“Un instante eterno”. Pascal Bruckner reivindica el renacer a partir de los 50

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Frente a una sociedad cada vez más envejecida, y que paradójicamente intenta prescindir de los ancianos, el filósofo y novelista alemán propone una rebelión contra la melancolía y el abandono que se ciernen sobre el último tramo de la vida.

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Cubierta de “Un instante eterno. Filosofía de la longevidad”. Pascal Bruckner. Ediciones Siruela, 2021.

 

A partir de principios del siglo XX, la esperanza de vida de los seres humanos aumentó en una media de 30 años. Los avances científicos y la mejora en las condiciones vitales han provocado un alargamiento sustancial del tiempo que vivimos, y que es cada vez más extenso. Esta circunstancia tiene como consecuencia una cada vez mayor duración de las etapas de madurez y vejez. Y la pregunta que nos hacemos entonces, como individuos, es: ¿qué hacer durante todos esos años? ¿a qué dedicar esas décadas con las que nos encontramos de repente, con un cuerpo que ya no responde como antes y con todos nuestros proyectos cumplidos u olvidados? El filósofo y escritor de ficción y no ficción Pascal Bruckner, una de las figuras más influyentes del pensamiento social contemporáneo y del periodismo y la literatura franceses, se enfrenta a estas preguntas en “Un instante eterno. Filosofía de la longevidad” (Ediciones Siruela, 2021). Y lo hace desde la posición de quien sabe de lo que habla, porque lo está viviendo en carne propia. Pero Bruckner no se limita a hacer una reseña melancólica, nostálgica o poética de eso que se conoce (de forma engañosamente condescendiente) como “los años dorados”. En su lugar, el pensador se enfrenta a la resignación y a la calma, y propone renacer a la vida a partir de los 50. Renacer envejeciendo, pero con los sentidos despiertos y las pasiones encendidas. En sus propias palabras: “envejecer no se trata solo de jugar a las niñeras o de compartir recuerdos melancólicos; se trata de pasar por luchas comunes, de fijar metas, de luchar por proyectos”.

 

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Pascal Bruckner en su casa de París. En elpais.com

 

En el trato de los ancianos y ancianas por parte de la sociedad, el respeto y el cariño se dan por supuestos . Pero en la mayoría de los casos, ambos suelen esconder una peligrosa condescendencia. Y lo que es peor, la necesidad de negar ciertos sentimientos y pasiones que siguen sin estar bien vistos a partir de ciertas edades. El amor sentimental y el deseo erótico se mantienen, pero no se deben mostrar a riesgo de parecer ridículos. O directamente, ser calificados como “viejos verdes o viejas brujas”, como señala Bruckner. “Amamos a los sesenta como a los veinte, no cambiamos, son los demás los que nos miran de forma diferente”, nos recuerda. En las páginas del libro también se hace hincapié en una inquietante paradoja: se trata de una etapa de la vida en la que muchas personas se encuentran en buena forma física y han superado la mayor parte de los obstáculos. Los hijos se han independizado y se disfruta de la soñada estabilidad económica. Y a pesar de que todo señala que toca “descansar”, la vida les impulsa a continuar. “En la era del declive, ya no se trata tanto de elegir la propia vida como de perpetuarla, influenciarla o enriquecerla”, comenta acertadamente el escritor. Por que hoy, las personas de más de 50 años conforman el 30% de la población mundial; y aun así, se deben enfrentar al egoísmo de una juventud (que, de la misma manera, cada vez se prolonga durante más décadas) que no se acuerda de ellas más que cuando las necesita. Pascal Bruckner anima a la rebelión frente a la resignación; a la persistencia, frente a la discriminación. En definitiva, a vivir la vejez (porque como él mismo indica, “es la vejez lo que se prolonga, no la vida”) como parte de la vida, y no como un ensayo previo al descanso final. Frente a la molestia que su presencia activa parece generar en la sociedad más joven, Bruckner reivindica a aquellos que “luchan de forma incansable por permanecer en la luz, para no caer en la categoría de los Invisibles”.