Pensar en libertad, Hannah Arendt

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Hannah Arendt, una de las pensadoras más influyentes del siglo XX, reivindicó el valor de la libertad, el pensamiento independiente y la acción política. Formada junto a Heidegger, Jaspers y Husserl, su obra conecta experiencia personal, filosofía y compromiso. Como exiliada, intelectual y testigo del totalitarismo, Arendt nos legó una reflexión lúcida sobre el poder, la responsabilidad moral y la necesidad de pensar en libertad para preservar la dignidad humana.

Hanna Arendt joven

 

El interés por la figura y obra de la filósofa y teórica política Hannah Arendt (Alemania, 1906 – Estados Unidos, 1975) no sólo no se extingue, sino que está aún más vivo que nunca, a tenor de las numerosas publicaciones recientes. Entre ellas destaca: “Hannah Arendt. Una biografía intelectual” (Editorial Anagrama), del doctor en filosofía Tomas Meyer, que ha tenido acceso a documentación desconocida hasta ahora y que, de alguna manera, puede complementar la excepcional biografía de Elisabeth Young-Bruehl, de la Editorial Paidós, autora que tuvo el privilegio de que la propia Arendt dirigiera su tesis doctoral en Filosofía. 

Pero, ¿por qué sigue tan vigente Hannah Arendt?. Puede ser porque se la continúa considerando una de las mentes más relevantes de la historia del pensamiento contemporáneo. Lo más atractivo es la fuerza de su pensamiento libre e independiente, forjado por su condición judía en una Alemania apocalíptica de principio del siglo XX, con una fuerte personalidad insobornable y una gran integridad moral, que hacen que volvamos, una y otra vez a ella y al legado que nos dejó, tanto en sus obras como en su ejemplo intelectual y vital. Arendt consideraba que la condición de un intelectual, para realizarse, tenía que venir de un anti-conformismo social. Y en coherencia a su pensamiento había pasado de la filosofía a lo político, al ámbito de lo público, porque entendía que el pensamiento debe estar al servicio de la acción y la libertad.

Hannah Arendt nació en Linden, Hannover, pero creció en Königsberg, la que fuera capital de Prusia Oriental, donde su familia había emigrado. Esta ciudad de la que se dice que uno de sus más ilustres residentes, Immanuel Kant, nunca salió de ella, se convirtió en el siglo XVIII en uno de los centros vitales más importantes de la Ilustración judeo-alemana. Arendt fue una niña precoz intelectualmente, con una memoria privilegiada y una curiosidad que agudizaba su observación. Tuvo conciencia de su identidad judía desde niña, de su diferencia, debido al antisemitismo que todavía no había llegado a sus cuotas más altas. Pero estas diferencias no fueron un problema para Hannah en cuanto a sentirse inferior o humillada. Creció sin prejuicios. Su madre, Marta Arendt, le dio una educación elitista alemana, en la que la lectura de las obras completas de Goethe eran una obligación, así como las máximas del poeta en cuanto a disciplina, responsabilidad y dominio de las pasiones. Es decir, una férrea formación para forjar sus capacidades físicas, mentales y espirituales. 

Nuestra filósofa sufrió el deterioro de la salud de su padre, un hombre severo y culto, a causa de la sífilis y que moriría tempranamente en 1913. Vivió el miedo y la preocupación desde muy pronto, cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial y los rusos se hallaban cerca de Königsberg, teniendo que huir a Berlín. Volverían dos meses después a su hogar. 

 

Hannah Arendt 1933

 

Hannah estudió un tiempo en Berlín, donde atendía las clases de teología de Romano Guardini, uno de los miembros más brillantes de la escuela de los existencialistas cristianos. Aquí descubrió la obra de Kierkegaard, que despertó en ella un interés por la teología no dogmática, y decidió que sería su campo preferido en el que profundizar cuando llegara a la universidad. Empezó a escribir poesía con 17 años, con elementos románticos y una angustia heredada de Kierkegaard junto con un tono irónico y ambiguo. Su poesía habla del tiempo, un concepto existencial clave en sus escritos.

Su pensamiento iría evolucionando y sufriría una revolución filosófica cuando fue a estudiar a Marburgo. Allí tendría como profesores a dos de los más grandes filósofos alemanes, Martin Heidegger y Karl Jaspers. La mayor enseñanza que recibió de ellos fue la de aprender a pensar como actividad pura. En 1924 era apolítica, algo que cambiaría con el tiempo por no poder vivir ajena a la realidad del momento. De Jasper heredó también el compromiso práctico en lo político.

Pero la gran revolución a todos los niveles se produjo con la figura de Heidegger, que entonces tenía 35 años y se convirtió en su mentor y posteriormente en su amante. En 1922, recién instalado con su mujer Elfriede en Marburgo, fue nombrado profesor justo cuando estaba empezando a escribir su obra célebre “Ser y tiempo”. La filosofía de Heidegger fue muy atractiva y causó un gran impacto entre los estudiantes, especialmente por su enfoque crítico hacia la tradición y su intento de renovar el estudio del ser. Heidegger, en un esfuerzo de superación,  propuso una nueva forma de pensar la existencia, situándola en el tiempo y centrándose en la experiencia humana concreta —lo que llamó el Dasein, o “ser-en-el-mundo”. Los apasionados alumnos se reunían después de las clases para contrastar y discutir posteriormente qué había entendido cada uno, pues las clases de Heidegger tenían su dificultad por su complejidad y profundidad. La intensa relación amorosa e intelectual que mantuvieron Arendt y Heidegger finalizó pronto. Heidegger simpatizó con el régimen nazi y Arendt era judía. El suyo fue un amor imposible, aunque su relación continuó a lo largo del tiempo de forma intermitente.

La distancia se produjo cuando Hannah decidió ir a Friburgo para estudiar un semestre con Husserl, el mentor de Heidegger. El padre de la fenomenología también sería quien dirigiría su doctorado, otro de los más grandes de la historia de la filosofía, un gran privilegio. Esta influencia fue determinante para equilibrar el rigor filosófico con una profunda atención al mundo real y a la condición humana.

 

Huyó a París después de que se produjera la quema del Reichstag, el Parlamento alemán, en 1933. Los arrestos masivos que se llevaron posteriormente a cabo por Hitler, fueron traumáticos y reveladores de lo que se avecinaba. En París Hannah viviendo en condiciones precarias, trabajó activamente por los derechos de los refugiados judíos. Colaboró con organizaciones sionistas en el auxilio a los judíos exiliados que deseaban emigrar a Palestina y que necesitaban ayuda jurídica.

El amor por la poesía había sido otro vínculo entre Hannah y su maestro, pues la poesía siempre acompañó la vida de Hannah. Para Heidegger la poesía se erigió en el lenguaje capaz de revelar las verdades profundas que el pensamiento racional no alcanza. Para Goethe el gran poder de la poesía se encontraba en que se elevaba por encima de lo particular, de lo individual a lo general, a lo universal, y por lo tanto, se perpetúa en el tiempo y más allá del tiempo.

Sus exhaustivos análisis en el ámbito de la teoría política están fundamentados, por un lado, en su propia experiencia, dada por su condición de paria y de apátrida durante 18 años. Pero, por otro, sobre todo en su más intensa actividad política, incrementada a partir de 1951 en Nueva York, donde se exilió hasta su muerte. Sus escritos de pensamiento político son muy reveladores y valiosos hoy, al ofrecernos herramientas para comprender y enfrentarnos a los desafíos de las democracias contemporáneas, con dilemas como la manipulación de la verdad, el auge de los totalitarismos o la banalización del mal.

 

Hannah Arendt

 

 

- Pensar en libertad, Hannah Arendt -                                                           - Alejandra de Argos -