprescindible neutralidad moral del Estado y unas opciones políticas libremente elegidas por los ciudadanos.

La apuesta por la neutralidad moral del Estado ha sido ampliamente contestada en las últimas décadas, tanto por la filosofía moral y política como por la práctica. Desde el multiculturalismo hasta el pensamiento decolonial las críticas han sido feroces, aunque no siempre del todo convincentes. En la práctica, la acción política de los gobiernos democráticos se ha dirigido cada vez con mayor intensidad a elaborar leyes que tratan de «mejorar la vida de las personas» y «hacer pedagogía», expresión esta última poco afortunada, pues convierte al ciudadano en un paidion, un niño que aún debe ser tutelado.

Pablo de Lora, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid y célebre por su polémica obra Lo sexual es político (y jurídico), denomina a este tipo de normativa con el genérico título de «legislación santimonia», y se pregunta qué efectos tiene para nuestras democracias la acción de un legislador como este desde el punto de vista de la libertad de los ciudadanos. La cuestión se desarrolla en Los derechos en broma, libro publicado el pasado otoño por Deusto y cuyo título evoca el ya clásico de Ronald Dworkin Taking rights seriously, que en España se publicó con el título Los derechos en serio.

Con multitud de ejemplos, De Lora muestra cómo este tipo de normas, colmadas de buenos propósitos, tratan de mostrar a los ciudadanos el recto camino hacia la excelencia moral. Evidentemente, la justificación de esta excelencia procede de la ideología del partido o partidos que legislan en cada momento y suele identificarse con la mejor interpretación de esos principios constitucionales mínimos.  

 

Pablo de Lora

Pablo de Lora

 

Esta deserción de la neutralidad moral nos desliza por una doble pendiente: por un lado, como señala De Lora, las reivindicaciones políticas se visten con el manto de los derechos humanos. Este hecho ha propiciado que la política consista en detectar o, sencillamente, construir «desventuras sociales» que requieren la intervención del Estado para paliarlas. Es lo que el autor denomina «burocracia del consuelo». Pero ¿cómo tomarse los derechos en serio -se pregunta De Lora- si dotamos a toda reivindicación política con los caracteres propios de los derechos humanos? O, dicho de otra forma: si cada actuación política cuya fuente es un deseo colectivo se convierte en la aplicación de uno o varios derechos humanos ¿no pierden estos el carácter absoluto, universal e inalienable que los definía?

La otra pendiente, igualmente resbaladiza, consiste en la naturalización de la ideología política por obra de la identificación de las opciones partidistas con una interpretación pretendidamente correcta de los principios éticos mínimos. Es decir: la medida X, que trata de resolver una situación “injusta”, se presenta como la única opción posible para la plena realización de un principio ético o un derecho humano concreto. De esta forma, una opinión política pasa a convertirse en una afirmación indiscutible. Parafraseando a Alf Ross, el filósofo del derecho danés, se apela a la justicia para acabar la discusión dando un golpe sobre la mesa.

La vida cotidiana ha sufrido un progresivo proceso de moralización animado desde el espacio político, acaso porque las narrativas que antes compartíamos y que cohesionaban nuestras comunidades, tales como las religiones, han dejado de cumplir este papel. Proliferan los ejemplos: ir al supermercado, comprar un coche, comer carne o tirar la basura se han convertido en acciones con un fuerte contenido moral. En los colegios los estudiantes (o, más bien, el estudiantado) no aprenden ya únicamente la composición de los alimentos (proteínas, hidratos de carbono, grasas, etc.), sino la necesidad de mantener una dieta saludable; y el estudio de las matemáticas, antes un asunto meramente cognitivo, debe incluir ahora una dimensión afectiva que integra conocimientos, destrezas y actitudes esenciales para entender las emociones.

Se podrá discutir la pertinencia o no de estos puntos de vista y, en general, si la moralización de la vida cotidiana es deseable o no desde un punto de vista político, pero no creo que pueda negarse su incremento en los últimos años. De hecho, es uno de los principales motores de eso que ha venido en llamarse “batalla cultural” y que habría que denominar más ajustadamente “batalla por la superioridad moral”. Vivimos inmersos en una paradoja: por un lado, hemos dejado de creer en los grandes relatos que nos ofrecían vínculos con nuestros semejantes; por otro, tratamos de que prevalezca el relato que consideramos moralmente más adecuado, haciéndolo pasar por la interpretación correcta de esa ética mínima que recogen nuestras constituciones democráticas.

Reconozcámoslo: la neutralidad moral del Estado liberal nunca fue del todo cierta. En esto tienen razón sus críticos. Sobre todo en aquellas sociedades moralmente más homogéneas, como las que ya no existen en nuestro continente. Ahora bien, el considerable pluralismo moral de las sociedades occidentales convierte el proyecto de neutralidad liberal en un ideal regulador necesario para detectar excesos moralizantes de la actividad política. Entiendo que esta es la propuesta de Pablo De Lora, que no es solo ética y jurídica, sino fundamentalmente política: una propuesta que facilite la cohesión social de las sociedades plurales y evite las batallas culturales (o morales).  

 

 

- Los derechos en broma -                                     - Alejandra de Argos -

Un completísimo volumen escrito por el físico teórico y asesor didáctico, que aboga por aunar ambas disciplinas para crear pautas hacia una sociedad más feliz, solidaria y concienciada con el cuidado del planeta.

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Portada del libro ‘Ciencia y Filosofía para el Siglo XXI. Diálogo interdisciplinar para un nuevo humanismo’. Agustín Gil Martín. Ed. Círculo Rojo, octubre 2023.

A grandes rasgos, el humanismo clásico promulga el estudio de las letras para mejorar la vida y el comportamiento del ser humano sobre la Tierra. Está claro que en pleno siglo XXI, este concepto se ha quedado atrás: vivimos tiempos altamente tecnológicos que parecen haber dejado en segundo plano a disciplinas como la filosofía, el arte o la literatura.

En este sentido, el último libro de Agustín Gil Martin, publicado por Círculo Rojo, viene a arrojar una nueva luz sobre este dilema. Y al mismo tiempo, apuesta por recuperar el humanismo como única vía para evitar la extinción del ser humano y el desastre medioambiental. Su apuesta está clara: combinar las ciencias puras (física, matemática, química) con la filosofía, sin dejar de lado otros ámbitos más creativos o espirituales como la religión y las artes. 

Física cuántica, trashumanismo y homo deus

El volumen, prologado por el catedrático de paleontología Leandro Sequeiros y el filósofo José María Aguirre Oraa, combina la divulgación más amplia con partes que requieren tiempo, concentración y búsqueda. En su primera parte, Gil Martín nos invita a distinguir entre los distintos modos de conocimiento que ha empleado el ser humano a lo largo de la historia: desde los basados en la razón, como la ciencia y la filosofía, hasta los extraños a ella, como las pseudociencias, la religión y el arte.

También dedica un buen número de páginas a ahondar en la relación entre razón y naturaleza, una sección donde se repasan temas tan complejos y fascinantes como la física cuántica y la relatividad. El autor no deja de lado la especulación futura, con conceptos como el transhumanismo/posthumanismo como inquietante horizonte. En este sentido, Gil Martín nos regala un magnífico capítulo donde analiza las posibilidades de la IA, el robot, las “almas digitales”, el homo machina y el homo deus.

 

Presentación del libro ‘Ciencia y Filosofía para el Siglo XXI’. En @ibilian

 

Las dos últimas partes del volumen se centran en dos temas esenciales: la relación entre razón y sociedad, donde entran en juego conceptos como la política, la ideología, la cultura y la economía, y una interesantísima sección final que indaga en los límites de la razón. En esta parte, destaca por su compromiso y su honestidad el capítulo dedicado al sexismo, al que califica como “delirio de la razón” y que ilustra con citas de personajes como San Pablo, Schopenhauer o Gregorio Marañón (entre muchos otros). También dedica otro capítulo a la pandemia causada por el COVID y todo lo que nos tiene que enseñar a la hora de crear un nuevo “contrato social”.

Un nuevo humanismo para un futuro incierto

El libro termina con un resumen sobre la necesidad de crear un nuevo humanismo que el autor califica como “humanismo ecológico o “humanismo bio-eco-céntrico”, que “ve el mundo no como un lugar de saqueo y expolio, sino como un lugar que debemos preservar, y en consecuencia, el ser humano deja de ser un dominador del medioambiente para convertirse en su guardián y celoso administrador, para preservarlo para generaciones futuras”.

Y por último, Agustín Gil Martín llama a revestir este nuevo movimiento con una cualidad fundamentalmente humana: la espiritualidad. Todos estos mimbres hacen de este libro una guía esencial para analizar el pasado y la trayectoria del ser humano, que nos invita también a emplear ese análisis en el diseño de un futuro más sostenible, solidario e igualitario. Tanto para nosotros, los seres humanos, como para todas las especies del planeta.

 

El ciclo se inaugura con la presentación de diez acciones, que se realizarán una vez al mes (excepto julio y agosto) hasta finales de año. Comisariado por Semíramis González, su objetivo es dar visibilidad a creadoras que trabajan la disciplina performativa.

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‘Baroque Sacred Cosmology’. Momento de la performance de Marta Pinilla. Imagen cortesía del Museo Thyssen-Bornemisza.

 

Si hay una expresión artística con carga de profundidad, esa es la performance. Los rituales, danzas y actos colectivos forman parte del ser humano desde la Prehistoria: a día de hoy continúan generando reacciones y polémicas, y al mismo tiempo, impulsando la evolución de la cultura y la sociedad. En 2023, el Museo Thyssen-Bornemisza añadió a su impresionante colección de artes plásticas un ciclo de performances, destinado a complementar su propuesta con la imprescindible presencia de las artes vivas. Este año se vuelve a programar en una segunda edición, 'Visión y Presencia 2024', inaugurada el 16 de enero con la presentación de las diez acciones que se realizarán una vez al mes (excepto julio y agosto) hasta finales de año.

Comisariado por la historiadora y curadora de arte Semíramis González, el objetivo principal del ciclo es dar visibilidad a las mujeres creadoras que trabajan la disciplina performativa. Las acciones se han creado expresamente para distintos espacios del museo, a través de un programa de residencia en colaboración con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), The Social Hub Madrid y World2Fly. En el programa participan las artistas Marta Pinilla, Lizette Nin, María Monegro, Las Domínguez de Ramos, Yohanna M. Roa, Estíbaliz Sádaba, Alejandra Dorado, Alexia Ricoso, Dolores Nchama, Emiliana Merino, Verónica Vides, Aniova Prandy y Rosa Cabrera.

 

Un museo dinámico que respira artes vivas

 

Presentación del ciclo ‘Visión y Presencia 2024’ en el Museo Thyssen-Bornemisza

 

Al igual que en la edición de 2023, las performances se realizarán en espacios emblemáticos del museo: el jardín, el hall de acceso o el salón de actos acogerán las intervenciones de las artistas. En el programa encontramos propuestas llegadas de España, Bolivia, República Dominicana, Argentina, El Salvador y Guinea Ecuatorial. Se trata de un ciclo con vocación social, feminista y crítica: tal y como señala la comisaria, el objetivo es que “público y artistas interactúen en torno a contenidos de absoluta actualidad, incisivos, y sobre los que reflexionar desde el arte cuestiones como la violencia contra las mujeres, la diversidad racial, la crisis climática o la invisibilidad de las creadoras”.

Por su calidad y relevancia, ‘Visión y Presencia 2024’ ha sido incluido en la programación del Festival Ellas Crean y en la Bienal MAV 2024. Además de las performances, el ciclo se completará con tres conferencias relacionadas con la temática de cada acción: ‘Histeria’, a cargo de la historiadora de arte Pilar Soler Montes; ‘Red artchivas: curadurías feministas y prácticas en territorio’, por Kekena Covalán, profesora, comisaria y escritora feminista; y ‘Negras, cholas, chinas, rubias... Tetas sin miedo, cuerpos en resistencia y crítica decolonial', por Suset Sánchez, crítica de arte y curadora.

Espiritualidad, cuerpos y violencia: un ciclo sin concesiones

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 ‘El cuerpo fugaz'. Momento de la performance de Lizette Nin y María Monegro. Imagen cortesía del Museo Thyssen-Bornemisza.

 

Las propuestas están pensadas y desarrolladas para sacudir conciencias, estereotipos e injusticias. En este sentido, el museo realiza una apuesta valiente y sin concesiones que ataca directamente a los problemas sufridos por las mujeres en la sociedad, a nivel mundial. Los temas abarcan la espiritualidad y la religión (a cargo de Marta Pinilla), la violencia machista, colonialista y contra las migrantes (con las performances de Lizette Nin y María Monegro, Las Domínguez de Ramos, Yohanna M. Roa y el colectivo formado por Alexia Ricoso, Dolores Nchama y Emiliana Merino), la pobreza (con Alejandra Dorado), la invisibilidad de la mujer en el arte y la sociedad (a través de las intervenciones de Estíbaliz Sádaba y Rosa Cabrera) y la crisis climática (eje de la performance de Verónica Vides).

La primera performance, la acción ‘Baroque Sacred Cosmology’ de Marta Pinilla, se realizó el día de la presentación del ciclo, 16 de enero, a las 18:00 horas. El resto de la programación se puede consultar en la sección 'Visión y Presencia 2024' de la web del Museo Thyssen-Bornemisza: un ciclo imprescindible y fundamental para reencontrarse con el arte más radical y comprometido, que se aleja de los caminos tradicionales para hablarnos a través de la expresividad más visceral del ser humano.

El trabajo realizado por Shfir en la localidad de Fene se alza con el título mundial. La artista Lula Goce se queda con el segundo puesto con su obra de Nigrán (Vigo), mientras que una fachada de Lugo se hace con el tercero gracias al trabajo de Yoe 33.

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‘Homenaje a La Perla’. Shfir (Hugo Lamas). En 20minutos.es

 

Un año más, la plataforma de Instagram Street Art Cities ha desvelado los resultados de su propuesta: elegir el mejor mural de arte urbano del mundo a través de las votaciones de sus integrantes (más de 250.000 personas). Hace un mes ya sabíamos que nada menos que ocho obras españolas estaban en la lista de favoritas, y estos pronósticos se han hecho realidad. El mural ‘Homenaje a La Perla’, obra del artista urbano Shfir, se ha hecho con el primer puesto y ha colocado a la pequeña localidad de Fene (A Coruña) en el punto de miras de la comunidad artística mundial.

El mural representa a una mujer tocando el violonchelo en la fachada posterior de un edificio de nueve plantas. El artista diseñó una obra site specific que hace suyas las características del soporte y lo integra como parte del proyecto: el pequeño patio de luces con ventanas se convierte en el mástil del instrumento, y cobra vida cuando las ventanas se iluminan al caer la noche. La obra fue realizada en el contexto del festival de arte urbano Perla Mural Fest 2023, que homenajea a “El Perla”. Este espacio, hoy desaparecido, fue un referente cultural: además de ser uno de los siete cines con los que llegó a contar el municipio, también funcionó como sala de baile y centro cultural.

 

España, capital del arte urbano: ocho murales en el Top 10

 

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La artista Lula Goce ante su mural, ‘A Dona do Esteiro’. Foto: José Lores. En farodevigo.es

 

El segundo puesto se ha quedado también en Galicia. Concretamente, en Negrín (Vigo). Allí, la artista Lula Goce ha proseguido con su trabajo realizando el gran mural ‘A Dona do Esteiro’, que se ha alzado con el segundo puesto de la calificación. La imagen representa a una figura femenina con un rostro generado a través de AI, en el que se fusionan los rasgos de otras mujeres. El municipio cuenta con otros dos murales de la misma artista, que también tiene obra en países como México, Brasil o Italia.

 

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 ‘Las entrañas de la memoria’. Sabotaje al Montaje (Matías Mata). Foto: Mirari Artime en elcorreo.com.

 

La medalla de bronce se la llevó otro artista gallego, Yoe 33, con su mural ‘Copora’. De nuevo, la obra reproduce la imagen monumental de una mujer sobre la fachada de una casa de Lugo. Los puestos siguientes fueron otorgados también a murales situados en distintos puntos de España: Miranda de Ebro, Fuengirola y Málaga. En el puesto octavo, ‘Las Entrañas de la Memoria’, obra de Sabotaje al Montaje (Ondarroa, Vizcaya), se hizo con el galardón a Mejor Mural en la Categoría de Impacto Social con una representación del matriarcado vasco y el trabajo de la mujer en el ámbito pesquero de la región.

 

Las predicciones de los expertos se han convertido en realidad: en septiembre de 2023, un demoledor estudio de la página especializada en análisis de la Web3 DappGambl confirmaba lo que el mundo del arte temía desde hacía varios meses: el estallido de la burbuja de los NFT.

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'Everydays: The first 5.000 days.Emoji'. Beeple. En conceptualfinearts.com

 

En septiembre de 2023, un demoledor estudio de la página especializada en análisis de la Web3 DappGambl confirmaba lo que el mundo del arte temía desde hacía varios meses: el estallido de la burbuja de los NFT. Durante los años 2021 y 2022, los Non-Fungible Tokens (Archivos No Fungibles) se convirtieron en la inversión artística más deseada, con la criptomoneda como base de todas sus operaciones. Muchos expertos pronosticaban que se trataba de una burbuja inflada artificialmente; sus predicciones se han convertido en realidad, aunque numerosos artistas digitales e inversores del ámbito cripto continúen defendiendo su vigencia y valor en el mercado.

En agosto de 2021 y según la misma fuente, el mercado de los NFT alcanzó un volumen de negocio de 2.800 millones de dólares. Sin embargo, en julio de 2023 los análisis confirmaron que la cifra había caído a tan solo 80 millones, un descenso en picado tan significativo como preocupante: según los expertos de DappGambl, se trata de un crack sin precedentes en el mercado del arte. La frase que resume el estudio no puede ser más demoledora: a día de hoy, la inmensa mayoría de los NFT no tienen absolutamente ningún valor.

 

La pregunta del millón: ¿Qué es un NFT?

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'Everydays: The first 5.000 days'. En elpais.com

 

Para entender bien de qué estamos hablando, nos remontamos al año 2021. Ese año, el artista Beeple (alias de Mike Winkelmann) vende su obra ‘Everydays: The first 5.000 days’ por 69 millones de dólares en una subasta emitida en streaming. La obra consta de 5.000 archivos digitales en formato NFT, un soporte que se diferencia de otros clásicos en diseño (como los jpg o los png) porque se puede autenticar: su creador o creadora puede firmarlo y venderlo como obra única.

Hasta aquí, un NFT no se diferencia en gran medida de una obra de arte convencional: un cuadro o una escultura, sin ir más lejos. Se crea, se firma y se vende; el público puede ver reproducciones exactas, pero la propiedad es exclusiva de quien la adquiere. El problema se genera cuando las obras de arte se convierten simplemente en objeto de especulación y se utilizan para dinamizar mercados e impulsar subidas artificiales de los precios, o caídas igualmente provocadas.

El propio Beeple fue testigo de esta práctica con su propia obra: vio cómo unos archivos que él vendió a dólar por obra subían vertiginosamente de precio (tras ser comprados y vendidos de forma inmediata y sucesiva) y decidió llevarse su parte del pastel. Una decisión acertada a todas luces, que le convirtió en millonario de la noche a la mañana.

Gansos, monos y algoritmos. Hablan los protagonistas

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 ‘Ringers#879 (The Goose)’. Dmitri Cherniak. En nftnow.com

 

La respuesta de inversores y artistas a este demoledor estudio (y su repercusión en los medios) no se ha hecho esperar. Son numerosas las empresas y particulares que defienden su compra y proclaman la calidad de los NFT, así como su valor artístico. Es el caso del coleccionista 6529, que en junio de 2023 adquirió la obra ‘Ringers#879 (The Goose)’ (‘El ganso’) por un valor de 6,2 millones de dólares en una subasta celebrada por Sotheby’s. El comprador no dudó en enfatizar la sutileza y la originalidad de unas obras que solo se crean como tales cuando el algoritmo “decide” convertirlas en NFT, algo que el artista no puede controlar. "El arte generativo de larga duración en cadena es un acto de fe por parte del artista y el acuñador", comentó entonces en su cuenta de Twitter (hoy X).

La mencionada subasta se considera hoy el canto del cisne del boom de los NFT. Los artistas más celebrados, como el propio Beeple, han reaccionado con ironía frente a un declive que probablemente estaban viendo venir. En un tweet relacionado con la subasta, el artista digital dio las gracias a “todos los que han estado jugando con nuestra pequeña tontería: nos hemos echado unas risas y hemos vendido algunos monos”. Esta alusión a los simios se refiere a la colección Bored Ape Yatch Club, una serie de NFT con ilustraciones de monos “aburridos” (por supuesto, generadas por algoritmos) que reflejan la personalidad de quienes los adquieren. Estas obras causaron furor entre VIPs y celebridades, y se vendían entonces por miles de dólares.

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NFT del Bored Ape Yacht Club. Imagen: Yuga Labs

 

Sí, pero… ¿Por qué? Las claves de un estallido anunciado

Los motivos por los que la burbuja NFT alcanzó proporciones desmedidas no se les escapan a los expertos. Andrea Barbon, profesor universitario especializado en finanzas digitales, lo resume así: “El atractivo de los NFT se vio amplificado por su novedad, la promesa de un retorno elevado en la inversión y su papel como símbolo de estatus dentro de la comunidad cripto. Esta combinación de innovación tecnológica, dinámicas de mercado y factores culturales creó la tormenta perfecta que impulsó el boom de los NFT”.

El estudio de DappGambl concluye afirmando que no es fácil hacer pronósticos acerca del futuro de los NFT en el mercado. Cada vez hay menos inversores arriesgados y con la capacidad de invertir millones de dólares en activos poco seguros, y el mantenimiento del valor de los archivos a largo plazo está más que cuestionado. Afortunadamente, la creación artística no desaparecerá como impulso innato al ser humano, aunque está claro que debe adaptarse a los tiempos y las tecnologías. Pero los hechos lo han demostrado una vez más: su conversión en moneda de cambio solo sirve para enriquecer a unos pocos y empobrecer la cultura universal.